psicología/desarrollo
personal
PSICOLOGÍA
DE LA FELICIDAD: ¿CUÁN FELICES SOMOS?
Daniel Gilbert es un psicólogo social de la
Universidad de Harvard que dirige un laboratorio sobre Psicología Hedónica. En
otras palabras, investiga la felicidad humana, tema muy discutido, pero no
agotado.
Pero antes de adentrarnos en sus resultados
investigativos detengámonos un segundo y respondamos esta sencilla pregunta: en
una escala de felicidad del 0 al 100, ¿qué puntuación te otorgarías? ¿cuán
feliz te sientes ahora mismo?
Dejemos en suspenso la respuesta y centrémonos en
otra pregunta: ¿pueden predecir con cierta precisión cuáles serán tus
reacciones emocionales ante eventos futuros? Probablemente pienses que si,
pero…
Las investigaciones conducidas por Gilbert le han
llevado a verificar que las personas efectivamente no logran prever con cierta
certidumbre cómo actuarán en un futuro y son incapaces de determinar qué cosas
las hará felices y qué cosas no. Esto tiene varias implicaciones, por una parte,
indica que aquello que hoy consideramos catastrófico o intolerable mañana
podría variar sustancialmente mientras que, por otro lado, aquello que
imaginamos será una fuente segura de felicidad podría no serlo.
Según Gilbert los seres humanos, como generalidad,
tienden a ser «moderadamente felices», independientemente de su suerte o de los
hechos que vivan. Cuando las personas deben puntuarse en una escala de
felicidad del 0 al 100 tienden a ubicarse en un 75. Por supuesto, no siempre
las personas se mantienen en este número, unas pocas veces se puntúan con un
100 mientras que lo que resulta más usual son las caídas drásticas al 20 o al
10 cuando se vivencian crisis de pareja, la pérdida de personas queridas,
enfermedades… Pero posteriormente se vuelve al número mágico.
¿Por qué sucede esto?
Se debe, sobre todo, a un mecanismo de racionalización
compensatoria mediante el cual, cuando ocurren cosas desagradables las personas
tienden a hallar justificaciones que amortizan el impacto emocional. Por
ejemplo, después de una separación las personas se dicen: «no era la
mujer/hombre justa/o para mi»; luego de una promoción largamente esperada pero
no recibida las personas se consuelan: «realmente tengo más necesidad de pasar
tiempo con mi familia»; si vivencian una pérdida piensan: «era el destino, Dios
lo ha llamado a un sitio mejor»… y así, de manera casi infinita, las excusas
son muchas.
Esta racionalización interviene solo cuando el
evento ya ha sucedido; sin embargo, si solamente lo imaginamos, no somos
capaces de racionalizar el posible impacto y prevemos que nuestra reacción será
mucho más negativa. Así, nos pasamos la vida temiendo las más disímiles
catástrofes que probablemente jamás sucedan pero que sin lugar a dudas inciden
en nuestro presente. Nos preocupamos sin sentido.
Por supuesto, todos no ponemos en acción el mismo
mecanismo de racionalización, las personas deprimidas reaccionan como si
viviesen en una suerte de problemática sin salida.
Entonces… si no somos muy certeros en determinar
cuáles serán nuestras fuentes de felicidad, ¿cuál sería el predictor de cuán
felices podríamos llegar a ser? Gilbert asevera que el mejor predictor de
felicidad son las relaciones humanas, la cantidad de tiempo que las personas
pasan entre sus amigos y familiares.
Lo curioso es que las personas se percatan de que
sacrifican su verdadera felicidad para ir en la búsqueda de mitos como la
realización profesional, el éxito laboral o la acumulación de propiedades
materiales cuando para Gilbert, y en eso coincido plenamente con él, la
verdadera pobreza y la más aguda infelicidad humana se halla en la soledad afectiva.
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