Psicología/ desarrollo personal
NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES
Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como “ignorante” cuando desconoce o no comprende algo.
Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa
persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa
“carencia”. Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de
ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos
conocimientos de los adultos.
Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto:
algo que deberíamos conocer pero no sabemos, un camino que debíamos haber
recorrido pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado
pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar
como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como “ignorancia
motivada”.
¿Qué es la ignorancia motivada?
La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o
menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia
es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena
nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser
ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas
manipulables.
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