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PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?
PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?
“Una persona terca no tiene opiniones, estas lo
tienen a él”, el poeta Alexander Pope escribió: para referirse a la trampa
mortal en la que podemos caer cuando nos convertimos en víctimas de la
testarudez, esa que nos impide cambiar de opinión, contemplar otras
posibilidades y, en última instancia, crecer como personas.
Es cierto que no existe una única manera de
interpretar la vida y el mundo. Cada uno confiere un significado a los eventos
según sus puntos de vista, experiencias de vida y expectativas. Es un fenómeno
normal. Sin embargo, a la hora de atribuir esos significados existen
mentalidades más rígidas que otras. Hay personas tercas que se apegan
excesivamente a su visión del mundo y no tienen la flexibilidad mental
suficiente como para tomar en consideración otros puntos de vista que difieran
del suyo.
Uno de los ejemplos más icónicos de testarudez es el
de Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del Ejército Imperial Japonés que se
mantuvo escondido en la selva filipina durante 29 años después de terminar la
Segunda Guerra Mundial porque estaba convencido de que la batalla aún no había
terminado. Aunque lo intentaron persuadir en varias ocasiones de que su actitud
no tenía ningún sentido, no se entregó hasta que en 1974 su excomandante le
anunció que la revocación de su orden de 1945 de quedarse atrás para espiar a
las tropas estadounidenses.
Sin duda, es un ejemplo extremo de terquedad en
Psicología, pero en la vida cotidiana también podemos llegar a ser muy
testarudos. Y eso nos puede traer graves problemas, tanto en nuestras
relaciones interpersonales como a la hora de tomar decisiones. Aferrarnos a
soluciones que no funcionan o seguir por caminos sin salida es una manera de
condenarnos a la infelicidad, la insatisfacción y el fracaso. Ya lo había dicho
Nietzsche: “Muchos son testarudos a la hora de seguir el camino que han
elegido, pero pocos muestran la misma terquedad a la hora de lograr sus metas”.
¿Cómo es una persona terca?
Una persona terca es aquella que se niega a cambiar
de opinión sobre una idea o acción que está a punto de emprender, aunque le
brinden razones suficientemente lógicas que se pueden corroborar para hacerle
notar que se equivoca.
– Temen al cambio. Las personas testarudas suelen temer los
cambios, aunque no siempre lo reconocen. No obstante, perciben las nuevas
situaciones como amenazas que deben evitar a toda costa. Cualquiera que intente
imponer un cambio en su rutina o forma de pensar podría ser visto como un
peligro. No hay dudas de que es importante seguir ciertos patrones y tener
hábitos, pero también hay que aceptar que la vida no siempre es predecible y
que nuestra salud mental depende en gran medida de nuestra capacidad para
aceptar y adaptarnos a unas circunstancias que cambian constantemente. Una
persona terca suele afrontar el cambio recurriendo a estrategias desadaptativas
como la negación o la evasión. Sin embargo, lo cierto es que hasta que no
aceptemos el cambio, sin importar cuán malo es, no comenzará el proceso de
curación.
– Discuten sobre todo. Vivir con una
persona terca puede ser extremadamente desgastante ya que generalmente discuten
sobre todo aquello que vaya contra su visión del mundo. Lo peor es que
involucran demasiado su ego en esas discusiones, que convierten en batallas
campales en las que el objetivo es ganar a toda costa. Además, se niegan a
reconocer que están equivocadas. Esa actitud suele crear muchas fricciones en
la vida cotidiana ya que a menudo después de las discusiones no hay un acuerdo.
– No se desvían ni un milímetro de su mentalidad. La persona terca
tiene un pensamiento dicotómico, piensa que las cosas son blancas o negras, y
que ella siempre tiene la razón. Todo lo que se aleje mínimamente de su
concepción del mundo y de la vida está equivocado. Suele aferrarse a sus
creencias para protegerse de los cambios ya que le reportan una zona de
confort donde se siente segura. De hecho, detrás de la terquedad suele
esconderse un profundo miedo ya que aceptar ideas y comportamientos diferentes
implica salir de esa zona de seguridad para explorar nuevas cosas. Y eso
siempre implica incertidumbre.
– Atacan de manera personal. Muchas veces la persona
terca es consciente de que sus argumentos no son suficientes para convencer a
los demás, así que no dudan en recurrir a los ataques personales. Dado que la
obstinación les hace pensar que todo lo que no coincide con su visión es un
ataque personal, deciden devolver el golpe. Esta persona no recurrirá a los
hechos, las cifras o los estudios científicos para apuntalar su idea sino que
utilizará estrategias como la falacia
del arenque rojo o cualquier otra táctica
para minar a su interlocutor, atacando su credibilidad o autoestima. No es
extraño que también medien los insultos o los juicios de valor, lo cual hace
que discutir sobre un tema con una persona obstinada sea tan complicado ya que
muy pronto se deslizará al terreno personal.
– Evitan la información que contradice sus
creencias. Una
persona terca solo leerá las noticias de las fuentes que confirman su visión
del mundo. No se arriesga a buscar otras fuentes porque ello las pondría en una
situación conflictiva respecto a su identidad, que ha sido construida y se
sostiene en base a esas creencias. El problema es que de esa manera, la persona
termina aislándose en una realidad que solo confirma sus estereotipos, de
manera que le resulta prácticamente imposible aceptar los hechos que la niegan
o la ponen en discusión.
¿Por qué somos tercos?
Una persona terca preferirá rodearse de gente que
piense y reaccione igual, para que estas no pongan en discusión sus opiniones y
visión del mundo. El verdadero problema es que una persona terca se identifica
extremadamente con sus ideas y siente que su identidad corre peligro cuando
alguien desafía su visión del mundo, como comprobó un estudio publicado en la
revista Nature Scientific Reports.
Estos neurocientíficos reclutaron a 40 liberales autoproclamados
que afirmaban tener convicciones muy profundas. Luego les presentaron hechos
históricos de carácter neutro como por ejemplo: “Edison fue el inventor de
la bombilla” o “Einstein elaboró la teoría de la relatividad”. Y les
presentaron declaraciones que ponían en entredicho o eran contrarias a sus
férreas convicciones políticas.
Mientras las personas leían esas declaraciones, los
investigadores escaneaban sus cerebros. Así comprobaron que cuando las
declaraciones desafiaban sus creencias, se producía una intensa activación de
zonas del cerebro vinculadas a la identidad y las emociones negativas.
Esto sugiere que la testarudez es una respuesta
defensiva que se activa cuando creemos que determinadas ideas desafían la
identidad que hemos construido. Entonces se produce una respuesta en sentido
contrario para proteger ese “yo”: nos aferramos con mayor terquedad a nuestras
ideas.
¿Cómo lidiar con una persona terca sin perder tu
equilibrio emocional?
1.
Introduce la duda con delicadeza. Es importante que la
persona terca no te vea como un adversario o una persona que quiere
desestabilizarla. Es mucho mejor que introduzcas la duda de manera sutil, para
que sea ella misma quien llegue a la conclusión. Esa estrategia suele ser mucho
más eficaz que mostrarle mil hechos que confirmen tu idea. Evita frases como
“te equivocas” o “no tienes razón” porque solo harán que esa persona se ponga a
la defensiva y, a partir de ese momento, cualquier discusión racional será
imposible.
2.
Discute desde el respeto y la empatía. Jamás debemos olvidar
que cada quien es libre de mantener sus creencias y opiniones. Por tanto, no
debemos presionar demasiado a la persona terca para que cambie sino discutir
desde el respeto a sus opiniones e intentando asumir una actitud empática. De hecho,
es mucho más eficaz que discutas desde su posición, comprendiendo sus
argumentos e intentando desmontarlos. Cuando cada quien discute parapetado en
su punto de vista, es difícil que se pueda llegar a un acuerdo o que la
conversación sea enriquecedora ya que se convertirá en monólogos para sordos.
3.
Céntrate en la cuestión, no lo lleves al plano personal. Es probable que cuando
la persona terca se quede sin argumentos, intente llevar la discusión al plano
personal. No lo permitas porque en ese preciso instante habréis “perdido”
ambos. Intenta mantener la discusión centrada en el asunto que os ocupa y, si
no es posible, postérgala para otro momento. Recuerda que una persona testaruda
puede padecer una “pérdida de audición temporal”: la única opinión que escucha
es la suya. Por eso, es mucho más fácil si seccionas la opinión contraria de
manera que cada idea le resulte más fácil de digerir.
4.
Abandona la necesidad de ganar. Si quieres que la otra
persona se muestre abierta a tus ideas, también tú debes mostrarte abierto a
las suyas, por muy descabelladas, ilógicas o antiguas que te parezcan. Eso
significa abandonar la mentalidad de que debes ganar la discusión. En una
discusión, cuando realmente ganas es cuando aprendes algo nuevo o exploras otro
punto de vista. No lo olvides. Ese cambio de mentalidad se reflejará en tu
actitud y hará que la discusión fluya mejor.
Recuerda que la terquedad también es positiva. No olvides que muchos de los grandes inventores de la historia fueron
personas testarudas que se empecinaron en hacer realidad su sueño. La
obstinación también tiene un lado positivo, lo cual te ayudará a ver la persona
terca como alguien mucho más rico y complejo, y te permitirá huir de las
etiquetas y los estereotipos que precisamente le echas en cara.
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