psicología /desarrollo personal
¡LA APATÍA! CAUSAS Y SÍNTOMAS
Antes o después, la apatía suele
llamar a nuestra puerta. Se instaura como una sensación de desgana que se
extiende al plano físico y psíquico. No tenemos ganas de hacer nada, pero
también nos sentimos drenados por dentro. A veces esta sensación nos asalta de
manera repentina y desaparece tal como llegó. Otras veces puede ser la señal de
que algo más grave está ocurriendo y necesita nuestra atención.
Apatía, una definición más allá
de la falta de pasión
Para comprender la definición de
apatía debemos remontarnos a su origen etimológico. Esta palabra proviene del
griego ἀπάθεια (apatheia), que deriva de “platos”, y significa emoción,
sentimientos y/o pasión. Por tanto, el concepto de apatía hace referencia
básicamente a la ausencia de pasión y sentimientos. De hecho, cuando nos
sentimos apáticos experimentamos un estado de embotamiento afectivo. No estamos
deprimidos, simplemente nos falta la pasión y la pulsión de las emociones y
sentimientos.
Sin embargo, la apatía no es solo
la falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia
generalizado en el que no respondemos a los aspectos de nuestra vida emocional,
social y/o física. Nos adentramos en una especie de desierto emocional en el
que las ganas y las fuerzas nos abandonan.
La apatía no solo nos arrebata
los sentimientos, sino que también genera una falta de motivación y una actitud
de indiferencia y despreocupación. Los objetivos que normalmente dinamizan
nuestro comportamiento pierden su sentido y nos quedamos letárgicos y sin
energía, casi paralizados e incapaces de actuar o sin la voluntad para hacerlo.
Los principales síntomas de la
apatía
·
A nivel físico nos sentimos más pesados, es como si pedaleásemos
con el viento en contra, de manera que cada pedaleada nos cuesta una energía
enorme. Nos sentimos completamente agotados y el descanso habitual no basta
para reponer las fuerzas.
·
A nivel cognitivo, no encontramos nada desafiante ni interesante. Todo nos
da lo mismo. Ningún estímulo intelectual nos entusiasma. Ninguna idea nos
convence. No sentimos la necesidad de explorar o conocer cosas nuevas.
·
A nivel emocional nos sentimos completamente drenados. Nada tiene el
poder de alegrarnos lo suficiente como para activarnos, pero tampoco nada nos
enfada ni incomoda demasiado. Simplemente vivimos en un estado de letargia y
aplanamiento afectivo.
·
A nivel volitivo no encontramos la energía y la motivación necesaria
para ponernos en marcha. Es como si nos hubiésemos quedado sin batería. Cada
vez que intentamos hacer algo, sentimos que requiere un esfuerzo sobrehumano.
¿Cuándo sentir apatía se convierte
en un problema?
Sentir apatía no tiene que ser,
necesariamente, la señal de un problema. De hecho, para los filósofos estoicos
la apatheia era un estado mental en el que nos libramos de las
alteraciones emocionales. Implicaba la eliminación de las reacciones
emocionales a los eventos externos que escapan de nuestro control. Desde
esa perspectiva, la apatía se reviste de un sentido más positivo, acercándose a
un estado más similar a la ecuanimidad.
Sin embargo, la apatía es la
señal de un problema cuando se convierte en un obstáculo para nuestro día a día
y nos impide disfrutar. De hecho, sentir apatía durante un espacio de tiempo
prolongado puede ser una señal de depresión o un trastorno de identidad
disociativo.
Las causas de la
apatía generalizada
La apatía puede tener causas
físicas o psicológicas. El primer paso es descartar que no se trata del síntoma
de una enfermedad. De hecho, los problemas de tiroides y los desequilibrios
hormonales, una dieta inadecuada, la anemia o incluso algunos medicamentos
pueden provocar un estado de abatimiento y agotamiento extremo similar a la
apatía.
Descartada la causa fisiológica,
es probable que el problema sea psicológico. Muchas veces la apatía es una
especie de freno de mano para indicarnos que necesitamos hacer un alto en un
ritmo de vida híper demandante e hiperactivo que nos exige demasiado. En esos
casos, lo habitual es que la apatía dure un par de días ya que su misión es
obligarnos a descansar y desconectarnos del mundo.
En otros casos las causas de la apatía
son más profundas y nos indican algo acerca de cómo estamos llevando nuestra
vida. Cuando estamos sumergidos en una vida que no nos gusta, ya sea porque
realizamos el trabajo inadecuado, estamos rodeados de personas tóxicas o
estamos inmersos en un entorno poco desarrollador. Esa falta de sentido, un día
tras otro, termina pasándonos factura, drenando nuestros recursos psicológicos
y succionando la vitalidad.
La apatía también puede estar
causada por vivir en piloto automático durante demasiado tiempo.
Cuando todos los días son iguales y no hay nada que añada condimento a nuestra
existencia, nuestra energía vital se puede ir apagando lentamente. Mario
Benedetti lo describió mejor: “tengo la horrible sensación de que
pasa el tiempo y no hago nada, nada acontece y nada me conmueve hasta
la raíz”.
Por otro lado, la apatía puede
ser el resultado de una profunda desilusión. A fin de cuentas, cuando estamos
apáticos perdemos la esperanza de poder alcanzar la felicidad o la
realización personal. Puede producirse porque hemos dejado de creer en el
valor de los objetivos que nos habíamos planteado o porque hemos perdido la
confianza en nuestras capacidades para alcanzarlos. En esos casos, la apatía se
presenta como una especie de claudicación interior.
En cualquier caso, y sea cual sea
la causa de la apatía, nos envía un mensaje: tenemos un problema que debemos
afrontar. No es casual que la apatía disminuya nuestro nivel de energía. Lo
hace para que no podamos ir tan rápido que nuestro propio ritmo nos confunda. Al
obligarnos a tomar un respiro nos anima a reflexionar y, resolver lo que nos
pasa.
¿Cómo vencer la apatía
generalizada?
Para vencer la apatía
generalizada solo tenemos que ponernos en movimiento. No tenemos que hacer
grandes cosas, tan solo empezar. Dar un paso. Aunque sea pequeño, pero que
valga la pena. Quizá necesitamos hacer – o deshacer – algo que marque una
diferencia en esa secuencia de días iguales. Quizá necesitamos descomprimir lo
comprimido o expresar lo reprimido para que algo se active en nuestro interior
y logremos ponernos en marcha otra vez.
Solo nosotros sabemos cuál es el
tratamiento para la apatía que realmente funciona para nuestro caso.
Necesitamos mirarnos al espejo y preguntarnos: “Si tuviese ganas o energías,
¿qué haría?”. Quizá no lo descubramos inmediatamente, pero cuando
conozcamos la respuesta, simplemente tenemos que hacerlo.
Cuando nos ponemos en marcha y
hacemos algo que tiene sentido o que nos hace sentir bien, la suma de esos
pequeños esfuerzos va inclinando la balanza de la apatía hacia al interés. La
indiferencia va dejando paso a la curiosidad y las ganas de vivir. Una vez que
el “motor” se enciende, todo es más sencillo.
Fuente Ishizaki, J. & Mimura,
M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat;
893905.
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