Psicología/ Desarrollo personal LA ANSIEDAD
COGNITIVA: EL CAMINO HACIA LA ESTUPIDEZ
Cada vez es más habitual. Es
tan común que podríamos catalogarlo como el “mal de nuestra época
híperconectada”. Hablas con una persona. Te está escuchando. O al menos eso
parece. Crees que has conectado emocionalmente, que has transmitido tu mensaje.
Sin embargo, luego descubres que esa persona no ha entendido casi nada de lo
que le has dicho. Y al día siguiente ni siquiera lo recuerda. Es la impaciencia
cognitiva, el camino más directo hacia la estupidez.
¿Qué es la impaciencia cognitiva?
¿Cuándo fue la última vez que leíste
un texto de principio a fin, sin desesperarte, sin cansarte, sin interrumpir tu
lectura para hacer otra cosa, sin distraerte y querer pasar urgentemente a otra
cosa “más interesante”
Esa incapacidad para mantener
concentrada la atención en una sola tarea es lo que el profesor de literatura
Mark Edmund son denominó impaciencia cognitiva. Este profesor se dio cuenta de
que muchos estudiantes universitarios evitan activamente la literatura clásica
de los siglos XIX y XX porque no tienen la paciencia necesaria para leer textos
más largos y densos de los que solemos encontrar en Internet.
Así acuñó el término
“impaciencia cognitiva”, que se refiere a la incapacidad para prestar atención
durante el tiempo necesario para comprender la complejidad de un pensamiento o
argumento. Al no prestar atención y ser víctimas de la impaciencia, no solo no
podemos comprender ideas complejas, sino que ni siquiera podemos retener en la
memoria ideas más simples.
El atronador ruido de la distracción
Vivimos en un mundo donde el silencio se ha convertido en un lujo. El ruido es casi omnipresente, no
solo el ruido acústico sino uno aún más peligroso: el ruido de la distracción.
La soledad ha dejado paso a una presencia permanente que nos interrumpe constantemente
y en cualquier circunstancia, una presencia que se encarga en la mensajería
instantánea, las redes sociales, el consumo compulsivo de información…
En la era de la híper
conectividad, la ansiedad reina. Y para afianzar su reinado no ha dudado en
arrasar con la tranquilidad tan necesaria para concentrarnos y reflexionar. Si
no podemos estar tranquilos, si tenemos la sensación de que nos estamos
perdiendo algo o de que existe otra cosa mucho más interesante, no logramos
concentrarnos.
Nuestra atención paga la
factura. Y esa factura es tan elevada que el psicólogo Daniel Goleman ha
llegado a afirmar que estamos ante “una encrucijada peligrosa para la
humanidad” porque sin la atención perdemos nuestra capacidad para pensar y
tomar decisiones autónomas. “La atención, en todas sus variedades,
constituye un valor mental que, pese a ser poco reconocido (y hasta subestimado
en ocasiones), influye poderosamente en nuestro modo de movernos por la vida”.
¿Cómo nos están robando la atención?
Daniel Goleman se refiere a la
impaciencia cognitiva como un estado de “atención parcial continua”. Sería una
especie de estupor inducido por el bombardeo de datos procedente de distintas
fuentes de información. En práctica, nos exponemos a tanta información que
simplemente no somos capaces de procesarla de manera adecuada, por lo que no
brindamos más que una atención parcial a cada estímulo, ya se trate de leer,
ver una película o mantener una conversación.
Ese bombardeo de información
genera, inevitablemente, atajos negligentes, lo cual significa que
desarrollamos hábitos atencionales menos eficaces y, aunque aparentemente
estamos presentes y enfocados, en realidad nuestra atención está tan dividida
que no podemos reflexionar sobre lo que estamos leyendo o escuchando.
Un estudio realizado en la Universidad
de Aberdeen y de Columbia Británica reveló que cuando leemos, nuestra mente
suele pasar entre un 20 y 40% del tiempo divagando. En una conversación ocurre
lo mismo, por lo que no es extraño que luego no podamos recordar gran parte del
mensaje pues nos hemos perdido trozos importantes del mismo.
Goleman explica que “cuanto
más distraídos estemos durante la elaboración de ese tejido y más largo sea el
lapso transcurrido hasta darnos cuenta de que nos hemos distraído, más grande
será el agujero de dicha red y más cosas, en consecuencia, se nos escaparán”.
El peligro de la impaciencia cognitiva no se reduce a un simple despiste u olvido sino que sus implicaciones van mucho más allá. Para comprenderlas, debemos entender cómo funciona la atención.
El peligro de la impaciencia cognitiva no se reduce a un simple despiste u olvido sino que sus implicaciones van mucho más allá. Para comprenderlas, debemos entender cómo funciona la atención.
Atención superior y atención inferior: Un camino
bidireccional que se ha bloqueado
Nuestro cerebro cuenta con dos
sistemas mentales separados que funcionan de manera relativamente
independiente. Existe una atención inferior, que funciona entre
bambalinas, de carácter involuntario, que nos alerta de peligros y toma el
mando cuando realizamos tareas repetitivas, cuando funcionamos en piloto
automático. Existe otra atención superior y voluntaria que
tiene un carácter reflexivo.
La impaciencia cognitiva ataca precisamente
la atención superior, esa que potencia nuestra autoconciencia y las capacidades
de crítica, deliberación y planificación. Cuando saltamos de un estímulo a
otro, solo capta nuestra atención aquello que consideramos peligroso o que
tiene una gran repercusión emocional. De los 20 titulares por los que discurren
nuestros ojos, solo nos atrapará aquel que genere una resonancia emocional.
El problema es que esa
tendencia nos vuelve muy vulnerables porque cuando un estímulo desencadena una
respuesta afectiva intensa se puede producir un secuestro emocional, lo cual significa que “nuestra atención se estrecha
aún más y se aferra a lo que nos preocupa, al tiempo que nuestra memoria se
reorganiza, favoreciendo la emergencia de cualquier recuerdo relevante para la
amenaza a la que nos enfrentamos […] Y, cuanto más intensa es la emoción, mayor
es nuestra fijación. El secuestro emocional es, por así decirlo, el pegamento
de la atención”, según Goleman.
En otras palabras, ceder a la
impaciencia cognitiva nos arrebata el control y la capacidad para pensar y
decidir de manera autónoma. Nos convierte en marionetas de las emociones,
emociones que los demás (léase la publicidad, los políticos, las clases
dominantes o simplemente una persona cercana) pueden manipular a su antojo. Sin
la capacidad para prestar atención, somos fácilmente amoldables porque nos
convertimos en zombies que funcionan en piloto automático.
¿De qué nos sirve saber leer si
no reflexionamos sobre el contenido? ¿De qué nos sirve pasar horas con un amigo
si no prestamos atención a lo que nos dice? ¿De qué nos sirve
"informarnos" si no asumimos una actitud crítica ante las
noticias?
Canjear nuestra atención por la
información efímera y a menudo intrascendente que nos “regala tan magnánimamente”
la sociedad actual simplemente no vale la pena.
Fuente:
Wolf, M. (2018) Skim
reading is the new normal. The effect on society is profound. En: The Guardian.
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