31 enero 2020

PASOS PARA ELIMINAR LA BASURA EMOCIONAL


psicología desarrollo personal   PASOS PARA ELIMINAR LA BASURA EMOCIONAL
A lo largo de la vida vamos acumulando sentimientos negativos referente a acontecimientos pasados. Debido a esto, quedan resentimientos, tristezas, miedos y enojos, producto de experiencias desagradables. Pero ¿Qué se puede hacer para eliminar toda esa basura emocional? A continuación, te dejamos 10 pasos para eliminar la basura emocional, entrevista a la psicóloga Ciara Molina.
1-Pensamientos positivos o negativos, tú eliges
Los pensamientos negativos generan una enorme cantidad de malestar, y su manifestación común es la ansiedad. Los pensamientos positivos, en cambio, provocan todo lo contrario a nivel emocional. Así, con afirmaciones positivas, lograremos modificar el pensamiento a través del uso del lenguaje. Se trata de que te creas lo que te dices, no solo que te quedes con las palabras: “me quiero”, “me valoro”, “soy capaz” … Hay que animarse a potenciar aquello que quieres atraer y tu pensamiento abrirá el camino emocional que te ayudará a alcanzarlo.
2. Creando expectativas, acumulando frustraciones
Tendemos a fijarnos demasiado en lo que consideramos que nos hace falta, y esto nos dificulta poner atención en lo que somos, sentimos y pensamos en nuestro día a día. No podemos saber lo que va pasar de aquí a cinco años, pero sí podemos gestionar adónde queremos llegar dando pequeños pasos desde el hoy. La mejor manera de no excedernos en nuestras expectativas será establecer pocas y a corto plazo, al hacerlas alcanzables ganaremos confianza.
3. La actitud determina el estado de ánimo
¿Alguna vez has tenido la sensación de vivir un día pésimo desde que te levantas hasta que te acuestas? o, por el contrario, ¿no te ha pasado que de repente sientes que te comes el mundo y que todo lo que acontece a tu alrededor parece estar en sincronía contigo? Lo que determina uno u otro es la actitud con la que nos enfrentamos a él. Cuanto más optimistas seamos a la hora de interpretar lo que nos pasa, mejor valoración haremos de nosotros mismos (autoestima) y mejor adaptación al medio tendremos. Por tanto, toda actitud positiva comienza por tener una autoestima saludable.
4. Voluntad sin acción es papel mojado
Cuando nos sentimos decaídos, lo primero que perdemos es la voluntad. “Sabiendo que la voluntad es nuestra capacidad para decidir si realizar un determinado acto o no, ¿por qué escoger quedarse en la oscuridad pudiendo ver la luz? Para tener una buena predisposición a la acción voluntaria la experta aconseja ser receptivo, priorizar los pasos, visualizar positivamente aquello que queremos que suceda.
5. Salir de la zona de confort
Definiendo zona de confort como todo aquello que nos rodea y con lo que nos sentimos cómodos. ¿Cómo salir de la zona de confort? Molina aconseja al respecto explorar nuevos horizontes y dejar que la vida nos sorprenda. Perder el miedo a avanzar, a descubrir nuevos mundos y buscar oportunidades que nos aporten nueva sabiduría. Cuando decidimos explorar más allá de los límites que nos autoimpusimos empezamos a entrar en lo que se conoce como la “zona de aprendizaje”.
6. Quiero, puedo, me lo merezco
Tenemos que tener claro que lo que nos define no son las opiniones positivas que los demás puedan tener o las críticas a las que nos veamos expuestos, sino la valoración que hacemos de nosotros mismos. Es decir, de la autoestima.
7. Autoestima: camino al bienestar
Para hacer que mejore, la psicóloga recomienda que “nos aceptemos, tengamos confianza plena en lo que hacemos, nos cuidemos a nosotros mismos, seamos autosuficientes emocionales, aprendamos a poner límites, realicemos autocrítica constructiva, sepamos que somos los únicos responsables de lo que nos pasa, nos dediquemos un momento al día solo para nosotros, y apostemos por el sentido del humor, entre otras muchas cosas que podemos hacer”.
8. Aceptación, pero no olvido
No se olvida, se supera. Superamos relaciones, miedos, malestares, frustraciones, pérdidas y heridas emocionales. Eso sí, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional y pensar constantemente en borrar nuestros recuerdos negativos no hará más que hacerlos más conscientes. Por eso para que un malestar se supere no podemos negar que exista.
9. Críticas, ¿constructivas o destructivas?
Lo que diferenciará que una crítica sea catalogada de constructiva o destructiva será la intención con la que se dice, las palabras que se escogen y la manera de decirla. Pero por muy destructiva que sea la crítica, si no se le da importancia, no se vivirá como una ofensa. Asimismo, cuando seamos nosotros los que formulemos la crítica, no debemos ser apresurados a la hora de opinar, debemos dejar claro el aprecio, basarla en el respeto, y expresarla en el momento adecuado, además de ser conscientes de que el otro tiene derecho a réplica.
10. La comunicación, por último, como base del equilibrio emocional
Resulta imprescindible saber comunicarnos, entendernos y comprendernos los unos a los otros. Una buena o mala comunicación puede marcar la diferencia entre tener una vida feliz o tenerla llena de problemas. Para que la comunicación sea efectiva y emocionalmente sana partiremos de las siguientes premisas: Tendremos la actitud adecuada, nos centraremos en un tema en concreto, escucharemos con atención, nos expresaremos de forma clara y directa, diremos lo que pensamos y sentimos, aceptaremos la opinión del otro, no daremos nada por supuesto, preguntaremos, y seremos coherentes con lo que decimos y lo que expresamos de una manera no verbal.

25 enero 2020

RESPIRACIÓN DIAFRAGMÁTICA: UNA TÉCNICA PARA CONTROLAR LA ANSIEDAD


TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS

RESPIRACIÓN DIAFRAGMÁTICA: UNA TÉCNICA PARA CONTROLAR LA ANSIEDAD

El ritmo de vida frenético, el estrés, las ropas demasiado estrechas, la prisa, la falta de conciencia sobre el funcionamiento del cuerpo, el escaso ejercicio físico… todos estos son factores que se entrelazan para crear patrones de respiración caracterizados por un ritmo acelerado y una escasa intensidad; en otras palabras, una respiración más superficial.

Generalmente sólo utilizamos una parte de nuestra capacidad pulmonar, con frecuencia la parte superior de los pulmones, facilitando una respiración eminentemente torácica en la cual la intervención del diafragma es poco relevante. Este tipo de respiración no permite alcanzar una oxigenación adecuada, como la que se obtiene con la respiración más completa.

Cuando respiramos de manera inadecuada nuestros tejidos obtienen una menor oxigenación, se evidencia un mayor trabajo cardíaco y una mayor intoxicación general del organismo, lo cual facilita la aparición de la ansiedad y la fatiga física. Así, desde tiempos inmemorables se utiliza la respiración diafragmática como una técnica para controlar la ansiedad.

Para practicar este tipo de respiración, debemos asumir una postura cómoda, recostado en la cama o sentado en un sillón, con los ojos cerrados y en un lugar y momento en el que no tengamos estímulos que puedan distraernos.

Primer ejercicio

El objetivo de este ejercicio es dirigir el aire a la parte inferior de los pulmones. Para ello, podemos colocar una mano en el vientre y otra sobre el pecho; de esta forma percibiremos mejor los efectos de cada inspiración y respiración.

Posteriormente debemos tomar el aire por la nariz y tratar de dirigirlo en cada inspiración hacia la parte inferior de los pulmones. Esta acción debe provocar que se mueva la mano colocada en el vientre, pero no la que está situada sobre el pecho.

Esta parte del ejercicio es probablemente la más compleja, por lo que es importante que se repita tantas veces como sea necesario hasta que se domine totalmente.

Segundo ejercicio

Desde el momento en que seamos capaces de dirigir el aire a la parte inferior de los pulmones, el segundo objetivo es aprender a dirigirlo a la parte inferior-media de los mismos.

En primer lugar, se debe dirigir el aire hacia la parte inferior, al igual que en el primer ejercicio, tratando de que no se mueva la mano situada sobre el pecho; la diferencia es que, ahora, en la misma inspiración, también se dirigirá el aire a la parte media, notándose cómo se hincha el estómago.

Tercer ejercicio

Llegado a este punto, es el momento de realizar una inspiración completa. En un primer momento, se dirige el aire a la parte inferior (ejercicio 1), luego a la parte media (ejercicio 2) y finalmente al pecho; todo ello en la misma inspiración.

Una vez realizados correctamente estos ejercicios, se manejará el ciclo completo de la inspiración.

Cuarto ejercicio

En esta ocasión el objetivo radica en combinar la inspiración con una correcta espiración. Así, después de realizar la inspiración en tres tiempos, soltaremos el aire por la boca, con los labios ligeramente cerrados y emitiendo un ligerísimo sonido.

El tiempo de la espiración puede ser aproximadamente el doble del de la inspiración (si logras contar hasta 10 o más en el momento de la expiración es perfecto). Al principio puede parecer un poco complicado pero deteniéndose el tiempo necesario en la realización de cada uno de estos ejercicios, al final los resultados valen la pena. Una imagen que puede ayudar a comprender el proceso de la respiración diafragmática es la siguiente:

Finalmente, debo puntualizar que para que esta técnica tenga efectos sobre la ansiedad, se debe practicar al menos dos veces al día durante 10 minutos. Si bien debe aclararse que la reducción visible de la ansiedad comienza a notarse una vez que hemos llegado a cierto nivel de automatización de la respiración, ya que es la única forma para relajarnos mentalmente.

Una vez que se ha practicado suficientemente, se podrá realizar también de pie o incluso caminando. Lo cual amplía las posibilidades terapéuticas de la técnica, siendo muy útil para controlar las crisis de angustia o la ira.


24 enero 2020

HÁBITOS QUE SABOTEAN TU EQUILIBRIO EMOCIONAL


psicología /desarrollo personal                                                                               
HÁBITOS QUE SABOTEAN TU EQUILIBRIO EMOCIONAL

La vida ya se encarga por sí misma de ponernos ante situaciones que generan tristeza y dolor, como la pérdida de una persona amada o los problemas económicos. No podemos evitar esas situaciones y es normal que nuestro equilibrio emocional se vea afectado, al menos hasta que logremos recomponer los pedazos rotos. Sin embargo, las pequeñas decisiones que tomamos cada día tienen un Efecto Mariposa y también afectan nuestro estado de ánimo, mucho más de lo que suponemos. Nuestros hábitos cotidianos nos pueden hacer más felices o pueden sabotearnos y hacer que nos sintamos frustrados, irritables o vacíos. La buena noticia es que ser conscientes de estos hábitos es el primer paso para deshacerse de ellos.
1. Caminar con los hombros caídos y arrastrando los pies
Nuestro cerebro se retroalimenta constantemente de las sensaciones que recibe a través del cuerpo. Esto significa que las posturas y los gestos que hacemos sirven como indicadores de cómo nos sentimos y pueden reforzar un estado de ánimo. Un estudio realizado en la Witten Herdecke University desveló que cuando las personas caminan encorvadas, con los hombros caídos, arrastrando los pies y con movimientos mínimos de los brazos, su humor empeora. El problema es que esta forma de caminar se relaciona con la desesperanza y la depresión, por lo que activa recuerdos negativos y preocupaciones. La buena noticia es que en ese mismo experimento se apreció que cuando caminamos más erguidos y moviendo más los brazos, nuestro estado de ánimo mejora casi instantáneamente.
2. Fotografiar todo lo que encontramos a nuestro paso
Con la llegada de las cámaras digitales hemos dejado de ver el mundo con nuestros ojos y lo hacemos a través del objetivo. Sin embargo, esa tendencia a fotografiarlo todo puede pasar factura a tu estado de ánimo. Así lo confirmó un estudio muy curioso realizado en la Fairfield University en el que les pidieron a los participantes que recorrieran un museo, algunos solo podían observar, a otros les permitieron tomar todas las fotos que quisieran. Al final del recorrido, las personas que tomaron fotos tenían grandes dificultades para recordar los objetos que habían fotografiado. En la vida real esto nos indica que podrían estar perdiéndose los pequeños detalles que hacen cada momento único y especial. El lente de la cámara es como un velo que oscurece nuestras experiencias. Por tanto, intenta focalizarte en el mundo y en lo que sientes, serás mucho más feliz.

3. Procrastinar continuamente
No hay nada más agotador que el peso de las tareas incompletas. Recordar una y otra vez esas tareas simplemente es desgastante y nos pasa una enorme factura emocional. Un estudio realizado en la Case Western Reserve University demostró que aunque en un primer momento la procrastinación nos libra del estrés y la ansiedad que generan las tareas que deseamos evitar, a la larga aumenta considerablemente el nivel de tensión, disminuye nuestra eficacia e incluso debilita nuestro sistema inmunitario, haciendo que seamos más propensos a enfermar. Otro estudio realizado en la Carleton University desveló que la sensación de culpa y vergüenza que genera la procrastinación impide que disfrutemos de otras actividades, por lo que termina haciéndonos sentir muy mal. La solución es muy sencilla: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.
4. No estar solo
Pasar tiempo de calidad con los amigos y la familia es importante, el contacto cara a cara es fundamental para prevenir la depresión y ser más felices. Sin embargo, no encontrar tiempo para uno mismo también puede pasarnos una elevada factura emocional. Un curioso estudio realizado en la McDonough School of Business desveló que las personas suelen sobrevalorar cuán bien se sentirán en compañía de los demás, para descubrir que en realidad pueden disfrutar mucho haciendo algunas cosas solos. En muchas ocasiones nos limitamos y no hacemos cosas que nos harían felices solo porque no tenemos compañía y nos asusta lo que puedan pensar de nosotros, que podrían tacharnos de "raros" o "solitarios". Sin embargo, pasar tiempo con uno mismo es profundamente liberador y le hace mucho bien a nuestro equilibrio emocional.
5. Estar pendiente continuamente del móvil
¿Cuándo fue la última vez que estuviste todo un día sin el móvil? Si no lo recuerdas, es una mala señal. Estar pendiente continuamente del móvil genera una gran dosis de tensión y estrés, aunque no siempre somos conscientes de ello. De hecho, las llamadas y los mensajes entrantes terminan provocando una sobre estimulación que afecta nuestra atención y memoria. Cuando sientes que tu móvil vibra o suena, pero realmente no lo está haciendo, significa que tienes esa preocupación continuamente en tu mente, es un foco activo en tu cerebro. Y eso no te ayuda a relajarte. Además, según un reciente estudio realizado en la Northwestern University Feinberg, mientras más tiempo pasamos usando el móvil, mayores serán las probabilidades de sufrir depresión. De hecho, las personas con depresión triplicaban el tiempo de uso de su móvil, aproximadamente 68 minutos al día. La solución es sencilla: planifica un "sabbat electrónico" una vez a la semana o al menos medio día.
6. Practicar la multitarea
Todos, en algún momento, hemos sido culpables del pecado de la multitarea. Sin embargo, cuando hacemos de la multitarea un hábito podemos auto sabotearnos. Contrario a la creencia popular, la multitarea no ahorra tiempo. Un estudio realizado en la Universidad de Utah desveló que los conductores tardan más en llegar a sus destinos cuando usan sus móviles mientras conducen. De hecho, se estima que la multitarea reduce nuestra productividad en un 40%. Sin embargo, lo peor de todo es el saldo emocional que nos deja. Una investigación realizada en la Universidad de California midió la frecuencia cardíaca de los trabajadores mientras trabajaban tranquilamente o cuando eran interrumpidos por correos y llamadas que les obligaban a estar permanentemente alertas. Se pudo apreciar que la multitarea disparaba el estrés y el ritmo cardíaco, lo cual puede tener severas consecuencias para nuestra salud a largo plazo. Por tanto, es mejor hacer solo una cosa a la vez, y focalizarse en esa actividad hasta pasar a la siguiente. 
7. Tomarse la vida demasiado en serio
Hay personas que se enfadan por todo, que siempre están dispuestas a atacar y tienen la queja pronta. Es normal que ante determinadas circunstancias nos enfademos e irritemos, pero si eso se convierte en nuestro estilo de afrontamiento permanente, tendremos un gran problema. Tomarse la vida demasiado en serio y molestarse por todo es como intentar mantener un gran balón de playa debajo del agua. Tenemos que hacer un gran esfuerzo porque quiere salir continuamente, lo cual nos hará tensar nuestros músculos e interrumpirá el flujo emocional. Como resultado, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Michigan en el que le dieron seguimiento a 696 personas durante 17 años haya descubierto que tanto quienes responden con ira como aquellos que la experimentan, pero la reprimen, tienen tres veces más riesgo de morir de forma temprana. Afortunadamente, la solución es sencilla: ríe más y aprende a enfrentar los problemas con sentido del humor.

23 enero 2020

PERSONAS ARROGANTES:SOBERBIA QUE NACE DE LA IGNORANCIA E INSEGURIDAD


psicología /desarrollo personal                                                                               
PERSONAS ARROGANTES:SOBERBIA QUE NACE DE LA IGNORANCIA E INSEGURIDAD

Que levante la mano quienes se sienten a gusto con las personas arrogantes.
Si hiciéramos esta pregunta en un grupo de 10, 100 o 1000 personas, no debería sorprendernos que nadie levantase la mano.
A la mayoría de la gente no le gustan las personas arrogantes, entre otras cosas porque nos hacen sentir mal, nos menosprecian y generan la sensación de inferioridad. De hecho, la arrogancia es una creencia de superioridad y autoestima exagerada que se manifiesta con afirmaciones excesivas y presuntuosas.
Sin embargo, la actitud arrogante se desarrolla muy temprano en la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Yale descubrió que los niños pequeños de entre 5 y 7 años ya muestran cierto pensamiento arrogante pues creen que pueden saber más de los adultos. En algún momento a lo largo del desarrollo, abandonamos esa postura egocéntrica y nos formamos una imagen más objetiva de nosotros mismos y del mundo.
Al parecer, la persona arrogante no da ese paso madurativo, sigue creyendo que puede ganar siempre y, lo que es aún peor, cree que merece ganar siempre. Esto nos indica que, en la base de la arrogancia se esconde una actitud infantil y un problema de autoestima. De hecho, creerse superiores suele ser un mecanismo de defensa que demuestra que en realidad esa persona no tiene tanta confianza en sí misma. Al respecto, Fulton John Sheen dijo que “la arrogancia es la manifestación de la debilidad, el miedo secreto hacia los rivales”.
¿Cómo es una persona arrogante?
La persona arrogante puede parecer atractiva y agradable al inicio ya que suele transmitir una imagen de seguridad y confianza. Por eso, es normal que caigamos en sus redes, hasta que nos damos cuenta de que todo comienza a girar a su alrededor y dejamos de sentirnos bien en su compañía ya que cada vez nos sentimos más pequeños y menospreciados.
1.      Deseo exagerado de recibir elogios 
Un rasgo distintivo de la gente arrogante es que buscan constantemente la admiración de los demás. La arrogancia se alimenta de los halagos, por lo que estas personas siempre intentarán sacar a colación sus logros, ya sean reales o ficticios. Por eso, no les gustan las personas seguras que se muestran indiferentes y no caen rendidas a sus pies.
2.                 Hablar constantemente de sí mismo 
La arrogancia está íntimamente vinculada al egocentrismo. Por eso, el tema preferido de una persona arrogante versa sobre sí misma. Esta persona intentará acaparar la conversación para atraer la atención sobre sí. Cuando el tema cambia, intentará reconducirlo hacia sus logros, aunque ello implique interrumpir a los demás. Obviamente, esta persona no muestra mucha empatía, asume las relaciones interpersonales en un solo sentido: los demás deben dar y ella solo debe limitarse a recibir.
3.                 No reconocer los errores ni aceptar las críticas 
La gente arrogante defiende su autoestima a capa y espada, por lo que no suele reconocer sus errores. Nunca se equivocan y siempre encuentran una justificación cuando les hacen notar algún error o defecto. La culpa siempre es de otra persona o de las circunstancias, no asumen sus responsabilidades. Por supuesto, tampoco aceptan las críticas. Cuando ven venir una crítica, asumen una actitud defensiva y ni siquiera escuchan lo que les dicen. 
4.                 El perdón no existe en su vocabulario 
Dado que las personas arrogantes no hacen nada mal, les resulta muy difícil pedir perdón o disculparse. Para ellos, el problema siempre radica en la otra persona, por lo que no es extraño que aunque se hayan equivocado, esperen o incluso demanden una disculpa. Esa actitud arrogante es una de las que más problemas genera en sus relaciones interpersonales y la que hace saltar todas las alarmas.
5.                 Intolerancia hacia lo diferente 
Las personas arrogantes critican a los demás, enfatizan los errores y debilidades de quienes no cumplen con sus altos estándares. El problema es que su autoestima se apuntala sobre los “defectos” ajenos ya que necesitan hacer sentir inferiores a los demás para sentirse superiores. En la base de esa intolerancia se encuentra un pensamiento arrogante y dicotómico. A menudo estas personas piensan que las cosas solo se pueden hacer de un modo, lo cual revela una falta de profundidad y perspicacia para apreciar la diversidad. De hecho, la peor arrogancia es la que proviene de la ignorancia.
6.                 Sobrecompensar las debilidades 
En el cuadro que dibuja cómo es una persona arrogante no puede faltar el temor a que los demás descubran sus puntos débiles, por lo que adoptará una estrategia para sobrecompensarlos con actitudes arrogantes. Por eso, suelen hablar alto, quieren imponer sus ideas sin dar lugar al diálogo y ocultan sus inseguridades tras comportamientos que denotan poder. “El saber y la razón hablan, la arrogancia y la ignorancia gritan”, dijo Arturo Graf.
7.                 Actitud intimidante 
Se ha comprobado que la gente arrogante también es socialmente dominante. Estas personas no tienen reparos para expresar su ira, sobre todo contra los más débiles emocionalmente, hasta el punto que llegan a usar estrategias de intimidación para imponer sus puntos de vista y hacer valer su “superioridad”. A menudo la actitud arrogante e intimidante se sustenta en técnicas de intimidación intelectual.
¿Cómo tratar a una persona arrogante?
Si permites que las personas arrogantes entren en tu vida y les das demasiada importancia, pueden terminar haciendo añicos tu autoestima, haciéndote sentir inferior y de escasa valía. Sin embargo, dado que no puedes escapar de ellas, lo más inteligente es aprender a lidiar con sus actitudes arrogantes.
1.      No cedas el control. Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. Por tanto, se trata de detectar los mecanismos psicológicos que pone en marcha la persona arrogante y no permitir que hagan mella en ti. Aprende a darle a cada comentario o actitud, la importancia que merece, ni más ni menos. No culpes al otro por hacerte sentir inferior, en su lugar pregúntate qué botón ha tocado en tu interior que necesitas reforzar. Puedes aprovechar esa experiencia para conocerte mejor y crecer.
2.      No le sigas el juego. La soberbia se alimenta de los elogios y la admiración. Por tanto, la actitud arrogante se combate eliminando el combustible que le permite crecer. Eso significa que no debes dejarte impresionar por sus supuestos logros y capacidades. También significa que no debes permitir que te haga sentir poca cosa. Para tratar con una persona arrogante debemos ser conscientes de que todos somos diferentes, tenemos distintas capacidades y debilidades. Y eso no nos hace mejores ni peores que los demás.
3.      Defiende tu postura. Es importante saber qué batallas merece la pena luchar y cuáles solo nos reportarán un malestar innecesario. Cuando valga la pena, mantente firme en tu postura. Si ves que no es posible mantener una discusión civilizada, puedes zanjar el tema diciendo que respetas su postura, pero no la compartes.
4.      Haz que se mire al espejo. Si las palabras o actitudes de la persona arrogante te han dañado, no tengas miedo en colocarla delante de un espejo, en el sentido figurado. Explícale lo que piensas de su actitud y los efectos que ha tenido sobre ti. No se trata de asumir un tono recriminatorio y acusativo sino de expresar tu opinión y sentimientos, de manera que esa persona pueda darse cuenta del daño que causa con su actitud arrogante.
5.      Ríete. El sentido del humor es una excelente coraza contra las personas que, de manera consciente o inconsciente, quieren hacernos daño. Por tanto, usa el sentido del humor como un arma a tu favor para proteger tu integridad psicológica. Encontrarle el lado absurdo a los comentarios y actitudes de las personas prepotentes te ayudará a no sentirte intimidado.

22 enero 2020

LA FELICIDAD ES UNA DECISIÓN PERSONAL

psicología /desarrollo personal                                                                               
 LA FELICIDAD ES UNA DECISIÓN PERSONAL  
¿Cuántas veces has pensado que el día puede ser muy malo, solo porque amaneció lluvioso y  de repente se volvió ventoso? Seguro que alguna vez te ha ocurrido. Lo mismo podríamos decir de un día de intenso calor o de un día en que el reloj se ha atrasado. Parecemos dispuestos a ser infelices hasta por las cosas más triviales cuando en realidad ser felices es una opción personal. Simple, podemos encontrar la felicidad aun cuando no tengamos todo aquello que anhelamos en la vida.
Podrías decirme que eso es una actitud conformista, para algunos puede parecer una tontería, pero si lo vemos bien: ¿no se gana más con ser positivo que con ser negativo? Somos capaces de ser felices a partir de que tomamos la decisión de serlo, cuando asumimos que contra todo lo que pueda ocurrir, siempre habrá algo que nos importe, que nos motive, que nos haga felices en alguna medida y “en alguna medida” es mejor que nada ¿o no?
Son tiempos convulsos, las cuentas pueden amargarnos los días y el amor no es algo que podamos tener bajo control. El amor es quizá lo que más infelicidad puede causarnos, ya sea porque nos sentimos incomprendidos por la persona a la que amamos o porque nos hemos dado cuenta de que pasa el tiempo y no encontramos a nuestra "media naranja". En realidad, no existe tal cosa, la soledad también es algo que podemos dejar de lado, podemos sentirnos muy solitarios en medio de una multitud, pero también podemos trabajar para sentirnos completos con la sola exploración de nosotros mismos. Somos tan felices como queramos serlo.
Es increíble cuánto influye nuestra mente en nuestros sentimientos, cuando decidimos cambiar lo que falla en nuestras relaciones, cuando nos percatamos de que el amor es algo complicado, que no debemos intentar cambiar a nadie sino amar porque en ello encontramos nuestra propia dicha; es cuando de verdad nos acercamos a la felicidad. Cuando podemos sonreír incluso si las cosas van mal porque en realidad todo cambiará en algún momento, entonces ya hemos hecho un gran avance para sentirnos felices.
Si el amor llega, ¿por qué nos empeñamos en encontrarle defectos a la relación o a la persona? Cuando pensamos en nuestra propia vulnerabilidad podemos enfrentar el hecho de que no hay nadie perfecto y que podemos ser felices con las imperfecciones. Y si el amor no llega, ¿por qué empeñarnos en sentirnos amargados? El amor ocurre como casi todo, de manera imprevista, quizá debamos prestar más atención a nuestro alrededor, a veces miramos sin percibir, y lo que buscamos puede estar más cerca de lo que creemos.
Hoy ya ha amanecido, el día es gris y podría pensar que no hay cosa peor en el mundo. Sin embargo, en mi caso el otoño suele ser la mejor de las temporadas aunque, lo confieso,  por momentos me provoca nostalgia, siempre tenemos algún recuerdo o alguna pérdida que un día sin sol se empeña en recordarnos.
Pero ya no suelo hacer eso, tiempo atrás entendí que podía sonreír y aceptar el día si me lo proponía, muchas de las cosas que nos darán felicidad solo esperan que decidamos vivirlas… Está en nuestra mente más que en nuestro corazón, hay que cambiar nuestra forma de ver la vida… Hay que vivirla tal y como llega porque siempre habrá algo que la haga mejor, aunque te empeñes en creer que no… El solo tener un día más para vivirlo, ¿no es suficiente felicidad? Entonces, ¿por qué no empiezas a ser feliz ahora?

21 enero 2020

TÉCNICAS DE VISUALIZACIÓN PARA COMBATIR LAS OBSESIONES

Psicología/Tratamientos Psicológicos


TÉCNICAS DE VISUALIZACIÓN PARA COMBATIR LAS OBSESIONES


Cuando pensamos en las obsesiones casi siempre acude a nuestra mente la imagen de la persona que se lava las manos decenas de veces al día, que necesita caminar sin pisar las rayas del suelo o que es un maniático del orden. Sin embargo, esta es la parte más visible de las obsesiones, son rituales que confieren un poco de calma, pero muchas veces ni siquiera son la parte más preocupante de la situación. De hecho, en muchos casos el verdadero torbellino ocurre por dentro, en la mente. Y es que los pensamientos recurrentes pueden llegar a ser muy desgastantes.

Por desgracia, combatir las obsesiones no es sencillo, no existe una fórmula mágica que borre de un plumazo esas ideas molestas. De hecho, a menudo ocurre un fenómeno curioso: mientras más intentamos evitar los pensamientos indeseados, más se intensifican ya que el sistema de auto vigilancia que ponemos en práctica es totalmente contraproducente. Por eso, llega un momento en que sentimos que esos pensamientos se adueñan de nuestra mente y no sabemos cómo detenerlos. ¿Qué podemos hacer?

1. Volver sobre la línea

Una buena estrategia para eliminar las obsesiones consiste en imaginar que nuestra mente es una línea recta, como si fuese una carretera, y los pensamientos son un coche que se mueve por esa línea. Cuando tengas una idea indeseada que te obsesiona, imagina cómo el coche sale de la carretera, directo a la cuneta y se queda detenido allí por algún tiempo. 

 

Es importante que imagines esta situación con la mayor cantidad de detalles posibles por lo que quizás tendrás que tomarte tu tiempo. Después, simplemente retoma tu camino como si no hubiese sucedido nada, notarás que los pensamientos obsesivos dejan de molestarte. Es probable que al inicio te resulte difícil imaginar todos los detalles, pero con la práctica irás mejorando y lograrás controlar las obsesiones con mayor rapidez. 

 

2. Detenerse

Otra estrategia, mucho más sencilla, consiste en imaginar una gran señal de STOP en el camino. Imagina que estás caminando por un sendero, una vez más, intenta que la imagen sea lo más vívida posible. Intenta recrear los detalles del camino. En cierto punto, comienzas a divisar una señal de alto, a medida que te acercas esta va siendo más grande y roja. Sabes que cuando llegues a ese punto, todos los pensamientos que te molestan tendrán que detenerse. 

 

Continúas caminando y te detienes cuando llegas a la señal, sintiendo como todo a tu alrededor está tranquilo. Una vez que te hayas contagiado de esa serenidad, puedes continuar tu camino, dejando allí los pensamientos indeseados.

 

3. Dejar fluir

En esta oportunidad, imagina un río que fluye rápidamente y se extiende ante tu mirada llevando consigo las hojas de los árboles cercanos. Visualízate sumergido en el río. No pases a la siguiente fase hasta que no hayas visualizado bien el río y su entorno, hasta que no sientas que estás allí realmente. Puedes recrear todos los detalles que necesites para hacer que la experiencia sea más real.

 

Ahora retoma los pensamientos que te molestan y de los cuales quieres liberarte. Imagina que salen de tu interior y se convierten en una esfera. Siente su textura, tamaño y peso. Toma esa esfera entre tus manos y colócala en el río, junto a las hojas. Déjala allí y mira cómo la corriente la arrastra, cada vez más lejos, hasta que la veas desaparecer por completo. Mientras se pierde en el horizonte, siente cómo te va llenando la sensación de tranquilidad y paz interior.

20 enero 2020

EL PODER DE LA GRATITUD: LA CLAVE DE LA FELICIDAD

psicología /desarrollo personal                                                                               
EL PODER DE LA GRATITUD: LA CLAVE DE LA FELICIDAD
En una ocasión Elizabeth Carter afirmó que “ser felices significa ser agradecidos”. Y lo cierto es que usualmente olvidamos las mil razones que tenemos para sentir gratitud, ya sea hacia las personas o hacia la vida.
Cuando las personas se sienten infelices normalmente comienzan a lamentarse porque no encuentran una razón para sentir gratitud. Sin embargo, ¿alguna vez has conseguido algo con tus lamentos? ¿Lamentarte te ha permitido reencontrar la motivación, ser más feliz, mejorar las relaciones interpersonales? Probablemente tu respuesta será negativa porque lamentarse solo sirve para deprimirnos, enfadarnos y, de paso, enfadar a los que están a nuestro alrededor.
Sin embargo, si en esos momentos nos recordáramos tan solo de una razón por la cual sentirnos gratos, todo el enfado pasará como por arte de magia. De hecho, un curioso experimento desarrollado en tres grupos de personas demuestra el enorme poder que tiene la gratitud.
Al primer grupo se le pidió que cada semana escribiera cinco cosas por las cuales se habían sentido gratos en los siete días precedentes. A un segundo grupo se le pidió que escribieran cinco problemas que debieron enfrentar mientras que a un tercer grupo se les pidió que escribieran cinco situaciones cualquiera que habían vivido.
Al finalizar las diez semanas que duró el experimento, se aplicó un test para evaluar el estado de ánimo de las personas y se apreció que el grupo que escribió sobre la gratitud era un 25% más feliz que el resto de los participantes.
Por supuesto, es interesante saber qué significa “un 25% más feliz” pero dejando aparte este detalle tan propio de los estudios americanos es interesante ver como a lo largo de las diez semanas el primer grupo mostró un comportamiento consistente más optimista e incluso algunos comenzaron a practicar ejercicios físicos.
Obviamente, estos investigadores no han hecho sino descubrir el agua tibia puesto que muchas corrientes filosóficas orientales de hace miles de años ya proclamaban que la gratitud es una de las claves para vivir una vida más plena y feliz. En este punto probablemente te estarás preguntando cómo practicar la gratitud día a día.
Tres ideas para desarrollar la gratitud
1. Comienza un diario de la gratitud. Es decir, antes de ir a dormir, cada día, escribe al menos tres razones por las cuales te has sentido grato a lo largo del día. Al principio te podrá resultar difícil pero verás que en la misma medida en que pasen los días, lo complicado será dejar de escribir ya que encontrarás decenas de razones por las cuales sentirse gratos.
2. Utiliza tus sentidos. En el estudio anteriormente citado, el 80% de las personas expresaban que se sentían gratos simplemente de tener salud. Y verdaderamente este es un motivo más que suficiente para ser felices. Concéntrate en tus sentidos y en todo el placer que estos te propician. Piensa en lo mal que te sentirías si los perdieras y agradece por tenerlos.
3. Encuentra razones improbables para sentir la gratitud. Probablemente esta es la técnica más divertida de todas porque deberás dejar volar la imaginación, sobre todo en esos momentos en que sientes la tentación de comenzar a lamentarte. Por ejemplo, si tu iPhone acaba de romperse, piensa que es un momento ideal para iniciar una “dieta mediática”.

19 enero 2020


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TOMAR DECISIONES SIN ARREPENTIRSE EL SECRETO ESTÁ EN EL INCONSCIENTE
Tomar buenas decisiones no es fácil, sobre todo cuando tenemos que lidiar con un alto grado de incertidumbre y no podemos vislumbrar a ciencia cierta las consecuencias de nuestras acciones. Por eso, a veces es conveniente dejar que hable nuestro sexto sentido, dejarnos llevar por esa corazonada que nos indica lo que sería mejor en la situación en la que estamos.
De hecho, Sigmund Freud solía decir: “Cuando se trata de tomar una decisión trivial, siempre he encontrado ventajoso considerar los pros y los contras. Sin embargo, en asuntos vitales, la decisión debe venir desde el inconsciente, desde algún lugar dentro”.
Lo que nos enseña la elección de un cuadro 
Imagina que tu jefe te pide que vayas a comprar un  sillón  moderno y cómodo para la oficina. Sin embargo, cuando llegas a la tienda en la exposición, solo encuentras cuatro opciones, ¿cómo elegirías? 
Una posibilidad es pensar en los pros y los contras de cada pieza, teniendo en cuenta la personalidad de tu jefe, la imagen que quiere transmitir la empresa, así como la decoración ya existente en la oficina. O podrías podría confiar en tu instinto y elegir el  sillón que “te hace sentir cómodo”. 
Según las investigaciones más recientes, esta última es la mejor opción.
De hecho, hace algunos años psicólogos de la Universidad de Ámsterdam llevaron a cabo ese mismo experimento: le pidieron a un grupo de personas que miraran cinco cuadros y eligieran uno. Al primer grupo se le pidió que estudiaran los cuadros durante un minuto y medio, enumeraran algunas de las razones clave por las cuales les gustaba o disgustaba cada uno, analizaran cuidadosamente, y luego eligieran. 
Al segundo grupo simplemente se le pidió que miraran los cinco cuadros y eligieran uno inmediatamente.
Al tercer grupo le mostraron rápidamente los cuadros, les pidieron que resolvieran una serie de anagramas durante cinco minutos y, a continuación, volvieron a mostrarle los cuadros para que decidieran.
Después de tomar sus decisiones, a todos los participantes les pidieron que indicaran cuánto les gustaban los cuadros. A continuación, el experimentador tuvo un arranque de generosidad y les regaló su cuadro preferido. Sin embargo, antes de que cada persona abandonase el laboratorio, les pidió su número de teléfono.
Un mes más tarde, los investigadores contactaron a los participantes y les preguntaron cuán satisfechos se sentían con sus cuadros, si estarían dispuestos a venderlos y por qué cantidad. Los resultados fueron, cuando menos, sorprendentes.
Las personas que habían elegido valorando atentamente los pros y los contras se habían mostrado muy seguros de su elección en el laboratorio. Sin embargo, cuatro semanas más tarde el panorama cambió: quienes habían pasado unos minutos resolviendo anagramas antes de seleccionar los cuadros fueron los que reportaron una mayor satisfacción con su selección y los que pedían un mayor precio por el cuadro, como muestra de que no estaban dispuestos a desprenderse de la obra de arte con tanta facilidad.
El inconsciente es un aliado muy poderoso que te conoce a la perfección
En práctica, todo parece indicar que para tomar una buena decisión (entiéndase una decisión con la cual nos sentimos satisfechos con el paso del tiempo, una decisión de la que no nos arrepentimos), es importante no pensar demasiado, al menos no de manera racional, y dejar que el inconsciente vaya elaborando sus conclusiones. Es lo que se conoce como “Inteligencia Intuitiva”. 
De hecho, muchos psicólogos creen que debemos aprovechar más el poder de nuestra mente inconsciente, no solo como una fuente de creatividad sino también para tomar mejores decisiones. ¿Por qué?
En práctica, cuando debemos decidir entre distintas alternativas que difieren entre sí en pocos aspectos, nuestra mente consciente es nuestra mejor aliada ya que puede evaluar la situación de manera racional e indicarnos el mejor camino.
Sin embargo, cuando las cosas se complejizan, como nuestra mente consciente tiene una capacidad de procesamiento limitada y no puede hacer malabares con un gran número de hechos y cifras, el resultado que nos arroja no es tan bueno.
En ese caso, lo que sucede es que, en vez de valorar la situación en su conjunto, la mente consciente tiende a centrarse en los elementos más evidentes y, al hacerlo, obvia el cuadro más grande. Al contrario, la mente inconsciente funciona mejor cuando se trata de tomar decisiones complejas que abarcan muchos aspectos de nuestra vida porque es capaz de valorar el cuadro general.
Además, no podemos olvidar que nuestra mente inconsciente está en contacto con nuestros impulsos reprimidos y con partes de nuestro “yo” que apenas conocemos. Por tanto, se encuentra en una posición aventajada desde la que puede equilibrar nuestro sentido del deber con nuestros deseos e impulsos. Como resultado, es probable que, a largo plazo, nos sintamos mejor con la decisión.
Para poner en marcha el inconsciente y escuchar lo que tiene que decir, es necesario darle un margen de tiempo para que escrute todos los factores y arribe a una decisión más equilibrada. Una excelente estrategia consiste en enfrascarnos en otra actividad, mantener la mente consciente ocupada con otra tarea y después volver a la decisión.
¿Elegir siempre con el inconsciente?
Las decisiones de la vida real suelen ser mucho más complicadas que elegir un cuadro. Por tanto, también podría ser un error dejarse llevar por ese impulso que nace desde lo más profundo de nuestro “yo”.
Lo ideal es encontrar un punto medio entre la mente consciente y la inconsciente. Valora las alternativas de manera racional, pero asegúrate de escuchar lo que tu inconsciente tiene que decir. Si tu instinto te empuja en una dirección, no lo desatiendas, investiga por qué te atrae esa alternativa.

Quizás no se trate de una mala decisión y, a la larga, aunque no ganes mucho desde cierto punto de vista, podrías ganar en satisfacción y motivación.

18 enero 2020

PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?

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PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?
Una persona terca no tiene opiniones, estas lo tienen a él”, el poeta Alexander Pope escribió: para referirse a la trampa mortal en la que podemos caer cuando nos convertimos en víctimas de la testarudez, esa que nos impide cambiar de opinión, contemplar otras posibilidades y, en última instancia, crecer como personas.
Es cierto que no existe una única manera de interpretar la vida y el mundo. Cada uno confiere un significado a los eventos según sus puntos de vista, experiencias de vida y expectativas. Es un fenómeno normal. Sin embargo, a la hora de atribuir esos significados existen mentalidades más rígidas que otras. Hay personas tercas que se apegan excesivamente a su visión del mundo y no tienen la flexibilidad mental suficiente como para tomar en consideración otros puntos de vista que difieran del suyo.
Uno de los ejemplos más icónicos de testarudez es el de Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del Ejército Imperial Japonés que se mantuvo escondido en la selva filipina durante 29 años después de terminar la Segunda Guerra Mundial porque estaba convencido de que la batalla aún no había terminado. Aunque lo intentaron persuadir en varias ocasiones de que su actitud no tenía ningún sentido, no se entregó hasta que en 1974 su excomandante le anunció que la revocación de su orden de 1945 de quedarse atrás para espiar a las tropas estadounidenses.
Sin duda, es un ejemplo extremo de terquedad en Psicología, pero en la vida cotidiana también podemos llegar a ser muy testarudos. Y eso nos puede traer graves problemas, tanto en nuestras relaciones interpersonales como a la hora de tomar decisiones. Aferrarnos a soluciones que no funcionan o seguir por caminos sin salida es una manera de condenarnos a la infelicidad, la insatisfacción y el fracaso. Ya lo había dicho Nietzsche: “Muchos son testarudos a la hora de seguir el camino que han elegido, pero pocos muestran la misma terquedad a la hora de lograr sus metas”.
¿Cómo es una persona terca?
Una persona terca es aquella que se niega a cambiar de opinión sobre una idea o acción que está a punto de emprender, aunque le brinden razones suficientemente lógicas que se pueden corroborar para hacerle notar que se equivoca.
– Temen al cambio. Las personas testarudas suelen temer los cambios, aunque no siempre lo reconocen. No obstante, perciben las nuevas situaciones como amenazas que deben evitar a toda costa. Cualquiera que intente imponer un cambio en su rutina o forma de pensar podría ser visto como un peligro. No hay dudas de que es importante seguir ciertos patrones y tener hábitos, pero también hay que aceptar que la vida no siempre es predecible y que nuestra salud mental depende en gran medida de nuestra capacidad para aceptar y adaptarnos a unas circunstancias que cambian constantemente. Una persona terca suele afrontar el cambio recurriendo a estrategias desadaptativas como la negación o la evasión. Sin embargo, lo cierto es que hasta que no aceptemos el cambio, sin importar cuán malo es, no comenzará el proceso de curación.
– Discuten sobre todo. Vivir con una persona terca puede ser extremadamente desgastante ya que generalmente discuten sobre todo aquello que vaya contra su visión del mundo. Lo peor es que involucran demasiado su ego en esas discusiones, que convierten en batallas campales en las que el objetivo es ganar a toda costa. Además, se niegan a reconocer que están equivocadas. Esa actitud suele crear muchas fricciones en la vida cotidiana ya que a menudo después de las discusiones no hay un acuerdo.
– No se desvían ni un milímetro de su mentalidad. La persona terca tiene un pensamiento dicotómico, piensa que las cosas son blancas o negras, y que ella siempre tiene la razón. Todo lo que se aleje mínimamente de su concepción del mundo y de la vida está equivocado. Suele aferrarse a sus creencias para protegerse de los cambios ya que le reportan una zona de confort donde se siente segura. De hecho, detrás de la terquedad suele esconderse un profundo miedo ya que aceptar ideas y comportamientos diferentes implica salir de esa zona de seguridad para explorar nuevas cosas. Y eso siempre implica incertidumbre.
– Atacan de manera personal. Muchas veces la persona terca es consciente de que sus argumentos no son suficientes para convencer a los demás, así que no dudan en recurrir a los ataques personales. Dado que la obstinación les hace pensar que todo lo que no coincide con su visión es un ataque personal, deciden devolver el golpe. Esta persona no recurrirá a los hechos, las cifras o los estudios científicos para apuntalar su idea sino que utilizará estrategias como la falacia del arenque rojo o cualquier otra táctica para minar a su interlocutor, atacando su credibilidad o autoestima. No es extraño que también medien los insultos o los juicios de valor, lo cual hace que discutir sobre un tema con una persona obstinada sea tan complicado ya que muy pronto se deslizará al terreno personal.
– Evitan la información que contradice sus creencias. Una persona terca solo leerá las noticias de las fuentes que confirman su visión del mundo. No se arriesga a buscar otras fuentes porque ello las pondría en una situación conflictiva respecto a su identidad, que ha sido construida y se sostiene en base a esas creencias. El problema es que de esa manera, la persona termina aislándose en una realidad que solo confirma sus estereotipos, de manera que le resulta prácticamente imposible aceptar los hechos que la niegan o la ponen en discusión.
¿Por qué somos tercos?
Una persona terca preferirá rodearse de gente que piense y reaccione igual, para que estas no pongan en discusión sus opiniones y visión del mundo. El verdadero problema es que una persona terca se identifica extremadamente con sus ideas y siente que su identidad corre peligro cuando alguien desafía su visión del mundo, como comprobó un estudio publicado en la revista Nature Scientific Reports.
Estos neurocientíficos reclutaron a 40 liberales autoproclamados que afirmaban tener convicciones muy profundas. Luego les presentaron hechos históricos de carácter neutro como por ejemplo: “Edison fue el inventor de la bombilla” o “Einstein elaboró la teoría de la relatividad”. Y les presentaron declaraciones que ponían en entredicho o eran contrarias a sus férreas convicciones políticas.
Mientras las personas leían esas declaraciones, los investigadores escaneaban sus cerebros. Así comprobaron que cuando las declaraciones desafiaban sus creencias, se producía una intensa activación de zonas del cerebro vinculadas a la identidad y las emociones negativas.
Esto sugiere que la testarudez es una respuesta defensiva que se activa cuando creemos que determinadas ideas desafían la identidad que hemos construido. Entonces se produce una respuesta en sentido contrario para proteger ese “yo”: nos aferramos con mayor terquedad a nuestras ideas.
¿Cómo lidiar con una persona terca sin perder tu equilibrio emocional?
1.      Introduce la duda con delicadeza. Es importante que la persona terca no te vea como un adversario o una persona que quiere desestabilizarla. Es mucho mejor que introduzcas la duda de manera sutil, para que sea ella misma quien llegue a la conclusión. Esa estrategia suele ser mucho más eficaz que mostrarle mil hechos que confirmen tu idea. Evita frases como “te equivocas” o “no tienes razón” porque solo harán que esa persona se ponga a la defensiva y, a partir de ese momento, cualquier discusión racional será imposible.
2.      Discute desde el respeto y la empatía. Jamás debemos olvidar que cada quien es libre de mantener sus creencias y opiniones. Por tanto, no debemos presionar demasiado a la persona terca para que cambie sino discutir desde el respeto a sus opiniones e intentando asumir una actitud empática. De hecho, es mucho más eficaz que discutas desde su posición, comprendiendo sus argumentos e intentando desmontarlos. Cuando cada quien discute parapetado en su punto de vista, es difícil que se pueda llegar a un acuerdo o que la conversación sea enriquecedora ya que se convertirá en monólogos para sordos.
3.      Céntrate en la cuestión, no lo lleves al plano personal. Es probable que cuando la persona terca se quede sin argumentos, intente llevar la discusión al plano personal. No lo permitas porque en ese preciso instante habréis “perdido” ambos. Intenta mantener la discusión centrada en el asunto que os ocupa y, si no es posible, postérgala para otro momento. Recuerda que una persona testaruda puede padecer una “pérdida de audición temporal”: la única opinión que escucha es la suya. Por eso, es mucho más fácil si seccionas la opinión contraria de manera que cada idea le resulte más fácil de digerir.
4.      Abandona la necesidad de ganar. Si quieres que la otra persona se muestre abierta a tus ideas, también tú debes mostrarte abierto a las suyas, por muy descabelladas, ilógicas o antiguas que te parezcan. Eso significa abandonar la mentalidad de que debes ganar la discusión. En una discusión, cuando realmente ganas es cuando aprendes algo nuevo o exploras otro punto de vista. No lo olvides. Ese cambio de mentalidad se reflejará en tu actitud y hará que la discusión fluya mejor.
Recuerda que la terquedad también es positiva. No olvides que muchos de los grandes inventores de la historia fueron personas testarudas que se empecinaron en hacer realidad su sueño. La obstinación también tiene un lado positivo, lo cual te ayudará a ver la persona terca como alguien mucho más rico y complejo, y te permitirá huir de las etiquetas y los estereotipos que precisamente le echas en cara.