25 julio 2021

SI NO ES EL ESTRÉS SERA LA MALA GESTIÓN DE LAS EMOCIONES

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 SI NO ES EL ESTRÉS SERA 
LA MALA GESTIÓN DE LAS EMOCIONES


La vida tiend
S
e al caos, pero hoy día todavía más. Vivimos en un entorno VUCA que hace que haya más factores que ponen en peligro nuestra estabilidad. Un ejemplo son las redes sociales. Todos estamos demasiado accesibles para todos, y además todos esperamos una respuesta rápida, lo que genera no pocas tensiones. Pero lo importante no es la tensión −todos la soportamos−, sino cómo la gestionamos. Como afirma el dicho: ‘Hay gente que se ahoga en un vaso de agua’. Todos conocemos personas que tienen numerosos frentes abiertos, y aun así no pierden la compostura; y otras, en cambio, ante cualquier mínimo imprevisto se bloquean y pierden los papeles.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué las personas responden de manera tan distinta ante unos mismos hechos? ¿Por qué hay gente que ‘se ahoga en un vaso de agua’ y otros ‘nunca pierden los papeles’?

La respuesta nos la daban los griegos hace miles de años, quienes distinguían entre lo que es la realidad objetiva (lo que sucede) y la realidad subjetiva (cómo la vive cada uno). La habilidad más importante, para la vida, en general, y para la empresa, en particular, es la inteligencia emocional, porque todo lo que hacemos está filtrado por las emociones. No es posible eliminar las emociones de nuestra vida, aunque queramos.

Daniel Goleman escribía que “las emociones afectan a nuestra atención y a nuestro rendimiento. Las emociones fuera de control pueden transformar en estúpidas a personas inteligentes”. Las emociones provocan cambios en nuestra conducta. Por eso, es esencial aprender a identificarlas, regularlas y gestionarlas, porque cuando no se hace obstaculizan nuestra vida. Apuntamos algunas ideas para conseguirlo:

1. RELATIVIZAR

La felicidad es darse cuenta de que casi nada es demasiado importante. Cuando naciste el mundo llevaba girando mucho tiempo, y con una alta probabilidad, si falleces mañana seguirá dando vueltas con normalidad. Han muerto reyes, papas, jefes de estado, ilustres deportistas y artistas, personajes históricos… y ¿qué ha pasado? Nada. Nadie (ni tú, ni yo) y ningún proyecto (ni el tuyo ni el mío) son demasiado importantes. Y si lo fuesen y desaparecen, aparecerán otras alternativas para cubrir ese hueco. El mundo puede vivir sin ti, sin mí, sin todos.

La habilidad más importante para la vida y la empresa es la inteligencia emocional

 

 

2. ACEPTACIÓN

A menudo, la frustración procede de no aceptar la realidad. La filosofía estoica (Séneca, Epicteto, Marco Aurelio…) se centra en distinguir entre lo que se puede y no se puede controlar, para poner el foco en aquello sobre lo que podemos influir. Hay muchas cosas que escapan a nuestro control, pero lo que siempre depende de nosotros al cien por cien es cómo reaccionamos a lo que sucede. “Sea lo que sea lo que el momento presente contenga −escribe Eckhart Tolle−, acéptalo como si lo hubieras elegido”. Tu actitud, de negación y rechazo o de crecimiento y aprendizaje, es lo que va a marcar una diferencia en tu vida. El reconocimiento y la aceptación de los hechos te dan libertad respecto a ellos. Lo contrario, te hace esclavo de los acontecimientos y te frustra.

 
A menudo, la frustración procede de no aceptar la realidad

3. PEDIR AYUDA

Querer saber de todo y querer llegar a todo son papeletas seguras para el estrés. La autosuficiencia nos hunde un poco más. Nadie es Superman o Superman. Pedir ayuda es muy sano para conseguir objetivos y para el bienestar emocional y la tranquilidad interior. Pedir ayuda es uno de los rasgos que mejor definen a las personas más inteligentes: las personas inteligentes piden ayuda cuando lo necesitan, avanzan y son más felices; las personas autosuficientes son víctimas del orgullo, quedan estancadas y viven más amargadas.

4. DELEGAR

Derivado del punto anterior, conviene dedicarle un apartado específico porque es la principal dificultad a la que se enfrentan los directivos, empresarios y otro tipo de personas con responsabilidad. En muchos casos piensan que nadie puede hacer las cosas tan bien como ellos. Tim Ferris nos recuerda: “Aunque haya algo que tú puedas hacer mejor que otras personas, eso no significa que tengas que hacerlo si es intrascendente”. Y también: “Es sorprendente cómo el CI (Cociente Intelectual) de alguien parece doblarse en cuanto le otorgas responsabilidades y le haces saber que confías en él”.

5. CASI NADA ES URGENTE 

Tranquilo/a, el mundo no se acaba. Decía Tom Peters: “No he conocido una crisis que no pudiese esperar un par de horas”. Lo que parece urgentísimo siempre puede esperar un poco (bastante) más en casi todos los casos. Es bueno recordarle a la gente que ‘sus urgencias no son tus prioridades’. Urgente… esa palabra que hace tanto daño. A veces, también, lo urgente es esperar. No celebres la velocidad, sino la dirección y los avances. Rápido es rápido; rápido no es mejor.

6. ASERTIVIDAD

Si queremos avanzar, ser productivos, sacar nuestro trabajo adelante y conseguir objetivos, nos vamos a ver obligados a decir ‘no’ muchas veces. Que tu boca no te llene de trabajo. Mucho estrés procede de compromisos adquiridos por no haber sabido decir ‘no’ a tiempo. Aprender a ser asertivo se ha vuelto una competencia primordial. La diferencia entre ser asertivo y ser agresivo reside en el impacto que nuestras palabras tienen en los demás. Decir ‘no’ es sencillo, lo difícil es hacerlo con cordialidad
Aprender a ser asertivo se ha vuelto una competencia primordial hoy día

 

 

7. PREPARACIÓN 

El estrés procede muchas veces de asumir retos que nos vienen grandes. Subir peldaños de dos en dos nos vuelve inseguros. La preparación hace de efecto placebo contra el estrés. Y la preparación, como todo, exige plazos suficientes hasta que los conceptos y la experiencia se asimilan e interiorizan hasta formar parte de nosotros. Un pequeño éxito impulsa a conseguir éxitos más grandes y así sucesivamente, pero si queremos correr antes de aprender a andar lo más seguro es que seamos presa de la ansiedad y nos estrellemos.

8. PACIENCIA

Mucho estrés procede de querer forzar las agujas del reloj. La vida tiene sus ritmos, y muchos fracasos proceden de querer adelantar la hora de nuestros éxitos. No se siembra hoy y se recoge mañana. Date tiempo y disfruta del camino. No olvides las palabras de Rudyard Kipling: “Sueña, pero no dejes que tus sueños te esclavicen”. Otra cosa solo genera ansiedad y frustración.

9. MEDITAR

Por meditación entendemos distintas técnicas de control de la respiración y los pensamientos. Meditar consiste en calmar los pensamientos que revolotean por nuestra cabeza. Las personas que practican meditación durante largos periodos inducen cambios en el funcionamiento cerebral que mejoran el conocimiento, el bienestar y la felicidad. El equilibrio interior nos permite ver las cosas de otra manera, con más claridad, distinguiendo lo importante de lo secundario.

10. SENTIDO DE VIDA

Tener un propósito de vida claro hace que todo se haga más soportable. Cuando uno está alineado con su propósito, el sufrimiento, la adversidad o el rechazo se llevan de otra manera. Los motivos que tenemos para vivir son esenciales como factores protectores contra el estrés. Nuestro para qué nos da fuerzas para seguir adelante y no desfallecer cuando todo se tambalea alrededor.

En definitiva, una vida más equilibrada es una vida más feliz. El estrés (estrés malo o distrés) nos desequilibra, por ello la clave está siempre en aprender a ser emocionalmente más inteligentes, en convertir el ‘analfabetismo emocional’ en ‘sabiduría emocional’.

20 julio 2021

El poema de Parménides

[101]


^
Introducción

1

   Las yeguas que me llevan me condujeron hasta la meta de mi corazón, pues que en su carrera me trasportaron hasta el famoso camino de la deidad que, solo, lleva a través de todo al hombre iniciado en el saber. Hasta allí fui llevado, pues hasta allí me llevaron las muy inteligentes yeguas que tiran de mi carro, mientras que unas doncellas me enseñaban el camino.



     El eje, inflamándose en los cubos, impelido de ambos lados por las dos redondas ruedas, lanzaba un grito de siringa, en tanto se apresuraban por conducirme hasta la luz las doncellas del Sol, dejando atrás las moradas de la Noche, quitándose con las manos de las cabezas los velos.



     Allí están las puertas de los caminos de la Noche y del Día, sujetas entre un dintel y un umbral de piedra, altas hasta el éter, cerradas con ingentes hojas, de las que la Justicia fecunda en penas guarda las llaves maestras.



     Induciéndola con blandas razones, las doncellas la convencieron [102] inteligentemente de que sin tardanza les quitase de las puertas la barra sujeta con un cerrojo. Y las puertas abrieron una boca inmensa al desplegar las alas y hacer girar sucesivamente en los quicios sus ejes de fuerte bronce, sujetos con clavijas y pernos. Allá, pues, a través de las puertas, guiaron en línea recta las doncellas por la calzada carro y yeguas.



     Y la diosa me acogió benévolamente. Tomó mi mano derecha en la suya y me habló dirigiéndome estas palabras:



     Oh, joven, que en compañía de inmortales conductores y traído por esas yeguas arribas a nuestra morada, salud, pues que no es un destino aciago quien te impulsó a recorrer este camino, que está, en efecto, fuera del trillado por los hombres, sino la ley y la justicia. Mas necesidad es que te informes de todo, tanto del intrépido corazón de la Verdad bien redonda, cuanto de las opiniones de los mortales, en las que no hay una fe verdadera. Pero en todo caso aprenderás también esto, cómo necesitaban haber puesto a prueba cómo es lo aparente, recorriéndolo enteramente todo.

     Mas tú, de este camino de busca aparta el pensamiento que pienses, no te fuerce el hábito preñado de experiencia a entrar por este camino, moviendo ciegos ojos y zumbantes oídos y lengua, antes juzga con la razón la muy debatida argumentación por mí expuesta. Una sola posibilidad aún de hablar de un camino queda. [103]

^Primera parte

2

     Sin embargo, considera firmemente con el pensamiento lo ausente como presente. Porque no cortarás a lo que es de su contacto con lo que es, ni esparcido por todas las partes del mundo, ni recogido.

3*

     Igual me es todo punto de partida, pues he de volver a él.

4

     Pero ven, y te diré, y tú retén las palabras oídas, qué únicos caminos de busca son pensables. El uno, que es y que no es posible que no sea, es la vía de la Persuasión, pues sigue a la Verdad. El otro, que no es y que necesario es que no sea, éste, te digo, es un sendero ignorante de todo. Porque ni puedes conocer lo que no es, pues no es factible, ni expresarlo.

5

     Pues una misma cosa es la que puede ser pensada y puede ser.

6

     Necesario es que aquello que es posible decir y pensar, [104] sea. Porque puede ser, mientras que lo que nada es, no lo puede. Esto te pido consideres. De este primer camino de busca, pues, te aparto, pero también de aquel por el que mortales que nada saben yerran bicéfalos, porque la inhabilidad dirige en sus pechos el errante pensamiento, y así van y vienen, como sordos y ciegos, estupidizados, raleas sin juicio, para quienes es cosa admitida que sea y no sea, y lo mismo y no lo mismo, y de todas las cosas hay una vía de ida y vuelta.

7

     Pues jamás domarás a ser a lo que no es. Pero tú, de este camino de busca aparta el pensamiento que pienses.

8

     Una sola posibilidad aún de hablar de un camino queda: que es. En este hay muchísimos signos de que lo que es no se ha generado y es imperecedero, pues es de intactos miembros, intrépido y sin fin. Ni nunca fue, ni será, puesto que es, ahora, junto todo, uno, continuo. Porque ¿qué origen le buscarás? ¿cómo, de dónde habría tomado auge? De lo que no es, no te dejaré decirlo ni pensarlo, pues no es posible decir ni pensar que no es. Y ¿qué necesidad le habría hecho nacer después más bien que antes, tomando principio de lo que nada es? Así, necesario es que sea totalmente, o que no sea.



     Ni nunca la fuerza de la fe permitirá que de lo que no es se genere algo a su lado. Por lo cual ni generarse ni perecer le consiente la Justicia, soltando sus cadenas, sino que lo tiene sujeto. Mas el juicio acerca de estos caminos [105] se funda en esta pregunta: ¿es o no es? Pues bien, cosa juzgada es, según es necesidad, dejar el uno como imposible de pensar y nombrar, por no ser un camino verdadero, mientras que el otro es y es veraz. ¿Cómo podría ser más adelante lo que es? ¿Cómo podría haberse generado? Porque si se generó, no es, ni si está a punto de llegar a ser un día. Así, la generación se ha extinguido y es ignorado el perecer.



     Tampoco es divisible, puesto que es todo igual, ni hay más en ninguna parte, lo que le impediría ser continuo, ni menos, sino que todo está lleno de lo que es. Por esto es todo continuo: porque lo que es toca a lo que es.



     Y, además, está inmóvil entre los cabos de grandes cadenas, sin principio ni cese, puesto que la generación y el perecer han sido arrojados muy lejos, ya que los rechazó la fe verdadera. Es lo mismo, permanece en lo mismo, yace en sí mismo, y, así, permanece, trabados los pies, en el mismo sitio, pues una poderosa necesidad le tiene sujeto en las cadenas del límite que lo detiene por ambos lados. Por lo cual no es lícito que lo que es sea infinito, pues no es carente de nada, mientras que siéndolo carecería de todo.



     Lo mismo es aquello que se puede pensar y aquello por lo que existe el pensamiento que se piensa, pues sin aquello que es, y en punto a lo cual es expresado, no encontrarás el pensar. Porque nada distinto ni es, ni será, al lado de lo que es; al menos el Destino lo ató para que fuese entero e inmóvil. [106] Por esto son nombres todo cuanto los mortales han establecido, persuadidos de que son verdaderos: generarse y perecer, ser y no ser, cambiar de lugar, mudar de color brillante.

     Y, además, puesto que tiene un límite extremo, está terminado por todas partes, semejante a la masa de una esfera bien redonda, desde el medio igualmente fuerte por todas partes, pues necesario es que no sea ni más fuerte, ni más débil en una parte que en otra. Porque no hay nada que pudiera hacerle dejar de extenderse por igual, ni hay manera de que lo que es pueda ser aquí más y allí menos que lo que es, ya que es todo inexpoliable. Pues aquello desde lo que por todas partes es igual, impera del mismo modo entre los límites.

 

 

18 julio 2021

MADUREZ PSICOLÓGICA: APRENDER A VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR

PSICOLOGÍA / PSICOLOGÍA /DESARROLLO PERSONAL



MADUREZ PSICOLÓGICA: APRENDER A VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR

La madurez psicológica se puede definir de muchas formas, aunque quizá fue el escritor escocés M. J. Croan quien mejor resumió este concepto: “La madurez es cuando tu mundo se abre y te das cuenta de que no eres el centro de él”.

La madurez psicológica no llega, obligatoriamente, con el paso de los años, es necesario realizar un profundo trabajo interior que muchas veces implica una deconstrucción de nuestros patrones de pensamiento y formas de ver el mundo. No se es más maduro porque pasen los años, se es más maduro porque aprovechamos mejor las experiencias de la vida para comprendernos y comprender el mundo.

¿Qué es la madurez psicológica – y qué no es?

La madurez psicológica no solo implica conocerse bien, sino ser conscientes de que no somos el centro del universo y que necesitamos coexistir con una realidad que a menudo va en contra de nuestros deseos y esfuerzos.

Madurar significa dejar atrás nuestra visión egocéntrica para comprender que existe un mundo más amplio y complejo, un mundo que a menudo nos pondrá a prueba y que no siempre satisfará nuestras expectativas, ilusiones y necesidades.

A pesar de ello – o quizá gracias a ello – cuando maduramos somos capaces de vivir en paz en ese mundo, aceptando todo aquello que no nos gusta pero que no podemos cambiar. Esta frase de Max Stirner resume esa idea: “El hombre maduro difiere del joven en que toma el mundo como es, sin ver por todas partes males que corregir, entuertos que enderezar, y sin pretender moldearlo a su ideal”.

Por tanto, la madurez psicológica no es simplemente adaptarse al medio, la cultura y la sociedad – eso sería exactamente lo opuesto de la madurez – sino encontrar la vía para ser auténticos tomando nota del medio, la cultura y la sociedad en la que vivimos.

Negar la realidad: Un mecanismo de afrontamiento inmaduro y desadaptativo

La negación es un mecanismo de defensa que implica negar fervientemente la realidad, a pesar de que las evidencias y los hechos nos muestren lo contrario. Generalmente este mecanismo se pone en marcha por dos motivos: 1. Porque nos aferramos a unas ideas rígidas que no queremos cambiar o, 2. Porque no contamos con los mecanismos psicológicos necesarios para afrontar la situación.

En ambos casos, negar la realidad nos sirve para reducir la ansiedad ante una situación que nuestro cerebro emocional ya ha catalogado como particularmente inquietante o incluso amenazante. El problema es que la realidad siempre nos gana la partida. No podemos escondernos eternamente de la realidad.

Si un acosador violento nos aborda en medio de la calle, no cerramos los ojos repitiéndonos mentalmente: “¡Esto no está ocurriendo!”. Comprendemos que estamos en peligro y escapamos o pedimos ayuda. Sin embargo, no reaccionamos de la misma manera en muchas otras situaciones de nuestra vida. Cuando algo no nos gusta, nos decepciona o entristece, solemos activar el mecanismo de negación.

Negar vehementemente los hechos no hará que cambien. Al contrario, nos conducirá a tomar decisiones poco adaptativas que pueden terminar causándonos más daño. Debemos tener claro que para adaptarnos a la realidad, cambiarla o sacar provecho de ella, el primer paso es aceptarla.

La persona que ya ha alcanzado cierto grado de madurez psicológica, al contrario, acepta la realidad, no con resignación sino con inteligencia. En este sentido, el psiquiatra alemán Fritz Kunkel dijo que “ser maduro significa encarar, no evadir, cada nueva crisis que viene”.

Madurez emocional: El arte de encontrar el equilibrio en la adversidad 

“Érase una vez un hombre a quien le alteraba tanto ver su propia sombra y le disgustaban tanto sus propias pisadas que decidió librarse de ellas.

“Se le ocurrió un método: huir. Así que se levantó y echó a correr, pero cada vez que ponía un pie en el suelo había otra pisada, mientras que su sombra le alcanzaba sin la menor dificultad.

“Atribuyó el fracaso al hecho de no correr suficientemente deprisa. Corrió más y más rápido, sin parar, hasta caer muerto. 

“No comprendió que le habría bastado con ponerse en un lugar sombreado para que su sombra se desvaneciera y que, si se sentaba y se quedaba inmóvil, no habría más pisadas”. 

Esta parábola de Zhuangzi recuerda una frase de Ralph Waldo Emerson: “La madurez es la edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo”. El escritor se refería a ese momento en el cual somos plenamente conscientes de los mecanismos psicológicos que ponemos en marcha para lidiar con la realidad y proteger nuestro “yo”, a ese momento en el que nos percatamos que la realidad puede ser difícil pero que nuestra actitud y perspectiva son dos variables esenciales en esa ecuación.

Por eso, la madurez emocional pasa inevitablemente por el autoconocimiento, implica conocer las zancadillas mentales que nos ponemos para no avanzar, los mecanismos que usamos para evadirnos de la realidad y las creencias erróneas que nos mantienen atados a pensamientos y actitudes que no nos aportan nada o incluso nos dañan.

Ese conocimiento es básico para lidiar con los problemas y obstáculos que nos plantea la vida. Por desgracia, hay personas que, como el hombre de la historia, nunca llegan a alcanzar ese nivel de autoconocimiento y terminan creando más confusión y problemas, alimentando la infelicidad y el caos interior. Al fin y al cabo, podemos huir de muchas cosas, pero no podemos huir de nosotros mismos. Y si no solucionamos nuestros conflictos interiores, los reproduciremos allá donde estemos.

Alcanzar la madurez psicológica no implica aceptar pasivamente la realidad asumiendo una postura resignada más parecida a la triste rendición de la indefensión aprendida que a la serenidad, sino ser capaces de mirar con otros ojos lo que sucede, aprovechando ese supuesto golpe para consolidar nuestra resiliencia, conocernos mejor e incluso crecer.

La verdadera madurez emocional llega cuando practicamos la aceptación radical, cuando miramos a los ojos la realidad y, en vez de venirnos abajo, nos preguntamos: “¿Cuál es el próximo paso?”. Eso significa que, aunque la realidad puede ser dolorosa, no nos quedamos atrapados en el papel de víctimas sufriendo inútilmente, sino que protegemos nuestro equilibrio mental adoptando una actitud proactiva.

¿Cómo desarrollar la madurez psicológica? Empieza por reírte de ti mismo

William Arthur Ward dijo: “Cometer errores es humano y tropezar es común; la verdadera madurez es ser capaz de reírse de sí mismo”. Ser capaz de reírnos de nuestros antiguos temores porque ahora nos parecen grotescos, de nuestras preocupaciones magnificadas y de esos obstáculos “insalvables” que en realidad no lo eran, es una enorme muestra de crecimiento.

Un estudio desarrollado en la Universidad de Carolina del Norte reveló que el sentido del humor está relacionado con la resiliencia y el bienestar psicológico. Pero todo tipo de humor no vale, solo el humor que se vierte sobre uno mismo, sobre nuestras experiencias de vida, está relacionado con la madurez psicológica y tiene un enorme impacto en nuestros estados emocionales negativos, aliviando la angustia. De hecho, varias investigaciones han demostrado que el sentido del humor es una pieza clave para recuperarnos de la adversidad.

Reirnos de nuestras viejas actitudes, creencias y reacciones no solo significa que forman parte del pasado, sino que han dejado de tener cualquier influjo emocional sobre nosotros. Esa capacidad para reírnos de nosotros mismos también nos permite adoptar una actitud más desapegada y acostumbrar a nuestro ego a los embates de la vida, de manera que no sea tan susceptible y deje de percibir todo como un peligro ante el cual necesita protegerse.

Al fin y al cabo, la madurez psicológica es un proceso de crecimiento continuo que implica, por una parte, el autodescubrimiento trascendental y por otra, la apertura al mundo. Solo así nos convertimos en personas plenas que han hallado el sentido de su vida.

Fuente:

Elahi, T. et. Al. (2017) Sense of Humor and Resiliency: Explanatory Components of Psychological Well-being. Int J Behav Sci; 11(1): 38-43.




LA DIFERENCIA ENTRE APROVECHAR EL TIEMPO Y MATAR EL TIEMPO

LA DIFERENCIA ENTRE APROVECHAR EL TIEMPO Y MATAR EL TIEMPO



Hagamos un pequeño experimento para comprobar si tienes el sesgo de distinción. Elige entre estas dos opciones:

Opción 1: Recibirás una chocolatina si piensas en un momento de tu vida particularmente exitoso.

Opción 2: Recibirás tres chocolatinas si piensas en un momento de tu vida en el que experimentaste un fracaso personal.

¿Cuál escogerías?

Si eres como dos tercios de las personas, es probable que hayas elegido la segunda opción, como reveló un estudio realizado en la Universidad de Chicago. La mayoría de la gente está convencida de que es la mejor alternativa porque considera que tener más chocolates les hará más feliz.

Sin embargo, los investigadores comprobaron que quienes optaron por activar un recuerdo negativo para recibir más chocolate en realidad fueron significativamente más infelices que quienes eligieron el recuerdo positivo.

Ese fallo en la toma de decisiones no es excepcional. Lo cometemos continuamente, incluso cuando debemos tomar decisiones importantes en la vida. Y se debe al sesgo de distinción.

¿Qué es el sesgo de distinción?

Tradicionalmente, se ha pensado que las personas conocen sus preferencias y que eligen lo que es mejor para ellos según la información que tienen en ese momento. Pero no es así. A menudo existe una gran brecha entre nuestra predicción de felicidad y lo que realmente nos hace felices, lo cual nos conduce a tomar malas decisiones.

El sesgo de distinción se refiere al proceso de pensamiento que ponemos en práctica para tomar esas decisiones. Es la tendencia a sobrevalorar las pequeñas diferencias cuantitativas cuando debemos comparar diferentes opciones. En práctica, simplificamos los pros y los contras centrándonos demasiado en detalle que no son tan importantes, lo cual nos impide ver el cuadro general.

Modo comparación versus modo experiencia

La trampa que nos hace caer en el sesgo de distinción consiste en que nuestro cerebro funciona de manera diferente cuando debe comparar opciones que cuando las experimentamos. Cuando tenemos que elegir, nuestro cerebro entra automáticamente en “modo comparación”. Eso hace que sea más sensible a las pequeñas diferencias que existen entre las diferentes opciones. 

Sin embargo, cuando vivimos nuestras decisiones, el cerebro amplía su horizonte y funciona en “modo experiencia”. Comprende que no es necesario comparar la experiencia que puede proporcionar una elección sino tan solo experimentarla en su singularidad. En ese caso, tenemos en cuenta más factores y podemos centrarnos más en nuestra felicidad y el nivel de satisfacción.

De hecho, psicólogos de la Bowling Green State University comprobaron que “las personas diferencian más entre opciones cuando las consideran simultáneamente que cuando las ven por separado”. Cuando analizamos cada alternativa de forma individual somos capaces de verla de manera más holística.

Por ejemplo, cuando vamos a una tienda y vemos dos televisores uno al lado del otro, la diferencia de calidad puede parecer muy grande, aunque ambos modelos tengan características bastante similares. Como resultado, es probable que estemos más dispuestos a pagar un precio más elevado por un televisor de mayor calidad, aunque en realidad esa diferencia de calidad es casi imperceptible si viésemos cada televisor por separado. 

Las consecuencias del sesgo de distinción

No ser conscientes del sesgo de distinción puede llevarnos a tomar muy malas decisiones en la vida. Puede hacernos creer, por ejemplo, que seremos más felices si compramos una casa de 150 metros cuadrados que una de 100.

El problema es que cuando analizamos dos opciones simultáneamente buscamos un factor común que nos sirva como patrón de comparación. El sesgo de distinción aparece cuando tenemos en cuenta una sola variable y esta ni siquiera es tan importante para la experiencia posterior.

Imaginemos, por ejemplo, que debemos elegir entre un empleo monótono en el que cobraremos 40.000 euros al año o un puesto más desafiante en el que cobraremos 30.000. Con la vista puesta en nuestra felicidad, podemos centrarnos en analizar todas las cosas que podríamos comprar con esos 10.000 euros más y que nos harían más felices.

Sin embargo, obviamos el hecho de que pasar 8 horas cada día en un empleo monótono podría generar un aburrimiento y frustración tales que no se compense con la pequeña felicidad que puede aportar el dinero adicional.

El sesgo de distinción también nos tiende otra trampa: nos conduce a querer siempre más. Pero eso, lejos de resultar gratificante o hacernos felices puede generarnos más estrés.

Si creemos que seremos más felices en una casa más grande, con un televisor de mayor calidad o un móvil más moderno, tendremos que esforzarnos más para conseguirlo, lo cual podría conducirnos a sacrificar nuestra felicidad aquí y ahora, en pos de una opción que realmente no es más satisfactoria ni más gratificante.

3 claves para evitar el sesgo de distinción

1. Determina tus “imprescindibles” antes de comparar

Muchas veces, las personas que nos intentan vender algo hacen leva en el sesgo de distinción para convencernos a elegir la opción más cara, aunque no la necesitemos ni nos haga más felices. Por eso, antes de elegir, es conveniente que tengas claras tus necesidades y las características imprescindibles que estás buscando.

Parte del concepto de adaptación hedonista, según el cual, terminarás acostumbrándote a las cosas con relativa rapidez, de manera que lo que te hace muy feliz hoy, no te hará feliz por siempre. Con esa idea en mente, es probable que una opción más económica o modesta que implique menos estrés pueda cumplir perfectamente con tus requisitos y proporcionarte la misma felicidad o incluso más que opciones más caras o difíciles de conseguir.

2. Analiza cada opción de manera individual

Cuando entramos en “modo comparación” destinamos gran parte de nuestros recursos cognitivos a buscar la diferencia entre las opciones. Entonces podemos terminar en un callejón sin salida en el que demos demasiado peso a diferencias cuantitativas intrascendentes. 

Para evitar ese sesgo, simplemente debes evitar comparar las opciones simultáneamente. En su lugar, analiza cada alternativa de manera individual. Si se trata de elegir una casa, por ejemplo, no debes comparar diferentes propiedades sino centrarte en lo que te gusta de cada una de ellas, de manera que puedas imaginar la experiencia cuando la habites.

3. Establece indicadores de comparación

Nuestro cerebro es un gran ahorrador de energía. Suele preferir los caminos más fáciles, de manera que tendremos la tendencia a centrarnos en las cosas más evidentes. Además, una vez que emprendamos ese camino, nos cuesta retroceder.

Por eso, a la hora de analizar las diferentes opciones, es conveniente ampliar el horizonte y tomar en consideración la mayor cantidad de factores posible. En el caso de la casa, por ejemplo, no consideres únicamente el precio o los metros cuadrados, ten en cuenta además su ubicación, las sensaciones que te transmite la propiedad, las características del vecindario y el estilo de vida que podría brindarte.

Si tienes en cuenta estas 3 claves, podrás analizar cada opción de manera más holística y elegir aquella que realmente pueda hacerte más feliz o sea más satisfactoria a corto y largo plazo.

Fuente

Mani, L. (2018) Distinction Bias: Why You Make Terrible Life Choices. En: Medium.

06 julio 2021

HAY PERSONAS QUE SIEMPRE QUIEREN TENER LA RAZÓN

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icología / desarrollo personal
HAY  PERSONAS QUE SIEMPRE QUIEREN TENER LA RAZÓN



Hay personas que siempre quieren tener la razón. Desean ganar a toda costa. Y aunque desmontes uno a uno sus argumentos, no darán su brazo a torcer. Es como si les fuera la vida en ello. Y de cierta forma es así porque han construido su identidad alrededor de esa necesidad imperiosa de estar en lo cierto e imponer su opinión a los demás.

La necesidad de tener la razón esconde una profunda inseguridad

Las personas que siempre quieren tener la razón suelen adoptar un lenguaje corporal impositivo a través del cual proyectan una imagen de seguridad y superioridad. También es habitual que usen un lenguaje prepotente mediante el cual cierran todas las vías de escape para que la única opinión válida sea la suya.

Estas personas siempre saben lo que está sucediendo. A menudo van por la vida de sabelotodos. Siempre están dispuestas a explicarte en qué te has equivocado. Y aunque seas especialista en un campo del conocimiento, sabrán más que tú y harán oídos sordos a tus propuestas y opiniones.

Desde este perfil, las personas que siempre quieren tener la razón se comportan como narcisistas grandiosos. Son personas arrogantes que se sienten superiores. Tienen una percepción exagerada de su “yo” alimentada por un ego desmesurado.

Sin embargo, detrás del deseo de tener la razón se esconde algo mucho más profundo que un ego excesivo.

Un estudio realizado en la Universidad de Villanova reveló que la grandiosidad por sí sola, sin el componente de vulnerabilidad, no se relaciona con ese deseo de imponer la opinión personal. De hecho, aunque los narcisistas más vulnerables, aquellos que tienen una autoestima baja, no son tan propensos a alardear, tienen la necesidad de validar su imagen a través de estrategias defensivas.

Por tanto, el deseo de tener la razón no es únicamente una táctica para impresionar a los demás y demostrar sus supuestos conocimientos, inteligencia y/o experiencia, sino que es una estrategia para validarse a sí mismos. Las personas que desean tener la razón en realidad necesitan convencerse a sí mismas de lo que valen.

Ese intento de imponerse a los demás proviene de la sensación de fragilidad del “yo”, que se esfuerza por mantener una percepción de sí mismo como alguien excepcional. Respondería a la necesidad de impresionarse a sí mismos y validar su autoconcepto.

Querer tener siempre la razón emanaría, por ende, de un núcleo de vulnerabilidad del narcisismo, que se vuelve más intenso y desadaptativo cuanto más cuesta abajo ruede la vida de esa persona. Esa es la razón por la cual, aunque el mundo se derrumbe a su alrededor, sus argumentos pierdan peso y las evidencias vayan en su contra, seguirán sosteniendo que tienen la razón.

¿Cómo lidiar con las personas que siempre quieren tener la razón?

Cuando maduras en la vida, te das cuenta de que es más importante tener paz que tener la razón. Cuando eres consciente de tus fuerzas y de lo que eres capaz, no necesitas demostrar nada a nadie, ni siquiera a ti mismo. Ese nivel de autoconocimiento te brinda perspectiva. Te ofrece la distancia psicológica imprescindible para saber qué batallas vale la pena luchar y cuáles es mejor dejar ir.

La madurez también confiere la sabiduría de comprender que no siempre podemos cambiar a las personas. Cada quien debe seguir su camino. Aprender de sus errores. Caer y levantarse. Ese recorrido forma parte de su trayectoria vital y, aunque tengas las mejores intenciones, no siempre podrás lograr que una persona obsesionada con tener la razón se convierta en alguien de mente abierta y pensamiento flexible.

Eso significa que en la inmensa mayoría de los casos no es necesario que te enzarces en una discusión con una persona que siempre quiere tener la razón. Quizá debas preguntarte cuánto te interesa dar tu opinión y qué valor podría aportar. En los casos más extremos, incluso podrías preguntarte cuánto te interesa mantener la relación con esa persona.

Por supuesto, a veces no queda más opción que aceptar el desafío, sobre todo cuando esa persona quiere imponerte su forma de ver el mundo o sus decisiones absurdas y caprichosas pueden terminar dañándote.

En ese caso, en vez de declarar abiertamente la guerra, lo más inteligente es animarle a pensar. Y puedes hacerlo a través de preguntas que ofrezcan una alternativa a su hilo de pensamiento, como por ejemplo: «¿cómo llegaste a esa conclusión?» o «¿no has pensado alguna vez en…?«

Con un poco de suerte, esas preguntas harán que se replantee su opinión y que pueda contemplar otra opción sin sentirse demasiado atacado como para ponerse a la defensiva.

Fuentes:Dashineau, S. C. et. Al. (2019) Pathological narcissism and psychosocial functioning. Personal Disord; 10(5):473-478.