Psicología
CÓMO LA SOCIEDAD NOS URGE A
CONSUMIR LA VIDA, EN VEZ DE DISFRUTARLA
CUANTO MÁS PRETENDEMOS ABARCAR, MÁS PERDEMOS
Hoy estamos más informados que nunca, pero sabemos menos. Disponemos de
más datos, pero somos menos críticos. Prestamos atención a un mayor número de
eventos, pero somos más desmemoriados. Estamos más conectados, pero también más
solos.
Si queremos seguir el ritmo que impone la vida moderna, estamos obligados
a priorizar una serie de habilidades y hábitos sobre otros. Generalmente lo
hacemos de manera inconsciente, dejándonos llevar por la corriente imperante.
La masa establece qué es lo normativo. Y suele ser más fácil acomodarnos a las
normas que rebelarnos. Sin embargo, de esa manera podríamos estar consumiendo
la vida, más que disfrutándola lentamente.
Ese es el peligro del que nos alerta el filósofo Byung-Chul Han en su
libro “La desaparición de los rituales: Una topología del presente”. Han cree
que la cultura occidental se ha estructurado de forma tal que nos arrebata
algunas de nuestras habilidades más valiosas para dar sentido y disfrutar
plenamente de la vida: la percepción simbólica y la atención intensiva.
La percepción serial coarta
la búsqueda de sentido y el disfrute
“Hoy la percepción simbólica desaparece cada vez más a favor de la
percepción serial, que no es capaz de experimentar su duración. La percepción
serial, como una captación sucesiva de lo nuevo, no se demora en ello. Más bien
se apresura de una información a la siguiente, de una vivencia a la siguiente,
de una sensación a la siguiente, sin finalizar jamás nada. De hecho, las series
gustan tanto porque responden al hábito de la percepción serial. En el nivel de
consumo mediático, la percepción serial conduce a los atracones televisivos”,
escribió Han.
La percepción simbólica es aquella que va más allá de las formas y
penetra en el contenido, comprende los símbolos ocultos detrás de las
apariencias. No es un simple percibir, sino que implica reflexionar, así como
buscar significados compartidos. No es una mirada fugaz sino una mirada
detenida. En cambio, la percepción serial es aquella que pasa de un estímulo a
otro, sin deternerse demasiado, sin plantearse preguntas, sin arañar la
superficie. No profundiza y, por eso, no deja marca.
“La percepción serial es extensiva, mientras que la percepción
simbólica es intensiva. A causa de su carácter extensivo, la percepción serial
presta una atención plana. Hoy la intensidad deja paso en todas partes a la
extensión. La comunicación digital, por ejemplo, es una comunicación extensiva.
En lugar de crear relaciones se limita a establecer conexiones”, añadió
Han.
La atención plana no deja espacio para que las cosas y los fenómenos se
asienten y podamos descubrir su esencia. Es una atención que no permite la
reflexión ni la emoción. Implica ir de flor en flor, sin establecer vínculos
sólidos ni encontrar significados profundos. Es una atención instantánea que no
descansa y olvida cómo demorarse en las cosas, por lo que termina influyendo en
la manera en que vivimos.
La atención plana abarca demasiado pero no profundiza en nada. Planea
sobre el mundo sin detenerse a degustar su esencia. Nos impele a consumir la
vida, a apurarla hasta la última gota, pero sin disfrutarla plenamente porque
no tenemos tiempo para captar su esencia ni los detalles.
Cuanto más pretendemos
abarcar, más perdemos
Han advierte que “el régimen neoliberal fuerza a percibir de forma
serial e intensifica el hábito serial. Elimina intencionalmente la duración
para obligar a consumir más. El constante updPsicología sin Reservas e o
actualización, que abarca todos los ámbitos vitales, no permite ninguna
duración ni finalización […] A causa de ello la vida se vuelve más contingente,
más fugaz y más inconstante”.
Cuando nuestra percepción y atención se expanden para abarcar más, en vez
de concentrarse para ayudarnos a comprender mejor, no logramos construir
significados profundos que den sentido a nuestra vida ni logramos terminar
nada. Eso genera una insatisfacción vital que arrastramos permanentemente. Pero
como no sabemos de dónde proviene, creemos que la solución es consumir cada vez
más, descubrir más cosas, viajar más, comunicar más… No pensamos que
quizá la solución radica en restar. “Esa presión profana la vida”,
sentencia Han. De hecho, la propia presión por ser felices genera infelicidad.
Este filósofo piensa que “si se priva a la vida del elemento
contemplativo uno se ahoga en su propio hacer […] El reposo contemplativo, la
quietud y el silencio son esenciales”. Sin embargo, “el reposo
y el silencio no tienen cabida en la red digital, cuya estructura corresponde a
una atención plana. La comunidad digital es horizontal. En ella no sobresale
nada. Nada se ahonda. No es intensiva sino extensiva, lo que hace que aumente
el ruido de la comunicación”.
Cuando no hay espacio para el silencio y la quietud no hay espacio para
la reflexión. Ello nos lleva a vivir de manera irreflexiva, consumiendo
ingentes cantidades de información que no nos aportan nada relevante,
estableciendo conexiones con un mayor número de personas que no estarán a
nuestro lado cuando las necesitemos o visitando un mayor número de sitios sin
llegar a conocerlos.
La prisa por vivir nos arrebata la vida. La necesidad de estar
actualizados nos arrebata lo familiar. La atención plana nos arrebata la
reflexión. La apuesta por la cantidad nos lleva a olvidarnos de la calidad.
Cuanto más abarcamos, más perdemos. Huérfanos de las habilidades que nos
permiten demorarnos, encontrar sentidos y disfrutar, terminamos convirtiéndonos
en consumidores ávidos de nuestra propia vida, en vez de ser sus artífices
cuidadosos.
Fuente:
Han, B. (2020) La desaparición de los rituales. Herder: Barcelona.
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