PSICOLOGÍA / desarrollo personal
SÉ
UN ATOPO: NO
ASPIRES A SER DISTINTO A LOS DEMÁS,
“Hoy todo el mundo quiere ser distinto a los
demás. Pero en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”, escribió el
filósofo Byung-Chul Han.
Ser auténtico se ha convertido prácticamente en un
imperativo social, un imperativo que hemos interiorizado hasta tal punto que
muchos lo han convertido en el leitmotiv de su vida.
¿Y si nos estuviésemos equivocando? ¿Y si esa
búsqueda de la diferenciación nos igualara cada vez más? ¿Y si ese discurso
normalizado nos alejara progresivamente de nuestra esencia haciendo que nos
convirtamos justo en lo que pretendemos evitar?
El
terror de lo igual
La aspiración a la autenticidad y la necesidad de
diferenciación provienen de nuestro profundo deseo de trascender. Necesitamos
vivir en sociedad y, por tanto, compartir algunos de sus valores y acatar
algunas de sus normas de comportamiento. Pero también necesitamos el oxígeno
psicológico que proviene de la libertad de elección que nos permite ser
nosotros mismos.
Como resultado, lo igual nos da miedo porque es
sinónimo de indiferenciación, es como si nuestro “yo” se diluyera en la masa,
perdiendo nuestra identidad, eso que nos convierte en nosotros mismos. En el
fondo, el terror de lo igual es una expresión sublimada del miedo a la muerte.
Diferenciarnos de los demás no solo nos permite sobresalir, sino que nos
reafirma como personas únicas y asegura la supervivencia del ego encapsulado en
nuestra mente.
Por supuesto, querer ser nosotros mismos no es malo.
No es malo buscar quiénes somos y expresarlo. El problema comienza cuando esa
búsqueda de la diferenciación y la autenticidad nos lleva a un laberinto sin
salida que nos conduce a la homogeneización.
El atopos perdido
Sócrates fue un filósofo singular. Tan singular que
sus discípulos se referían a él como un atopos, una palabra de
origen griego que se utilizaba comúnmente para indicar aquello fuera de lugar,
extraño o inaudito, pero que también indicaba “el otro que no tolera ninguna
comparación” porque todo atributo que se pretenda utilizar para realizar el
paralelismo sería forzosamente falso, torpe y mortificante.
Sócrates era, por tanto, incomparable y singular.
Que no es lo mismo que ser distinto o auténtico. Byung-Chul Han explica la
diferencia: “la singularidad es algo totalmente distinto de la autenticidad.
La autenticidad presupone la comparabilidad. Quien es auténtico, es distinto a
los demás”. Sin embargo, un atopos es incomparable, lo cual significa
que “no solo es distinto a los demás, sino que es distinto a todo lo
que es distinto a los demás”.
Un atopos es una persona segura de
sí misma, que no necesita compararse ni buscar la confirmación externa de su
unicidad. Así logra liberarse de la necesidad de ser distinto, porque
simplemente ES, con mayúsculas.
No es un mero juego de palabras. Ni una disquisición
terminológica o un desvarío filosófico sino una importante diferenciación que
se ha perdido a lo largo de los siglos – probablemente con toda intención –
para evitar la unicidad en una sociedad que necesita desesperadamente la
homogeneización.
De hecho, Byung-Chul Han considera que la
proliferación de lo igual es la patología que sufre nuestra sociedad, una sociedad
que expulsa la negatividad que representa el otro prescindiendo de la represión
para recurrir a mecanismos psicológicos más sutiles.
En un régimen totalitario, es fácil distinguir los
mecanismos de expulsión de lo distinto ya que se recurre a la represión,
coerción, censura y restricción de todo tipo de libertades. En una sociedad
aparentemente libre esos mecanismos son más complejos, pero nos atan igual de
fuerte, aunque con cuerdas invisibles.
Libertad
sin liberación
Nuestra sociedad nos brinda una libertad sin
liberación. Nos pide que nos diferenciemos, pero solo dentro de ciertos
límites. Nos pide que seamos auténticos, pero nos obliga a compararnos. Nos
pide que seamos únicos, pero también que compitamos con los demás. Abrumados
por esas contradicciones, no es extraño que terminemos acallando nuestra
unicidad.
“La cultura de la constante comparación
igualatoria no consiente ninguna negatividad del atopos. Todo lo vuelve
comparable; es decir, igual. Con ello resulta imposible la experiencia del otro
atópico. La sociedad de consumo aspira a eliminar la alteridad atópica a favor
de las diferencias consumibles, heterotópicas […] La diversidad es un recurso
que se puede explotar. De esta manera se opone a la alteridad, que es reacia a
todo aprovechamiento económico”, apuntó Byung-Chul Han.
O como dijo Noam Chomsky: “entendieron que era
más sencillo crear consumidores que someter esclavos”. Cada vez que nos
comparamos reducimos nuestra riqueza y unicidad a unos patrones que damos por
válidos, como si ser más inteligente, más rico, más sociable o atrevido que los
demás significase algo. Cuando nos comparamos asumimos la vara de medir de la
sociedad y la damos por válida – de manera más o menos consciente – alejándonos
un poco más de nuestra esencia.
Por desgracia, estamos tan inmersos en ese tipo de
pensamiento, que no nos damos cuenta de que vivimos en un estado de
“conformidad potenciada”, un mecanismo que resulta mucho más eficiente que la
homogeneización represiva de las sociedades totalitarias porque nos mantiene en
el círculo vicioso de la competición social, aceptando los patrones de
comparación que marcan nuestras metas en la vida y que han sido impuestos por
alguien más.
Byung-Chul Han explica la trampa que esconde este
mecanismo: “la autenticidad genera diferencias comerciables. Con ello
multiplica la pluralidad de las mercancías con las que se materializa la
autenticidad. Los individuos expresan su autenticidad sobre todo por medio del
consumo. El imperativo de la autenticidad no conduce a la formación de un
individuo autónomo y soberano. Lo que sucede más bien es que el comercio lo
acapara por completo”.
Así se cierra el ciclo. Cuanta más confirmación
externa de nuestra autenticidad busquemos, más dependeremos de esa
confirmación. Y cuanto más distintos deseemos ser, más nos compararemos. Como
resultado, “el yo se ahoga en sí mismo”. Y lo que podía haber sido una
apasionante aventura de descubrimiento personal se convierte en una gris
replicación de lo igual. Pero, desgraciadamente, pocos lo entenderán.
Fuente:Han, B. (2017) La expulsión de lo
distinto. Barcelona: Herder Editorial.
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