psicología
desarrollo personal
CUANDO
CREEMOS QUE UNA PERSONA NOS HA AGRAVIADO A PROPÓSITO, EL DOLOR DUELE MÁS El dolor no
es una experiencia objetiva – o al menos no tan objetiva como pensamos. Existen
muchísimos factores psicológicos que pueden amplificar o reducir el dolor. El
simple hecho de que una persona amada nos tome la mano, por ejemplo, puede
aminorar nuestra percepción del dolor.
No es un
secreto que nuestros estados mentales pueden alterar la experiencia del dolor.
Si logramos relajarnos, el dolor se aliviará, pero si nos enfadamos las
punzadas serán más intensas. Sin embargo, ahora psicólogos de la Universidad de
Harvard han descubierto que nuestra percepción de las intenciones de los demás
también puede influir en la intensidad del dolor. O sea, si creemos que una
persona nos hizo daño a propósito, sentiremos más dolor.
Si
creemos que alguien nos lastimó a propósito, el dolor será mayor
Los
investigadores reclutaron a 48 personas, a cada una de las cuales se les asignó
un compañero que podía administrarles un tono audible o una descarga
eléctrica. A algunos se les dijo que esa persona podía elegir si
administrar la descarga eléctrica o el sonido, a otros se les dijo que no tenía
elección.
A pesar de
que el voltaje de la descarga eléctrica era idéntico en los dos grupos,
aquellos que pensaban que su compañero les estaba administrando las descargas
intencionalmente, calificaron la experiencia como significativamente más
dolorosa. Curiosamente, quienes creían que las descargas no dependían de
la voluntad del compañero, se fueron acostumbrando a las mismas, calificándolas
paulatinamente como menos dolorosas.
Estos
resultados indican que nuestra experiencia del dolor, y probablemente también
el sufrimiento que experimentamos como resultado, también dependen de si
creemos que alguien nos causó ese dolor con toda intención. El dolor
intencional no solo se experimenta con mayor intensidad sino que se mantiene
estable, mientras que podemos llegar a acostumbrarnos al dolor involuntario,
disminuyendo la molestia que este genera.
El daño
involuntario no se repite, el daño intencional sí
Los
psicólogos creen que esa diferencia podría deberse a un mecanismo evolutivo
destinado a garantizar nuestra supervivencia. Cuanto más nos duele algo, más
probabilidades existen de que nos demos cuenta y hagamos todo lo posible por
buscar su causa y erradicarla.
Si se trata
de un daño accidental, lo más probable es que ocurra sola una vez, y no
tendremos necesidad de hacer nada más al respecto. Si una persona nos ha
pinchado por error, es probable que no vuelva a pasar.
Sin embargo,
si se trata de un daño intencional, es probable que vuelva a ocurrir, de manera
que nuestro cerebro debe tomar nota para hacer algo al respecto lo antes
posible. Para asegurarse de que vamos a reaccionar, no solo aumenta nuestro
umbral de percepción del dolor, sino que lo mantiene porque esta es una señal
de amenaza para nuestra supervivencia.
¿Los daños
emocionales siguen ese mismo patrón?
La manera en
que experimentamos el dolor y los eventos negativos de la vida está
condicionada por múltiples factores. Si creemos que una persona nos ha
lastimado intencionalmente, nuestro sufrimiento emocional será mayor porque a
la herida se le sumará la sensación de haber sido engañados o traicionados.
Fuente:
Gray, K.
& Wegner, D. M. (2008) The Sting of Intentional Pain. Psychological
Science; 19 (12): 1260-1262.
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