06 junio 2019

 IGNORAR LAS MALAS NOTICIAS NO LAS HARÁ DESAPARECER


Psicología / Desarrollo Personal   
 IGNORAR LAS MALAS NOTICIAS NO LAS HARÁ DESAPARECER


“No escondas la cabeza como el avestruz”, solemos decirle a quienes intentan escapar de los problemas evitándolos. A pesar de que no es cierto que los avestruces escondan la cabeza en la arena ante el peligro, este mito se ha fijado con tanta fuerza en el imaginario popular que incluso ha servido para bautizar un sesgo cognitivo que todos hemos sufrido alguna que otra vez: el Efecto Avestruz.
¿Qué es el Efecto Avestruz?
El Efecto Avestruz es un sesgo cognitivo que implica la tendencia a evitar toda aquella información negativa que catalogamos, de manera más o menos consciente, como “peligrosa”. Es un mecanismo de atención selectiva de la información mediante el cual evitamos aquella que tiene connotaciones negativas para nosotros. En práctica, sería ignorar las situaciones de riesgo o las señales de las mismas, pretendiendo que no existen.
El término fue acuñado por los investigadores Dan Galai y Orly Sade, quienes monitorearon los comportamientos de los inversores en bolsa y notaron que estos tendían a revisar más los indicadores económicos cuando la bolsa iba bien, pero cuando iba mal, monitoreaban menos los datos. También descubrieron que este fenómeno se agudiza cuando tomamos una decisión que encierra un elevado nivel de incertidumbre.
Obviamente, el Efecto Avestruz no se aplica solo a los inversores. Un estudio realizado en el Reino Unido reveló que solo el 10% de las personas a quienes les preocupan sus finanzas, las monitorean – y lo hacen solo una vez al mes. El 90% restante ni siquiera revisa sus cuentas, lo cual les impide tomar medidas para sanear su economía.
El Efecto Avestruz no se queda relegado al plano económico, sino que se extiende prácticamente a todas las esferas de nuestra vida cotidiana. Otro estudio realizado en la Universidad de Minesota, por ejemplo, reveló que el 20% de las personas que se inscribieron a un programa para perder peso jamás se habían pesado, lo cual indica que evitaban las señales confirmatorias del problema.
Para comprender este fenómeno ni siquiera tenemos que recurrir a los estudios científicos, hay momentos difíciles en la vida en los que solo nos apetece meter la cabeza en un hueco bajo tierra para “desaparecer” y esperar a que todo se resuelva. Nos gusta imaginar que no está ocurriendo nada y que los problemas se solucionarán solos. Es una fantasía que, de cierta forma, nos calma y reconforta. Lo peor de todo es que en muchas ocasiones, no somos plenamente conscientes de que estamos escondiendo la cabeza en la arena.
¿Cuándo actuamos como el avestruz?
Existen diferentes situaciones que nos pueden llevar a ser víctimas del Efecto Avestruz:
1.      Cuando perdemos el rumbo. En ocasiones, cuando perdemos el rumbo en la vida, la desorientación y la incertidumbre pueden ser tan grandes que preferimos no saber en qué punto estamos. Evitamos reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta ahí y hacia donde debemos encaminar nuestros pasos. De esta manera cedemos el control de nuestra vida, dejamos las decisiones enteramente en manos de las circunstancias.
2.      Cuando tenemos que lidiar con situaciones negativas desagradables. Hay circunstancias que tienen un impacto emocional tan grande que llegamos a percibirlas como un peligro para nuestro «yo». En esos casos, suele ser tentador esconder la cabeza bajo tierra y fingir que no está pasando nada.
3.      Cuando no tenemos los recursos psicológicos para hacer frente a los problemas. A veces, hay situaciones que nos desbordan psicológicamente. Cuando no contamos con las herramientas psicológicas necesarias, no tenemos la suficiente confianza en nosotros mismos o no hemos desarrollado la resiliencia, preferimos ignorar el problema e imaginar que todo está bien.
¿Por qué preferimos ignorar algunos problemas en vez de afrontarlos?
Somos víctimas del Efecto Avestruz porque el problema que debemos afrontar representa una incongruencia con nuestras actitudes, expectativas y/o creencias. Dado que evitamos la disonancia cognitiva y preferimos mantener una imagen positiva de nosotros mismos, si ese problema nos obliga a replantearnos algunos de nuestros aspectos y nos lleva a reconocer que estábamos equivocados, podríamos preferir evitarlo.
Las personas que sufren el Efecto Avestruz reciben información relevante, pero deciden intencionalmente no evaluar sus implicaciones, rechazando esos datos. En otras palabras: evitamos o incluso negamos la información cuando esta nos obliga a confrontar e interiorizar decepciones que preferiríamos evitar.
En cualquier caso, el Efecto Avestruz es un mecanismo psicológico que activamos para intentar escapar de los sentimientos negativos asociados a ese problema o conflicto. Si ignoramos el problema y evitamos pensar en sus implicaciones, también evitaremos los sentimientos negativos que suele generar. Es una especie de escudo psicológico, aunque eso no significa que sea una estrategia adaptativa.
No por mucho evitar, desaparece el problema más temprano
Ignorar los problemas, pretender que no existen, no los solucionará. Al contrario, el Efecto Avestruz puede generar serias consecuencias en nuestra vida.
  • Tomar peores decisiones. Al no aceptar la existencia del problema, tampoco recopilaremos información activamente que nos permita sopesar todas las opciones y tomar la mejor decisión posible. Como resultado, es probable que las circunstancias decidan en nuestro lugar o que nos veamos obligados a decidir cuando estemos contra la espada y la pared. Y cuando estamos contra las cuerdas, es difícil tomar buenas decisiones.
  • Infelicidad permanente. Se dice que la ignorancia es felicidad, pero la ignorancia fingida no lo es. Ignorar es un acto consciente, lo cual significa que ese problema o conflicto, aunque pretendamos que no existe, sigue estando activo en alguna parte de nuestra mente, generando tensión, incertidumbre y, por supuesto, infelicidad.
  • Efecto bola de nieve. Una de las consecuencias más nefastas del Efecto Avestruz es que puede convertirse en una bola de nieve que crece mientras rueda montaña abajo, arrastrando a su paso todo lo que encuentra. Una persona que no se somete a un examen médico importante porque teme que le den un mal resultado, a la larga estará empeorando su situación. Huir de los problemas generalmente solo sirve para agravarlos.
  • Imposibilidad de alcanzar las metas. Un estudio llevado a cabo en Finlandia reveló que las personas que se plantean ahorrar energía, pero no supervisan el consumo de electricidad de su hogar, no son capaces de actuar para reducir su consumo. Asimismo, una persona que ignore los conflictos en su relación, no podrá determinar con precisión los problemas y, por ende, perderá oportunidades para solucionarlos mientras aún está a tiempo. Si ignoramos un problema, seremos incapaces de analizar objetivamente la situación en la que nos encontramos y, por ende, nos resultará mucho más difícil alcanzar nuestras metas. De hecho, la probabilidad de desviarnos de nuestros objetivos e involucrarnos en actividades irrelevantes aumenta.
¿Cómo evitar el Efecto Avestruz?
En “Vidas Paralelas”, Plutarco escribió: “El primer mensajero que dio la noticia sobre la llegada de Lúculo estuvo tan lejos de complacer a Tigranes que éste le cortó la cabeza por sus dolores; y sin ningún hombre atreverse a llevar más información, y sin ninguna inteligencia del todo, Tigranes se sentó mientras la guerra crecía a su alrededor, dando oído sólo a aquellos que lo halagaran”.
Ser conscientes de que esconder la cabeza para negar la realidad no es un mecanismo de afrontamiento adaptativo es el primer paso para evitar el Efecto Avestruz. Necesitamos comprender que, por más que intentemos esconder la realidad, esta no cambiará, simplemente porque no hay escondite lo suficientemente grande. La verdad no cambia según nuestra capacidad para gestionarla.  La única forma de eliminar los problemas es aceptarlos y superarlos.
En algunos casos, cuando estamos demasiado implicados emocionalmente y la situación nos atemoriza, puede ser conveniente pedir ayuda a un observador externo, una persona que pueda valorar la situación de manera más objetiva y nos indique si realmente estamos rehuyendo el problema. Luego necesitamos aplicar la aceptación radical. Solo cuando aceptamos lo que ocurre, estaremos listos para afrontar el problema.
No cabe duda de que sacar la cabeza del hueco puede ser aterrador, pero enfrentar los problemas nos permitirá restaurar la paz interior. Además, si aprovechamos esa experiencia «negativa», saldremos fortalecidos de ella y confiaremos mucho más en nuestra capacidad para resolver los problemas. Lo interesante es que mientras más dificultades afrontemos en la vida, menor será la tendencia a esconder la cabeza.

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