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HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN
HAY EXPECTATIVAS QUE NOS CONDENAN A LA FRUSTRACIÓN
Los diferentes tipos de expectativas que alimentamos
terminan dando forma a nuestro mundo. Como dijera la escritora J.K. Rowling: “vemos
lo que queremos ver”. El problema comienza cuando nuestras expectativas se
distancian demasiado de la realidad, de manera que lo que esperamos y deseamos
no se cumple. Entonces es inevitable que sobrevenga un estado marcado por la
frustración, la ira y/o el desánimo.
Los
diferentes tipos de expectativas
Las expectativas no
son más que suposiciones que realizamos de cara al futuro, anticipaciones de lo
que podría pasar basadas en una serie de aspectos subjetivos y
objetivos. El problema es que a menudo los aspectos subjetivos inclinan
demasiado la balanza y nuestras expectativas se vuelven irreales o incluso
irracionales.
Al contrario, ser capaces de comprender los
diferentes tipos de expectativas que alimentamos nos permitirá nivelarlas, de
manera que sean más acordes a la realidad. Eso no significa resignarse o dejar
de soñar, sino tan solo mantener los pies en la tierra, para evitar una
dolorosa caída que termine provocándonos heridas profundas y difíciles de
sanar.
Conocer los diferentes tipos de expectativas nos
permitirá detectarlas y, si es necesario, ajustarlas a la realidad.
1. Expectativas
predictivas
Cuando alimentamos este tipo de expectativas creemos
saber lo que sucederá durante las experiencias que vivamos. Por ejemplo, si
vamos a una cita o a una entrevista de trabajo imaginamos lo que sucederá
durante ese encuentro. Se trata, por ende, de una recreación de una experiencia
futura en nuestra mente, esperando que ocurra de esa manera y no de otra.
Generalmente estas expectativas se basan en nuestras
experiencias anteriores o en las experiencias de personas cercanas. Si un
colega de trabajo siempre se ha mostrado amable con nosotros, esperamos que nos
haga el favor que estamos a punto de pedirle. No obstante, también implican una
expectativa sobre nuestro estado de ánimo porque imaginando cuán felices o
tristes nos sentiremos en determinada situación.
2.
Expectativas normativas
Este tipo de expectativas se basa en las normas que asumimos.
Todos conocemos y compartimos determinados valores y normas sociales, de manera
que desarrollamos una serie de expectativas en base a ellos. Esperamos, por
ejemplo, que una persona no tire la colilla de cigarro al suelo o que un
funcionario público se comporte de manera amable con nosotros para ayudarnos a
solucionar el problema.
Estas expectativas se refieren a un estándar básico
de comportamiento que esperamos que los demás sigan en diferentes situaciones
sociales. No esperamos que alguien nos golpee en la calle sin razón alguna
porque existen determinadas normas que nos permiten suponer que podemos coexistir
de manera más o menos civilizada.
3.
Expectativas merecidas
Este tipo de expectativa es quizá la más subjetiva
de todas puesto que se basa en lo que creemos merecer. Por ejemplo, si creemos
que somos el mejor empleado de la empresa, esperaremos que el próximo ascenso
sea nuestro. Se trata, por ende, de una expectativa basada en nuestra idea de
la justicia.
Creemos que somos merecedores de algo, ya sea por
nuestro desempeño, cualidades o capacidades. Y suponemos que algo debe ocurrir
solo porque creemos que es justo o que somos merecedores de ello. Es la
sensación de que tenemos derecho a ello, por encima de los demás, porque de
cierta forma nos lo hemos ganado.
El problema comienza cuando estos tipos de
expectativas se vuelven irracionales, en gran parte porque no tenemos en cuenta
los deseos y necesidades de los demás. Y también porque no incluimos en la
ecuación la imprevisibilidad del mundo y la incertidumbre que siempre existe.
Como resultado, terminamos indignándonos o entristeciéndonos cuando esas
expectativas que con tanto esmero habíamos alimentado caen en saco roto.
¿El
secreto? Diferenciar la anticipación del deseo
Nuestro equilibrio mental saldrá
beneficiado si en vez de seguir alimentando expectativas irreales, somos
capaces de diferenciar la anticipación del deseo. El deseo de que algo ocurra –
o no – suele tener una base profundamente subjetiva. Deseamos evitar todo
aquello que nos desagrada o molesta mientras preferimos aquello que nos hace
sentir bien. Es normal. Pero alimentar expectativas únicamente en base a esos
estados de repulsión o atracción nos alejará cada vez más de la realidad,
condenándonos a la frustración.
La anticipación, al contrario, es positiva e incluso
necesaria para nuestra vida cotidiana. La anticipación se alimenta de nuestras
experiencias, pero también es un proceso razonado en el que tenemos en cuenta
los factores en contra. Anticipar lo que podría pasar puede ayudarnos a
prepararnos de antemano, elaborar un plan de acción alternativo, de manera que
evitemos posibles problemas y conflictos.
Solo debemos asegurarnos de que esa anticipación
proviene de un análisis ponderado de la situación. El deseo influirá. Sin duda.
Pero debe ser solo un factor de la ecuación, y es conveniente que no sea es el
más importante. Por consiguiente, la próxima vez que pensemos que nos merecemos
algo, que las personas se deben comportar de cierta forma o que las cosas
saldrán como imaginamos, deberíamos detenernos un segundo a pensar si nuestras
expectativas no nos estarán conduciendo por un camino erróneo.
Posted: 10
¿Eutimia o felicidad? Lamayoría de las personas
elegiría ser feliz. Los filósofos estoicos, sin embargo, elegirían la eutimia
porque sabían que ese estado de equilibrio interior nos conduce a la
felicidad. Pero además nos ayuda a ser más resilientes, afrontar mejor la
adversidad, ser más independientes y desarrollar una mayor tolerancia a la
frustración. Por desgracia, el concepto de eutimia se ha ido vaciando de su
sentido con el paso del tiempo.
¿Cuál
es el significado de eutimia?
El término eutimia es de origen griego. Es el
resultado de la combinación del pronombre “eu” que significa “bien” y
“thymos” que significa “alma o emoción”. Sin embargo, en realidad este
último término abarca cuatro significados diferentes: energía vital; sentimientos
y pasiones; voluntad, deseo e inclinación y, por último, pensamiento e
inteligencia.
Por tanto, si nos remitimos al significado
original de eutimia, no se limita únicamente a un estado de ánimo positivo,
sino que va mucho más allá haciendo referencia a un equilibrio de todos los
contenidos psicológicos.
La
estabilidad de los afectos
En el ámbito de la Psicología, el término eutimia
se ha utilizado de manera más restrictiva, fundamentalmente para referirse a
la ausencia de alteraciones en los trastornos del estado de ánimo, como el
trastorno bipolar. La eutimia sería, por tanto, los periodos de equilibrio
entre la manía y la depresión.
En el pasado se pensaba que las personas con
trastornos mentales recuperaban su pleno rendimiento en la fase eutímica, pero
ahora se conoce que entre en el 40 y 60% de los pacientes eutímicos presentan
trastornos neurocognitivos.
Ese descubrimiento ha puesto en tela de juicio la
eutimia como un estado emocional eminentemente positivo para dejar paso a un
concepto de eutimia más amplio y vinculado al equilibrio. Sería, por tanto,
una sensación de bienestar y equilibrio matizada por un sentimiento de
alegría sosegada y paz interior.
De hecho, en 1991 el psiquiatra Gara moni sugirió
que la eutimia fuese un nivel de funcionamiento saludable caracterizado por
un balance óptimo entre los afectos y cogniciones positivas y negativas. De
esta manera, la psicopatología sería el resultado de una desviación de ese balance.
Según esta perspectiva, la eutimia no es un estado
carente de afectos y pensamientos negativos. Estos existen, pero no nos hacen
perder la estabilidad. Si las emociones y sentimientos negativos predominasen
se haría referencia a un estado de ánimo negativo o distimia, generalmente
caracterizado por la tristeza y la nostalgia. Y si las emociones positivas
fueran excesivas también romperían el equilibrio mental y serían dañinas,
como en el caso de la manía.
Los
3 secretos de los filósofos para alcanzar la eutimia
“Si deseas ser imperturbable, es una cosa
excelente, de hecho, es la mejor de todas y una de las que erige al hombre a
nivel de dios. Los griegos llamaban a esa firmeza mental eutimia […] Lo que
necesitamos entender es cómo la mente puede seguir un curso constante y sin
contratiempos, cómo puede sentirse satisfecha de sí misma y mirar con placer
a su alrededor, y no experimentar la alegría de manera interrumpida sino
permanecer en ese estado, pero en una condición pacífica sin estar nunca
eufórico o deprimido: eso es ‘paz mental’”, dijo Séneca.
El filósofo estoico aspiraba a alcanzar la
eutimia. Consideraba que se trataba de un estado de calma interna y
satisfacción vinculado al bienestar psicológico, un “tranquillitas animi” que
iba acompañado de una “felicitatis intellectus”, que sería la plena
conciencia de ese bienestar. Así nos daba a entender que la eutimia no es un
estado al que llegamos por azar sino el fruto de un esfuerzo consciente y un
arduo trabajo interior.
El primer paso para desarrollar el estado
eutímico, según Séneca, sería dejar de juzgar. “La tranquilidad
solo puede ser alcanzada por quienes han logrado un inquebrantable poder
sobre los juicios”, afirmó.
Los juicios que realizamos sobre las cosas son los
que, a menudo, nos roban nuestro equilibrio al alimentar las frustraciones,
tensiones, desilusiones y enfados, estados que terminan acumulándose. Por
eso, necesitamos juzgar mucho menos.
Séneca también daba una segunda pista para
alcanzar la eutimia: vivir estando plenamente presentes. “La verdadera
felicidad es disfrutar del presente sin dependencia ansiosa del futuro, no
divertirnos con esperanzas o miedos, sino descansar tranquilos, como el que
no desea nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de
nosotros y se encuentran a nuestro alcance. Un hombre sabio está contento con
su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
El tercer y último consejo proviene de Demócrito,
otro filósofo que hizo referencia a la eutimia. En su caso, creía que esta
proviene de sentirnos satisfechos con lo que tenemos y lo que somos.
Sería un estado de tranquilidad en el que no buscamos ansiosamente acumular
muchas más cosas ni nos quita el sueño no tenerlas. Eso no significa dejar de
crecer ni resignarse, sino sentirse satisfechos aquí y ahora mientras
trabajamos por mejorar el futuro.
Por eso recomendaba prestar poca atención a las
personas importantes y a menudo envidiadas y admiradas que nos rodean para
centrar nuestra atención en aquellas que menos tienen y más sufren. Esa
comparación nos permite poner nuestro sufrimiento, dolor o supuesta mala
suerte en perspectiva. Y también nos permite desarrollar la gratitud
imprescindible para calmar nuestra mente inquieta.
Por supuesto, no existe una receta ideal para
alcanzar la eutimia. Cada persona debe encontrar su balance óptimo, ese
estado en el que se siente a gusto, en el que nada sobra, pero tampoco falta.
Y eso dependerá de factores como su personalidad, el contexto social y
cultural y, por supuesto, el trabajo interior que haga.
Fuentes:
Linden, M. (2020) Euth
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