16 diciembre 2018
ESTRATEGIAS PARA CONTROLAR LOS ATAQUES DE PÁNICO
PSICOLOGÍA /TRATAMIENTOS
PSICOLÓGICOS
1.
Aísla la preocupación de base
La
ansiedad y los ataques de pánico generalmente se desencadenan a partir de una
ligera preocupación que va transformándose en una red masiva de preocupaciones
que llegan a colmar nuestra estabilidad emocional. Por ejemplo, un ataque de
pánico puede comenzar con una simple idea negativa como: “El informe que
entregue ayer no estaba muy bueno, seguro que le decepcionaré”, pero a este
pensamiento le suceden otras ideas igualmente negativas: “Mi jefe me odia”, “No
me dará otra oportunidad”, “Me van a despedir”.
Así, se
va entretejiendo un entramado de ideas que poco a poco comienzan a aumentar
nuestra ansiedad para terminar en una crisis de pánico en toda regla.
Obviamente, si en vez de dejarnos envolver por esa tela de araña, nos detenemos
en la primera idea y le ponemos coto, nos sentiremos mucho más tranquilos y el
ataque de pánico no sobrevendrá.
2.
No te involucres en la situación
Cuando
los niños tienen una rabieta lo que en realidad están buscando es la atención
del adulto. Por eso, la peor estrategia es gritarles o consolarlos porque de
esta manera le estamos dando lo que querían: la atención. Por tanto, es muy
probable que la próxima vez vuelvan a utilizar esta técnica. No obstante, si en
vez de prestarles atención hacemos caso omiso de su comportamiento, este se
extinguirá.
De
hecho, en diferentes investigaciones se ha apreciado que en las personas que
sufren de ataques de pánico existe una ruptura en los patrones normales de
procesamiento de las emociones, lo cual les impide suprimir con facilidad sus
emociones negativas. Por tanto, mientras más lo intentan, más se activa la
amígdala, o sea, el centro del miedo, potenciando así pensamientos cada vez más
negativos y una reacción fisiológica consecuente con estos.
Los
ataques de pánico aparecen siempre ante la sensación de que existe una amenaza,
pero no ante una amenaza común sino una amenaza sobrestimada; o sea, ante la
exageración de un peligro. A esto se le suma que subestimamos nuestra capacidad
para hacerle frente a esta amenaza, lo cual da como resultado el ataque de
pánico.
No
obstante, si fuésemos capaces de percibir las amenazas en su grado real de
peligrosidad y nos sintiésemos capaces de enfrentarlas, seguramente nuestros
niveles de ansiedad serían mucho más bajos. Por eso, cada vez que percibas una
amenaza, cuestiónate si es realmente tan peligrosa como crees. Además, piensa
que muchísimas personas se han enfrentado a situaciones similares así que tú
también podrás hacerlo.
4.
Dale a tu mente un descanso
¿Has
intentado evitar las situaciones que te generan ansiedad? ¿Has hecho todos los
ejercicios que tienes a mano para evitar las crisis de pánico? ¿Has intentado
percibir las amenazas como algo natural? ¿A pesar de todos estos esfuerzos
sigues teniendo frecuentes ataques de pánico? Si tus respuestas son positivas
pues entonces es tiempo de darle un descanso a tu mente para retomar después de
algunos días el tratamiento.
De
hecho, uno de los estudios psicológicos más famosos se realizó en la década de
los ’80 y consistía en pedirles a las personas que no pensasen en un oso
blanco. Si no le hubiesen puesto esta condición era probable que a nadie se le
ocurriese pensar en un oso blanco pero como no podían hacerlo, esta imagen fue
recurrente. A veces, cuando nos esforzamos por evitar una idea, esta termina
siendo más fuerte por lo que lo mejor es tomar una pausa y relajarte.
5.
Aprende a convivir con la ansiedad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario