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EL DUELO PSICOLÓGICO: LA MUERTE DE UN SER QUERIDO
EL DUELO PSICOLÓGICO: LA MUERTE DE UN SER QUERIDO
La muerte de un ser querido deja un
vacío inmenso, a veces sientes un dolor profundo y lacerante que te quita el
aliento y las ganas de vivir. Y es que enfrentar el hecho de que una persona a
la que amabas no está más a tu lado es uno de los retos más difíciles ante los
cuales nos pone la vida.
Muchos afirman que el tiempo lo
cura todo, particularmente no creo que esta frase de la sabiduría popular pueda
aplicarse a los casos en que perdemos a una persona amada. Con el pasar del
tiempo los sentimientos de dolor profundo se van mitigando y en su lugar se
instaura una nostalgia que va y viene y que se hace particularmente fuerte en
las fechas significativas o en los momentos en que necesitamos apoyo emocional.
Así, la ausencia de la persona amada siempre se mantiene, aunque pasen años,
pero afortunadamente es algo con lo que aprendemos a vivir.
Cuando ocurre la muerte de un ser
querido todos pasamos por una etapa de duelo psicológico pero cada cual la
elabora a su manera.
La primera etapa del duelo se le
denomina de evitación porque la persona, asumiendo un mecanismo de defensa, niega la pérdida. En esta
fase nos sentimos en estado de shock y se manifiestan los sentimientos de incredulidad
hacia lo acontecido. En otras palabras, nos sentimos profundamente tristes,
lloramos con frecuencia, pero aún no hemos concientizado la pérdida de la
persona. Esta fase le permite a nuestro Yo asimilar gradualmente el golpe y
puede durar lo mismo algunas horas, semanas o incluso meses.
La segunda etapa es la fase aguda
del duelo donde ya hemos comprendido que la persona amada no estará más y
comenzamos a experimentar el dolor por la separación. Entonces emerge el
desinterés por las cosas que nos rodean y por el mundo en sentido general y
surgen los sentimientos de angustia y de rabia. Esta fase es particularmente
difícil porque estamos deshaciendo los lazos con la persona que perdimos pero a
la misma vez no deseamos hacerlo por lo que experimentamos continuamente
sentimientos ambivalentes. A veces nos sentimos alegres por alguna situación e
inmediatamente nos recriminamos por ello.
En esta fase solemos reflexionar
mucho sobre las características de nuestra relación con la persona que hemos
perdido y usualmente aparecen los sentimientos recriminatorios y de
culpabilidad pues pensamos que de alguna forma pudimos evitar su muerte o
podíamos haber actuado de otra manera en algunos momentos de la relación.
Obviamente, tener estos pensamientos no sirven de nada, pero en muchas
ocasiones los mismos acuden una y otra vez a la mente, siendo particularmente
difícil eliminarlos.
En la última fase, la resolución del
duelo, finalmente nos reconectamos con nuestra vida cotidiana en el sentido de
que volvemos a encontrarle un sentido a las actividades que realizamos.
Entonces cuando recordamos a la persona que hemos perdido no aparecen
sentimientos de profunda tristeza sino de cariño y nostalgia.
¿Existe alguna forma de evitar el duelo?
Absolutamente ¡no! Pero si existen
formas diversas de elaborar el duelo de forma que el mismo sea más llevadero
para nosotros. Así, es importante que:
- Te des permiso para estar en duelo.
Necesitas ser vulnerable, sentir el dolor y aceptarlo como algo normal.
- Deja que las emociones fluyan. No
hay nada más negativo que no expresar las emociones porque éstas terminan
haciéndonos daño. Por ello, cuando expresamos la rabie, el miedo y el dolor;
estaremos transitando el camino hacia la recuperación.
- Bríndate tiempo para recuperarte
y sé paciente contigo misma. No quieras estar bien de la noche a la mañana,
fingir que eres fuerte y retomar la vida como si nada hubiese pasado. La
pérdida de una persona amada es algo que nos cambia y necesitamos tiempo para
aceptarlo.
- Busca apoyo en los otros. De
seguro hay personas a tu alrededor que están dispuestas a ayudarte pero no
saben cómo. Ayúdalos a ayudarte.
- Bríndate el permiso para
descansar y para divertirte. No tienes que sentirte en culpa si en algunos
momentos la pasas bien con los amigos y sobre todo: no te atiborres de trabajo
como una forma para olvidar, sólo conseguirás dañar tu salud.
- Aplaza las decisiones importantes
que debas tomar en tu vida. Cuando perdemos a un ser querido nos sentimos
particularmente frágiles, no podemos pensar con claridad y somos propensos a
tomar decisiones de las cuales después podemos arrepentirnos. Lo mejor es dejar
a un lado todas aquellas decisiones importantes que puedan ser postergadas para
tomarlas en un momento más adecuado. Recuerda que iniciar una nueva relación
afectiva no suplantará jamás la pérdida.
Consejos para aquellos que sostienen a la persona que ha
experimentado la muerte de un ser querido
Quienes están alrededor de la
persona que experimentó la pérdida usualmente se preguntan qué deberían hacer
para aliviar el dolor. En primer lugar, deben conocer que ninguna frase es
buena para consolar porque absolutamente cualquier idea adquiere un carácter
nimio. Las frases hechas no sirven de nada, comunicamos mucho mejor nuestro
sentir y pesar con un abrazo que diciendo frases del tipo: “con el tiempo o
superarás”; precisamente porque en esos momentos la persona no desea superar
nada y porque, con el pasar del tiempo uno se sobrepone al dolor, pero no supera
la pérdida.
Así, la mejor forma de ayudar es
apoyar con la presencia y escuchar lo que tiene que decir la otra persona. En
esos momentos lo más importante para quien perdió a alguien es sentir el cariño
y la comprensión de las personas que le quedan.
Otra forma de ayudar a la persona
es proponiéndole actividades que puedan ser de su agrado y que puedan
distraerla de pensar en la pérdida. No obstante, debe puntualizarse que si la
persona no está de humor para ello, es preferible dejarla y no insistir.
Por último, debe conocerse que el
periodo de un duelo “normal” se puede extender hasta por seis meses. Pasado
este tiempo si la persona no se repone es necesario pedir ayuda especializada.
Francois Mauriac: “La muerte no nos roba los seres queridos. Al contrario,
nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los
roba muchas veces y definitivamente.”
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