Tiempo de reconocimiento
Otro capítulo de la vida se consume, hoy la empresa me hace obsequio de un reloj con motivo de mi jubilación y en reconocimiento a todos mis años de colaboración y trabajo en la misma. Siempre tengo la sensación que me queda algo en el tintero e inevitablemente a pesar que ya no sigo postergando parte de los sueños. Hoy es otro momento de los que me digo que la vida ya es mejor que no sería después.
Porque decidí que ya no tenía tiempo para lidiar con mediocridades.
No quería estar en reuniones donde desfila el ego inflado.
Me resisto a aceptar maniobreros y trileros.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Conté mis años y descubrí que tenia menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que había vivido hasta ese momento. Me siento como aquel joven que ganó una caja de dátiles; los primeros los comió con indolencia pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a roer hasta la semilla.
Ya no tengo tiempo para proyectos megalomaníacos.
No participaré de conferencias que establecen plazos fijos para erradicar la miseria en el mundo. No quiero que me inviten a eventos de un fin de semana donde se pretende solucionar los problemas del milenio.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos.
Ya no tengo tiempo para soportar melindres de personas que, a pesar de su edad cronológica, son unos inmaduros.
No quiero ver las agujas del reloj avanzando en reuniones de "confrontación", donde " se tiran todos los hechos sobre la mesa".
Detesto ser testigo de los defectos que genera la lucha por el majestuoso cargo de “portero del jefe”.
Recuerdo ahora un escrito de Mario de Andrade, que afirmaba: “las personas no discuten contenidos, apenas los títulos".
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos; quiero la esencia, mi alma tiene prisa...
Lo esencial....la gran verdad del ser humano.. esa es mi prioridad.
Sin muchos dátiles en la caja, quiero vivir al lado de gente humana, muy humana; que sepa reír de sus errores, que no se envanezca con sus triunfos, que no se considere electa antes de hora, que no huya de sus responsabilidades, que defienda la dignidad de los marginados y que desee tan sólo andar al lado de Dios.
Caminar junto a cosas y personas de verdad, disfrutar de un afecto absolutamente sin fraudes, nunca será pérdida de tiempo. Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Nada en este mundo tiene sentido si no tocas el corazón de las personas. Si la gente crece con los golpes duros de la vida, también puede crecer con los toques suaves en el alma.
domingo, 16 de diciembre de 2007 dt.
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