PERSEVERANCIA PERSEVERANCIA VIRTUDES
EN SANTO TOMÁS DE AQUINO.
PERSEVERANCIA: Es la virtud que permanece largo tiempo y con firmeza en un bien difícil de permanecer (Cf. II-II, 137). La perseverancia no pierde su firmeza ni cede “ante la dificultad que implica la larga duración de la obra buena” (II-II, 137, 2, c). También modera el “temor a la fatiga o el desfallecimiento causado por la larga duración del bien obrar” (II-II, 137, 2, rta 2).
“Es esencial a la perseverancia
el continuar hasta el término de la obra virtuosa, como lo es el que el soldado
persevere hasta el final del combate, y el magnífico hasta que se acabe su
obra. Pero hay virtudes cuyo acto debe permanecer durante toda la vida, tales
como la fe, la esperanza y la caridad, porque su objeto es el último fin de
toda la vida humana. Así, pues, por lo que se refiere a estas virtudes, que son
las principales, sus actos no se consuman hasta el final de la vida” (II-II,
137, 1, rta 3).
Al
aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, pero el que persevere hasta
el fin, se salvará (Mt 24, 12-13).
Los vicios opuestos a la
perseverancia
A la perseverancia se oponen la
debilidad por defecto y la terquedad por exceso.
La debilidad o blandura se
aparta fácilmente del bien ante las dificultades (Cf. II-II, 138, 1). “El
merito de la perseverancia consiste en no apartarse del bien a pesar de la
prolongada tolerancia de situaciones difíciles y trabajosas. Lo directamente
opuesto a esto es, según parece, el que uno se aparte con facilidad del bien
por dificultades que no puede soportar. Esto constituye la esencia de la
debilidad, ya que débil o blando se llama a lo que cede fácilmente al tacto.
Mas no se tiene a una cosa por débil por el hecho de que ceda a lo que empuja
con fuerza, pues aun las paredes ceden a los golpes de máquina.
Por tanto, a nadie se le
considera débil si cede y sucumbe a impulsos muy fuertes… se llama débil al que
deja de hacer el bien por las molestias causadas en el hecho de obrar sin
sentir placer, pues retrocede, por así decirlo, por motivos de poca
importancia” (II-II, 138, 1, c).
La blandura tiene una doble
causa. “En primer lugar, de la costumbre, pues cuando alguien se
acostumbra a los placeres es bastante difícil que soporte el verse privado de
ellos[1]. En segundo lugar,
de la disposición natural: porque los hay que son bastante poco constantes a
causa de su frágil complexión” (II-II, 138, 1, rta 1).
La terquedad mantiene
obstinadamente su opinión más de lo que conviene (II-II, 138, 2). La debilidad,
en cambio, menos de lo que conviene, y la perseverancia, en la medida que
conviene. “El aferrarse demasiado a la propia opinión es debido a que se quiere
dar a conocer, obrando así, la propia excelencia. Por eso la terquedad tiene su
origen y causa en la vanagloria” (II-II, 138, 2, rta 1).
[1] “Al placer corporal se
opone el trabajo: por eso los trabajos corporales impiden tanto el placer. Y
que llamamos delicados a los que no son capaces de soportar trabajos ni cosa
alguna que disminuya el placer… La delicadeza es, pues, una especie de blandura.
Eso sí, la blandura se refiere propiamente a la falta de placer; la delicadeza,
en cambio, a las causas que lo impiden, por ejemplo, el trabajo y cosas
semejantes” (II-II, 138, 1, rta 2).
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