Psicología /desarrollo personal
CUANTO MÁS TE QUEJES DE TUS PROBLEMAS, MÁS PROBLEMAS TENDRÁS
Cuando un insecto se pega en
una telaraña, el pánico se apodera de él. Se mueve con todas sus fuerzas para
intentar zafarse, pero esos movimientos, que deberían liberarle, en realidad le
atan aún más a la telaraña y terminan siendo fatales ya que avisan a la araña
de su presencia.
Ese patrón también se repite
en nuestra vida. A veces nos convertimos en prisioneros de nosotros mismos y,
en el intento de escapar, terminamos aún más enredados en las redes que hemos
construido a nuestro alrededor. Creamos, sin darnos cuenta, callejones sin
salida, dobles ataduras psicológicas que nos mantienen atrapados en una
situación que nos daña o nos provoca malestar.
¿Qué es la doble atadura psicológica?
La doble atadura psicológica
es una situación en la que cuanto más nos esforzamos por “solucionar” un
problema, más lo complicamos, cuanto más nos esforzamos por deshacernos de una
emoción o pensamiento, más la reforzamos.
Alan Watts resumió la idea
de la doble atadura psicológica de forma magistral: “crear un problema intentando
resolverlo, afligirse porque uno se aflige y temer el temor”.
Nosotros mismos creamos una
situación de la que no podemos salir airosos porque cada intento de escapar
solo refuerza el problema o crea nuevos obstáculos. Creemos que buscamos
salidas, pero en realidad nos dedicamos a tapiarlas.
¿Cómo funciona la doble atadura psicológica?
Las quejas son un ejemplo
perfecto para comprender cómo funciona la doble atadura psicológica en nuestro
día a día. Los lamentos no solo expresan un estado de descontento, sino que
también multiplican las dificultades porque nos centramos únicamente en los
obstáculos y las consecuencias negativas del hecho por el cual nos quejamos.
Lamentarse es como ponerse
una venda negra en los ojos deseando ver los colores del mundo. Al desarrollar
una visión negativa de lo ocurrido, nos impedimos encontrar la solución ya que
nuestra mente se convierte en una fábrica de problemas. Cuando nos maniatamos a
las quejas, a todo lo que ha ido mal y a lo que puede ir mal, nos condenamos a
la inmovilidad.
Las quejas hacen que, al
problema, tengamos que sumar además un problema de actitud ante las
circunstancias, más la negatividad mental que nos impide encontrar soluciones.
Por eso, lamentarse se convierte en un callejón sin salida, una doble atadura
psicológica.
Obviamente, existen muchas
otras situaciones de la vida cotidiana en las que nos maniatamos de pies y
manos.
Tal es el caso de los
pensamientos recurrentes negativos, por ejemplo. Cuando queremos apartar un
pensamiento indeseado de nuestra mente, el intento de dejar de pensar en ello
activa un mecanismo de hipervigilancia que refuerza aún más ese pensamiento. Es
una batalla perdida de antemano porque caemos en la trampa que nos tendemos.
Cuanto más intentes dejar de pensar en los elefantes rosa, más pensarás en
ellos.
Cada vez que nos preocupamos
por preocuparnos, le tememos a la ansiedad o nos deprimimos porque estamos
tristes, estamos creando una situación de la que nos resulta imposible escapar
porque no se puede solucionar un problema con la misma mentalidad con que se
creó.
¿Cómo deshacer ese doble nudo psicológico?
La clave, o al menos una de
ellas, radica en la no-acción o el principio del Wu-Wei; o sea, dejar que todo siga su curso
natural. Si no te esfuerzas por apartar un pensamiento de tu mente, antes o
después este desaparecerá porque el curso natural de la mente implica saltar de
un pensamiento a otro sin aferrarse a ninguno en especial.
Un estudio realizado en la
Universidad de Wisconsin comprobó que las personas que intentan suprimir
activamente sus pensamientos indeseados terminan más estresadas por los
pensamientos que desean eliminar. Al contrario, aquellos que aceptan de manera
natural esos pensamientos intrusivos se obsesionan menos con ellos y, como
resultado, sufren menos ansiedad y tienen niveles más bajos de depresión.
Otro estudio más reciente
llevado a cabo en la Universidad de Toronto desveló que ese mismo principio se
aplica a los estados afectivos. Aceptar las emociones negativas reduce su
intensidad, permitiéndonos pasar página más rápido y con menos sufrimiento.
Por tanto, si no alimentas
el miedo al miedo, la preocupación por las preocupaciones o la tristeza por la
tristeza, esas emociones terminarán desapareciendo, como si fueran nubes
arrastradas por el viento. Se trata de una aceptación radical, de asumir una actitud de desasimiento
mental en la que nos separamos de la mentalidad que creó el problema, para
poder solucionarlo.
Un poema
de Seng-ts’an llamado “Tratado de la fe en la mente”, es particularmente
revelador para deshacernos de la doble atadura psicológica:
“La
persona sabia no se esfuerza;
El
ignorante se sujeta a sí mismo […]
Si
obras con tu mente sobre tu mente,
¿Cómo
podrás evitar una inmensa confusión?”.
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