Psicología /Curiosidades
SOMOS MÁS FÁCILES DE ENGAÑAR QUE UN NIÑO DE 3 AÑOS AL PARECER, SÍ
Prácticamente todos los días, cuando enciendo el televisor, encuentro a algún
político haciendo uso de la retórica. En el mejor de los cuadros, dan
argumentos tan débiles que son incapaces de sostenerse por sí mismos. En el
peor de los cuadros que, dicho sea de paso, es el más común, los argumentos son
simplemente inadmisibles porque caen en falacias que contradicen la lógica. Sin
embargo, muchas personas les creen. ¿Cómo es posible?
Un curioso estudio realizado en la Universidad de Neuchâtel
nos da una pista muy interesante
Los psicólogos reclutaron a 84 niños con edades comprendidas
entre los 3 y los 5 años y a un grupo de adultos. A los niños les mostraron dos
viñetas en las cuales se apreciaba a una niña que había perdido a su perro y lo
estaba buscando.
En una de las viñetas aparecía un personaje que, con voz
neutra, indicaba el paradero del perro: “El perro se fue en esa dirección,
lo sé porque lo he visto”. En la otra viñeta aparecía un personaje bastante
similar que indicaba una dirección diferente y, siempre con voz neutra, decía:
“El perro se fue en esa dirección, lo sé porque ha seguido ese sentido”.
El niño y los adultos debían decidir a quién creerle y en
qué dirección buscar el perro.
Como puedes apreciar, el primer personaje se basa en su
experiencia y da una pista visual ya que afirma haber visto al perro, es lo que
se conoce como un “argumento de percepción”. Al contrario, el segundo personaje
ofrece una explicación circular; o sea, se basa en una falacia que escuchamos a
menudo y que consiste en demostrar un argumento usando el mismo argumento. Lo
cual, obviamente, no demuestra nada pero nos engaña.
¿A quién decidieron creerle?
Tanto los niños como los adultos decidieron creer en aquel
que había dado la pista visual, desechando el que había recurrido al
razonamiento circular. Lo cual nos indica que incluso los niños de tres años
son capaces de detectar este tipo de falacias.
Sin embargo, todo cambió cuando se le dio una vuelta de
tuerca al experimento.
En esta ocasión los experimentadores diseñaron dos viñetas
que hacían referencia a un gato que se había perdido. Uno de los personajes
decía: “El gato se fue en esa dirección” y el otro personaje, que fue
diseñado para transmitir la sensación de que tenía más autoridad que el
primero, utilizaba el razonamiento circular.
En este punto, los niños de tres años continuaron apostando
por la dirección que indicaba el primer personaje mientras que los adultos y
los niños mayores prefirieron seguir la dirección que indicaba el segundo
personaje. ¿Por qué?
Según los investigadores, entran en juego dos factores
fundamentales. Por una parte, preferimos confiar en alguien que nos brinda un
argumento, aunque este sea una falacia, antes que en una persona que
simplemente se limita a transmitir una información. Lo cual, obviamente, no
habla a favor de nuestra inteligencia :)
Por otra parte, a medida que crecemos, somos más proclives a
fijarnos en otros detalles de la persona que nos brinda la información, como su
nivel de autoridad y prestigio social. Por tanto, somos más proclives a creerle
a este tipo de personas, aunque sus argumentos no sean convincentes. Sin embargo,
como los niños de tres años aún no se han insertado del todo en la sociedad
(entiéndase sus reglas y organización), son inmunes a estos detalles.
¿Cuál es la moraleja? No creas todo lo que escuches, analiza
siempre si los argumentos son válidos, no importa de quién provengan.
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