21 marzo 2019
FELICIDAD ENLATADA - EL ENGAÑO DE LA “FELICIDAD TRADICIONAL” Y CÓMO DESENMASCARARLO PARA SER FELICES, DE VERDAD
Psicología sin Reservas
Felicidad. Este concepto tan
resbaladizo se ha convertido en una de nuestras principales metas en la vida,
por no decir la primordial. Todos buscamos la felicidad. Todos aspiramos a
ella.
¿Pero qué es? ¿Qué imaginas
cuando piensas en la felicidad?
Si tienes una noción
tradicional de la felicidad, es probable que a tu mente acuda un escenario
cómodo, desprovisto de preocupaciones, ansiedades, tristezas… En otras
palabras: paradisíaco.
Esa es una felicidad enlatada,
la felicidad que nos han vendido – y hemos comprado - al más puro estilo del
“soma”, la droga que imaginó Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz” que
era el remedio perfecto para la depresión, la ansiedad, el insomnio y todas
aquellas emociones “negativas” que podamos imaginar o sentir.
Hay solo un problema: esa
felicidad no es la felicidad.
Cuando soñamos con la
felicidad, imaginamos un lugar libre de sufrimiento: un lugar donde la
ansiedad, la culpa, la melancolía y la rabia no tienen cabida. Imaginamos un
escenario en el que nuestras preocupaciones y batallas mentales se desploman
porque no tenemos ninguna razón para sentir pena, tensión o sufrimiento.
Ese concepto de felicidad no
solo es quimérico sino además precario. ¿Por qué? Debido al flujo de la vida,
al hecho de que estamos sometidos a una transitoriedad constante, las
condiciones de nuestra existencia no se mantienen estables, sino que cambian
continuamente.
Nuestros estados de ánimo,
nuestros activos, nuestros pasivos, nuestras relaciones y todas las demás
condiciones de nuestra existencia no se mantienen constantes. Las desgracias
imprevistas, los conflictos, la angustia, las preocupaciones, los problemas
volverán una y otra vez perturbando la efímera felicidad que habíamos creído
encontrar.
Entonces nos desesperamos. Nos
frustramos cuando nos damos cuenta de que no podemos obtener o retener lo que
supuestamente nos hace felices. Ese es precisamente el estado que más conviene
a la sociedad de consumo, la frustración, porque nos impulsa a comprar la
próxima “lata de felicidad” con la esperanza de que esa sea la definitiva.
Cuanto más sientas que debes ser feliz, más infeliz
serás
La felicidad enlatada tiene
trampa. Cuando nos dicen que debemos ser felices, y no solo nos indican el
supuesto camino a la felicidad sino además las cosas que nos deberían hacer
felices e incluso nos indican cuál es el concepto de felicidad que debemos
perseguir, tenemos grandes probabilidades de ser infelices.
Lo comprobaron psicólogos de la
Universidad de Queensland, quienes descubrieron que las expectativas culturales
que nos obligan a ser felices en realidad tienen un efecto contrario puesto que
aumentan la tristeza. Y cuanto más fuerte sea esa expectativa, más emociones
negativas generará. Las personas que creen que deben ser felices, tienden a
evaluar más negativamente sus emociones.
El problema no es la felicidad
en sí, sino el concepto de felicidad que nos han vendido. Cuando nos damos
cuenta de que no podemos alcanzarla, nos entristecemos y frustramos. Para
comprender mejor este mecanismo psicológico, basta pensar en nuestro “yo” como en
un niño pequeño cuyos padres encarnan el papel de la sociedad. Si nuestros
padres nos dicen constantemente que tenemos que sacar buenas notas (sin tener
en cuenta nuestras capacidades reales), nos sentiremos tensos, ese estrés
minará nuestro desempeño y ante el más mínimo fracaso el mundo se nos vendrá
abajo.
“Todas las latas te explican
en su letra impresa que contienen la felicidad y tú, creyéndotelo, compras una
para comprobar, una vez abierta, que no, que la felicidad tiene que ser otra
cosa. Tiras esa lata para comprar una nueva con la que te sucede lo mismo, sin
darte cuenta de que la felicidad no está dentro de una lata, sino dentro de ti
mismo, que, si no la tienes cercana a tu corazón y a tu mente, es que no la
tienes ni la tendrás por muchas latas diferentes que compres y abras. Llegado
un momento y ante la imposibilidad de encontrar la felicidad enlatada de la que
te hablan y te venden, buscas algún soporte para poder sobrellevar tanta
frustración, tanto desengaño, tanto esfuerzo baldío para nada, y es cuando
entras en la farmacia a comprar la felicidad que, según te han dicho, está
contenida en las fórmulas químicas de unas pastillas y unas capsulas, pero que,
al igual que las latas de felicidad, están vacías de ella; pero a diferencia de
las latas a las que puedes tirar, las pastillas y capsulas no las vas a poder
tirar porque, una vez dentro de tu organismo, ya no puedes estar sin ellas”,
resumió a la perfección el escritor Manuel del Rosal.
Redefiniendo la felicidad: En busca del equilibrio y el
pragmatismo
“Si la felicidad siempre
depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera
que siempre nos esquiva, hasta que el futuro, y nosotros mismos, se desvanece
en el abismo de la muerte”, dijo Alan Watts.
La auténtica felicidad, o al
menos aquella a la que sí podemos aspirar y que realmente nos brinda
satisfacción, consiste en aceptar, abrazar e incluso reírnos de nuestro dolor,
preocupaciones y frustraciones.
En realidad, las emociones que
catalogamos como “negativas” no son algo malo pues nos permiten valorar mucho
más los momentos de paz, sosiego, alegría… Después de todo, la mayor
satisfacción no consiste en llegar a la meta sino en el camino que recorremos,
no radica en la constancia sino en la transformación, en el crecimiento.
Y aunque puede parecer
contraintuitivo, el camino hacia la felicidad es a través de la incomodidad.
Son los períodos tumultuosos, difíciles y a menudo irritantes de la vida los que
nos revelan nuestro verdadero valor y exaltan la necesidad de centrarnos en
aquellas cosas que nos hacen felices.
El objetivo es entender que
esos sentimientos que siempre hemos catalogado como negativos en realidad
forman parte del flujo de la vida y son precursores de nuestro crecimiento
porque nos permiten atravesar los diferentes niveles de autoconocimiento.
El sufrimiento no es la
antítesis de la felicidad, más bien es una fuerza motriz que nos puede conducir
a ella. Necesitamos, imperiosamente, darnos cuenta de que esas emociones
“negativas” no cesarán. Podemos resistirnos, frustrarnos y amargarnos. O
podemos aprender a lidiar con ellas, canalizar su energía y
fortalecernos.
Cuando lo logramos, podemos
afrontar la tormenta más poderosa. Entonces nuestro sufrimiento diario se
vuelve infinitamente más soportable. Somos capaces de encontrar momentos de
felicidad en medio de la tormenta. Podemos soltar un suspiro de alivio.
Descubriremos que la felicidad estuvo allí todo el tiempo. Era solo una cuestión
de perspectiva. O quizá de sabiduría. De dejar de mirar hacia afuera y comenzar
a mirar hacia adentro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario