29 agosto 2021

Filosofía VIRTUD/VERACIDAD

Filosofía VIRTUD/VERACIDAD


 


VERACIDAD:
 Es la virtud por la que se dice o manifiesta la verdad en sí mismo y sobre sí mismo, ni más ni menos de lo que uno es o tiene, en el tiempo y modo correcto (Cf. II-II, 109, 1). Se distingue la realidad interior de los signos que manifiestan esta realidad. La veracidad consiste en la correspondencia entre lo uno y lo otro.

 

“¡Dios! Acuérdate, te suplico, de que viví en tu presencia en verdad y con corazón perfecto”( Is 38, 3)

 

Vicios contrarios

A la veracidad se opone en primer lugar la mentira. Esta es una enunciación de palabras falsas con la intención de engañar al otro (Cf. II-II, 110, 1). Para que exista verdaderamente la mentira deben darse tres condiciones: “la enunciación de algo falso, la voluntad de decir lo que es falso, y la intención de engañar” (II-II, 110, 1, cupo). La mentira existe propiamente con la voluntad de decir algo falso, ya que “si uno enuncia algo falso creyendo que lo que dice es verdad, habrá en ello falsedad material, no formal, porque no se tenía intención de decir nada falso… pero quién dice una falsedad con voluntad de decirla, aunque resulte que lo que dice es verdad, su acto en cuanto voluntario y moral es falso” (II-II, 110, 1, cupo).

La mentira puede clasificarse de distintos modos (Cf. II-II, 110, 2). De modo esencial, tenemos la mentira por exceso, la jactancia, y la mentira por defecto, la falsa humildad o ironía. Según el fin intentado, de modo general, tenemos la mentira perniciosa, por la que se miente para perjudicar a otro; la mentira jocosa,  y la mentira oficiosa, con la que se intenta ayudar a otro….

La mentira es mala en sí misma. Su intención y circunstancias solo agravan o disminuyen su gravedad (“La mentira es mala por naturaleza, por ser un acto que recae sobre materia indebida, pues siendo las palabras signos naturales de las ideas, es antinatural e indebido significar con palabras lo que no se piensa”; II-II, 110, 3, cupo).

 

“Hay dos clases de mentira que no constituyen culpa grave, lo que no quiere decir que no haya culpa: tienen lugar cuando bromeamos o mentimos en beneficio del prójimo” (San Agustín, Enarr. In Psal. Ps. 5, ).   

 

A la veracidad se opone también la simulación. Podemos contrariar la veracidad con palabras o con obras. Cuando contrariamos la veracidad con palabras, tenemos la mentira; cuando contrariamos la veracidad con obras, tenemos la simulación. “Así como se opone a la verdad el que uno diga una cosas y piense otra, que es lo que constituye la mentira, así también se le opone el que uno dé a entender con acciones u otras cosas acerca de su persona lo contrario de lo que hay, que es a lo que propiamente llamados simulación… (la simulación) es una mentira expresada con hechos o cosas” (II-II, 111, 1 cpo).

Distinguimos en la simulación (como en la mentira) el fin próximo del fin remoto (Cf. II-II, 111, 3, rta 3). El fin próximo es el propio del vicio: el manifestarse de modo distinto a lo que se es. Y en cuanto vicio se busca y gozo en sí mismo. El fin remoto puede ser múltiple: el lucro, la gloria…

Como partes de la  mentira y la simulación tenemos por exceso, la jactancia, y por defecto, la falsa humildad o ironía (que no significa aquí el decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender).

Por la jactancia “el hombre se ensalza a sí mismo con sus palabras… por encima de lo que se es. Esto sucede de dos modos: uno, cuando se habla de uno mismo no exagerando su valor personal, sino sobreestimando la opinión que se tiene de él… Otra, cuando uno se excede al hablar de sí mismo por encima de lo que realmente vale” (II-II, 112, 1, cpo). Algunas veces la jactancia se realiza sin motivo, otras por gloria, honor, dinero… (Cf. II-II, 112, 2, rta 3). 

 

“Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo para que nadie se forme de mí una idea superior a la que ve o me oye decir” (II Cor 12, 6).

 

Por la ironía  el hombre se rebaja a sí mismo con mentira. Esto sucede, por ejemplo, “cuando se afirma la existencia de un defecto que no se posee, o cuando se niega una cualidad sabiendo que se tiene” (II-II, 113, 1, cpo). Pero es posible rebajarse a sí mismo conservando la verdad; por ejemplo “cuando se callan cualidades importante que hay en uno y se descubren o manifiestan pequeños defectos cuya existencia se admite” (II-II, 113, 1, cpo).

 

“Hay quién va encorvado y enlutado, pero en su interior está lleno de engaño” (Eclo 19, 23).

 

 

 

 

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