Es fácil decirlo. Aplicarlo es más complicado porque todos los días nos encontramos con personas que, lo queramos o no, comparten un pedacito de nuestras vidas, aunque sean tan solo algunas horas. Sin embargo, ese tiempo es más que suficiente para que nos contagien sus pensamientos pesimistas, catastrofistas o descorazonadores. Obviamente, no podemos evitar a esas personas, no podemos convertirnos en ermitaños, pero podemos limitar su acceso a nuestra vida.
Cultiva tus amistades como cuidarías un jardín
Nadie quiere tener a su lado a personas que saboteen su Crecimiento
Personal. Todos desearíamos rodearnos de gente que sume, con las cuales
compartir buenas experiencias. Obviamente, debemos tener en cuenta que las
relaciones interpersonales no son en blanco y negro. Habrá momentos en que una
persona puede afectar nuestro bienestar y otros en los que nos compensará con
creces.
Nadie es totalmente malo ni totalmente bueno, pero debemos
mantenernos atentos para evitar los daños emocionales inútiles. Por
eso, podríamos comenzar a pensar en nuestras relaciones interpersonales como si
de un jardín se tratase. Hay malas hierbas que es necesario erradicar, y hay
plantas que, aunque son hermosas, simplemente no se adaptan al estilo o el espacio
de nuestro jardín.
Por supuesto, no se trata de colocar a las personas en una balanza
ni de asumir una actitud prepotente y descalificadora sino tan solo de madurar
y aprender a elegir nuestras amistades con mayor tino. Hay personas
maravillosas que simplemente no encajan con nosotros porque no comparten
nuestra filosofía de vida, o porque hacen que nos desvirtuemos demasiado de
nuestra esencia.
Tampoco se trata de buscar una relación perfecta en la que todo
sea armonía y paz porque de los conflictos también se aprende, las opiniones
diferentes nos permiten crecer y enriquecernos. Cuando se hace referencia a
personas que suman a nuestra vida hablamos de gente que:
– Nos quieren cuando menos lo merecemos, porque son conscientes de
que es cuando más lo necesitamos.
– Nos apoyan cuando todos los demás afirman que nuestro plan es
una locura.
– No dicen lo que queremos oír sino lo que necesitamos escuchar,
para que podamos reconocer nuestros errores y crecer.
– No nos critican sino que nos ayudan a sacar a la luz lo mejor de
nosotros mismos.
– No nos llenan de estereotipos, sino que nos ayudan a abrir
nuestra mente.
¿Quiénes son las personas que restan?
Las personas que restan son aquellas que laceran tu autoestima,
las que siempre tienen un problema para cada solución, las que tienen la
crítica pronta hagas lo que hagas, las que nos infunden miedo y las que
aumentan el nivel de incertidumbre.
Las personas que restan son aquellas que sacan lo peor de nosotros
mismos, porque a través de sus actitudes promueven la indecisión, el inmovilismo
y el temor.
Las personas que restan son rígidas en sus actitudes, no dan
margen para el error y se erigen como jueces de tu vida, haciendo que, en vez
de sentirte único y especial, te sientas pequeño e inadecuado.
Las personas que restan actúan como vampiros emocionales succionando
tu energía, contagiándote su pesimismo e impidiendo que crezcas.
10 claves para convertirse en una persona que suma a la vida de
los demás
Por supuesto, no solo es importante rodearse de personas que sumen,
es fundamental asegurarnos de que también nosotros podemos sumar a la vida de
los demás. Para lograrlo:
1. Haz que la persona que está a tu lado se sienta especial.
2. Ayúdale a encontrar soluciones, no sumes preocupaciones.
3. Desafía sus estereotipos, amplía su perspectiva.
4. Dale una sorpresa que le arranque una sonrisa de felicidad.
5. Apóyale cada vez que lo necesite, sobre todo si los demás le
dan la espalda.
6. Transmítele seguridad y confianza cuando su mundo esté a punto
de venirse abajo.
7. Alimenta sus sueños e ilusiones, no los mates.
8. Ínstale a ser auténtica, y déjale entrever que la aceptas tal
como es.
9. Comparte lo que has aprendido, enriquece su mundo.
10. Conecta emocionalmente, desde tu esencia.
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