18 enero 2020

PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?

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PERSONAS TERCAS: ¿CÓMO RECONOCERLAS Y LIDIAR CON ELLAS?
Una persona terca no tiene opiniones, estas lo tienen a él”, el poeta Alexander Pope escribió: para referirse a la trampa mortal en la que podemos caer cuando nos convertimos en víctimas de la testarudez, esa que nos impide cambiar de opinión, contemplar otras posibilidades y, en última instancia, crecer como personas.
Es cierto que no existe una única manera de interpretar la vida y el mundo. Cada uno confiere un significado a los eventos según sus puntos de vista, experiencias de vida y expectativas. Es un fenómeno normal. Sin embargo, a la hora de atribuir esos significados existen mentalidades más rígidas que otras. Hay personas tercas que se apegan excesivamente a su visión del mundo y no tienen la flexibilidad mental suficiente como para tomar en consideración otros puntos de vista que difieran del suyo.
Uno de los ejemplos más icónicos de testarudez es el de Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del Ejército Imperial Japonés que se mantuvo escondido en la selva filipina durante 29 años después de terminar la Segunda Guerra Mundial porque estaba convencido de que la batalla aún no había terminado. Aunque lo intentaron persuadir en varias ocasiones de que su actitud no tenía ningún sentido, no se entregó hasta que en 1974 su excomandante le anunció que la revocación de su orden de 1945 de quedarse atrás para espiar a las tropas estadounidenses.
Sin duda, es un ejemplo extremo de terquedad en Psicología, pero en la vida cotidiana también podemos llegar a ser muy testarudos. Y eso nos puede traer graves problemas, tanto en nuestras relaciones interpersonales como a la hora de tomar decisiones. Aferrarnos a soluciones que no funcionan o seguir por caminos sin salida es una manera de condenarnos a la infelicidad, la insatisfacción y el fracaso. Ya lo había dicho Nietzsche: “Muchos son testarudos a la hora de seguir el camino que han elegido, pero pocos muestran la misma terquedad a la hora de lograr sus metas”.
¿Cómo es una persona terca?
Una persona terca es aquella que se niega a cambiar de opinión sobre una idea o acción que está a punto de emprender, aunque le brinden razones suficientemente lógicas que se pueden corroborar para hacerle notar que se equivoca.
– Temen al cambio. Las personas testarudas suelen temer los cambios, aunque no siempre lo reconocen. No obstante, perciben las nuevas situaciones como amenazas que deben evitar a toda costa. Cualquiera que intente imponer un cambio en su rutina o forma de pensar podría ser visto como un peligro. No hay dudas de que es importante seguir ciertos patrones y tener hábitos, pero también hay que aceptar que la vida no siempre es predecible y que nuestra salud mental depende en gran medida de nuestra capacidad para aceptar y adaptarnos a unas circunstancias que cambian constantemente. Una persona terca suele afrontar el cambio recurriendo a estrategias desadaptativas como la negación o la evasión. Sin embargo, lo cierto es que hasta que no aceptemos el cambio, sin importar cuán malo es, no comenzará el proceso de curación.
– Discuten sobre todo. Vivir con una persona terca puede ser extremadamente desgastante ya que generalmente discuten sobre todo aquello que vaya contra su visión del mundo. Lo peor es que involucran demasiado su ego en esas discusiones, que convierten en batallas campales en las que el objetivo es ganar a toda costa. Además, se niegan a reconocer que están equivocadas. Esa actitud suele crear muchas fricciones en la vida cotidiana ya que a menudo después de las discusiones no hay un acuerdo.
– No se desvían ni un milímetro de su mentalidad. La persona terca tiene un pensamiento dicotómico, piensa que las cosas son blancas o negras, y que ella siempre tiene la razón. Todo lo que se aleje mínimamente de su concepción del mundo y de la vida está equivocado. Suele aferrarse a sus creencias para protegerse de los cambios ya que le reportan una zona de confort donde se siente segura. De hecho, detrás de la terquedad suele esconderse un profundo miedo ya que aceptar ideas y comportamientos diferentes implica salir de esa zona de seguridad para explorar nuevas cosas. Y eso siempre implica incertidumbre.
– Atacan de manera personal. Muchas veces la persona terca es consciente de que sus argumentos no son suficientes para convencer a los demás, así que no dudan en recurrir a los ataques personales. Dado que la obstinación les hace pensar que todo lo que no coincide con su visión es un ataque personal, deciden devolver el golpe. Esta persona no recurrirá a los hechos, las cifras o los estudios científicos para apuntalar su idea sino que utilizará estrategias como la falacia del arenque rojo o cualquier otra táctica para minar a su interlocutor, atacando su credibilidad o autoestima. No es extraño que también medien los insultos o los juicios de valor, lo cual hace que discutir sobre un tema con una persona obstinada sea tan complicado ya que muy pronto se deslizará al terreno personal.
– Evitan la información que contradice sus creencias. Una persona terca solo leerá las noticias de las fuentes que confirman su visión del mundo. No se arriesga a buscar otras fuentes porque ello las pondría en una situación conflictiva respecto a su identidad, que ha sido construida y se sostiene en base a esas creencias. El problema es que de esa manera, la persona termina aislándose en una realidad que solo confirma sus estereotipos, de manera que le resulta prácticamente imposible aceptar los hechos que la niegan o la ponen en discusión.
¿Por qué somos tercos?
Una persona terca preferirá rodearse de gente que piense y reaccione igual, para que estas no pongan en discusión sus opiniones y visión del mundo. El verdadero problema es que una persona terca se identifica extremadamente con sus ideas y siente que su identidad corre peligro cuando alguien desafía su visión del mundo, como comprobó un estudio publicado en la revista Nature Scientific Reports.
Estos neurocientíficos reclutaron a 40 liberales autoproclamados que afirmaban tener convicciones muy profundas. Luego les presentaron hechos históricos de carácter neutro como por ejemplo: “Edison fue el inventor de la bombilla” o “Einstein elaboró la teoría de la relatividad”. Y les presentaron declaraciones que ponían en entredicho o eran contrarias a sus férreas convicciones políticas.
Mientras las personas leían esas declaraciones, los investigadores escaneaban sus cerebros. Así comprobaron que cuando las declaraciones desafiaban sus creencias, se producía una intensa activación de zonas del cerebro vinculadas a la identidad y las emociones negativas.
Esto sugiere que la testarudez es una respuesta defensiva que se activa cuando creemos que determinadas ideas desafían la identidad que hemos construido. Entonces se produce una respuesta en sentido contrario para proteger ese “yo”: nos aferramos con mayor terquedad a nuestras ideas.
¿Cómo lidiar con una persona terca sin perder tu equilibrio emocional?
1.      Introduce la duda con delicadeza. Es importante que la persona terca no te vea como un adversario o una persona que quiere desestabilizarla. Es mucho mejor que introduzcas la duda de manera sutil, para que sea ella misma quien llegue a la conclusión. Esa estrategia suele ser mucho más eficaz que mostrarle mil hechos que confirmen tu idea. Evita frases como “te equivocas” o “no tienes razón” porque solo harán que esa persona se ponga a la defensiva y, a partir de ese momento, cualquier discusión racional será imposible.
2.      Discute desde el respeto y la empatía. Jamás debemos olvidar que cada quien es libre de mantener sus creencias y opiniones. Por tanto, no debemos presionar demasiado a la persona terca para que cambie sino discutir desde el respeto a sus opiniones e intentando asumir una actitud empática. De hecho, es mucho más eficaz que discutas desde su posición, comprendiendo sus argumentos e intentando desmontarlos. Cuando cada quien discute parapetado en su punto de vista, es difícil que se pueda llegar a un acuerdo o que la conversación sea enriquecedora ya que se convertirá en monólogos para sordos.
3.      Céntrate en la cuestión, no lo lleves al plano personal. Es probable que cuando la persona terca se quede sin argumentos, intente llevar la discusión al plano personal. No lo permitas porque en ese preciso instante habréis “perdido” ambos. Intenta mantener la discusión centrada en el asunto que os ocupa y, si no es posible, postérgala para otro momento. Recuerda que una persona testaruda puede padecer una “pérdida de audición temporal”: la única opinión que escucha es la suya. Por eso, es mucho más fácil si seccionas la opinión contraria de manera que cada idea le resulte más fácil de digerir.
4.      Abandona la necesidad de ganar. Si quieres que la otra persona se muestre abierta a tus ideas, también tú debes mostrarte abierto a las suyas, por muy descabelladas, ilógicas o antiguas que te parezcan. Eso significa abandonar la mentalidad de que debes ganar la discusión. En una discusión, cuando realmente ganas es cuando aprendes algo nuevo o exploras otro punto de vista. No lo olvides. Ese cambio de mentalidad se reflejará en tu actitud y hará que la discusión fluya mejor.
Recuerda que la terquedad también es positiva. No olvides que muchos de los grandes inventores de la historia fueron personas testarudas que se empecinaron en hacer realidad su sueño. La obstinación también tiene un lado positivo, lo cual te ayudará a ver la persona terca como alguien mucho más rico y complejo, y te permitirá huir de las etiquetas y los estereotipos que precisamente le echas en cara.

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