29 abril 2019

CUANDO CALMAS TU EGO SACAS A LA LUZ LO MEJOR DE TI


Psicología /desarrollo personal
* CUANDO CALMAS  TU EGO SACAS A LA LUZ  LO MEJOR DE TI

Calmar el ego es la vía más eficaz para cultivar el bienestar personal, tener una autoestima equilibrada, ser más productivos y disfrutar de una vida más plena. Un ego desenfrenado y artificialmente elevado, al contrario, suele ser fuente de problemas y conflictos. 
Nuestro ego es muy ruidoso, se impone demasiado y a menudo nos impulsa a enzarzarnos en discusiones inútiles con el único objetivo de ganar, de que nuestras ideas prevalezcan, tengamos o no la razón. Esa actitud nos arrebata el equilibrio mental y la paz interior, aunque no siempre somos conscientes de ello. Algo intuía Albert Einstein cuando dijo: “Cuanto más sabes, menor es tu ego. Cuanto menos sabes, mayor es tu ego”. 
¿Qué es el ego? 
El ego no es lo que eres realmente. El ego es la imagen que reflejas, tu máscara social, el rol que desempeñas. Esa máscara social prospera con la aprobación. Quiere el control y se mantiene en el poder porque se alimenta del miedo”, escribió Ram Dass. 
Alan Watts dibuja una visión similar del ego: “Es una institución social, no una realidad física. El ego es simplemente el símbolo de ti mismo. Así como la palabra “agua” es un sonido que simboliza cierto líquido, pero no lo es, la idea del ego representa el papel que desempeñas, quién eres, pero no es lo mismo que tú como persona”. 
El ego, por tanto, es una construcción con una fuerte impronta social que experimenta una necesidad inagotable de verse a sí mismo bajo una luz positiva ya que implica los papeles que representamos ante los demás. Por eso podemos llegar a confundir el ego con nuestro auténtico “yo”. Wayne Dyer nos alertaba de ese peligro: "El ego es solo es una ilusión, pero una ilusión muy poderosa. Si permites que esa ilusión del ego se convierta en tu identidad no podrás conocer tu verdadero yo".
No cabe dudas de que nuestra autoconciencia, autorreflexión y autocontrol son esenciales para alcanzar las metas que nos propongamos. Pero si no estamos atentos, esos mismos procesos psicológicos se volverán en nuestra contra porque el ego hará cualquier cosa con tal de no quedar mal, lo cual significa que puede poner en marcha mecanismos de defensa que nos impidan reconocer nuestros errores y las trampas que nos tendemos. 

Un ego ruidoso, demasiado imbuido en sí mismo, pasa mucho tiempo defendiéndose, y hace lo que sea necesario para reafirmarse, de manera que no es inusual que se convierta en un obstáculo para alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto. El orgullo y la testarudez que nos impiden pedir disculpas cuando nos equivocamos, por ejemplo, son la expresión de ese ego. Y esas actitudes pueden hacernos perder grandes cosas o personas valiosas en la vida. 
El ego silencioso 

En los últimos años un grupo de psicólogos de la Universidad del Norte de Arizona han estado desarrollando un programa de investigación denominado “ego silencioso” basado en los principios de la psicología humanista y la filosofía budista. Descubrieron algo paradójico: calmar el ego es mucho más eficaz para cultivar el bienestar, el crecimiento, la salud, la productividad y una autoestima equilibrada que centrarse únicamente en la mejora personal. 
En sus estudios se aprecia que un ego silencioso y tranquilo realmente contribuye a equilibrar las necesidades del yo y de los demás, de manera que se rompe la dicotomía entre las necesidades personales y ajenas que tantos conflictos suele causar. Un ego tranquilo se asocia con valores autotranscendentes, como la universalidad y la benevolencia, así como con la autodirección y el logro. Sin embargo, no guarda ninguna relación con el conformismo. 
Esto significa que calmar el ego no implica aplastarlo sino tan solo lograr que hable más bajo para que podamos escuchar otras cosas más allá de su voz y podamos asumir una perspectiva más equilibrada. De hecho, cuanto más silencioso es el ego, más fuerte emerge el “yo”. 
El objetivo principal de calmar el ego es desarrollar una postura menos defensiva, no se trata de negarlo sino de cultivar una identidad auténtica que incorpore a los otros sin perder el “yo”, abandonando esa imperiosa necesidad de ganar en una especie de competición narcisista. 
Un ego tranquilo es signo de una autoestima equilibrada y sólida, que reconoce las propias limitaciones, por lo que no necesita recurrir constantemente a la actitud defensiva que se activa cuando un ego débil y atemorizado se siente amenazado. Después de todo, no debemos olvidar que un ego desmesurado es el escudo tras el cual intentamos proteger nuestras debilidades.

¿Cómo calmar el ego? 
Los psicólogos Bauer y Wayment consideran que para calmar el ego es necesario cultivar estas cuatro facetas: conciencia desapegada, identidad inclusiva, toma de perspectiva y mentalidad de crecimiento, las cuales nos ayudan a desarrollar una postura equilibrada que permita crecer al “yo” en comunión con los demás. 
- Conciencia desapegada. Para calmar el ego es importante desarrollar una conciencia desapegada, lo cual implica no aferrarse a nada, ni a las circunstancias ni a nuestros pensamientos o emociones. Ese desasimiento mental nos permitirá ver la realidad desde una perspectiva más clara y global, a la vez que nos ayuda a analizar nuestras reacciones del pasado de manera más objetiva, para aprender de esas experiencias. 
- Identidad inclusiva. Para calmar el ego es importante desarrollar una interpretación equilibrada del “yo” y los “otros”, integrando esos dos mundos aparentemente dicotómicos. Eso significa que necesitamos entender otras perspectivas e identificarnos con las experiencias ajenas. Se trata de desarrollar una identidad inclusiva en la que los demás también aportan su grano de arena. 
- Toma de perspectiva. El ego nos hace pensar que todo lo que nos ocurre es algo personal. Como resultado, nos tomamos los problemas demasiado a pecho y perdemos nuestro equilibrio mental. Tomar perspectiva y reflexionar sobre otros puntos de vista diferentes a los nuestros, nos permite colocar la atención fuera del ego y salir del círculo vicioso que hemos creado. 
- Mentalidad de crecimiento. La mentalidad de crecimiento es fundamental para calmar el ego porque parte de un principio básico: somos aprendices de la vida. Cuando asumimos que estamos aprendiendo continuamente, en un proceso de reconstrucción constante, el ego se minimiza porque no le damos oportunidad de crecer a desmesura pensando que es dueño de la verdad absoluta. 

25 abril 2019

FRASES SOBRE EL EQUILIBRIO EN LA VIDA


PSICOLOGÍA FRASES MOTIVADORAS-
FRASES SOBRE EL EQUILIBRIO EN LA VIDA


Encontrar el equilibrio en la vida puede llegar a ser uno de nuestros mayores desafíos. En la era de la frustración, la ansiedad y la agitación, como la definió Alan Watts, buscamos estimulaciones que violentan nuestros sentidos, concentrándolas en periodos de tiempo cada vez más breves. Así nos zambullimos en un mundo frenético donde consumimos el presente con fruición con miedo a que el futuro se nos escape. 
Vivimos en un estado de aceleración progresiva de nuestras vidas. De hecho, ¿sabías que en las grandes ciudades ahora caminamos un 10% más rápido que hace 10 años? No solo andamos más rápido, también comemos rápido, pensamos rápido y consumimos contenidos rápido. La inmediatez nos ha poseído impidiéndonos encontrar la justa medida. Nos ha hecho pensar que podemos tenerlo todo, inmediatamente y sin renunciar a nada. Así terminamos confundiendo la felicidad con la euforia adrenalínica que proviene del hacer cada vez más, aunque no tengamos muy claro el motivo. Estas frases sobre el equilibrio pueden ayudarnos a recuperar el imprescindible balance en la vida. 
Frases de equilibrio para encontrar nuestro balance en la vida 
1. Haz menos. Sé más. - Elizabeth Grace Saunders 
A veces hay que poner el freno de mano. Detenernos en la vertiginosidad de los compromisos y las tareas para dedicar tiempo a nosotros mismos. Necesitamos tiempo a solas para descubrir qué queremos de verdad o simplemente para conectar con nuestra esencia, para cultivar todas esas cualidades que se quedan relegadas a un segundo plano cuando estamos demasiado ocupados. Por eso, a veces solo necesitamos hacer menos, para ser más. 
2. Los problemas surgen cuando no encontramos el equilibrio entre lo que las personas esperan de ti y lo que necesitas de ti mismo. - Jessye Norman 
Equilibrar las expectativas de los demás con nuestras necesidades no siempre es sencillo. Una vida demasiado entregada en la que nos convirtamos en víctimas del Efecto Felpudo nos condenará a la insatisfacción permanente, pero una actitud extremadamente egoísta tampoco genera satisfacción. El equilibrio radica en un punto medio en el cual somos conscientes de nuestras necesidades y defendemos nuestros derechos, pero a la misma vez respetamos los derechos de los demás y les ayudamos. 

3. Todo está en equilibrio. Siempre hay un precio: Por cada regalo, hay una sustracción y ​​por cada éxito, un sacrificio. - Martin Olson 
No podemos pretender tenerlo todo. Cada decisión siempre implica una ganancia, pero también una renuncia. Por cada camino que emprendemos, hay otros caminos que hemos desechado. Cuando antes seamos conscientes de ese equilibrio en la vida, mejor nos irá porque podremos tomar decisiones más razonables y maduras con conocimiento de causa. 
4. Cuando enciendes una vela, también proyectas una sombra. - Ursula K. Le Guin 
Esta frase sobre el equilibrio se enfoca en la necesidad de comprender que en todas las personas y sucesos coexisten dos polos opuestos. De esa aparente dicotomía surge precisamente el equilibrio.  Uno existe para ayudarnos a valorar el otro. Nada es completamente positivo o negativo. Todo, incluidos nosotros, contiene luces y sombras que debemos ser capaces de ver si queremos vivir de manera más balanceada. Enfocarnos solo en un aspecto hará que nos perdamos el panorama global, perdiéndonos además la riqueza y complejidad de ese suceso o persona.
5. La felicidad no es una cuestión de intensidad, sino de equilibrio, orden, ritmo y armonía. - Thomas Merton 
A menudo concebimos la felicidad como una sucesión de momentos eufóricos. Sin embargo, la auténtica felicidad, esa de todos los días, no se dibuja con trazos intensos sino con trazos suaves, equilibrados y armónicos. La felicidad no es exaltación adrenalínica sino un estado de paz interior en el que nos sentimos a gusto en el mundo y con nosotros mismos. Para alcanzarla, debemos cultivar precisamente la armonía.

6. Una mente equilibrada y calmada es fuerte; una mente agitada y con prisas es débil. - Wallace D. Wattles 

Las prisas, la agitación y la ansiedad debilitan nuestra mente ya que se convierten en una especie de banda sobre nuestros ojos que alteran nuestra percepción y pensamiento, llevándonos a tomar decisiones precipitadas de las que después podemos arrepentirnos. Una mente fuerte, al contrario, es aquella que ha encontrado el equilibrio mental, la cual no solo nos hará más felices, sino que nos permitirá tomar mejores decisiones.
7. El equilibrio no radica en gestionar mejor el tiempo, sino en gestionar mejor los límites. - Betsy Jacobson 
No podemos hacer que el día tenga 25 horas, pero podemos gestionar mejor nuestros límites. Esta frase sobre el equilibrio nos invita a reflexionar sobre la manera en que usamos el tiempo como excusa para no hacer muchas de las cosas que nos gustarían, cuando en realidad es probable que el problema sean los límites que no hemos sabido establecer. Quizá no sabemos decir no y terminamos agobiados con muchas responsabilidades, nos exigimos demasiado o somos demasiado perfeccionistas y no sabemos cuándo parar. 

8. La mayoría de nosotros dedicamos demasiado tiempo a las cosas urgentes y no dedicamos el suficiente a lo que es importante. - Stephen R. Covey 
Para vivir de manera más equilibrada debemos aprender a dar a cada cosa su justa importancia. Si nos dejamos arrastrar por las aparentes urgencias cotidianas, estas ocuparán todo nuestro tiempo, no dejando espacio para aquellas cosas realmente importantes. No olvidemos la ley de Parkinson que indica que el trabajo se expande hasta llenar todo el tiempo del que disponemos para su realización. Esto significa que necesitamos aprender a prioriza aquellas tareas que realmente nos aportan valor.
9. Cuando todo tiene su lugar en nuestra mente, podemos mantenernos en equilibrio con el resto del mundo. - Henri Frederic Amiel 
El equilibrio no proviene del exterior sino del interior. Cuando estamos en paz con nosotros mismos, cuando hemos alcanzado la paz interior, podemos afrontar cualquier tormenta u obstáculo. Eso implica que en ocasiones debemos dejar de empecinarnos en cambiar las circunstancias y centrarnos más en el cambio interior, ese que nos hará realmente libres.

10. Un sentido del humor bien desarrollado es lo que equilibra tu camino a través de la vida. - William Arthur Ward 
Antes o después, la vida nos pondrá a prueba. El sentido del humor puede marcar la diferencia en esos momentos, sobre todo la capacidad para reírnos de nosotros mismos, poner buena cara al mal tiempo o incluso encontrar lo absurdo de las circunstancias. El humor no hará que los problemas desaparezcan, pero al menos les restará parte de su impacto emocional. Y eso nos ayudará a reencontrar el equilibrio perdido.

24 abril 2019

PENSAR ES DIFÍCIL, POR ESO LA MAYORIA DE LA GENTE PREFIERE JUZGAR

Psicología sin Reservas
PENSAR ES DIFÍCIL, POR ESO LA MAYORIA DE LA  GENTE PREFIERE JUZGAR

Pensar es difícil, es por eso que la gente prefiere juzgar”, escribió Carl Gustav Jung. En la época de la opinión, donde todo es juzgado y criticado, a menudo sin una base sólida, sin un análisis previo y sin un conocimiento profundo de la situación, las palabras de Jung adquieren mayor protagonismo volviéndose casi proféticas. 
Juzgar nos empobrece 
Identificar el acto de pensar con el acto de juzgar puede llevarnos a vivir en un mundo distópico más propio de los escenarios imaginados por George Orwell que de la realidad. Cuando los juicios suplantan el pensamiento, cualquier indicio se convierte en prueba, la interpretación subjetiva se transforma en explicación objetiva y la mera conjetura adquiere categoría de evidencia. 
A medida que nos alejamos de la realidad y nos adentramos en la subjetividad, corremos el riesgo de confundir nuestras opiniones con los hechos, convirtiéndonos en jueces incontestables - y bastante parciales - de los demás. Esa actitud empobrece lo que juzgamos y nos empobrece como personas. 
Cuando estamos demasiado centrados en nosotros mismos, cuando no logramos calmar el ego sino que adquiere proporciones desmesuradas, o simplemente tenemos demasiada prisa como para detenernos a pensar, preferimos juzgar. Añadimos etiquetas duales para catalogar las cosas, los acontecimientos y las personas en un espectro limitado de “bueno” o “malo” tomando como vara de medir nuestros deseos y expectativas. 
Actuar como jueces no solo nos aleja de la realidad, sino que nos impide conocerla - y disfrutarla - en su riqueza y complejidad, convirtiéndonos además en personas antipáticas - y poco empáticas. Cada vez que juzgamos algo, lo simplificamos a su mínima expresión y cerramos una puerta al conocimiento. Nos convertimos en meros animalis iudicantis

Pensar es un acto enriquecedor 

En la sociedad líquida en la que vivimos, es mucho más fácil juzgar, criticar rápidamente, y pasar al próximo juicio. Lo que no resuena con nuestro sistema de creencias lo juzgamos como inservible o estúpido y pasamos a lo siguiente. En la era de la gratificación instantánea, pensar demanda un esfuerzo que muchos no están dispuestos a – o no quieren – asumir. 
El problema radica en que los juicios son asignaciones interpretativas que damos a los sucesos, cosas o personas. Cada juicio es una etiqueta que usamos para atribuir un valor - profundamente sesgado - ya que se trata de un acto subjetivo basado en nuestros prejuicios, creencias y paradigmas. Juzgamos en base a nuestras experiencias personales, lo cual significa que muchas críticas son un acto más emocional que racional, la expresión de un deseo o una desilusión. 
Pensar, al contrario, demanda reflexión y análisis. Más una dosis de empatía con lo pensado. Es necesario separar la emocionalidad de los hechos, arrojar luz sobre la subjetividad adoptando una imprescindible distancia psicológica. 
Para Platón, el hombre sabio es aquel capaz de observar tanto el fenómeno como su esencia. Una persona sabia es aquella que no solo analiza lo contingente a las circunstancias, que suele ser mutable, sino que es capaz de rasgar el velo de la superficialidad para llegar a lo más universal y esencial. 
Por eso, el acto de pensar tiene un enorme potencial enriquecedor. A través del pensamiento intentamos llegar a la esencia de los fenómenos y las cosas. Vamos más allá de lo percibido, sobrepasamos esa primera impresión para bucear en las causas, efectos y relaciones más profundas. Ello demanda una ardua actividad intelectual a través de la cual crecemos como personas y ampliamos nuestra visión del mundo. 

Pensar implica detenerse. Hacer silencio. Prestar atención. Controlar el impulso de juzgar de manera precipitada. Sopesar posibilidades. Profundizar en las cosas, con racionalidad y desde la empatía.

El secreto radica en “ser curiosos, no críticos”, como dijo Walt Whitman.

23 abril 2019

EL MAYOR OBSTÁCULO QUE DEBEMOS SUPERAR PARA SER LIBRES, SEGÚN GIKOVATE


Psicología /desarrollo personal
  EL MAYOR OBSTÁCULO QUE DEBEMOS SUPERAR PARA SER LIBRES, SEGÚN GIKOVATE

Ser libres es una de nuestras mayores aspiraciones. También es una de nuestras principales frustraciones. Es difícil resistir el impacto cuando chocamos con el muro de una sociedad que empuja hacia la normalización y la estandarización. Entonces vivimos la contradicción del individuo que busca su libertad y la sociedad que se encarga de delimitar las fronteras de esa libertad. ¿Podemos escapar de esa paradoja? 
Según Flavio Gikovate, un psicólogo brasileño que se dedicó a analizar los problemas que afrontamos en nuestra vida social, estaríamos enfocando mal el asunto porque “más que los factores externos, son los conflictos interiores los que nos impiden ser libres”. El secreto, por tanto, estaría en nuestro interior. Pero para descubrirlo necesitamos cambiar radicalmente nuestra perspectiva y modo de pensar. 
La proyección de nuestros conflictos internos 

“Existe una antigua tendencia a intentar atribuir a factores externos la imposibilidad de alcanzar nuestros mayores anhelos. Siempre ha sido más fácil y atractivo pensar de este modo que suponer seriamente la existencia de obstáculos internos. 
“Es mucho más fácil mantener esta actitud y proyectar en otros (personas o instituciones) aquella actitud que se nos oponga, en lugar de asumir el hecho de que ambas nos pertenecen. De este modo una contradicción interna se transforma en un conflicto externo por medio de la proyección en otra persona de uno de los componentes del dilema”. 
Gikovate apunta que uno de los primeros obstáculos que debemos vencer para ser libres consiste en dejar de proyectar nuestras inseguridades en el mundo exterior. La mayoría de las personas muestran una tendencia a huir de su intimidad, tienen miedo a estar a solas consigo mismas. 
El miedo a estar a solas con nosotros mismos 
El hombre, al no soportar la convivencia con su propia condición – lo que incluye también sus contradicciones – trata de ocuparse lo más posible de cosas externas. Este resulta un modo eficaz de olvidarse de sí mismo. 
Siempre se hace difícil convivir con dudas, dilemas y contradicciones, y así se llega a conclusiones precipitadas, muchas veces cobardes, que suelen atribuirse a las presiones que ejerce el medio externo. Esas presiones, evidentemente, existen. […] Lo que hay que discutir es si su peso decisivo es tan grande como el que se le pretende atribuir”. 
La sociedad intenta imponer sus normas y reglas, las personas a nuestro alrededor nos presionan y a nuestro paso aparecen obstáculos continuamente. Nadie lo pone en duda. No obstante, ¿son esos obstáculos realmente la principal causa de la limitación de nuestra libertad o son una excusa para no atrevernos a ir más allá? El hecho de que el camino sea más difícil no significa que no se pueda recorrer. 
El autoconocimiento como vía para alcanzar la libertad 
Gikovate afirma que “son las dudas y contradicciones las que impiden una actitud efectiva hacia el camino de la libertad, lo que equivale a una falta de convicción en los propios conceptos. Esa convicción solo podrá existir en aquellos que asuman por completo sus contradicciones, sin recurrir al fácil expediente de proyectar uno de sus componentes”. 

Por tanto, la libertad, que para Gikovate “significa esencialmente coherencia entre ideas, conceptos y comportamiento objetivo”, se debe buscar a través de un ejercicio de introspección profundo. Solo si nos conocemos y sabemos lo que queremos, tendremos la fuerza suficiente para elegir la libertad. 

Todas las personas necesitan saber hasta qué punto le fascinan las cosas materiales que nuestra sociedad ofrece para el consumo y qué precio está dispuesta a pagar para acceder a ellas. Negar la fascinanción que estas ejercen puede inducir increíbles equívocos y provocar grandes frustraciones […] Pagar cualquier precio por ellas podrá llevar a un equívoco aún más grave: una persona podría darse cuenta de que se está muriendo de tedio a pesar de estar rodeada de todo lo que desea”. 
“Nuestras reflexiones oscilan entre el hedonismo y el ascetismo, y será necesario llegar de modo firme a una convicción antes de que podamos pensar en una acción libre y consecuente. Solo así podremos fortalecernos íntimamente para oponer resistencia a las presiones del medio y abrir nuestro camino. Si no somos capaces de esto, de nada servirá acusar a la estructura social de esclavizante y opresora. Solo estaremos justificándonos por no asumir nuestra propia incompetencia”. 
Por tanto, el principal enemigo de nuestra libertad somos nosotros mismos. Y solo podemos superar ese “obstáculo” haciendo las paces con nuestro “yo”, tomando decisiones conscientes que nos permitan perseguir nuestros sueños, independientemente de los obstáculos que aparezcan en nuestro camino, que serán muchos.
Cuando realizamos ese ejercicio de autoconocimiento, cuando realmente conectamos con nuestras necesidades, ocurre el milagro porque, de repente, las presiones sociales pierden gran parte de su peso. Después de todo, la sociedad nos ata solo en la medida en que permitimos que nos ate.
Gikovate cierra sus reflexiones con un mensaje optimista: “si las personas que viven de modo coherente y consistente fueran más felices y se sintieran más realizadas, esto podría tener consecuencias sociales insospechadas”. 

21 abril 2019

7 CONSEJOS PARA ELIMINAR EL HÁBITO DE COMERSE LAS COMERSE LAS UÑAS


Psicología/Tratamientos Psicológicos7 CONSEJOS PARA ELIMINAR EL HÁBITO   DE COMERSE LAS COMERSE LAS UÑAS ¿Te muerdes las uñas? Si es así, no estás solo, comerse las uñas es un hábito bastante común. La onicofagia, que es el nombre que se le da a este acto, es mucho más usual de lo que podrías imaginar ya que afecta al 45% de los niños y a un 10% de los adultos. Sin embargo, el problema de comerse las uñas no es meramente estético. Por ejemplo, se ha apreciado que los niños que padecen onicofagia tienen más dificultades para desarrollar sus habilidades sociales. También se conoce que el mordisqueo continuo provoca microtraumatismos que dañan el lecho ungueal y terminan afectando el crecimiento normal de la uña. Además, generan dolor e inflamación en el dedo, a la vez que aumentan las probabilidades de contraer hongos. La onicofagia también puede provocar desgaste en los dientes y, cuando se mantiene a lo largo del tiempo, incluso puede dar lugar a una mala oclusión de los dientes anteriores. Además, cuando la persona no solo se muerde las uñas, sino que también las ingiere, existe el riesgo de destrucción alveolar y de sufrir daños en el aparato digestivo. Comerse las uñas también tiene consecuencias a nivel psicológico. Esta persona no solo experimenta un fuerte sentimiento de culpa, sino que a menudo piensa que no es capaz de controlar sus impulsos, como resultado, su autoestima se afecta y pierde la confianza en sí misma. El principal problema es que el deseo de dejar de comerse las uñas provoca más tensión y ansiedad, agravando así el cuadro. De hecho, se ha podido apreciar que la onicofagia es más común cuando la persona atraviesa por situaciones de estrés, nerviosismo o insatisfacción. ¿Cómo dejar de comerse las uñas? Ante todo, es importante que comprendas que comerse las uñas es un hábito, y un hábito no es más que un comportamiento aprendido. De hecho, algunos niños comienzan a morderse las uñas para imitar a alguien. En otros casos, el hábito empieza de manera inconsciente, ya sea porque la persona estaba aburrida o porque se sentía nerviosa. En ese momento, comerse las uñas se convierte en una válvula de escape, el cerebro asocia ese comportamiento con algo positivo, que permite liberar la ansiedad y por eso, la persona continúa mordiéndose las uñas. Por supuesto, existen diferentes tipos de hábitos. En vez de hacer referencia a hábitos “positivos” y “negativos”, es mejor hablar de hábitos funcionales, que nos ayudan a desenvolvernos mejor en nuestro día a día, y hábitos disfuncionales o desadaptativos, que nos causan problemas.  Obviamente, comerse las uñas se puede convertir en una patología, puede dar lugar a una dependencia patológica que la persona no puede manejar y que limita su vida. En esos casos, es muy difícil abandonar ese hábito sin la ayuda de un profesional que vaya guiando tus pasos. Sin embargo, si se trata de un hábito que aún no ha adquirido estas proporciones, es probable que puedas eliminarlo siguiendo estos pasos. 1. Propóntelo de verdadPuede parecer una verdad de Perogrullo, pero hay personas a las que el hábito de comerse las uñas no les provoca una molestia real. En esos casos, no existe un compromiso con el cambio porque no se experimenta una necesidad urgente de eliminar ese hábito. De hecho, en algunos casos comerse las uñas puede reportar un alivio de la ansiedad tal que, al colocarlo en una balanza, la persona prefiere continuar manteniendo ese hábito en vez de esforzarse por eliminarlo. Por supuesto, ese mecanismo no siempre se hace consciente, por lo que es importante que escudriñes dentro de ti y te preguntes si realmente quieres dejar de comerte las uñas. Si es así, debes asumir un compromiso contigo mismo. 2. No intentes evitar el deseo de comerte las uñasA primera vista puede parecer un contrasentido, pero intentar suprimir el deseo de comerse las uñas simplemente no funciona. Cuando intentamos suprimir una sensación o un pensamiento de nuestra mente, se activa un proceso de autovigilancia que nos lleva a pensar aún más en la idea que queremos apartar, es lo que se conoce como “efecto rebote”. Por tanto, no te focalices en eliminar el deseo de morderte las uñas, en su lugar, busca un “hábito substituto”. 3. Crea un nuevo hábitoLa forma más sencilla y fácil de modificar un hábito es colocar en su lugar uno nuevo, que sea más productivo y funcional. Por ejemplo, si quieres eliminar ese bocadillo que comes a mitad de mañana, debes apostar en su lugar por comerte una manzana o por hacer una pequeña caminata. Sin embargo, si solo eliminas el bocadillo y no creas un hábito más saludable en su lugar, muy pronto volverás a la vieja costumbre. Obviamente, elegir un hábito saludable es fácil, lo difícil es ponerlo en práctica. En este sentido, puedes usar uno de los ejercicios más eficaces que propone la PNL para cambiar hábitos y que se denomina “swish”. Básicamente, se trata de que imagines que estás a punto de comerte las uñas. Mira esa escena en primera persona y concéntrate en las sensaciones que experimentas justo cuando estás a punto de llevarte las uñas a la boca. Después, cambia la escena, imagina que estás haciendo otra cosa, como meter las manos en los bolsillos, y mírate desde fuera, como un espectador externo. Imagina que estás tranquilo y sereno, que tienes el control.Repite este ejercicio varias veces y, mientras cambias la imagen, haz un pequeño sonido: “swish”. Ese sonido te servirá en otras ocasiones como conexión, para que logres calmarte cuando estás a punto de comerte las uñas. En práctica, se trata de crear una conexión automática con un estado de bienestar, de manera que no cedas a la compulsión. 4. Usa señales visualesUn estudio realizado en el Instituto Tecnológico de Israel demostró que las señales visuales son muy útiles para dejar de comerse las uñas. Estos psicólogos trabajaron con 80 personas que padecían onicofagia. La mitad de ellas fue sometida a una terapia aversiva tradicional, mientras que la otra mitad utilizó recuerdos visuales no removibles. Al cabo de cinco meses se pudo apreciar que las personas que usaban las señales visuales obtenían mejores resultados.Este método es particularmente eficaz para quienes se comen las uñas de manera automática, sin darse cuenta, pero tienen un buen autocontrol. De hecho, se trata de buscar una señal visual que nos recuerde que no debemos mordernos las uñas. Puede ser pintarse las uñas de un color intenso o incluso llevar un brazalete. La idea es que cuando estés a punto de llevarte las uñas a la boca, veas la señal de advertencia e interrumpas ese gesto de manera consciente.5. Rompe la estructuraUna técnica muy eficaz para dejar de comerse las uñas es hacerlo de forma sistemática. Se trata de un método propio de la Psicología Inversa en el cual, el objetivo es precisamente, morderse las uñas. En práctica, puedes darte vía libre, con la condición de que te muerdas las uñas siguiendo un orden, primero el dedo meñique, luego el anular y así sucesivamente. Cuando lo hagas, te resultará muy extraño. De hecho, mientras más raro sea, mejor, porque se trata de insertar un orden en un hábito que no es estructurado. De esta forma, es como si introdujeras una bomba dentro del hábito, para que explote desde el interior.
Debes repetirlo varias veces, hasta que llegue un momento en que te resulte tan extraño, que llega a ser desagradable. La mayoría de las personas abandona el hábito rápidamente, por lo que se trata de una técnica muy eficaz. No obstante, si después de un tiempo prudencial (dos semanas) notas que no funciona, es mejor que la abandones y optes por otra estrategia.6. Presta atención al contextoLa onicofagia se alimenta de la ansiedad y el desequilibrio emocional. Por eso, es importante que además de poner en práctica diferentes técnicas que te permitan controlar ese hábito, también trabajes en tu contexto. Si logras eliminar algunos de los estresores cotidianos, estarás allanando el camino. De hecho, a menudo las cosas que más nos estresan no son los grandes problemas sino las pequeñas preocupaciones cotidianas. Aprender técnicas de relajación y afrontamiento del estrés no solo será beneficioso para dejar de comerse las uñas sino también para mejorar tu calidad de vida. Además, es conveniente que le prestes atención a los estímulos que suelen disparar ese hábito. A menudo las personas se muerden las uñas cuando están delante del televisor, mientras leen o justo antes de hacer una presentación. Debes prestarle atención al contexto ya que encontrarás señales que disparan el hábito, en esos casos, es conveniente evitar esos estímulos.
 7. Monitoriza los progresos y felicítate A menudo la onicofagia es un problema asociado al perfeccionismo. Muchas de las personas que se comen las uñas se someten a sí mismas a un gran estrés porque quieren obtener resultados impecables. Estas personas suelen mantener un diálogo muy negativo consigo mismas, un diálogo interior marcado por los reproches. Sin embargo, si quieres lograr cambios positivos en tu vida, más que blandir el látigo contra ti mismo, es mejor que aprendas a recompensarte y sentirte satisfecho con tus logros, por pequeños que sean.
 Al intentar cambiar un hábito, habrá momentos en que pierdas la motivación, por eso es importante que monitorices tus progresos. Una estrategia muy sencilla consiste en tomar fotos de tus manos, para que puedas ir notando los progresos. De esta forma, podrás apreciar los cambios después de una semana o de 15 días. Entonces, felicítate por lo que has logrado y date un pequeño capricho. Recuerda que el niño que llevas dentro también necesita palabras de apoyo y palmaditas en la espalda.


19 abril 2019

PASOS PARA ELIMINAR EL MIEDO: SIENTE, OBSERVA Y REFLEXIONA



Psicología/Tratamientos Psicológicos
PASOS PARA ELIMINAR EL MIEDO: SIENTE, OBSERVA Y REFLEXIONA

 
Cuando somos pequeños tenemos muchos temores, en gran parte porque el mundo nos parece inmenso y a veces las cosas que no conocemos nos asustan un poco. Cuando vamos tomando conciencia de estos miedos, pensamos que poco a poco irán pasando, que con los años se atenuarán.

Sin embargo, no es así. Muchas de las personas que le tenían miedo a la oscuridad cuando eran niños continúan temiéndole de adultos. Muchas de las niñas que le temían a las ranas continúan manifestando este temor incluso si ya son adultas.

El problema es muy sencillo: la mayoría de los miedos no desaparecen por sí solos, es necesario trabajar sobre su causa. No basta con saber que es un temor irracional, es importante trabajar sobre el miedo. Por eso, te propongo que sigas estos sencillísimos pasos. Antes de comenzar, te aconsejo que te sientes en un lugar tranquilo, donde nadie te pueda molestar. 


Tres pasos para eliminar el miedo

1. Siente el miedo. Cuando experimentamos temor nuestro primer impulse es el de escapar, queremos que el miedo simplemente desaparezca porque nos hace sentir mal. No obstante, si enfrentamos la sensación de miedo de una vez y por todas, nos daremos cuenta de que no es tan horrible como suponíamos. De hecho, a menudo toda la película que corremos en nuestra imaginación es mucho peor que la realidad.

 

2. Conviértete en un observador. Imagina que eres otra persona, alguien que no siente ese miedo. Mírate como si fueras otro, ¿qué ves? Si logras ensimismarte en el rol de un observador externo, el miedo desaparecerá por sí solo y te darás cuenta de lo irrisorio de la situación. Finalmente podrás comprender a nivel emocional que se trata de un miedo ilógico, sin ninguna base.

3. Busca las causas del miedo. Aunque probablemente tienes en los labios el sabor de la victoria, debes saber que un miedo que has estado arrastrando durante años no se elimina tan fácilmente. Por eso también es importante que trabajes en las raíces del temor. Excava en tu mente planteándote preguntas como: ¿cuándo fue la primera vez que sentí el miedo? ¿a qué se debió? ¿qué factores han fortalecido el miedo a lo largo del tiempo? 

 

Te asombrará descubrir que los factores que dieron lugar a tu temor ya no existen o no son válidos para tu realidad actual. Sin embargo, en muchas ocasiones, es como si nos olvidásemos de actualizar esa parte de la memoria, que continúa alimentando un miedo del todo injustificado.

 

Finalmente, vale aclarar que este pequeño y sencillo ejercicio deberás repetirlo varias veces, hasta que sientas realmente que el miedo se ha ido por completo. No te desanimes, recuerda que has pasado años alimentando ese temor y que eliminarlo no será algo que puedes hacer de la noche a la mañana.


16 abril 2019

Psicología Tratamientos Psicológicos  
CÓMO DESACTIVAR RECUERDOS DOLOROSOS: QUÉ SIGUEN LASTIMANDO, AUNQUE HAYA PASADO EL TIEMPO

Nuestras experiencias se registran en la memoria, pero antes pasan por una serie de filtros, tanto emocionales como cognitivos. Esa es la razón por la cual dos personas que hayan vivido la misma situación pueden tener recuerdos muy diferentes.
La carga emocional asociada a cada recuerdo es lo que le brinda su potencia. De hecho, los sucesos sin carga emocional, como ver pasar a un desconocido por la calle, no generan recuerdos significativos. Sin embargo, si se trata de un evento que ha provocado daño, dolor, angustia, ira u otros sentimientos intensos, dejará una huella más profunda en la memoria.
Sin embargo, lo más interesante es que normalmente la carga emocional de un recuerdo proviene principalmente de la historia que creamos acerca de esa experiencia. Por ejemplo, podemos afrontar una situación dolorosa pensando: “Sucedió, me ha dolido, pero ya no puedo hacer nada para solucionarlo así que es mejor que siga adelante con mi vida”. Sin embargo, otra persona podría afrontar esa misma situación de manera completamente diferente pensando: “Es un desastre, estoy devastado, nunca me recuperaré de esto”. 
¿Qué efecto tendrán esas diferentes perspectivas sobre los recuerdos dolorosos? Es probable que ninguna de esas dos personas olvide lo ocurrido, pero la primera logrará pasar página más rápido mientras que la segunda se quedará bloqueada en el dolor y el sufrimiento que genera esa experiencia, que seguirá cargando sobre sus espaldas como si estuviera ocurriendo en su presente.
Los recuerdos no son fijos
Muchos piensan que los recuerdos son como instantáneas o cintas de vídeo, pero en realidad la memoria cambia continuamente, de manera que las experiencias almacenadas también se modifican. Podemos olvidar detalles, suavizar su impacto, reordenarlas o incluso reeditarlas para crear nuevas versiones con efectos añadidos.
Lo usual es que los hechos se mantengan bastante estables, pero la carga emocional asociada se puede "editar" según cambiemos la historia narrativa sobre el suceso. Algunas personas necesitan un poco de tiempo para editar sus recuerdos dolorosos. De hecho, es probable que en alguna ocasión te hayan ocurrido cosas ante las cuales simplemente dices: “ahora mismo no puedo lidiar con esto”. 
Está bien, cada cual tiene su propio ritmo de afrontamiento, pero es importante que la evitación no se convierta en tu estrategia de afrontamiento preferida ya que los recuerdos dolorosos necesitan ser reprocesados o no podrás disipar el sufrimiento que generan.
¿Cómo “desactivar” los recuerdos dolorosos?
Debemos ser conscientes de que la incomodidad y la angustia son inevitables cuando atravesamos por una situación adversa, pero a medida que la reconocemos, suelen atenuarse. Al contrario, si nos sumimos en el pozo de la desesperación, el sufrimiento no hará sino aumentar.
Es importante que no violentes tu ritmo de sanación, pero en cierto punto tendrás que decidir que ha llegado el momento de afrontar la situación dolorosa. A muchas personas les ayuda llevar a cabo una especie de ritual, hay quienes van a un sitio especial relacionado con el evento doloroso, por ejemplo, se permiten revivir lo ocurrido y luego se sienten liberados. No obstante, cada uno debe encontrar la estrategia que mejor le funcione.
Existen tres técnicas sencillas de aplicar que pueden ayudarte a procesar los recuerdos dolorosos y seguir adelante. 
1. El cuerpo como reflejo del recuerdo
Con esta técnica no nos focalizamos directamente en la memoria y su carga emocional sino en su reflejo corporal. Esto significa que aunque el recuerdo se mantenga, sus efectos en el cuerpo cambiarán, por lo que es muy útil para eliminar los síntomas físicos que generan ciertos recuerdos dolorosos, como la tensión muscular, las palpitaciones o los problemas para respirar.
Todo lo que debemos hacer es traer a la mente el recuerdo doloroso y fijarnos en las respuestas reflejas que genera en nuestro cuerpo. Una vez que las detectemos, debemos centrarnos en esa parte, respirar profunda y suavemente y relajar los músculos, hasta que sintamos que la tensión se desvanece.
Cuando sintamos que esa sensación ha desaparecido por completo, podemos pasar a otra parte del cuerpo. Este ejercicio se debe repetir varias veces a lo largo del tiempo, no debemos esperar resultados inmediatos ya que se trata más bien de un entrenamiento a través del cual le indicamos a nuestro cerebro que, aunque se trata de un recuerdo doloroso, no debe provocar sensaciones corporales puesto que es una vivencia pasada.
2. La sala de cine de la memoria
Se trata de una técnica de visualización que consiste en cerrar los ojos e imaginar que lo que nos ha ocurrido es como una película. Podemos visualizar una pantalla en la que ocurran los hechos o verlo directamente en nuestra mente. El objetivo es desarrollar una actitud desapegada hacia lo ocurrido, de manera que podamos restarle parte de su impacto emocional.
Es probable que mientras veamos esa “película” afloren sentimientos muy intensos, es fundamental no dejar que estos nos atrapen y seguir adelante. Este ejercicio también es importante porque solemos tender a focalizarnos solo en las partes del evento que confirman nuestra manera negativa de pensar, obviando el resto de los detalles, que nos brindan un cuadro más completo y veraz de lo sucedido.
Al final, debemos imaginar que estamos rebobinando la película a velocidad rápida, hasta llegar al punto en el que nos sentíamos bien. Entonces debemos dejar que nuestras emociones se reestablezcan y darnos cuenta de que, aunque hemos pasado por una situación traumática, todavía estamos vivos y podemos continuar adelante.
3. Dejar ir los pensamientos automáticos
La mayoría de los recuerdos dolorosos se mantienen activos porque los alimentamos con pensamientos automáticos negativos. Si no tuviésemos esos pensamientos, nos resultaría muchísimo más sencillo procesar la experiencia traumática y deshacernos del sufrimiento. De hecho, si escrutas tu mente te darás cuenta de que no solo vives una y otra vez esos recuerdos dolorosos sino que además, piensas continuamente lo mismo.

Si tienes pensamientos que te hacen sentir culpable, te devalúan como persona o simplemente alientan el sufrimiento, una técnica muy sencilla consiste en escribirlos en tiras de papel. El simple hecho de escribirlos ya significa darse cuenta de su existencia e identificarlos como pensamientos desadaptativos.

Luego, cuando hayamos decidido que es el momento de seguir adelante y dejar en el pasado la experiencia dolorosa, tomamos esas tiras de papel y las quemamos, una a una. Mientras se queman podemos concientizar que se trata de un pensamiento negativo que solo nos hacía daño. Otra alternativa de esta técnica consiste en escribir directamente esos pensamientos en globos y dejarlos ir. Mientras se alejan, podemos sentirnos liberados del influjo negativo que ejercían sobre nosotros.

EL SÍNDROME TRAUMÁTICO POSTELECTORAL: ¿TRASTORNO REAL O INVENTO MEDIÁTICO?


Un trastorno relativamente olvidado que se reaviva cada vez que un país se enfrenta a elecciones, pero que dio mucho de que hablar a inicios de los 2000: el Síndrome Traumático Postelectoral. Podría decir sin temor a equivocarme que este trastorno reúne más méritos mediáticos que. nosológicos.
El Síndrome Traumático Postelectoral o PESTS (sus siglas en inglés) es una afección que ha golpeado a muchos seguidores de  partidos derrotados (¿simple casualidad?) al Trastorno por Estrés Postraumático.
Entre sus síntomas principales se encuentran: aislamiento, ira, irritabilidad, desinterés, amargura, principio de anorexia, insomnio, pesadillas y preocupaciones excesivas acerca del futuro del país (EUA, me parece un tanto obvia la aclaración, pero siempre es válida).
Existen algunos psicoterapeutas norteamericanos que ya tienen experiencia con este trastorno así, después de las elecciones, sus consultas se llenan con un número considerable de víctimas seguidoras del partido perdedor a las cuales normalmente tratan con hipnosis. Aunque vale aclarar que el fenómeno ha llegado hasta las páginas del Asia Times Online donde los doctores reconocen que después de las elecciones el número de personas diagnosticadas con ansiedad o depresión aumenta en un 10%.
En realidad, nos hallamos ante un “desarrollo” o “evolución” de la idea del trauma psíquico, fenómeno más conocido entre los psicólogos y psiquiatras como: Trastorno por Estrés Postraumático. De hecho, algunos estudiosos del fenómeno como Summerfield han sugerido que se trata de una entidad elaborada no sólo a partir de ideas psiquiátricas, sino que se ha sustentado en elementos sociopolíticos por lo cual cuestionan seriamente su existencia
Para comprender este trastorno basta conocer que, como punto desbordante, un fenómeno similar al PESTS se observó entre los fans del futbol cuando sus equipos eran echados de las ligas más importantes. Una investigación muy interesante desarrollada en la Universidad de Nottingham Trent reveló que entre los fans de los equipos deportivos se evidenciaba un gran distress psicológico después de las derrotas totales en las ligas. ¿Síndrome Traumático Postpartido sería la categoría más apropiada? Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Por cierto, no puedo evitar terminar esta reflexión recordando una historia donde los alienígenas que tenían la misión de estudiar el comportamiento humano se preguntaban: ¿Por qué tanto despliegue de energía ante cada campaña electoral si a la larga todo sigue como siempre? Sin comentarios :-)

11 abril 2019

HAY PERSONAS QUE SABEN FLUIR PARA NO COMPLICARSE LA VIDA INNECESARIAMENTE


Psicología /desarrollo personal                                                                               
HAY PERSONAS QUE SABEN FLUIR PARA NO COMPLICARSE LA VIDA INNECESARIAMENTE
Hay personas que saben fluir, que afrontan los problemas apenas aparecen y encuentran soluciones rápidamente. No es que la vida les sonría o que tengan más suerte que el resto de los mortales, tan solo son proactivos y no dejan para mañana lo que pueden hacer hoy. 
Al contrario, otros se complican la vida innecesariamente, se quedan atascados analizando el problema o buscando soluciones. Les cuesta mucho salir del agujero cuando caen porque tienen lo que podríamos llamar "sobrepeso mental". Estas personas dan demasiadas vueltas a los problemas, analizan al milímetro las posibles soluciones y postergan indefinidamente la toma de decisión hasta que no se encuentran contra la espada y la pared. Ello genera una sobrecarga emocional y cognitiva que puede llegar a ser extenuante.
Tipos de pensamiento que nos complican la vida
1. Planificas tareas pendientes que realmente no necesitas hacer 
A menudo nos sobrecargamos con compromisos o tareas que no son realmente necesarios. El problema es que cuando comenzamos nuestro diálogo interior con la palabra “necesito” se activa la alarma para dar prioridad a esa presunta necesidad. Eso puede hacer que prioricemos cosas que no son necesarias y posterguemos aquellas que realmente son imprescindibles. De esta manera nos mantenemos ocupados en tareas más o menos intrascendentes mientras las cosas importantes se quedan en un segundo plano y se acumulan. Como resultado, no es extraño que terminemos agotados y estresados, con la sensación de que no hemos aprovechado el día. 
¿Solución? Si no quieres complicarte la vida por gusto, asegúrate de tener en tu lista de tareas solo aquellas que sean verdaderas prioridades. Analiza todos tus “necesito”. Quizá podrías cambiarlos por palabras como “quiero”, “me gustaría” o “prefiero”. Ese cambio semántico te ayudará a sacar a colación otras cosas que realmente son más importantes y a las que vale la pena dedicarle tu tiempo y energía. 
2. Buscas la solución perfecta 
Buscar la solución perfecta es uno de los errores más comunes que nos mantiene atrapados en el círculo vicioso que ha creado el problema a nuestro alrededor. En nuestra mente, exploramos diversas alternativas, pero no nos decidimos por ninguna porque vemos fallos o posibles riesgos en todas. El miedo a equivocarnos alimenta un flujo constante de ideas que termina confundiéndonos y paralizándonos. Así, en vez de buscar soluciones para el problema, hallamos problemas para las soluciones. A cada idea le encontramos un fallo. Esa situación nos sobrecarga cognitivamente y termina dejándonos exhaustos. 
¿Solución? Debes asumir que existen decenas de soluciones, muchas de las cuales son perfectamente válidas. Reflexionar antes de tomar una decisión es inteligente, quedarse dando vueltas en las decisiones no lo es. Es tan solo una manera de complicarse la vida. Por tanto, interioriza que no hay soluciones perfectas, garantizadas y 100% libres de riesgo.
3. Has encontrado una buena solución, pero no la implementas 
Por inverosímil que parezca, a veces podemos quedarnos atascados en la “fase teórica”, sin pasar a la acción. Le pasa a menudo a las personas que padecen depresión o a los procrastinadores. Estas personas pueden saber cuál es el camino a seguir, han encontrado la solución para el problema, pero no la implementan. Como resultado, se quedan atrapadas en el problema, el cual las desgasta cada vez más. Este comportamiento puede deberse a múltiples causas, pero generalmente se explica por el miedo a salir de la zona de confort, una zona en la que quizá no nos sentimos bien, pero nos reporta la seguridad de lo conocido. 
¿Solución? Asume que el primer paso no te llevará donde quieres llegar, pero al menos te sacará de donde estás. Si te asusta tomar una decisión, simplemente ve dando pequeños pasos. Siempre tienes la opción de volver atrás y emprender otro camino. Recuerda que a veces el camino no es recto sino lleno de curvas y retrocesos. Aún así, es mejor moverse que mantenerse paralizado sufriendo una situación que te está dañando. 
4. Te obsesionas con las consecuencias de las decisiones y con lo que pensarán los demás 
El pensamiento es una herramienta muy potente que nos permite proyectarnos al futuro para evitar posibles daños. Sin embargo, también es un arma de doble filo que genera preocupaciones incesantes que nos arrebatan la tranquilidad. Uno de los principales errores que nos mantienen atascados y nos complican la vida consiste en pensar continuamente en las implicaciones de nuestras decisiones, casi siempre previendo las consecuencias más negativas que podamos imaginar. De hecho, muchos temen a cómo reaccionarán los demás o qué pensarán de ellos. El temor al juicio social les mantiene atrapados. 
¿Solución? Tomar decisiones es el arte de elegir caminos y lidiar con la incertidumbre. Eso significa que, dado que solo podemos recorrer un camino, debemos olvidarnos del resto. Todas las decisiones que tomes siempre tendrán consecuencias. Siempre tendrás que renunciar a algo y nunca podrás estar seguro completamente de las implicaciones de los pasos que das. Aún así, si quieres seguir creciendo, debes moverte. Y eso implica tomar decisiones. Asume que no puedes controlar las reacciones de los demás y que es probable que tu decisión no guste a todos. Aun así, es tu decisión. Es tu vida, y tú decides.

5. Inventas obstáculos 
Puede parecer un contrasentido, pero a menudo inventamos obstáculos en nuestro camino para evitar tomar una decisión que nos atemoriza. De hecho, es la estrategia más común para complicarse la vida innecesariamente. Por ejemplo, nos decimos que no podemos tomar la decisión sin consultar antes a una persona que no se encuentra disponible o con la cual mantenemos una mala relación. O nos decimos que no podemos decidir hasta que no tengamos más información, a sabiendas de que nunca será suficiente porque es imposible minimizar a cero la incertidumbre. En esos casos, en vez de dedicar nuestro tiempo y energía a buscar soluciones, nos dedicamos a poner obstáculos. Como resultado, nos sentiremos atrapados en un laberinto sin salida que hemos construido nosotros mismos. 

¿Solución? No es necesario que crees más obstáculos de los que la vida te pone. Si te sientes atascado a pesar de que ya has encontrado una solución, pregúntate a qué le tienes miedo. Ahí se encuentra la respuesta a los obstáculos que estás creando para no dar el próximo paso. Puedes aprovechar esa situación para crecer afrontando tus temores.