01 octubre 2009
En Tierras de penumbra,
En la película Tierras de penumbra, un alumno le dice a C.S.Lewis que "leemos para saber que no estamos solos",
desde entonces, voy dándole vueltas en mi cabeza para asimilarla e incluso para escribir algo sobre el tema.
Es verdad que cuando leemos una novela o cualquier otro tipo de libro literario, nos adentramos en mundos distintos al nuestro y compartimos vidas con personajes que ni siquiera conoceríamos en la realidad de la propia vida. Con la lectura nos evadimos de la rutina diaria y nos adentramos en mundos espectaculares o maravillosos, a veces dramáticos o turbulentos, otras ocasiones apasionadamente atrayentes o aventureros, donde podemos vivir experiencias diferentes a las de nuestra existencia ordinaria y experimentar sensaciones de lugares reales o imaginarios donde nunca seguramente iremos. Esto nos hace olvidar los problemas cotidianos para, desde el sillón de nuestra casa, andar por calles nocturnas y lluviosas de un Londres repleto de peligros y asesinatos o bien correr libres por un hermoso prado lleno de flores a las afueras de una singular villa tranquila. Tenemos escenarios para todos los gustos y momentos de nuestra vida, en los que correremos mil aventuras de distinta índole de la mano de los personajes y del autor.
También solemos, con la lectura, identificarnos con algún personaje determinado al que nos gustaría parecernos pero que no tenemos el valor o la oportunidad de imitar. Así, a través de sus aventuras, vivimos una vida espectacular o tranquila, llena de romances o de dramas, con peligros acechando o plena de paz y seguridad. La lista de las oportunidades puede ser inmensa también y cada persona o en cada momento de nuestra existencia nos identificaremos o bien necesitaremos un tipo de personaje u otro con el que, de su mano, compartir vivencias que no tenemos o que hemos perdido u olvidado.
Pero, sobre todo, siempre que leemos elegimos muy bien al autor de la obra que está en nuestras manos. Porque realmente es el escritor el que ha creado esos mundos y paisajes, esos personajes, esas existencias y sentimientos que nos hacen sentir experiencias diferentes en cada libro que abrimos. Por eso cada vez necesitamos un autor u otro o bien una obra distinta aunque sea del mismo escritor. Porque no es lo mismo leer poesía romántica que novela dramática o teatro cómico que ensayo. En cada obra, sea del género que sea, el artista no sólo narra una aventura determinada con unos protagonistas y un escenario especiales a través de los cuales nos puede llegar a transmitir unos determinados sentimientos; sino que, además, el escritor también nos trae a través de sus creaciones parte de su propio pensamiento, algo de su misma vida y sentir, un poco de su personalidad e imaginación.
Todo esto es lo que nos atrae realmente de un libro y nos “engancha” en su lectura.
Porque leyendo nos sentimos realmente acompañados por los protagonistas de la aventura que hemos seleccionado y, en el fondo, por el escritor que nos ha hecho llegar esa maravilla de mundo donde buceamos sin tener que abandonar la comodidad de nuestra casa.
Pero, a veces, estas vidas y aventuras nos llenan tanto que olvidamos vivir nuestra propia cotidianeidad o incluso rechazarla por parecernos insulsa o irrelevante al lado de tan magníficos personajes y autores.
Personalmente me encanta la lectura y es verdad que cuando leo no me encuentro sola, incluso me ha ocurrido el hecho de identificarme demasiado con los protagonistas de novelas o los escritores de poesía hasta el punto de querer llegar a ser como ellos o envidiar el hecho de que nunca podré alcanzarlos. Pero hay que tocar suelo y darnos cuenta hasta dónde llega la realidad y dónde acaba la ficción para disfrutar de una buena lectura pero continuando con la propia vida, incluso aprendiendo valores reflejados en los libros que nos pueden servir para nuestra existencia y problemas.
De esta manera, y con un libro siempre entre las manos, no estaremos solos y aprenderemos a seguir viviendo aprovechando todo lo positivo que podamos aprender de tan estupendos autores literarios.
Porque en el fondo se trata precisamente de eso, de no sentirse solo.
El escritor realiza una obra no sólo para transmitir sus conocimientos, imaginación y pensamientos; sino para llegar hasta nosotros como un emisor lejano en el tiempo pero que puede comunicarse con el lector como receptor de su obra y sentimientos cada vez que éste abre sus libros. Así mismo el lector se pone en contacto con el autor a través de su obra y puede establecer una comunicación en un espacio y un tiempo en el que sólo se sitúan en el momento de la lectura lector y escritor. Esta es parte de la magia que tiene la literatura , pues nos podemos comunicar tanto con autores lejanos en el tiempo como Cervantes o Quevedo, como con otros todavía noveles y muy cercanos a nosotros. En el fondo ya sabemos que hay escritores que realmente han buscado a través de su obra la inmortalidad en esta vida al no creer en la existencia de otra vida más allá de la muerte; como fue el caso de Unamuno y muchos otros. Sin embargo, siempre hay buenos autores que legan sus creaciones artísticas sin intereses y tan sólo con el afán de transmitirnos su sabiduría y experiencias, de lo que podemos aprender mucho para nuestras vidas.
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