LA DIFERENCIA ENTRE APROVECHAR EL TIEMPO Y MATAR
EL TIEMPO
Hagamos un pequeño experimento para comprobar si tienes el sesgo de distinción. Elige entre estas dos opciones:
Opción 1:
Recibirás una chocolatina si piensas en un momento de tu vida particularmente
exitoso.
Opción 2:
Recibirás tres chocolatinas si piensas en un momento de tu vida en el que
experimentaste un fracaso personal.
¿Cuál
escogerías?
Si eres como
dos tercios de las personas, es probable que hayas elegido la segunda opción,
como reveló un estudio realizado en la Universidad de Chicago. La mayoría de la
gente está convencida de que es la mejor alternativa porque considera que tener
más chocolates les hará más feliz.
Sin embargo,
los investigadores comprobaron que quienes optaron por activar un recuerdo
negativo para recibir más chocolate en realidad fueron significativamente más
infelices que quienes eligieron el recuerdo positivo.
Ese fallo en
la toma de decisiones no es excepcional. Lo cometemos continuamente, incluso
cuando debemos tomar decisiones importantes en la vida. Y se debe al sesgo de
distinción.
¿Qué es el sesgo de distinción?
Tradicionalmente,
se ha pensado que las personas conocen sus preferencias y que eligen lo que es
mejor para ellos según la información que tienen en ese momento. Pero no es
así. A menudo existe una gran brecha entre nuestra predicción de felicidad y lo
que realmente nos hace felices, lo cual nos conduce a tomar malas decisiones.
El sesgo de
distinción se refiere al proceso de pensamiento que ponemos en práctica para
tomar esas decisiones. Es la tendencia a sobrevalorar las pequeñas diferencias
cuantitativas cuando debemos comparar diferentes opciones. En práctica,
simplificamos los pros y los contras centrándonos demasiado en detalle que no
son tan importantes, lo cual nos impide ver el cuadro general.
Modo comparación versus modo experiencia
La trampa que
nos hace caer en el sesgo de distinción consiste en que nuestro cerebro
funciona de manera diferente cuando debe comparar opciones que cuando las
experimentamos. Cuando tenemos que elegir, nuestro cerebro entra
automáticamente en “modo comparación”. Eso hace que sea más sensible a las
pequeñas diferencias que existen entre las diferentes opciones.
Sin embargo,
cuando vivimos nuestras decisiones, el cerebro amplía su horizonte y funciona
en “modo experiencia”. Comprende que no es necesario comparar la experiencia
que puede proporcionar una elección sino tan solo experimentarla en su
singularidad. En ese caso, tenemos en cuenta más factores y podemos centrarnos
más en nuestra felicidad y el nivel de satisfacción.
De hecho,
psicólogos de la Bowling Green State University comprobaron
que “las personas diferencian más entre opciones cuando las consideran
simultáneamente que cuando las ven por separado”. Cuando analizamos cada
alternativa de forma individual somos capaces de verla de manera más holística.
Por ejemplo,
cuando vamos a una tienda y vemos dos televisores uno al lado del otro, la
diferencia de calidad puede parecer muy grande, aunque ambos modelos tengan
características bastante similares. Como resultado, es probable que estemos más
dispuestos a pagar un precio más elevado por un televisor de mayor calidad,
aunque en realidad esa diferencia de calidad es casi imperceptible si viésemos
cada televisor por separado.
Las consecuencias del sesgo de distinción
No ser
conscientes del sesgo de distinción puede llevarnos a tomar muy malas
decisiones en la vida. Puede hacernos creer, por ejemplo, que seremos más
felices si compramos una casa de 150 metros cuadrados que una de 100.
El problema
es que cuando analizamos dos opciones simultáneamente buscamos un factor común
que nos sirva como patrón de comparación. El sesgo de distinción aparece cuando
tenemos en cuenta una sola variable y esta ni siquiera es tan importante para
la experiencia posterior.
Imaginemos,
por ejemplo, que debemos elegir entre un empleo monótono en el que cobraremos
40.000 euros al año o un puesto más desafiante en el que cobraremos 30.000. Con
la vista puesta en nuestra felicidad, podemos centrarnos en analizar todas las
cosas que podríamos comprar con esos 10.000 euros más y que nos harían más
felices.
Sin embargo,
obviamos el hecho de que pasar 8 horas cada día en un empleo monótono podría
generar un aburrimiento y frustración tales que no se compense con la pequeña
felicidad que puede aportar el dinero adicional.
El sesgo de
distinción también nos tiende otra trampa: nos conduce a querer siempre más.
Pero eso, lejos de resultar gratificante o hacernos felices puede generarnos
más estrés.
Si creemos
que seremos más felices en una casa más grande, con un televisor de mayor
calidad o un móvil más moderno, tendremos que esforzarnos más para conseguirlo,
lo cual podría conducirnos a sacrificar nuestra felicidad aquí y ahora, en pos
de una opción que realmente no es más satisfactoria ni más gratificante.
3 claves para evitar el sesgo de distinción
1. Determina
tus “imprescindibles” antes de comparar
Muchas veces,
las personas que nos intentan vender algo hacen leva en el sesgo de distinción
para convencernos a elegir la opción más cara, aunque no la necesitemos ni nos
haga más felices. Por eso, antes de elegir, es conveniente que tengas claras
tus necesidades y las características imprescindibles que estás buscando.
Parte del
concepto de adaptación
hedonista,
según el cual, terminarás acostumbrándote a las cosas con relativa rapidez, de
manera que lo que te hace muy feliz hoy, no te hará feliz por siempre. Con esa
idea en mente, es probable que una opción más económica o modesta que implique
menos estrés pueda cumplir perfectamente con tus requisitos y proporcionarte la
misma felicidad o incluso más que opciones más caras o difíciles de conseguir.
2. Analiza
cada opción de manera individual
Cuando
entramos en “modo comparación” destinamos gran parte de nuestros recursos
cognitivos a buscar la diferencia entre las opciones. Entonces podemos
terminar en un callejón sin salida en el que demos demasiado peso a diferencias
cuantitativas intrascendentes.
Para evitar
ese sesgo, simplemente debes evitar comparar las opciones simultáneamente. En
su lugar, analiza cada alternativa de manera individual. Si se trata de elegir
una casa, por ejemplo, no debes comparar diferentes propiedades sino centrarte
en lo que te gusta de cada una de ellas, de manera que puedas imaginar la
experiencia cuando la habites.
3. Establece
indicadores de comparación
Nuestro
cerebro es un gran ahorrador de energía. Suele preferir los caminos más
fáciles, de manera que tendremos la tendencia a centrarnos en las cosas más
evidentes. Además, una vez que emprendamos ese camino, nos cuesta retroceder.
Por eso, a la
hora de analizar las diferentes opciones, es conveniente ampliar el horizonte y
tomar en consideración la mayor cantidad de factores posible. En el caso de la
casa, por ejemplo, no consideres únicamente el precio o los metros cuadrados,
ten en cuenta además su ubicación, las sensaciones que te transmite la propiedad,
las características del vecindario y el estilo de vida que podría brindarte.
Si tienes en
cuenta estas 3 claves, podrás analizar cada opción de manera más holística y
elegir aquella que realmente pueda hacerte más feliz o sea más satisfactoria a
corto y largo plazo.
Fuente
Mani, L.
(2018) Distinction Bias: Why You Make Terrible Life Choices. En: Medium.
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