psicología / Desarrollo Personal
LOS LABERINTOS DEL AUTOENGAÑO
LOS LABERINTOS DEL AUTOENGAÑO
Una de las investigaciones
clásicas de la Psicología pretende brindarle respuestas a esta pregunta. En el
experimento participaron 38 estudiantes a los cuales se les dijo que formarían parte
de un estudio que investigaría los aspectos médicos y psicológicos de los
atletas. Por supuesto, éste no era el verdadero objetivo del experimento, pero
los psicólogos deseaban conocer durante cuánto tiempo las personas eran
capaces de mantener sus brazos en agua helada solo para demostrar que su estado
de salud era perfecto. Aunque realmente esta tarea solo demostraba cuan
propensas son las personas para autoengañarse.
Acerquémonos
brevemente al diseño experimental:
A los
participantes se les pidió que pusieran sus brazos en agua helada, inicialmente
solo lograron mantenerlos entre 30 o 40
segundos.
Posteriormente, casi
al azar, se les comentó que existían dos tipos de corazones:
– Tipo I:
relacionado con un estado de salud débil, una corta expectativa de vida y por
supuesto, altas probabilidades de sufrir un infarto cardiovascular.
– Tipo II:
relacionado con un estado de salud adecuado, una larga expectativa de vida y
bajo riesgo cardíaco.
A la mitad de las
personas se les dijo que aquellos que pertenecen al grupo II suelen tener mayor
tolerancia ante el agua helada. Al resto se les hizo creer exactamente lo
contrario.
Después de haberles
brindado esta información los voluntarios debían volver a pasar la prueba del
agua. ¿Los resultados?
Creo que ya los
imaginan, la manipulación (en el nombre de la ciencia, vale aclarar) demostró que
las personas pueden variar sus comportamientos en un rango muy amplio según «la
verdad» en la cual crean. En la segunda prueba, aquellos que pensaban que la
resistencia al agua helada era un factor indicativo de su estado de salud
mostraron una mayor resistencia (pasaron más tiempo en el agua fría) mientras
que aquellos que pensaban que una menor resistencia al frío era sinónimo de
salud mental, disminuyeron ostensiblemente su resistencia.
Posteriormente a
cada persona se les preguntó si, intencionalmente, habían intentado variar el
tiempo que mantenían sus brazos en el agua. De los 38 participantes 29 de ellos
negaron que hubiesen incidido conscientemente en su resistencia mientras que
solo 9 confesaron que habían variado su tiempo de manera consciente.
Una vez más a las
personas les preguntaron si creían que tenían un corazón fuerte o no. De los 29
que negaron su incidencia intencional, el 60% pensaba que tenía un corazón muy
sano. ¿Qué nos sugieren estas afirmaciones? Que las personas que no son capaces
de discriminar las verdaderas motivaciones detrás de sus comportamientos
tienden a autoengañarse. En otras palabras: ellos se creen «la verdad» que les
dicen a los otros.
Este experimento es
curioso porque demuestra los diferentes grados en los cuales nos autoengañamos,
muestra como es mucho más sencillo asumir una mentira cuando ésta nos hace
feliz o nos brinda cierta certeza sobre el futuro. Así, el autoengaño tendría
un efecto tranquilizante, sería una estrategia que utilizamos alguna que otra
vez para disminuir la incertidumbre de la cotidianidad y brindarnos una
ilusoria sensación de control.
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