ANSIEDAD CRISIS DE ANSIEDAD: EL MIEDO AL MIEDO
La crisis de ansiedad, más conocida en el ámbito de la
Psicología como crisis de angustia o ataque de pánico, afecta aproximadamente
al 3% de la población, si bien se estima que su incidencia es aún mayor ya que
muchas personas no solicitan ayuda médica y no llegan a ser diagnosticadas.
La primera crisis de ansiedad puede sobrevenir en cualquier
momento y a cualquier edad, si bien normalmente los síntomas suelen aparecer en
la adolescencia o la juventud para luego mermar en la tercera edad. Este
trastorno es mucho más común en las mujeres que en los hombres y en los países
desarrollados.
¿Cómo se instaura la crisis de ansiedad?
Una vez que ocurre la primera crisis de pánico, es probable
que esa experiencia se repita. Cuando la persona se vuelve a exponer a una
situación similar a la que desencadenó la crisis de angustia original, experimentará
lo que se conoce como ansiedad anticipatoria puesto que revivirá en su mente
los síntomas del ataque de pánico pasado.
En esos casos lo que ocurre es que se activa un mecanismo de
autoobservación que incrementa el nivel de tensión. De esta forma se genera un
círculo vicioso de miedo y tensión que alimenta la ansiedad y desencadena otras
crisis de pánico, cada vez más intensas y difíciles de controlar.
La buena noticia es que el tratamiento para las crisis de
ansiedad suele ser muy eficaz: entre un 70 y 90% de las personas que se someten
a terapia logra controlar los síntomas. Sin embargo, es importante tener
presente que mientras antes nos sometamos al tratamiento, más corto será y
mejores resultados alcanzaremos. Por eso es tan fundamental aprender a detectar
los síntomas de las crisis de pánico.
Los síntomas de la crisis de ansiedad
Para diagnosticar un ataque de pánico es necesario que el
miedo aparezca de manera intensa y alcance su máxima expresión en cuestión de
minutos. Durante ese episodio la persona experimenta varios de los siguientes
síntomas físicos:
- Sudoración
profusa
- Temblores
o sacudidas
- Sensación
de ahogo o dificultades para respirar
- Opresión
torácica
- Palpitaciones
y aumento de la frecuencia cardíaca
- Sensación
de atragantarse
- Náuseas
- Mareos,
pérdida del equilibrio y/o desmayo
- Sensación
de hormigueo o entumecimiento
- Escalofríos
o sofocos
- Sensación
de entumecimiento u hormigueo en las extremidades
No obstante, la crisis de ansiedad también se acompaña de
síntomas psicológicos, los más comunes son:
- Miedo
a perder el control o a “volverse loco”
- Preocupaciones
recurrentes sobre la posibilidad de padecer otro ataque de pánico o sobre
sus consecuencias.
- Miedo
a morir, sobre todo porque confunde los síntomas con los de un infarto
- Sensación
de irrealidad o de despersonalización; es decir, de estar separado del
cuerpo
Lo usual es que las crisis de ansiedad solo duren unos
minutos, pero en algunos casos pueden persistir más tiempo. De hecho, en muchos
casos los síntomas vegetativos que experimenta la persona, así como el miedo,
van in crescendo a lo largo de los meses y años.
¿Cómo distinguir un ataque de ansiedad de un infarto al
corazón?
La mayoría de los síntomas de la crisis de ansiedad son
similares a los que se experimentan durante un infarto, ya que se trata de
respuestas neurovegetativas, por eso muchas personas se asustan aún más al
pensar que están al borde de la muerte. Esto se debe a que durante estos
episodios nuestro cuerpo reacciona produciendo las “hormonas del estrés”, que
son las que generan todos esos síntomas.
Sin embargo, la crisis de ansiedad casi siempre está
antecedida por situaciones de gran estrés, como la pérdida de una persona
querida, un proyecto laboral demasiado estresante o un conflicto familiar. En
muchos casos la persona también refiere haber experimentado con anterioridad al
ataque de pánico pequeños episodios con signos más leves de náuseas, mareos,
dificultades para respirar y palpitaciones.
Otro factor clave para realizar la diferenciación es el
tiempo. En la crisis de ansiedad los síntomas suelen iniciar bruscamente y
alcanzan su máxima expresión durante los primeros 10 minutos para luego ir
remitiendo. En los infartos el dolor suele durar pocos minutos, puede irse y
luego regresar. No obstante, si se trata del primer episodio, lo mejor es
acudir inmediatamente al médico. Este determinará si ha sido un infarto o una
crisis de ansiedad.
De hecho, no debemos olvidar un estudio realizado en el
Hospital General de Massachusetts según el cual, las mujeres menopáusicas que
habían tenido un ataque de pánico en los últimos seis meses tenían cuatro veces
más riesgo de infarto cardíaco y tres veces más posibilidades de tener un
accidente cerebrovascular en un período de cinco años.
Las causas de los ataques de pánico
Al igual que muchos otros trastornos psicológicos, las
causas de los ataques de pánico son multifactoriales, lo cual significa que se
mezclan factores de índole biológica, psicológica y social.
– Genéticos. Los estudios realizados con gemelos
han demostrado que es posible que este trastorno tenga una base genética, con
la probabilidad de que se transmita de un 30-40%. Un estudio realizado en la
Universitat Pompeu Fabra encontró que las personas con este trastorno tienen
una desregulación en el gen NTRK3, responsable de codificar una proteína
esencial para la formación del cerebro, la supervivencia de las neuronas y las
conexiones entre ellas. Ese gen podría afectar la manera en que las memorias de
miedo se codifican en el cerebro, haciendo que este reaccione de manera
excesiva. Sin embargo, las crisis de ansiedad no se deben a la alteración de un
único gen sino que se han encontrado otros genes vinculados.
– Anomalías cerebrales. Se ha apreciado que las
personas que sufren crisis de ansiedad experimentan una estimulación excesiva
en una región del cerebro llamada amígdala, que está involucrada en la
respuesta de lucha o huida. También hay un desequilibrio en algunos
neurotransmisores, que son los encargados de transmitir la información en el
cerebro. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Iowa ha
descubierto que las personas con crisis de angustia pueden tener un problema de
pH a nivel cerebral, el cual desempeña un papel esencial en las respuestas
relacionadas con el miedo y la ansiedad.
– Ambientales. Los eventos estresantes parecen
ser un detonador de los ataques de pánico, como puede ser un divorcio,
accidente o la muerte de alguien cercano. También se ha apreciado que estas
personas suelen haber tenido más experiencias traumáticas en la vida, como
haber sido victimas de violencia, lo cual puede haber dejado una huella en sus
cerebros que los predisponen a sufrir los ataques de pánico.
– Psicológicas. No poseer buenas herramientas de
afrontamiento ante la adversidad aumenta el riesgo de responder con crisis de
angustia. La tendencia a tener pensamientos negativos recurrentes también hace
a la persona más vulnerable. Se ha apreciado que las personas con tendencia a
la ansiedad y el neuroticismo son más propensas a padecer un trastorno de
pánico, así como aquellas que tienen una historia marcada por episodios de
miedo.
Las consecuencias de las crisis de ansiedad
En un primer momento, la reacción de una persona que está sufriendo
una crisis de pánico es huir del lugar donde se encuentra, sobre todo si se
halla en medio de una multitud. El problema es que lo imprevisible de los
ataques de pánico hacen que esa persona tenga cada vez más miedo. Se instaura
el miedo al miedo, de manera que comienza a evitar los sitios públicos o todas
aquellas situaciones en las que no se siente cómoda o segura.
Como resultado, esa persona vive en un estado de angustia
permanente, a la espera de la próxima crisis de ansiedad. Para evitarla, se
recluye en una zona de confort que es cada vez más pequeña, por lo
que sus relaciones interpersonales y su calidad de vida se afectan
notablemente. A esto se le suma el hecho de que quienes sufren crisis de
ansiedad a menudo pasan años yendo de un médico a otro, en la búsqueda de un
diagnóstico, lo cual suele ser muy desgastante.
Un estudio realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad
de Keio reveló que las personas que sufren ataques de pánico también son más
propensas a desarrollar una adicción a las benzodiazepinas. El problema es que
se vuelven dependientes debido al temor de que los síntomas reaparezcan si
interrumpen los medicamentos para la ansiedad. De hecho, cuanto mayor es
la gravedad del trastorno, más común y mayor era la dependencia psicológica a
las benzodiazepinas.
¿Cuál es el tratamiento de la crisis de ansiedad?
Un estudio realizado en la Universidad Técnica de Dresde
analizó la eficacia de la terapia de aceptación y compromiso (ACT) en 43
personas que sufrían crisis de ansiedad y que no habían respondido a
tratamientos previos, como la medicación, el enfoque cognitivo y la terapia de
exposición. Estas personas mejoraron significativamente después de tan solo
cuatro semanas y esa mejoría se mantuvo a los seis meses.
También se ha apreciado que las herramientas y técnicas que
se centran en el cuerpo son especialmente útiles en el tratamiento de la crisis
de ansiedad. Un estudio realizado en la Charité – University Medicine
Berlin descubrió que la práctica regular de ejercicio aeróbico
disminuye el nivel de ansiedad, por lo que es un complemento ideal para la
terapia cognitivo-conductual, lo cual probablemente se debe a que influye en la
respuesta del organismo a nivel neuroendocrino.
Aplicar ejercicios
de respiración también ayuda a aliviar los síntomas de la crisis de
angustia ya que la persona siente que vuelve a tener el control, por lo que se
recomienda aplicarlos justo cuando experimenten los primeros signos, antes de
llegar al punto de no retorno. Otros métodos, como el mindfulness y la terapia
racional-emotiva, también son útiles en el tratamiento de las crisis de
ansiedad.
Fuentes:
Fujii, K. et. Al. (2015) Dependence on benzodiazepines in
patients with panic disorder: A cross-sectional study. Psychiatry Clin
Neurosci; 69(2): 93-99.
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