SEGÚN Sigmund Freud
QUÉ ES UN “YO FUERTE”
Y CÓMO DESARROLLARLO.
Psicología
Vivimos en la época de la alienación de los deseos. Y no es
una buena noticia. Si le preguntamos a la mayoría de las personas qué quieren,
es probable que no sepan responder. La gente anda tan ocupada y preocupada,
vive con tanta prisa, que ha perdido la conexión con su “yo” más profundo y se
limita a desear aquello que quieren los demás.
Tal parece que el ejercicio de desear demandase demasiada
energía, una energía que preferimos destinar a tareas más intrascendentes pero
que nos mantienen mentalmente ocupados, para que ni siquiera sospechemos que no
somos capaces de desear por nuestra cuenta y riesgo.
Sin embargo, ¿cómo una persona puede hacer lo que desea, si
desconoce sus deseos? Si no sabemos lo que queremos, corremos el riesgo de
convertirnos en un engranaje más que alimenta una sociedad consumista donde
solo valemos por lo que tenemos y no por lo que somos.
Noam Chomsky nos había advertido: "El sistema
perfecto sería una sociedad basada en una díada, en un par. Ese par eres tú y
tu televisión, o tal vez ahora, tú e Internet. Un lugar donde se presenta cómo
debería ser la vida apropiada, el tipo de aparatos que deberías tener.
Recordándote que debes gastar tu tiempo y esfuerzo para conseguir esas cosas
que no necesitas y que no quieres y que, probablemente, terminarás tirando.
Pero eso es lo necesario para una vida digna".
Freud también vislumbró en su tiempo ese riesgo. Afirmó que
"el precio que pagamos por nuestra avanzada civilización es la pérdida
de la felicidad a través de la intensificación del sentimiento de culpa",
culpa porque no tenemos lo que se supone que deberíamos tener, o por no haber
alcanzado el éxito esperado, culpa por no poder con todos los compromisos e
incluso por desear lo que no desean los demás, en caso de que nos atrevamos a
hacerlo.
Una vía para salir de ese laberinto, ser más auténticos y a la vez vivir de manera más plena y equilibrada, es desarrollar el "yo fuerte" que propuso Freud.
Una vía para salir de ese laberinto, ser más auténticos y a la vez vivir de manera más plena y equilibrada, es desarrollar el "yo fuerte" que propuso Freud.
El “yo fuerte” de Freud
Esta idea se encuentra en una de sus obras póstumas,
“Esquema del psicoanálisis”. La perfiló a sus 82 años, después de huir del
régimen nazi, pero la dejó inconclusa ya que tuvo que someterse a una operación
importante debido al cáncer que padecía.
No obstante, antes de profundizar en el concepto de “yo
fuerte” es necesario comprender cómo funciona el aparato psíquico desde la
perspectiva freudiana:
- Ello. Contiene “todo lo heredado, lo que se trae
con el nacimiento, lo establecido constitucionalmente; en especial, entonces,
las pulsiones que provienen de la organización corporal, que encuentran en el
ello una primera expresión psíquica, cuyas formas son desconocidas para
nosotros”. Básicamente, se trata de los impulsos más básicos que responden
a nuestras necesidades primarias.
- Yo. Es la parte del ello que se ha desarrollado
debido a la relación con el mundo, la cual termina mediando entre el ello y el
mundo exterior. Se trataría de nuestra identidad, de la imagen que tenemos de
nosotros mismos.
- Superyó. Es una instancia dentro del “yo” que sería
la prolongación de la dependencia hacia los padres. Se trata de todas las
reglas, normas, leyes y valores que hemos interiorizado y que, de cierta forma,
controlan el ello. Freud indica que “en la medida en que este superyó se
separa del yo o se contrapone a él, es un tercer poder que el yo se ve
precisado a tomar en cuenta”.
Así, en nuestro “yo” conviven dos fuerzas que no solo pueden
ser contradictorias sino incluso excluyentes entre sí. Por un lado, el ello
busca satisfacer las necesidades básicas de manera urgente, sin preocuparse por
los planes a largo plazo, porque no conoce ni el mañana ni la angustia. Por otro
lado, el superyó refrena al “ello” haciendo cálculos y teniendo en cuenta la
sociedad porque siempre tiene la vista puesta en el futuro.
Como resultado de esas fuerzas y su desequilibrio, no es
extraño que muchas personas se sientan divididas o fragmentadas y terminen con
un “yo debilitado”.
El “yo fuerte”, al contrario, es aquel que “cumple al
mismo tiempo los requerimientos del ello, del superyó y de la realidad
objetiva, es decir, sabe reconciliar entre sí sus exigencias”. Se trata de
un yo equilibrado.
Ese yo ya no se encuentra a merced del ello ni del superyó,
de las necesidades básicas ni de la represión, sino que es un yo capaz de
crecer sin sentirse sometido a sus instintos o a la cultura.
¿Cómo desarrollar un “yo fuerte”?
“Nuestro camino para fortalecer al yo debilitado parte de
la ampliación de su conocimiento de sí mismo. Sabemos que esto no es todo, pero
es el primer paso. La pérdida del autoconocimiento implica para el yo una
pérdida de poder e influencia, es el primer indicio tangible de que se
encuentra cohibido y coartado por las demandas del ello y el superyó”,
escribió Freud,
Se trata de un duro trabajo ya que implica equilibrar los
instintos, las normas y las demandas del medio.
Primero debemos comprender que “el yo aspira al placer y
quiere evitar el displacer. Ante un acrecentamiento de displacer respondemos
con angustia”. Eso significa que tenemos que entender cómo solemos
reaccionar, los mecanismos que se desatan automáticamente en nuestro
interior cuando nos enfrentamos a ciertas situaciones del medio. Implica tomar
conciencia de nuestras respuestas automáticas de nerviosismo cuando tenemos que
dar un discurso, por ejemplo, o de nuestra ira cuando las cosas no salen según
las habíamos planeado.
En segundo lugar, debemos superar las resistencias que
nos plantea el superyó. Se trata de otro desafío importante ya que, aunque
seamos “independientes” de nuestros padres, en realidad aún mantenemos una
relación de dependencia, sujeción y represión respecto a su autoridad. De
hecho, es probable que la voz represora que escuchas en tu mente sean frases
que te dijeron tus padres u otras figuras de poder en tu infancia.
El superyó nos somete a esas normas y reglas para ganarnos
la aceptación y el amor, no solo de nuestros padres sino también de la
sociedad. Por tanto, para desarrollar un “yo fuerte” necesitamos sobreponernos
a ese temor, atrevernos a ser nosotros mismos aún a riesgo de perder la
aprobación de algunas personas cercanas.
No debemos olvidar que “cuanto más acosado se sienta el
yo, más tenazmente se aferrará, casi aterrorizado, a la anticatexis con el fin
de proteger su precaria existencia contra nuevas irrupciones”, según Freud.
Significa que cuando nos sentimos atacados, sea por el motivo que sea,
activamos una resistencia, la cual demanda una gran dosis de energía.
Cuando destinamos tanta energía a luchar contra el ello o el
superyó, nuestro yo se debilita. Solo podemos superar esas resistencias
cuando nos conocemos y aceptamos. En ese momento, el ello y el superyó
dejan de ser obstáculos y trabajan en armonía con un “yo fuerte”.
Entonces ocurre un auténtico milagro: reencontramos nuestra
capacidad para desear y amar. Y es en el ejercicio de búsqueda de la
autenticidad que nuestro yo se fortalece y alcanzamos la libertad en todos los
sentidos.
Fuente: Freud, S. (1991) Esquema del Psicoanálisis. En Obras
Completas de Sigmund Freud vol. XXIII (133-210). Buenos Aires: Amorrortu
Editores.
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