14 noviembre 2019
LOS LAPSUS VERBALES… ¿QUÉ ESCONDEN ESTOS ERRORES?
¿Quién no se ha
equivocado nunca mientras hablaba y ha confundido una palabra por otra? ¿Se
trata solo de un error o ese lapsus verbal indica algo más profundo a nivel
psicológico? ¿Se trata quizá de un mensaje del inconsciente? Se estima que, por
cada 1.000 palabras dichas, cometemos uno o dos errores. Si tenemos en cuenta
que el ritmo medio de expresión es de 150 palabras por minuto, se produciría un
error cada siete minutos de conversación continua. Por ende, la mayoría de
nosotros cometemos entre 7 y 22 errores verbales cada día, aunque a veces no
nos damos cuenta de algunos de ellos.
¿Por qué se producen los lapsus verbales?
En 1901 Sigmund
Freud acuñó esas «metidas de pata» con el nombre impronunciable de “fehlleistungen”
(en español sería actos erróneos). Freud consideraba que se trataba de un
pensamiento, necesidad o deseo inconsciente que se revelaba de esta forma, a
través del discurso.
Así, el lapsus
freudiano se invoca para explicar un comportamiento extraño y vergonzoso desde
el punto de vista social, como, por ejemplo, cuando un hombre saluda a la
esposa de su anfitrión diciéndole: “encantado de vencer” porque
realmente siente una atracción sexual por esta mujer y desearía predominar
sobre el esposo.
Freud también
cuenta otro ejemplo en el que uno de sus pacientes, estresado por sus
dificultades económicas, intentó negarse a seguir tomando el medicamento
diciendo: «Por favor, no me dé más recibos porque no puedo tragarlos «.
Obviamente, este tipo de errores no son casuales sino una expresión de una
necesidad latente.
No obstante, un
contemporáneo de Freud, Rudolf Meringer, brindó una explicación mucho menos
“excitante” para estos deslices. Según este filólogo, los errores lingüísticos
serían simplemente unas cáscaras de banana en el camino de la oración, sencillos
cambios accidentales de las unidades lingüísticas, ni más ni menos.
La investigación
moderna ha retomado este tema, pero desde una perspectiva diferente. Gary Dell,
profesor de lingüística y la psicología en la Universidad de Illinois, sostiene
que los lapsus linguae son la muestra de la capacidad de una
persona para usar el lenguaje y sus componentes.
En su opinión, los
conceptos, palabras y sonidos están interconectados en el cerebro a través de
tres redes: léxico, semántico y fonológico. Y el habla surge de la interacción
de estas. Pero de vez en cuando estas redes, que operan a través de un proceso
que él denominó «propagación de la activación,» viajan a saltos. Como
consecuencia, el resultado puede ser un lapsus o un error al hablar.
Por ejemplo, imaginemos
que queremos decir la palabra “cultivar”. En este momento nuestra mente activa
una red semántica que está compuesta por, nada menos y nada más, que unas
30.000 palabras. En este punto, también se ponen en marcha todos los
significados relacionados con la palabra cultivar e incluso nuestras
experiencias personales con ese término.
Por si fuera poco,
nuestra red fonológica debe activarse para buscar los sonidos adecuados para
pronunciar la palabra. Y todo no termina ahí, también debemos buscar la correspondencia
gramatical para que la palabra se escuche adecuadamente dentro de la oración.
Como podrás imaginar, es muy fácil que nuestro cerebro se confunda. Lo extraño
sería que no lo hiciera.
Por eso, en
ocasiones solo llegamos a pronunciar las primeras sílabas de la palabra errónea
ya que inmediatamente nos damos cuenta del equívoco y lo solucionamos. Por
supuesto, será mucho más fácil confundir las palabras con un sonido similar, como,
por ejemplo: hospitalidad con hostilidad o insinuar con incinerar. Así, la
mayoría de los lapsus verbales no son sino cáscaras de bananas producidas por
una “sobrecarga” del cerebro.
¡Pero otros no lo
son!
¿Qué esconden los errores al hablar?
Algunos errores al
hablar pueden estar provocados por la incidencia de los significados. Por
ejemplo, cuando pensamos en el nombre de una persona, inmediatamente acuden a
nuestra mente las vivencias relacionadas con esta. De esta forma, esas
experiencias o deseos podrían ser los causantes del error. En fin, serían
lapsus verbales provocados por los pensamientos intrusivos.
El problema radica
en que mientras más nos esforzamos por suprimir estos pensamientos, más
frecuentes se vuelven y, por ende, no es raro que terminen manifestándose a
través de errores lingüísticos. Por supuesto, mientras más distraídos estemos,
más errores cometeremos.
Esto lo demuestra
un curioso experimento desarrollado en la Universidad de California en la cual
los psicólogos le pidieron a hombres heterosexuales que hablaran sobre sus
profesiones delante de una mujer vestida de forma provocativa. Se apreció que
estos hombres cometían más lapsus de contenido sexual que quienes habían sido
entrevistados por otro hombre. Esto se debe a que nuestro cerebro tiene una
capacidad atencional limitada y no puede controlar tantos procesos a la vez.
Para evitar estos
errores hay una solución bastante sencilla: hablar lentamente para pensar qué
vamos a decir.
Fuente:
Pincott, J. (2012,
Marzo) Slips of the tongue. En: Psychology Today.
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