Psicología /desarrollo personal
HAY DÍAS EN LOS QUE PODEMOS CON TODO, Y HAY DÍAS EN LOS QUE TODO NOS PUEDE
HAY DÍAS EN LOS QUE PODEMOS CON TODO, Y HAY DÍAS EN LOS QUE TODO NOS PUEDE
Hay días estupendos, días en los que
tienes una gran energía, te sientes feliz y empoderado y podrías comerte el
mundo. Hay días menos estupendos – o francamente malos – en los que la más
mínima tarea parece un esfuerzo titánico. Son días en los que no tienes ganas
de nada.
Aunque solemos pensar que la manera de
tocar fondo psicológicamente viene dada por una profunda depresión o un intenso
sufrimiento, en realidad también existen otros estados afectivos que pueden ser
devastadores arrebatándonos la energía y la motivación, dejándonos sin fuerzas
para afrontar la vida y sin ganas de nada. Como dijo el escritor japonés Haruki
Murakami: «Nada es tan cruel como la desolación de no desear nada «.
Abulia: Cuando no
tengo ganas de nada
La falta de ganas no es pereza,
holgazanería ni cansancio. Es una situación psicológica en la que pierdes la
capacidad para actuar porque crees que plantearte metas y objetivos a corto o
largo plazo no tiene sentido.
En los casos más extremos se puede
llegar a la abulia, que es una alteración de la motivación y comienza a
manifestarse con problemas para tomar decisiones y llevarlas a la práctica. La
abulia es la falta de voluntad o iniciativa y de energía. Se trata de una
especie de apatía extrema en la que cualquier actividad te parecerá abrumadora
y pierdes el interés por las cosas que antes te motivaban y entusiasmaban.
Generalmente la abulia se acompaña
de anhedonia, que es la pérdida de la capacidad para disfrutar de las
actividades y encontrar placer en la vida. Cuando sufrimos ambos problemas,
cuando la abulia y la anhedonia echan raíces, es fácil caer en el agujero negro
de la depresión.
No obstante, sin llegar a los casos
extremos de abulia, puedes atravesar días abúlicos, días en los que no tienes
ganas de nada y todo te puede. ¿A qué se debe?
¿Por qué hay días
en los que no tengo ganas de hacer nada?
1.Agotamiento, te
has llevado al límite
Después de un proyecto agotador, es
normal que sobrevenga un periodo de extremo cansancio y abulia que puede
extenderse durante varios días o incluso semanas. Cuando estás inmerso en un
proyecto muy demandante, tu organismo responde con eustrés, un tipo de estrés
positivo que te ayuda a tener una marcha adicional para dar lo mejor de ti. Sin
embargo, el eustrés consume energía física y psicológica, que al final termina
pasándote factura. Por eso, cuando termines el proyecto y finalmente puedas
relajarte, es probable que sobrevenga un agotamiento extremo.
2. Te has
descuidado, mucho y durante mucho tiempo
A veces ese agotamiento no proviene de
un proyecto muy demandante sino tan solo de un estilo de vida demandante en el
que te has descuidado. Si corres de un compromiso a otro, como si vivieras en
un eterno maratón, es comprensible que antes o después tu cuerpo y tu mente den
el alto porque necesitan un descanso. En ese caso, el deseo de no hacer nada
incluso podría considerarse como un mecanismo de defensa, una alerta de
que necesitas tomarte un descanso y desconectar.
3. Aburrimiento
vital, vives en el día de la marmota
No se trata del típico aburrimiento,
sino de un estado de aburrimiento vital. Si no disfrutas lo que haces cada día,
no encuentras las tareas motivantes y no te satisfacen, es normal que
inconscientemente rechaces comenzar la jornada y respondas ante la perspectiva
de un nuevo día con abulia. Si tus jornadas se han convertido en una copia las
unas de las otras, tienes muchas rutinas automatizadas y no sabes cómo salir de
esa especie de “día de la marmota”, es probable que te hundas en el
aburrimiento y la monotonía, dos sentimientos que te arrebatan las ganas de
hacer cosas. Basta recordar la frase de Max Stirner: “la costumbre de
la renuncia congela el ardor de los deseos”.
4. Frustración,
no ves la luz al final del túnel
Hay veces en que esas ganas de no
hacer nada provienen de la frustración. Si te sientes atrapado en una vida que
no te gusta, pero no sabes cómo escapar de esa situación, es probable que te
sientas agobiado y frustrado. De hecho, si has intentado hacer las cosas de
manera diferente, pero – por alguna u otra razón – no ha funcionado, es
probable que termines desarrollando una especie de indefensión aprendida,
lo cual significa que te has dado por vencido sumiéndote en la abulia más
completa. Sin embargo, «la resignación es un suicidio cotidiano», como escribió
Honoré de Balzac.
5. Depresión,
simple y llanamente
Hay ocasiones en que esas ganas de
nada son el preludio de un cuadro depresivo. La depresión se acompaña de
abulia, anhedonia y en sentido general de la pérdida de significado de la vida.
En algunos casos, esa depresión es el resultado de una pérdida – de cualquier
tipo – que deja un vacío enorme en la vida y genera una sensación de
esterilidad emocional. Otras veces puede ser el resultado de una crisis
existencial no resuelta en la que se pierde el sentido de la propia vida.
Por último, es importante ser
conscientes de que ese estado abúlico también puede ser el resultado de algunos
problemas físicos, por lo que es fundamental acudir al médico de cabecera para
descartar una posible patología. Las variaciones hormonales, los problemas
tiroideos, la anemia, la diabetes y los problemas cardíacos pueden generar
cansancio y debilidad extremos.
¿Cómo recuperar
las ganas de hacer cosas? El poder de rendirse
Cuando no tengas ganas de hacer nada,
¡ríndete! Parece un contrasentido, pero descubrirás que esa rendición es
extremadamente liberadora. Rendirse no es pasar todo el día acostado en la
cama, aunque si todo lo que necesitas es descansar para recuperar fuerzas,
también es una opción, sino asumir el estado en que te encuentras.
Esa rendición encierra la semilla de
la aceptación radical. Es dejar de pensar que tienes que estar haciendo
cosas constantemente. Dejar de presionarte en pos de la productividad. Abrazar
la tranquilidad y el dolce far niente. No empujar. No forzar.
Permitir que las cosas sean como son.
El primer resultado de esa rendición
incondicional es que comenzarás a dejar de sentirte mal contigo mismo. Y ese ya
es un gran paso.
El segundo paso consiste en encontrar
pequeñas cosas que se conviertan en dinamizadores de la conducta y que no
requieran un esfuerzo sobrehumano. Una ducha relajante, escuchar la música que
te gusta, hacerte un regalo… Cualquier cosa vale con tal de que puedas
experimentar emociones más positivas que te hagan sentir mejor.
Se trata de aprovechar ese estado de
apatía a tu favor para:
- Reconectar contigo mismo, con esas cosas
que realmente te gustan y que probablemente has descuidado durante mucho
tiempo.
- Tomarte un tiempo para descansar, dándote
permiso para salir de la vertiginosidad de la vida cotidiana.
- Cambiar el rumbo de tu vida – si es
necesario – para encontrar nuevas metas que te resulten más motivadoras.
En el plano práctico, para recuperar
las ganas de hacer cosas, simplemente necesitas establecer objetivos a corto
plazo. Divide las actividades en pequeñas tareas que puedas gestionar mejor.
Así te agobiarás menos.
Céntrate tan solo en el próximo paso
que debes dar. Y cuando lo termines, date una palmadita en la espalda. ¡Te lo mereces!
A medida que vayas dando pequeños pasos, también te irás empoderando y esa
abulia irá desapareciendo paulatinamente, tal y como llegó.
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