LA INPORTANCIA DE DESCUBRIR QUIÉN ERES: ¿POR QUÉ HOY, MÁS
QUE NUNCA, ¿DEBEMOS EMPRENDER EL VIAJE PERSONAL QUE SIGUIÓ LA PSICOANALISTA
MARION MILNER EN 1920?
Somos seres
sociales y, por ende, nuestro “yo” es poroso a los valores de las personas que
nos rodean, personas que pueden llegar a ser muy miopes cuando se trata de
detectar qué nos proporciona seguridad y nos hace felices, personas que a menudo
aspiran a alcanzar cosas equivocadas por las razones equivocadas. Adaptarnos a
sus expectativas puede ser un error colosal, el mayor error de nuestra vida.
Un viaje apremiante que pocos se
atreven a emprender
En 1926,
Marion Milner, una psicoanalista y escritora británica, precursora de los
diarios introspectivos, llevó a cabo un experimento sobre sí misma que se
extendió durante siete años, con el objetivo de descubrir cuál era el núcleo
pulsante de la felicidad genuina y desvelar todas las malas decisiones que
tomamos impulsados por nuestra adicción crónica a la satisfacción, entendida
como la búsqueda de la aceptación social, el prestigio y la popularidad.
A lo largo
de su viaje sembrado de “dudas, retrasos y expediciones por falsos senderos”,
como lo calificó la propia Milner, llevó un diario con el rigor de la
observación científica. Llegó a la conclusión de que somos personas
profundamente diferentes de lo que creemos ser y que las cosas que perseguimos
con mayor frenesí son las que menos alegría y satisfacción duraderas nos
reportan.
En el
prefacio de la edición original, Milner nos advierte:
“Que
nadie piense que es un camino fácil porque se trata de encontrar la felicidad
en vez de practicar un deber severo o un gran esfuerzo moral. Lo que resulta
mucho más fácil, como descubrí, es cerrar los ojos a lo que a uno realmente le
gusta, dejarse llevar por la aceptación de los deseos de los demás y evadir la
verificación diaria de los valores. Y, por último, que nadie emprenda tal
experimento si no está preparado para descubrir que es más tonto de lo que
pensaba”.
Esta advertencia es muy esclarecedora pues nos revela que la búsqueda
de la felicidad y del propio “yo” puede ser un camino tortuoso porque implica
deshacernos de todas las ideas preconcebidas que nos brindaban seguridad, o al
menos una ilusión de seguridad a la cual aferrarnos. Solo podemos
reconstruirnos cuando somos capaces de destruir todo lo que no nos sirve. Y ese
proceso puede ser muy duro para muchas personas. De hecho, más adelante la
psicoanalista reflexiona sobre la sensación de extrema alienación y el temor a
perderse que sintió cuando comenzó el experimento:
“Puedo
recordar la sensación de estar separada de otras personas, separada, apartada
de todo lo que había sido real en mi vida. Dependía tanto de la opinión que los
demás tenían sobre mí, que vivía en un constante temor a ofender, y si creía
que había hecho algo que no era aprobado, me embargaba una profunda inquietud
hasta que lo corregía. Siempre parecía estar buscando algo, siempre un poco
distraída, porque siempre tenía algo más importante que hacer”.
Su aguda
mirada le permitió notar la profunda dependencia que podemos llegar a
desarrollar de las opiniones de los demás, resaltando además el distanciamiento
que se produce cuando comienzas a apartarte de las expectativas que las
personas más cercanas han puesto sobre ti.
Milner
también explica cuál fue una de sus principales motivaciones para emprender
este peculiar viaje, una travesía de deconstrucción personal que todos deberíamos
emprender en algún momento:
“Sentía
que mi vida era una aburrida mediocridad, tenía la sensación de que las cosas
reales y vitales sucedían a la vuelta de la esquina, en las calles, en las
vidas de otras personas. Ello se debe a que solo captaba las ondas
superficiales de todo lo que me sucedía, cuando en realidad estaban ocurriendo
acontecimientos de vital importancia para mí, no en un sitio lejos de mí, sino
justo debajo de la superficie tranquila de mi mente. Aunque algunos de estos
descubrimientos no fueron del todo agradables, trayendo consigo ecos de terror
y desesperación, al menos me dieron la sensación de estar viva”.
¿Qué herramientas psicológicas
necesitamos para emprender ese viaje?
La práctica
de la introspección requiere volver a calibrar nuestra percepción condicionada.
Milner puso en marcha su pensamiento crítico y comenzó a dudar de sus creencias
más arraigadas sobre lo que la hacía feliz. Sin embargo, para descifrarlo no
solo puso en marcha la razón sino también sus sentidos. Escribió:
“Tan pronto
como comencé a estudiar mi percepción, a mirar mi propia experiencia, descubrí
que había diferentes formas de percibir y que esas diferentes formas me
proporcionaban datos distintos. Hay un enfoque estrecho que significa ver la
vida como si fueran luces intermitentes con la conciencia en mi cabeza como el
centro de atención, pero también hay un enfoque amplio que significa conocer
con todo mi cuerpo, una forma de mirar que altera bastante mi percepción de lo
que veo. Descubrí que el enfoque estrecho era el camino de la razón. Si uno
tenía el hábito de discutir sobre la vida, era muy difícil no acercarse a las
sensaciones con la misma atención concentrada y, por lo tanto, excluir su
ancho, profundidad y altura. Pero fue el enfoque amplio que me hizo
feliz.
“El
pensamiento ciego podría hacerme fingir que estaba siendo sincera conmigo misma
cuando en realidad solo estaba siendo fiel a un miedo infantil que generaba
confusión, y cuanto más confundido estuviera, más llamaría a su ayuda al sentido
de convicción”.
Esta nueva
perspectiva nos remite inevitablemente a la filosofía taoísta, que nos anima a
utilizar la razón para descubrir las creencias limitantes inoculadas
socialmente pero luego nos insta a confiar más en los sentidos como una vía para
el descubrimiento de uno mismo y del mundo. Es un cambio de perspectiva muy
difícil de lograr ya que no estamos acostumbrados y llevamos toda una vida
acallando los sentidos y ensalzando la razón.
Milner
descubrió que era una cuestión de recalibrar sus hábitos de percepción, no se
trataba de mirar directamente a un objeto con la atención sino de desarrollar
una imagen más completa con una conciencia difusa, una experiencia sensorial,
no lógica. Por eso, se preguntó:
“Si tan solo
mirar puede ser tan satisfactorio, ¿por qué siempre me esforzaba por tener más
cosas o hacer más cosas? Ciertamente, nunca había sospechado que la clave de mi
felicidad podría residir en una habilidad tan aparentemente simple como la
capacidad de dejar que los sentidos fluyan libres de objetivos.
“Me habían
exhortado continuamente a definir mi propósito en la vida, pero ahora comenzaba
a pensar que la vida era algo demasiado complejo como para mantenerse dentro de
los límites de un solo propósito formulado. Así que empecé a formarme otra idea
de mi vida, no como una lento subseguirse de logros para adaptarse a mis
propósitos preconcebidos sino como el descubrimiento gradual y el crecimiento
de nuevos propósitos que no conocía”.
Milner se
refiere a la necesidad de emprender ese camino abandonando todas las metas
iniciales, con la apertura mental necesaria como para ir descubriendo otras
metas en el camino, metas que probablemente estarán más en sintonía con tu “yo”
y que responderán menos a las expectativas sociales.
La clave de
este viaje radica en aprender a fluir, como descubrió la propia Milner:
“No sabía
que solo podía sacar el máximo provecho de la vida, entregándome a ella.
Entonces llegué a un punto muerto. Quería sacar el máximo provecho de la vida,
pero cuanto más trataba de apresarla, más sentía que estaba afuera, perdiéndome
cosas. En ese momento no podía entender en absoluto que mi verdadero propósito
podría ser aprender a no tener ningún propósito”.
Siempre he
creído que el viaje que emprendió Milner es un viaje que debemos emprender
todos, mejor antes que después, para evitar que la vida pase ante nuestros ojos
sin vivirla. Una vez que nos hemos sumergido hasta el tuétano en la sociedad,
debemos emprender el camino inverso hacia la individualización, aquella auténtica.
Es un trayecto difícil, hace uno tiempo leí
un libro que puede servirte como una brújula en el camino: “La
muerte del caballo alado: Un viaje al encuentro de tus barreras internas”. ¡Bon voyage!
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