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REGLAS DE ORO PARA SIMPLIFICAR LAS DECISIONES DEL DÍA A DÍA
odos los días tomamos de decisiones, la mayoría son intrascendentes, pero otras son más importantes e incluso pueden cambiar por completo el curso de nuestra vida. Toda la jornada, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, implica una toma de decisiones constante. De hecho, psicólogos de la Universidad de Cornell estimaron que cada día tomamos una media de 35.000 decisiones.
Si no sabemos gestionar
adecuadamente esas decisiones podemos terminar sufriendo lo que se conoce
como fatiga decisional. Dado que nuestra “capacidad cognitiva” es
limitada, cuantas más decisiones tomemos, más agotaremos nuestros recursos. De
hecho, aunque no lo parezca, detrás de cada decisión se esconde un proceso
mental complejo. Debemos sopesar las opciones que tenemos a nuestra
disposición, evaluar sus pros y contras, analizar las posibles consecuencias,
estimar los recursos que necesitaremos y, solo después, podemos tomar la
decisión.
Por eso, tomar múltiples
decisiones puede terminar sobrecargando nuestros recursos cognitivos y
emocionales. Una vez que llegamos al «punto límite», las decisiones que tomemos
a partir de ese momento no serán óptimas. Podemos volvernos más impulsivos o,
caso contrario, caer en los brazos de la pereza y comenzar a aplazar
decisiones.
Para evitar la fatiga decisional,
necesitamos aprender a simplificar las decisiones. Así podremos economizar
energía cognitiva para destinarla a las decisiones más relevantes que realmente
pueden marcar alguna diferencia en nuestra vida.
¿Cómo simplificar las decisiones
que tomas cada día?
1. Un minuto para las “decisiones
insignificantes”
Para simplificar las decisiones,
el primer paso consiste en identificar aquellas menos importantes o que no
tienen una respuesta correcta o incorrecta pues una opción suele ser tan válida
como la otra. Algunos ejemplos de esas decisiones son: ¿De qué color me visto
hoy? ¿Veo una comedia o un drama? ¿Como arroz o pasta?
Incluso puedes llevar un pequeño
diario que te ayude a diferenciar las decisiones significativas de
aquellas irrelevantes. Es posible que descubras que dedicas una cantidad de
tiempo desproporcionada a tomar decisiones insignificantes en las que una respuesta
es tan buena como cualquier otra. En esos casos, la clave consiste simplemente
en elegir en un minuto. Puedes lanzar una moneda al aire o dejar que tu
inconsciente decida. Verás como comienzas a liberar recursos cognitivos.
2. No dejes para mañana lo que
puedes decidir hoy
Postergar continuamente las
decisiones no es una buena idea. Esa decisión pendiente se mantiene activa en
tu mente, como si fuera una alarma parpadeante que te impide descansar y cuyo
recordatorio te puede asaltar en cualquier momento generando ansiedad. De
hecho, las decisiones pendientes suelen agotar más y representan un peso mayor
que simplemente elegir una opción y ponerla en práctica.
Séneca afirmaba que “la
fortuna tiene el hábito de comportarse como le place”, de manera que postergar
las decisiones, pensando que aumentarán las posibilidades de éxito, suele ser
una falacia. De hecho, a menudo solo sirve para que se acumulen los obstáculos
en el camino.
Salvo algunas excepciones,
postergar las decisiones no nos ayudará a recopilar más información decisiva,
de manera que suele ser más conveniente decidir lo antes posible para pasar
página y evitar que los problemas se acumulen generando un nivel de agobio y
estrés innecesario que te impedirá pensar con claridad.
3. Aplica lo que ya ha funcionado
Los automatismos suelen tener
mala reputación. Sin embargo, existen por una causa: ayudarte a ser más eficaz
y liberar recursos cognitivos. Por tanto, cuantas más decisiones poco
importantes automatices, más ligero te sentirás. Cuando se trata de decisiones
que debes tomar cada cierto tiempo, si las condiciones del juego no han variado
mucho, puedes aplicar las rutinas que han funcionado en el pasado.
No es necesario que te cuestiones
continuamente las opciones de eficacia comprobada, a menos que quieras
introducir un cambio deliberado. La experiencia sirve exactamente para eso:
ayudarte a decidir sin agobiarte demasiado. La inteligencia cristalizada que
vas desarrollando con los años te permite decidir mejor y de manera más rápida
basándote en lo que ya ha funcionado.
Recurrir a lo conocido no es algo
negativo, te permite ahorrar una energía psicológica valiosa que puedes
destinar a tomar decisiones más importantes que pueden marcar realmente la
diferencia. Por tanto, no te sientas culpable por “automatizar” ciertas
decisiones cotidianas. A la larga será beneficioso.
A primera vista, estas tres
reglas para simplificar las decisiones pueden parecer intrascendentes, pero si
tenemos en cuenta que cada día nos enfrentamos a una media de 226 decisiones
relacionadas con la comida, podremos comprender que toda economía cognitiva es
poca. Debemos pensar en el esfuerzo mental como en una relación de
costo/beneficio. Si nos atascamos en las decisiones irrelevantes, restaremos
recursos a las decisiones más importantes. Seguir estas reglas nos quitará un
peso de encima para que todo fluya mejor.
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