psicología/desarrollo personal
ACEPTACIÓN RADICAL, PORQUE EL DOLOR ES INEVITABLE, PERO EL SUFRIMIENTO OPCIONAL
ACEPTACIÓN RADICAL, PORQUE EL DOLOR ES INEVITABLE, PERO EL SUFRIMIENTO OPCIONAL
En nuestro día a día, solemos utilizar las palabras “dolor” y
“sufrimiento” indistintamente. El dolor genera sufrimiento y el sufrimiento
genera dolor, por lo que en nuestra mente ambas sensaciones están unidas
indisolublemente. Sin embargo, existe una diferencia sutil entre ambos
conceptos, una diferencia que puede marcar un gran cambio en la forma de
afrontar la vida y la adversidad.
La diferencia principal entre el dolor y el sufrimiento radica en la
forma de enfrentar los problemas, los conflictos y las dificultades que van
surgiendo a lo largo de los años. El dolor es una sensación que experimentamos
cuando vivimos una situación que ha tenido un impacto negativo sobre
nosotros.
Es una respuesta automática ante algo que nos ha hecho daño, ya sea a
nivel físico o psicológico. Así, experimentamos dolor cuando nos cortamos un dedo,
pero también cuando perdemos a un ser querido, cuando alguien nos humilla o nos
desprecia.
Desde esta perspectiva, el dolor es una respuesta que no podemos evitar
ya que se activa inmediatamente después del suceso. Sin embargo, llegados a
este punto, podemos elegir entre dos caminos: aceptar la existencia del dolor y
enfrentarlo, o negarlo y hacer como si no existiera.
Sin embargo, el sufrimiento es otra cosa, es el resultado de la
interpretación negativa que le damos a ese dolor a lo largo del tiempo. Y en
muchos casos, es precisamente ese significado lo que acrecienta el malestar.
Por tanto, aunque el dolor puede ser necesario para crecer, el sufrimiento es
innecesario y nos limita.
¿Qué sucede en el cerebro
que sufre?
El sufrimiento se genera a partir de los significados negativos que le
damos a determinadas situaciones dolorosas, pero se mantiene debido a nuestro
miedo a experimentar esas emociones negativas. Cuando negamos o queremos
ocultar el dolor, lo que estamos haciendo es evitar que la vivencia traumática
se integre en nuestra experiencia de vida, como resultado, se mantiene activa
causando sufrimiento. Si no comprendemos y aceptamos el dolor, si no le
conferimos un significado, impedimos que se integre como una experiencia
narrativa de contenido neutro, por lo que continuará atesorando su valencia
negativa.
De hecho, se ha apreciado que cuando vivimos una experiencia
particularmente dolorosa o incluso traumática, en nuestro cerebro se produce
una desregulación bioquímica. En práctica, la amígdala se mantiene activada
porque cree que el peligro aún existe, aunque no sea así.
Esa hiperactivación incrementa los niveles de cortisol, una hormona que
inhibe el funcionamiento del hipocampo, la estructura que se encarga de
procesar las experiencias que vivimos, confiriéndoles un significado y
ubicándolas en nuestra memoria.
Por tanto, hasta que sigamos percibiendo la experiencia dolorosa como una
amenaza, hasta que no estemos dispuestos a enfrentarla, no seremos capaces de
asumirla y, por tanto, esta seguirá causando sufrimiento. Sin embargo, ese
sufrimiento no nos conducirá a ninguna parte.
Cambiar el significado del
dolor
En un experimento llevado a cabo en las universidades de Massachusetts y
Stanford, los investigadores les presentaron a los participantes una serie de
imágenes que despertaban emociones negativas. Sin embargo, a algunos se les
pidió que intentasen cambiar su significado, para que dejasen de experimentar
esas emociones.
De esta forma, se pudo apreciar que las personas capaces de encontrar
explicaciones alternativas podían cambiar sus emociones negativas. Por tanto,
la reestructuración cognitiva es una técnica particularmente eficaz para
enfrentar el sufrimiento que se genera a partir del dolor. En práctica, se
trata de cambiar las emociones negativas, cambiando el significado que le
atribuimos a determinados hechos. ¿Cómo lograrlo?
1. Identifica los
pensamientos que te causan sufrimiento. Casi siempre, estos pensamientos se basan en formas distorsionadas de ver
la realidad, en una exageración de las consecuencias o en el miedo a no ser
capaces de afrontar la adversidad. Sin embargo, considera que lo que sientes,
no es la realidad, es tan solo una reacción ante esta. Por tanto, toma papel y
lápiz y escribe los pensamientos que más te molestan.
2. Evalúa los pensamientos. Analiza si esos pensamientos se ajustan
verdaderamente a la realidad, pregúntate: ¿Qué evidencias confirman lo que
pienso? ¿Es una interpretación parcial o exagerada? Luego, debes analizar sus
consecuencias: ¿Son útiles estos pensamientos? ¿Me ayudan a sentirme como me
gustaría? También es conveniente que imagines las peores consecuencias y te
preguntes: ¿Son realmente tan graves? ¿Qué efectos tendrán en mi vida dentro de
un año?
3. Busca pensamientos
alternativos. Por último,
deberás sustituir esos pensamientos negativos que alimentan el sufrimiento con
otros más positivos o desarrolladores. Por supuesto, no se trata de engañarse
ni de minimizar los problemas sino de asumir una actitud que te ayude a
procesar el dolor y seguir adelante. Por tanto, pregúntate: ¿Cómo podría
interpretar lo que me está sucediendo de forma más positiva? ¿Cuáles son los
beneficios que podría sacar de esta situación? ¿Qué me diría mi mejor amigo en
esta situación?
Fuente:
Ochsner, K. N. et. Al. (2002) Rethinking Feelings: An fMRI Study of the
Cognitive Regulation of Emotion. Journal of Cognitive Neuroscience;
14(8): 1215–1229.
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