26 junio 2019

LOS LAPSUS VERBALES… ¿QUÉ ESCONDEN ESTOS ERRORES?


CURIOSIDADES DE LA PSICOLOGÍA

LOS LAPSUS VERBALES… ¿QUÉ ESCONDEN ESTOS ERRORES?

¿Quién no se ha equivocado nunca mientras hablaba y ha confundido una palabra por otra? ¿Se trata solo de un error o ese lapsus verbal indica algo más profundo a nivel psicológico? ¿Se trata quizá de un mensaje del inconsciente? Se estima que por cada 1.000 palabras dichas, cometemos uno o dos errores. Si tenemos en cuenta que el ritmo medio de expresión es de 150 palabras por minuto, se produciría un error cada siete minutos de conversación continua. Por ende, la mayoría de nosotros cometemos entre 7 y 22 errores verbales cada día, aunque a veces no nos damos cuenta de algunos de ellos.

¿Por qué se producen los lapsus verbales?

En 1901 Sigmund Freud acuñó esas «metidas de pata» con el nombre impronunciable de “fehlleistungen” (en español sería actos erróneos). Freud consideraba que se trataba de un pensamiento, necesidad o deseo inconsciente que se revelaba de esta forma, a través del discurso.

Así, el lapsus freudiano se invoca para explicar un comportamiento extraño y vergonzoso desde el punto de vista social, como, por ejemplo, cuando un hombre saluda a la esposa de su anfitrión diciéndole: “encantado de vencer” porque realmente siente una atracción sexual por esta mujer y desearía predominar sobre el esposo.

Freud también cuenta otro ejemplo en el que uno de sus pacientes, estresado por sus dificultades económicas, intentó negarse a seguir tomando el medicamento diciendo: «Por favor, no me dé más recibos porque no puedo tragarlos «. Obviamente, este tipo de errores no son casuales sino una expresión de una necesidad latente.

No obstante, un contemporáneo de Freud, Rudolf Meringer, brindó una explicación mucho menos “excitante” para estos deslices. Según este filólogo, los errores lingüísticos serían simplemente unas cáscaras de banana en el camino de la oración, sencillos cambios accidentales de las unidades lingüísticas, ni más ni menos.

La investigación moderna ha retomado este tema, pero desde una perspectiva diferente. Gary Dell, profesor de lingüística y la psicología en la Universidad de Illinois, sostiene que los lapsus linguae son la muestra de la capacidad de una persona para usar el lenguaje y sus componentes.

En su opinión, los conceptos, palabras y sonidos están interconectados en el cerebro a través de tres redes: léxico, semántico y fonológico. Y el habla surge de la interacción de estas. Pero de vez en cuando estas redes, que operan a través de un proceso que él denominó «propagación de la activación,» viajan a saltos. Como consecuencia, el resultado puede ser un lapsus o un error al hablar.

Por ejemplo, imaginemos que queremos decir la palabra “cultivar”. En este momento nuestra mente activa una red semántica que está compuesta por, nada menos y nada más, que unas 30.000 palabras. En este punto, también se ponen en marcha todos los significados relacionados con la palabra cultivar e incluso nuestras experiencias personales con ese término.

Por si fuera poco, nuestra red fonológica debe activarse para buscar los sonidos adecuados para pronunciar la palabra. Y todo no termina ahí, también debemos buscar la correspondencia gramatical para que la palabra se escuche adecuadamente dentro de la oración. Como podrás imaginar, es muy fácil que nuestro cerebro se confunda. Lo extraño sería que no lo hiciera.

Por eso, en ocasiones solo llegamos a pronunciar las primeras sílabas de la palabra errónea ya que inmediatamente nos damos cuenta del equívoco y lo solucionamos. Por supuesto, será mucho más fácil confundir las palabras con un sonido similar, como, por ejemplo: hospitalidad con hostilidad o insinuar con incinerar. Así, la mayoría de los lapsus verbales no son sino cáscaras de bananas producidas por una “sobrecarga” del cerebro.

¡Pero otros no lo son!

¿Qué esconden los errores al hablar?

Algunos errores al hablar pueden estar provocados por la incidencia de los significados. Por ejemplo, cuando pensamos en el nombre de una persona, inmediatamente acuden a nuestra mente las vivencias relacionadas con esta. De esta forma, esas experiencias o deseos podrían ser los causantes del error. En fin, serían lapsus verbales provocados por los pensamientos intrusivos.

El problema radica en que mientras más nos esforzamos por suprimir estos pensamientos, más frecuentes se vuelven y, por ende, no es raro que terminen manifestándose a través de errores lingüísticos. Por supuesto, mientras más distraídos estemos, más errores cometeremos.

Esto lo demuestra un curioso experimento desarrollado en la Universidad de California en la cual los psicólogos le pidieron a hombres heterosexuales que hablaran sobre sus profesiones delante de una mujer vestida de forma provocativa. Se apreció que estos hombres cometían más lapsus de contenido sexual que quienes habían sido entrevistados por otro hombre. Esto se debe a que nuestro cerebro tiene una capacidad atencional limitada y no puede controlar tantos procesos a la vez.

Para evitar estos errores hay una solución bastante sencilla: hablar lentamente para pensar qué vamos a decir.


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