11 agosto 2020

 psicología/desarrollo personal                                                                                  

us coordenadas, sin tener en cuenta lo que desea o necesita el otro.

Yo mejor no digo nada, pero…

Existe una línea muy sutil entre expresar lo que pensamos y caer en el vandalismo intelectual. Entre ayudar a una persona indicándole sus errores y aplastarla aún más bajo el peso de sus errores. Entre ayudarla a encontrar una solución y dejarla atrapada con un problema.

Cuando comenzamos una frase con las palabras “yo mejor no digo nada, pero…” sabemos en el fondo que sería mejor callar lo que estamos a punto de decir. De hecho, es probable que esa persona ya sepa lo que vamos a decir y nuestras palabras simplemente se conviertan en más sal sobre una herida supurante.

En otros casos, esas palabras no sirven para encontrar una solución, sino que tan solo agravan el conflicto, profundizan la brecha y marcan la distancia con el otro, probablemente en un momento en el que esa persona lo que necesita es validación y apoyo, no críticas y juicios.

Reconocer que no deberíamos decir nada es también una forma de pedir disculpas por lo que estamos a punto de decir, porque sabemos que esas palabras no tienen razón de ser, o al menos no en ese momento y lugar.

Por tanto, la próxima vez que estemos a punto de comenzar una frase con las palabras “mejor no digo nada”, quizá sería mejor que no dijésemos nada. O que al menos nos detuviésemos a reflexionar sobre el impacto que puede tener lo que estamos a punto de decir.

Los 3 filtros que debemos usar antes de opinar

1. Las opiniones no son hechos.  Nuestras opiniones pueden estar basadas en hechos, no cabe duda, pero a menudo también están entremezcladas con reacciones viscerales, emociones, expectativas y experiencias. Eso significa que no debemos confundirlas con la “verdad” y, sobre todo, que no debemos creer que somos poseedores de una “verdad absoluta”. Cuando creemos que tenemos la verdad actuamos de manera prepotente. Y esa no es la mejor actitud para construir puentes hacia el otro.

2. La frustración no es evaluación. Muchas de las cosas que nos ocurren pueden generar frustración cuando no se ajustan a nuestras expectativas, sobre todo cuando otras personas no siguen el patrón que teníamos en mente. Sin embargo, no obtener lo que deseamos no es justificación para evaluar algo negativamente o en términos despectivos. El hecho de que nos sintamos molestos no es excusa para descargar esa frustración en los demás porque nuestra opinión no será objetiva.

3. Querer no es necesitar.  ¿Lo que estamos a punto de decir es algo que “queremos” decir o algo que la otra persona necesita escuchar o que nosotros necesitamos decir? La diferencia es abismal. Hay verdades duras o incómodas que, sin embargo, deben ser dichas para que no se conviertan en un elefante en la habitación. Pero hay opiniones que no aportan nada y que incluso pueden causar daño.

La comunicación interpersonal es fundamental para evitar conflictos y lograr nuestros objetivos. De hecho, las personas más exitosas no son las que tienen un mayor cociente intelectual sino aquellas que dominan las técnicas comunicativas y saben gestionar adecuadamente sus emociones.

Para desarrollar una comunicación eficaz no solo debemos asegurarnos de que hacer llegar de manera clara nuestro mensaje sino también nuestras emociones, siendo capaces de ponernos en el lugar de nuestro interlocutor.

La Psicología de la Comunicación es la ciencia que estudia cómo nos comunicamos y el efecto que tienen los estilos de comunicación en nuestras relaciones interpersonales. Aprende cómo desarrollar tu comunicación no verbal y descubre las técnicas asertivas más eficaces para que seas capaz de transmitir tus ideas.


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