ABSTINENCIA SANTO TOMÁS DE AQUINO
ABSTINENCIA: Es la virtud que modera el placer de los alimentos (II-II, 146).
El placer provocado por los alimentos aparta
del bien, “tanto por la fuerza de los placeres, como por la necesidad de los
alimentos, ya que el hombre los necesita para conservar su vida, que es el
objeto más deseado para él” (II-II, 146, 2, c). “Al practicar la abstinencia el
hombre se hace más fuerte para vencer los ataques de la gula, que son tanto más
fuertes cuando más cede a ellos el hombre” (II-II, 146, 2, rta 2).
Pongan todo empeño en demostrar con su fe virtud,
con su virtud ciencia, y con su ciencia abstinencia (II Pe 1,5-6).
El ayuno
El ayuno es el acto de la abstinencia (Cf. II-II,
147). Por el ayuno el hombre “toma menos cantidad de alimento que el que le
corresponde en circunstancias normales” (II-II, 147, 1, rta 2). Se realiza
principalmente para “evitar males espirituales o para conseguir bienes
espirituales” (II-II, 147, 1, rta 2).
Este tiene un triple fin: primero, para
frenar la concupiscencia, ya que “la lujuria se enfría mediante la abstinencia
de comida y bebida” (II-II, 147, 1, c); segundo, “para que la mente
se eleve a la contemplación de lo sublime” (II-II, 147, 1, c); tercero,
para satisfacer por los pecados.
“La Iglesia establece el ayuno para dominar la
concupiscencia, pero conservando la naturaleza. Ahora bien: para esto parece
suficiente una única comida, con la que el hombre puede cumplir con la
naturaleza y, a la vez, aminorar la concupiscencia, reduciendo el número de
comidas” (II-II, 147, 6, c)
Conviértanse a mí de todo corazón, con ayuno,
llantos y lamentos (Jl
2, 12).
El vicio contrario
A la abstinencia se opone la gula. Este
es un deseo desordenado de comida que aparta al hombre del bien (Cf. II-II,
148). El deseo desordenado de alimento debe ser voluntario para se vicio[2].
Especies de gula
“Puede haber desorden en el deseo bajo un doble
aspecto. En primer lugar, respecto del alimento que se toma.
En cuanto a la clase o sustancia del alimento, lo deseamos bueno, estimable; en
cuanto a su calidad, exigimos una preparación demasiado esmerada; en cuanto a
la cantidad, nos excedemos comiendo demasiado. En segundo lugar,
podemos considerar el desorden del deseo en el mismo acto de tomar el alimento;
haciéndolo de prisa, es decir, adelantando la hora de tomarlo, o con voracidad,
es decir, no observando la debida moderación en el comer” (II-II, 148, 4, c).
Consecuencias de la gula
La gula tiene además distintos frutos desordenados:
el embotamiento de la razón, la ceguera mental, y a causa de esto, la alegría
necia o indefinida, las palabras superfluas en la locuacidad, y las palabras y
gritos sin honestidad en la bufonería (Cf. II-II, 148, 6, c).
[1] “No se puede establecer la misma cantidad de
comida para todos, ya que la distinta complexión de los cuerpos hace que unos
necesiten más comida que otros. Pero, como norma general, todos pueden cumplir
con la naturaleza haciendo una sola comida” (II-II, 147, 6, rta 1).
“Ni el uso ni la privación de alimento, considerados
en sí mismos, pertenecen al reino de Dios, porque dice el Apóstol en 1 Cor
8,8: Pero no es la comida la que nos hace aceptos a Dios, y
ni por abstenernos escasearemos ni por comer abundaremos. Pero ambos
pertenecen al reino de Dios si se realizan razonablemente bajo el impulso de la
fe y del amor de Dios” (II-II, 146, 1, c).
[2] “Si alguno se excede en la cantidad de
alimento, no por deseo del mismo, sino por creer que es necesario, no podemos decir
que esto sea gula, sino falta de cálculo. Y sólo comete pecado de gula quien se
excede en la cantidad de comida conscientemente, llevado por el placer
producido por los alimentos” (II-II, 148, 1, rta 2).
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