psicología / Desarrollo Personal
¿CÓMO RECONOCER A UNA PERSONA TERCA E IMEDIATAMENTE VENCER SU TERQUEDAD?
¿CÓMO RECONOCER A UNA PERSONA TERCA E IMEDIATAMENTE VENCER SU TERQUEDAD?
Quizá uno de los ejemplos más
icónicos de testarudez es el de Hiroo Onoda, un oficial de inteligencia del
Ejército Imperial Japonés que se mantuvo escondido en la selva filipina durante
29 años después de terminar la Segunda Guerra Mundial porque estaba convencido
de que la batalla aún no había terminado. Aunque lo intentaron convencer en
varias ocasiones de que su actitud no tenía ningún sentido, no se entregó hasta
que en 1974 su excomandante le anunció la revocación de su orden de 1945 de
quedarse atrás para espiar a las tropas estadounidenses.
Sin duda, es un ejemplo extremo
de terquedad en Psicología, pero en la vida cotidiana también podemos llegar a
ser muy testarudos. Y eso nos puede traer graves problemas, tanto en nuestras
relaciones interpersonales como a la hora de tomar decisiones. Aferrarnos a
soluciones que no funcionan o caminos sin salida es una manera de condenarnos a
la infelicidad, la insatisfacción y el fracaso. Ya lo había dicho Nietzsche: “Muchos
son testarudos a la hora de seguir el camino que han elegido, pero pocos
muestran la misma terquedad a la hora de lograr sus metas”.
¿Cómo es una persona terca?
Una persona terca es aquella
que se niega a cambiar de opinión sobre una idea o acción que está a punto de emprender,
aunque le brinden razones suficientemente lógicas y comprobables para hacerle
notar que se equivoca.
Generalmente la persona terca
prefiere rodearse de gente que piense y reaccione de la misma manera, para que
no pongan en discusión sus opiniones. El verdadero problema es que esa persona
se identifica extremadamente con sus ideas y siente que su identidad corre
peligro cuando alguien desafía su visión del mundo.
- Temen al cambio. Las
personas testarudas suelen temer los cambios, aunque no siempre lo reconocen.
No obstante, perciben las nuevas situaciones como amenazas que deben evitar a
toda costa. Cualquiera que intente imponer un cambio en su rutina o forma de
pensar podría ser visto como un peligro. No hay dudas de que es importante
seguir ciertos patrones y tener hábitos, pero también hay que aceptar que la
vida no siempre es predecible y que nuestra salud mental depende en gran medida
de nuestra capacidad para aceptar y adaptarnos a unas circunstancias que
cambian constantemente. Una persona terca suele afrontar el cambio recurriendo
a estrategias desadaptativas como la negación o la evasión. Sin embargo, lo
cierto es que hasta que no aceptemos el cambio, sin importar cuán malo es, no
comenzará el proceso de curación.
- Discuten, sobre todo. Vivir
con una persona terca puede ser extremadamente desgastante ya que generalmente
discuten sobre todo aquello que vaya contra su visión del mundo. Lo peor es que
involucran demasiado su ego en esas discusiones, que convierten en batallas
campales en las que el objetivo es ganar a toda costa. Además, se niegan a
reconocer que están equivocadas. Esa actitud suele crear muchas fricciones en
la vida cotidiana ya que a menudo después de las discusiones no hay un
acuerdo.
- No se desvían ni un milímetro de su mentalidad. La persona terca tiene un pensamiento
dicotómico, piensa que las cosas son blancas o negras, y que ella siempre tiene
la razón. Todo lo que se aleje mínimamente de su concepción del mundo y de la
vida está equivocado. Suele aferrarse a sus creencias para protegerse de los
cambios ya que le reportan una zona de confort donde se siente segura. De
hecho, detrás de la terquedad suele esconderse un profundo miedo ya que aceptar
ideas y comportamientos diferentes implica salir de esa zona de seguridad para
explorar nuevas cosas. Y eso siempre implica incertidumbre.
- Atacan de manera personal. Muchas veces la persona terca es consciente de que
sus argumentos no son suficientes para convencer a los demás, así que no dudan
en recurrir a los ataques personales. Dado que la obstinación les hace pensar
que todo lo que no coincide con su visión es un ataque personal, deciden
devolver el golpe. Esta persona no recurrirá a los hechos, las cifras o los
estudios científicos para apuntalar su idea, sino que utilizará estrategias
como la falacia del arenque rojo o
cualquier otra táctica para minar a su interlocutor, atacando su credibilidad o
autoestima. No es extraño que también medien los insultos o los juicios de
valor, lo cual hace que discutir sobre un tema con una persona obstinada sea
tan complicado ya que muy pronto se deslizará al terreno personal.
- Evitan la información que contradice sus creencias. Una persona terca solo leerá las noticias de
las fuentes que confirman su visión del mundo. No se arriesga a buscar otras
fuentes porque ello las pondría en una situación conflictiva respecto a su
identidad, que ha sido construida y se sostiene en base a esas creencias. El
problema es que, de esa manera, la persona termina aislándose en una realidad
que solo confirma sus estereotipos, de manera que le resulta prácticamente
imposible aceptar los hechos que la niegan o la ponen en discusión.
¿Cómo lidiar con una persona terca sin perder tu
equilibrio emocional?
1. Introduce la duda con delicadeza. Es importante que la persona terca no te vea
como un adversario o una persona que quiere desestabilizarla. Es mucho mejor
que introduzcas la duda de manera sutil, para que sea ella misma quien llegue a
la conclusión. Esa estrategia suele ser mucho más eficaz que mostrarle mil
hechos que confirmen tu idea. Evita frases como “te equivocas” o “no tienes
razón” porque solo harán que esa persona se ponga a la defensiva y, a partir de
ese momento, cualquier discusión racional será imposible.
2. Discute desde el respeto y la empatía. Jamás debemos olvidar que cada uno es libre de
mantener sus creencias y opiniones. Por tanto, no debemos presionar demasiado a
la persona terca para que cambie sino discutir desde el respeto a sus opiniones
e intentando asumir una actitud empática. De hecho, es mucho más eficaz que
discutas desde su posición, comprendiendo sus argumentos e intentando
desmontarlos. Cuando cada uno discute parapetado en su punto de vista, es
difícil que se pueda llegar a un acuerdo o que la conversación sea
enriquecedora ya que se convertirá en monólogos para sordos.
3. Céntrate en la cuestión, no lo lleves al plano
personal. Es probable que cuando la
persona terca se quede sin argumentos, intente llevar la discusión al plano
personal. No lo permitas porque en ese preciso instante habréis “perdido”
ambos. Intenta mantener la discusión centrada en el asunto que os ocupa y, si
no es posible, postérgala para otro momento. Recuerda que una persona testaruda
puede padecer una “pérdida de audición temporal”: la única opinión que escucha
es la suya. Por eso, es mucho más fácil si porciones la opinión contraria de
manera que cada idea le resulte más fácil de digerir.
4. Abandona la necesidad de ganar. Si quieres que la otra persona se muestre
abierta a tus ideas, también tú debes mostrarte abierto a las suyas, por muy
descabelladas, ilógicas o antiguas que te parezcan. Eso significa abandonar la
mentalidad de que debes ganar la discusión. En una discusión, cuando realmente
ganas es cuando aprendes algo nuevo o exploras otro punto de vista. No lo
olvides. Ese cambio de mentalidad se reflejará en tu actitud y hará que la
discusión fluya mejor.
5. Recuerda que la terquedad también es
positiva. No olvides que muchos de los grandes inventores de la historia fueron
personas testarudas que se empecinaron en hacer realidad su sueño. La
obstinación también tiene un lado positivo, lo cual te ayudará a ver la persona
terca como alguien mucho más rico y complejo, y te permitirá huir de las
etiquetas y los estereotipos que precisamente le echas en cara.
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