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SEÑALES OCULTAS DEL ESTRÉS QUE MUESTRAN QUE ESTÁS AL
LÍMITE DE EXTRES, AUNQUE NO LO SEPAS
Todos sabemos que el estrés puede pasarnos factura. Sin embargo, no todos somos capaces de detectar las señales ocultas del estrés. Generalmente cuando nos damos cuenta de su presencia es demasiado tarde porque llevamos arrastrando ese estrés por meses o incluso años.
El estilo de vida moderno no nos ayuda precisamente a darnos cuenta de las
señales ocultas de estrés. En una sociedad “siempre activa” que prioriza la
producción y el consumo, el estrés permanente puede convertirse en el estado
normal para sus miembros. No nos percatamos de que nuestras agendas se van
llenando sin dejar un hueco libre para el descanso y corremos de un lado a otro
cada vez con más prisa para poder con todo, cuando en realidad lo que
necesitamos es reducir la velocidad.
Imbuidos en ese entorno, muchas veces nuestra propia velocidad nos
confunde. Las señales para detectar el estrés no nos resultan tan evidentes,
sino que pasan desapercibidas. Estamos demasiado ocupados haciendo malabares
con la vida fuera como para prestar la debida atención a la vida interior.
Mientras eso ocurre, el estrés sigue creciendo hasta afectar nuestro equilibrio
mental y nuestra salud física. Por eso es importante aprender a reconocer
las señales ocultas de estrés.
Las principales señales para detectar el estrés en la
vida cotidiana
- Te
has vuelto más olvidadizo. El estrés afecta la memoria y la atención. Por
eso, si últimamente te has vuelto más olvidadizo, es probable que la causa
sea el exceso de tensiones cotidianas y las preocupaciones. Si estás
estresado, también te costará más concentrarte y cometerás más errores en
tu día a día.
- Todo
te molesta. Si en los últimos tiempos estás más irritable, el menor ruido te
molesta o la más pequeña equivocación de los demás te pone de los nervios,
es probable que se deba al estrés. El estrés te deja con los nervios a
flor de piel, por lo que puedes volverte una persona hipersensible.
- Estás
cansado permanentemente. El estrés consume recursos mentales y
físicos. Por eso, una de sus primeras señales es el agotamiento y la
fatiga. Es probable que las tareas más sencillas comiencen a consumir más
energía de lo habitual o que incluso te levantes agotado. Ni siquiera los
días de descanso cumplen su cometido, sino que a menudo te dejan más
drenado.
- Tus
hábitos son menos saludables. Si últimamente eliges alimentos menos
saludables o te saltas el entrenamiento, es posible que se deba al estrés.
El estrés agota el autocontrol, de manera que serás más propenso a elegir
el camino fácil. De hecho, es probable que te descubras actuando en contra
de tus propios valores simplemente porque no tienes fuerza de voluntad.
- Reaccionas
de manera más agresiva. El estrés genera un estado de
hipervigilancia. El cerebro se comporta como si estuviera en peligro, por
lo que es probable que reacciones de manera más agresiva y pierdas el
control más a menudo.
- Procrastinas
más. Una
de las señales ocultas de estrés es la procrastinación. Es probable que
pospongas tareas que no llevan más de cinco minutos o que evites tomar
decisiones. Eso se traduce en desorganización e ineficiencia, de manera
que es probable que las obligaciones comiencen a amontonarse y terminen
generando más estrés.
- Casi
nada te divierte. El estrés lo permea todo. Los
glucocorticoides producidos en ese estado interfieren en los niveles de
serotonina en el cerebro y afectan tu capacidad para experimentar placer y
mantenerte motivado. Por eso, es probable que comiences a percibir como
una molestia u obligación aquellas actividades que antes disfrutabas, como
jugar con tu hijo o salir con los amigos.
- Bebes
más agua de lo habitual. La necesidad de beber más agua es una de
las señales físicas del estrés. El estrés hace que el cuerpo bombee
hormonas continuamente, lo cual sobrecarga las glándulas suprarrenales,
las encargadas de generar una hormona llamada aldosterona que ayuda a
regular los niveles de líquidos en el cuerpo. Cuando la fatiga suprarrenal
progresa, la producción de aldosterona cae y provoca ese deseo de beber.
- Estás
durmiendo poco. El estrés provoca cambios en la dinámica de sueño-vigilia. Es
probable que duermas menos de lo habitual y que te cuesta conciliar el
sueño. Notarás que tardas más en quedarte dormido cuando vas a la cama, a
pesar de que estés cansado, debido a que la ansiedad y las preocupaciones
no te abandonan.
- Comienzas
a tener pesadillas. El contenido de los sueños refleja a menudo
lo que vives durante el día. Por eso, una señal oculta del estrés son las
pesadillas o sueños raros que te dejan agotado. Eso se debe a que durante
el sueño el cerebro intenta procesar las emociones negativas que
experimentaste durante el día, de manera que, si estabas estresado, el
contenido de tus sueños lo reflejará.
- Estás
sudando más. Cuando estás estresado, tu cuerpo genera más adrenalina ya que
el cerebro piensa que estás en peligro. Eso puede hacer que las glándulas
sudoríparas se vuelvan hiperactivas, lo cual se traduce en una mayor
sudoración en circunstancias en las que no sudabas.
- Tomar
decisiones se ha convertido en una misión imposible. Cuando estás estresado no
solo te cuesta tomar las decisiones importantes, sino también las más
pequeñas, como elegir qué comer o qué película ver. El problema es que el
estrés consume tus recursos cognitivos, de manera que te quedas sin
energía mental para valorar las opciones y sus consecuencias, lo cual
conduce a una parálisis decisional.
- Comienzas
a tener problemas físicos. El estrés se refleja en el cuerpo. Por eso,
si llevas tiempo estresado no es extraño que comiences a padecer problemas
como dolor de cabeza emocional, contracturas musculares, trastornos
gastrointestinales o problemas en la piel. También es probable que notes
que pierdes más cabellos de lo habitual.
- Enfermas
con más frecuencia. El estrés afecta tu sistema inmunitario
haciendo que seas más propenso a enfermar. Cuando estás tenso, a tu cuerpo
le resulta más difícil luchar contra los agentes infecciosos, por lo que
es probable que termines contagiándote y que los síntomas sean más
intensos y la convalecencia más larga.
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