Psicología /desarrollo personal
CÓMO LIBERARTE DE LA CÁRCEL DE
TÚ PROPIA VIDA, SEGÚN HENRY DAVID THOREAU
“Por un aparente destino comúnmente llamado necesidad, las personas se dedican, según cuenta un viejo libro, a acumular tesoros que la polilla y la herrumbre echarán a perder y que los ladrones entrarán a robar. Ésta es la vida de un idiota, como comprenderán los hombres cuando lleguen al final de ella, si no lo hacen antes”, escribió Henry David Thoreau, quien vivió casi como un ermitaño durante dos años para liberarse de la cárcel de su propia vida.
Hijo de una familia pobre de inmigrantes franceses, sus compañeros de
clase se burlaban de él porque no podía comprarse un abrigo decente. Su familia
prosperó gracias a que el “hijo prodigio” aplicó al negocio familiar lo que
había aprendido en Harvard inventando un lápiz mejor y perfeccionando la
máquina para fabricarlos. Sin embargo, había algo extraño en aquel joven que no
se contentaba con el destino que le había tocado en suerte y se negaba a
plegarse a las encorsetadas normas que dictaba la sociedad de su época.
En julio de 1845 decidió romper el cordón umbilical. Construyó una cabaña
en el lago Walden y vivió allí durante dos años, lejos de todo lo mundano. En
su refugio se dedicó a escribir, leer, disfrutar de la naturaleza, y, sobre
todo, a reflexionar mucho. Reflexionó sobre un mundo en el que temía que pensar
estuviera fuera de lugar.
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo
los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que
enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”,
fueron sus palabras.
Sus preocupaciones y reflexiones fueron tan incisivas y actuales a
mediados del siglo XIX como lo son hoy. Sus palabras son un aldabonazo para
todas aquellas personas que se han acostumbrado a una vida asfixiante repleta
de preocupaciones innecesarias, una “vida de silenciosa desesperación”,
como la describió él mismo.
Busca incansablemente tu
verdad, no te contentes con la verdad de los demás
Thoreau sostiene que nos convertimos en esclavos porque no somos capaces
de tomar las riendas de nuestra vida. Podemos sentirnos frustrados y atrapados,
pero, en vez de buscar la salida, nos limitamos a contentarnos con esa ilusión terrible
que se llama resignación. Miramos a nuestro alrededor y, aunque muchas cosas no
nos gusten, nos consolamos pensando que a todos les pasa igual. No comprendemos
que «mal de muchos, consuelo de tontos».
Estamos convencidos de que las maneras de pensar, sentir o actuar que nos
ha enseñado la sociedad son las únicas posibles. Y esa certeza es lo que nos
mantiene atados a una situación que no nos agrada o que incluso nos produce un
franco malestar o nos daña. En vez de vivir, nos limitamos a sobrevivir en la
estrecha zona de confort que hemos construido.
Para salir de ese círculo vicioso, el primer paso es cuestionarlo todo,
no dar nada por sentado, ni siquiera lo que nos han enseñado de niños o las
reglas, creencias e ideas con las que todos a nuestro alrededor están de
acuerdo.
Thoreau decía: “no se puede confiar en ninguna forma de hacer o
pensar, por muy antigua que sea, sin pruebas. Aquello que todo el mundo corea o
que se acepta en silencio como verdad indiscutible, mañana puede convertirse en
una falsedad”. Solo cuando comenzamos a cuestionarnos las cosas, en vez de
resignarnos a ellas, podemos cambiar de verdad. Un cambio que nos conduce a la
autoliberación.
El camino a la libertad
personal empieza con la simplicidad
“El paraíso se encuentra tanto debajo de nuestros pies como encima de
nuestras cabezas”, decía Thoreau y en esas líneas se entrevé que a pesar de
su desilusión con la sociedad, también estaba firmemente convencidos de que
podemos ser felices aquí y ahora.
El camino que propone es una vida significativa marcada por la
simplicidad: “Sea cual sea el significado de tu vida, encuéntralo y vívelo:
no lo rechaces […] Cultiva la pobreza como una hierba de jardín. No te
preocupes mucho por conseguir cosas nuevas, ya sea ropa o amigos. Las cosas no
cambian, somos nosotros quienes cambiamos. Vende tu ropa y atesora tus
pensamientos”.
Cuando Thoreau decía que acumular bienes es insensato, se refería a que
el coste psicológico que pagamos por esos objetos es demasiado alto y a menudo
ni siquiera somos conscientes de ello. “El costo de una cosa es la cantidad
de vida necesaria para adquirirla”. ¿Cuántas horas de nuestra vida estamos
dispuestos a malgastar para adquirir productos más tecnológicos, más grandes o
simplemente más bonitos?
Su idea de que “los hombres se han convertido en herramientas de sus
herramientas”, esclavos de la sociedad de consumo que no se dan cuenta de
cómo las cosas que han creado han terminado dominándoles porque dictan en qué
emplearán su tiempo, es más actual que nunca. Fabricamos con obsolescencia
programada para obligarnos a reponer las cosas que se rompen y nos adaptamos
gustosos a los cambios en los paradigmas de lo que se considera bello para
seguir corriendo detrás de la moda.
Así, para seguir el ritmo a la sociedad de consumo, tenemos que
mantenernos ocupados generando la riqueza que después despilfarramos en cosas
que no necesitamos. El problema es que esa hiperactividad en realidad nos
impide pensar qué estamos haciendo con nuestra vida.
De hecho, Thoreau nos alerta de que “no basta con estar ocupados,
las hormigas también lo están. La pregunta es: ¿en qué estamos tan ocupados?”.
Este filósofo quería que le encontráramos un sentido a todo aquello que
hacemos, un sentido personal. Y para indagar en lo que queremos de verdad,
necesitamos deshacernos de todo lo que no queremos. Entonces la vida adquiere
otra perspectiva.
“Cuando simplificas tu vida, las leyes del universo se simplifican; la
soledad deja de ser soledad, la pobreza ya no es pobreza y la debilidad no es debilidad”.
Abrazar la simplicidad, ser conscientes de todo lo intrascendente y
prescindible, es extremadamente liberador porque nos permite abandonar el rol
de esclavos y adentrarnos en la sociedad como personas libres que llevan las
riendas de su vida y deciden realmente qué es lo que quieren y qué no. Y ese,
es un gran cambio que no todos tienen el coraje de llevar a la práctica.
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