20 noviembre 2018

ESTAR EN PAZ CON UNO MISMO NO TIENE PRECIO


*Perdónate, solo esoESTAR EN PAZ CON UNO MISMO NO TIENE PRECIO
Estar en paz con uno mismo no tiene precio. Tal artesanía psicológica requiere de dos logros: reconciliarnos con el pasado para apagar ciertas decepciones y dejar de obsesionarnos en el futuro para calmar ansiedades. Sentirse bien es, por encima de todo, aprender a pensar de forma adecuada, centrándonos en un presente donde dar forma a una paz interna que nadie debería perturbar.
Seguramente todos estamos de acuerdo con estas afirmaciones. Sin embargo ¿por qué nos cuesta tanto hallar este equilibrio interno donde sentirnos plenos, donde disfrutar de lo que tenemos y de aquello que nos caracteriza? Lo queramos o no siempre hay algo que falla, algo que nos chirría y que nos impide experimentar un bienestar perdurable, ese que no caduca y se mantiene firme vengan vientos o mareas.
“Ser uno mismo en un mundo que constantemente trata de que no lo seas, es el mayor de los logros”.
-Ralph Waldo Emerson-
El mundo de la psicología ha enfocado siempre sus esfuerzos a facilitarnos ese mismo objetivo. Sin embargo, y todo hay que decirlo, sus inicios fueron algo complejos. Durante mucho tiempo, sus teorías y estrategias buscaron entender casi en exclusiva el universo más patológico. No fue hasta finales de los años 70, cuando figuras como Martin Seligman o Aaron T. Beck generaron un cambio revolucionario a la vez que inspirador.
Martin Seligman, conocido por sus estudios sobre la depresión y la indefensión aprendida, pensó que era necesario dirigir el campo de la psicología hacia una nueva vertiente: la felicidad. Aaron T. Beck, por su parte, pionero en la terapia cognitiva, nos enseñó también algo primordial: para estar bien con uno mismo es necesario un cierto filtro positivo a la hora de mira hacia fuera… y también hacia dentro.
La aceptación, clave de bienestar personal
Decía Epicteto en su “Manual para la vida” que a menudo las personas nos empeñamos en querer que la vida se ajuste a nuestros deseos. Es un empeño casi infantil, y por imposible capaz de generar una elevada fustración, de ahí que quien fuera el estoico más representativo de su época nos recomendara que aprendiéramos, simplemente, a desear las cosas tal y como son.
El arte de estar bien con uno mismo es por tanto la práctica de la  aceptación. Ahora bien, aceptación no es sinónimo de pasividad ni de resignación. El truco, en realidad, es más fácil de lo que parece y requiere que invirtamos nuestros esfuerzos en una serie de logros:
  • Acepta el lado negativo de las cosas tan pronto como sucedan para tener la oportunidad de tomar el control y generar cambios. Por ejemplo, es esencial que seamos capaces de percibir rápidamente nuestros pensamientos limitantes y negativos antes de que estos consigan dominar nuestra mente y nuestros enfoques por completo.
  • Acepta lo que eres, acepta tu historia pasada y presente, acepta a esa persona que cada día se refleja en tu espejo con sus virtudes y sus defectos e intenta validarte sin necesidad de esperar a que los demás lo hagan por ti.
Estar bien con uno mismo implica saber practicar un tipo de aceptación donde tenemos un control activo sobre nuestros pensamientos. Puede que lo que nos rodee e incluso las personas que forman parte de nuestro contexto más próximo no actúen siempre como deseamos. Sin embargo, nada de eso debe exasperarnos, porque si hay calma en el interior, si hay amor propio y equilibrio, no hay nube que apague el sol que llevamos dentro.
Estar bien con uno mismo, el arte de la apreciación personal
La apreciación personal es un ejercicio tan útil como desconocido. Uno lo puede descubrir con el tiempo, justo cuando percibe que lleva mucho tiempo descuidándose y alberga la sensación de que es casi como ese peón en un tablero de ajedrez, en principio con poco valor y del que nadie se acuerda. Queremos ser la “Dama”, pero para ello es necesario recordar lo que valemos y qué papel jugamos en la partida de la vida.
Todo ello lo podemos conseguir mediante una apreciación personal inteligente, es decir sintiéndonos partícipes de cada cosa que hacemos y satisfechos con cada acto que llevamos a cabo. De este modo, y si antes hablábamos de tener un mayor control sobre nuestros pensamientos, ahora es momento de aprender a valorarnos a través de nuestras dinámicas cotidianas.
Veamos algunos ejemplos.
  • Estar bien con uno mismo implica ser selectos con las  personas que elegimos, con aquellas que formarán parte de nuestro viaje.
  • Estar bien con uno mismo significa también tener sensación de autoeficacia, apreciarnos a nosotros mismos por nuestros aciertos y pequeños logros cotidianos.
  • Significa también ser consecuentes con aquello que decimos y hacemos, con aquello que deseamos y aquello que llevamos a cabo.
Asimismo, tampoco podemos descuidar algo importante: estar bien con lo que se es y lo que se tiene se relaciona ante todo con la comodidad. Porque la sensación de libertad y agilidad que apreciamos en algunas personas, incluso a trocitos en nosotros mismos, nace de la falta de peso sobre sus espaldas.
Nada es tan satisfactorio como esa sensación, la de saber que no hay lastres del ayer ni cadenas que otros coloquen a nuestros pies para entorpecer nuestros movimientos y oportunidad de crecimiento. No descuidemos por tanto ese arte de estar bien con uno mismo, una práctica que requiere de gran voluntad y determinación por nuestra parte.

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