31 agosto 2021

Filosofía / ­SO­BRIEDAD /VIRTUD

 Filosofía /   ­SO­BRIEDAD /VIRTUD

 


SOBRIEDAD
: Es la virtud que modera el placer de las bebidas alcohólicas (Cf. II-II, 149). Su fin es el de conservar al uso pleno de la razón, que es impedido por los excesos de este tipo de bebidas

 

Tengan la moderación y la sobriedad necesarias para orar (I Tim 3, 2).

 

Vicio contrario

A la sobriedad se opone la embriaguez, que desea y consume desordenadamente bebidas alcohólicas (Cf. II-II, 150). El uso excesivo de bebidas alcohólicas tiene como consecuencia la falta de control sobre la razón (Cf. II-II, 150, 1). 

“Ningún manjar ni bebida son ilícitos por sí mismos, ya que el Señor dice en Mt 15,11: Nada de lo que entra por la boca mancha al hombre. Luego el beber vino, en sí mismo, no es ilícito.

Ahora bien: puede hacerse ilícito accidentalmente, bien sea por la disposición de quien lo bebe, que resulta fácilmente afectado por él, o bien porque ha hecho voto de no beberlo, o por el modo de beberlo, si se excede en la cantidad. También podría resultar malo el beberlo cuando sirve de escándalo a otros” (II-II, 149, 3, c).

 

Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida (Rom 13, 13).




 “La sobriedad es más necesaria en algunas personas para realizar sus propias acciones. El vino, por su parte, si se toma sin moderación, impide el funcionamiento de la razón. Por eso se recomienda la sobriedad, de un modo especial, a los ancianos, cuya inteligencia conviene que esté despierta para enseñar a los demás; a los obispos y demás miembros de la Iglesia, que deben realizar su labor espiritual con una mente devota, y a los reyes, que deben gobernar a su pueblo sabiamente” (Cf. II-II, 149, 4, c).

 

 “El pecado de embriaguez consiste… en el uso y el deseo del vino sin moderación. Esto puede suceder de tres modos. En primer lugar, cuando uno no sabe que la bebida es inmoderada y capaz de emborrachar, en cuyo caso puede darse la embriaguez sin existir pecado, tal como ya dijimos. En segundo lugar, cuando se sabe que es una bebida inmoderada, pero no se sabe que pueda emborrachar, y en ese caso la embriaguez es pecado venial. Y, en tercer lugar, puede suceder que se sepa perfectamente que la bebida es inmoderada y puede emborrachar, pero prefiere emborracharse a privarse de la bebida. Este tercero es el que incurre en embriaguez. Así tomada, la embriaguez es pecado mortal, porque en este caso el hombre se priva conscientemente del uso de su razón, que le hace practicar la virtud y apartarse del pecado” (II-II, 150, 2, c).

30 agosto 2021

Filosofía /TEMPLANZA VIRTUD

Filosofía /TEMPLANZA VIRTUD

 


TEMPLANZA: 
Es la virtud que modera los deseos y placeres, y la tristeza provocada por la ausencia de estos deleites (II-II, 141). La templanza, en sentido más preciso, “pone freno al deseo de lo que atrae al hombre con más fuerza” (II-II, 141, 2, c).  Los mayores deleites provienen de las inclinaciones más naturales y esenciales del hombre. “Son aquellas que hacen que la naturaleza del individuo se conserve mediante la comida y la bebida, y que se conserve la naturaleza de los individuos mediante los placeres sexuales. Por eso son materia propia de la templanza tanto los placeres de la comida y la bebida como los placeres sexuales” (II-II, 141, 4, c). “Lo que es capaz de refrenar los mayores deleites, podrá, con mayor razón, refrenar los deleites menores” (II-II, 141, 4, rta 1). 

“Todas las cosas deleitables que el hombre utiliza se ordenan, como a su fin propio, a satisfacer alguna necesidad de esta vida. Por eso la templanza asume las necesidades de esta vida como norma para valorar los placeres, proponiéndose el utilizarlos en  la medida en que lo exigen las necesidades” (II-II, 141, 6, c). .

 

Los vicios contrarios

 

A la templanza se oponen por exceso la intemperancia, y por defecto, la insensibilidad.

La insensibilidad es un rechazo desordenado de los placeres sensibles (Cf. II-II, 142, 1). “El orden natural exige que el hombre disfrute de estos placeres en la medida en que son necesarios para su bienestar, sea en orden a la conservación del individuo o de la especie. Por ello, si alguien rechazara el placer hasta el extremo de desechar lo necesario para la conservación de la naturaleza, pecaría por cuanto que se opondría, de algún modo, al orden natural. En esto consiste el pecado de insensibilidad” (II-II, 142, 1, c).  “El abstenerse de los placeres… es a veces loable, e incluso necesario, en orden a alcanzar algún fin… por ejemplo la salud corporal… la vida contemplativa…” (II-II, 142, 1, c).

La intemperancia es una complacencia excesiva de los placeres sensible (Cf. II-II, 142, 2-4). Los placeres deben ordenarse al bien de la razón.

29 agosto 2021

Filosofía VIRTUD/VERACIDAD

Filosofía VIRTUD/VERACIDAD


 


VERACIDAD:
 Es la virtud por la que se dice o manifiesta la verdad en sí mismo y sobre sí mismo, ni más ni menos de lo que uno es o tiene, en el tiempo y modo correcto (Cf. II-II, 109, 1). Se distingue la realidad interior de los signos que manifiestan esta realidad. La veracidad consiste en la correspondencia entre lo uno y lo otro.

 

“¡Dios! Acuérdate, te suplico, de que viví en tu presencia en verdad y con corazón perfecto”( Is 38, 3)

 

Vicios contrarios

A la veracidad se opone en primer lugar la mentira. Esta es una enunciación de palabras falsas con la intención de engañar al otro (Cf. II-II, 110, 1). Para que exista verdaderamente la mentira deben darse tres condiciones: “la enunciación de algo falso, la voluntad de decir lo que es falso, y la intención de engañar” (II-II, 110, 1, cupo). La mentira existe propiamente con la voluntad de decir algo falso, ya que “si uno enuncia algo falso creyendo que lo que dice es verdad, habrá en ello falsedad material, no formal, porque no se tenía intención de decir nada falso… pero quién dice una falsedad con voluntad de decirla, aunque resulte que lo que dice es verdad, su acto en cuanto voluntario y moral es falso” (II-II, 110, 1, cupo).

La mentira puede clasificarse de distintos modos (Cf. II-II, 110, 2). De modo esencial, tenemos la mentira por exceso, la jactancia, y la mentira por defecto, la falsa humildad o ironía. Según el fin intentado, de modo general, tenemos la mentira perniciosa, por la que se miente para perjudicar a otro; la mentira jocosa,  y la mentira oficiosa, con la que se intenta ayudar a otro….

La mentira es mala en sí misma. Su intención y circunstancias solo agravan o disminuyen su gravedad (“La mentira es mala por naturaleza, por ser un acto que recae sobre materia indebida, pues siendo las palabras signos naturales de las ideas, es antinatural e indebido significar con palabras lo que no se piensa”; II-II, 110, 3, cupo).

 

“Hay dos clases de mentira que no constituyen culpa grave, lo que no quiere decir que no haya culpa: tienen lugar cuando bromeamos o mentimos en beneficio del prójimo” (San Agustín, Enarr. In Psal. Ps. 5, ).   

 

A la veracidad se opone también la simulación. Podemos contrariar la veracidad con palabras o con obras. Cuando contrariamos la veracidad con palabras, tenemos la mentira; cuando contrariamos la veracidad con obras, tenemos la simulación. “Así como se opone a la verdad el que uno diga una cosas y piense otra, que es lo que constituye la mentira, así también se le opone el que uno dé a entender con acciones u otras cosas acerca de su persona lo contrario de lo que hay, que es a lo que propiamente llamados simulación… (la simulación) es una mentira expresada con hechos o cosas” (II-II, 111, 1 cpo).

Distinguimos en la simulación (como en la mentira) el fin próximo del fin remoto (Cf. II-II, 111, 3, rta 3). El fin próximo es el propio del vicio: el manifestarse de modo distinto a lo que se es. Y en cuanto vicio se busca y gozo en sí mismo. El fin remoto puede ser múltiple: el lucro, la gloria…

Como partes de la  mentira y la simulación tenemos por exceso, la jactancia, y por defecto, la falsa humildad o ironía (que no significa aquí el decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender).

Por la jactancia “el hombre se ensalza a sí mismo con sus palabras… por encima de lo que se es. Esto sucede de dos modos: uno, cuando se habla de uno mismo no exagerando su valor personal, sino sobreestimando la opinión que se tiene de él… Otra, cuando uno se excede al hablar de sí mismo por encima de lo que realmente vale” (II-II, 112, 1, cpo). Algunas veces la jactancia se realiza sin motivo, otras por gloria, honor, dinero… (Cf. II-II, 112, 2, rta 3). 

 

“Si quisiera gloriarme, no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo para que nadie se forme de mí una idea superior a la que ve o me oye decir” (II Cor 12, 6).

 

Por la ironía  el hombre se rebaja a sí mismo con mentira. Esto sucede, por ejemplo, “cuando se afirma la existencia de un defecto que no se posee, o cuando se niega una cualidad sabiendo que se tiene” (II-II, 113, 1, cpo). Pero es posible rebajarse a sí mismo conservando la verdad; por ejemplo “cuando se callan cualidades importante que hay en uno y se descubren o manifiestan pequeños defectos cuya existencia se admite” (II-II, 113, 1, cpo).

 

“Hay quién va encorvado y enlutado, pero en su interior está lleno de engaño” (Eclo 19, 23).

 

 

 

 

22 agosto 2021

psicología/EMOCIONES CLAVES PARA FOMENTAR LA AUTOESTIMA

psicología/EMOCIONES CLAVES PARA FOMENTAR LA AUTOESTIMA
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Nuestra forma de percibir el mundo está ligado íntimamente con nuestra forma de percibirnos. Por ello, lo que acabará determinando tener una vida plena y satisfactoria o una llena de penalidades será nuestra capacidad de amarnos a nosotros mismos.

Solemos poner fuera de nosotros la referencia de nuestra valía, valemos «lo que nos dicen los demás que valemos». Sin embargo, es necesario recuperar ese poder, ser capaces de desarrollar la capacidad de valorarnos desde dentro de cada uno de nosotros. A continuación, propongo varias claves para fomentar nuestra autoestima:

  • DEJAR DE ESPERAR: Cuando pasamos épocas «de bajón» esperamos que algo o alguien venga a rescatarnos con una palabra, con un gesto o con una llamada. Si este periodo de tiempo se alarga puede que vivamos el día a día a la espera de señales que nos envíen los demás. El reto es levantarnos por la mañana sabiendo que vamos a gestionar la jornada que tenemos delante solo por nosotros mismos, sin esperar que nada ni nadie resuelva nuestras cosas. Con la certeza de que somos mucho más grandes que nuestros problemas.
  • PERDONARNOS si volvemos a caer en nuestra inercia de exigir a los demás que nos reconozcan en aquello en que nosotros mismos no nos apreciamos. El perdón nos aleja de la culpa por todo lo que hicimos o lo que no hicimos, y podemos volver a empezar. Al perdonarnos a nosotros mismos nos liberamos de nuestro propio dedo acusador y liberamos a las personas que nos rodean de nuestra demanda de atención. Alcanzar la madurez emocional pasa por dejar de juzgarnos continuamente.
  • DARNOS PERMISO para ser lo que queremos ser y que hasta el momento no nos hemos permitido ser. Recuperar ese niño o niña interior que, en su momento, y por las circunstancias que fueran, no pudo desarrollar sus propias habilidades ni perseguir sus propios sueños. Generar el escenario necesario para conectar con nuestro propio talento con la seguridad de que nuestra misión en esta vida es justamente desarrollar lo que cada uno tiene dentro de particular.
  • VIVIR EL PRESENTE sin relacionarlo continuamente con el pasado. Lo que en su día sucedió es lo que nos ha traído hasta aquí tal y como somos ahora. Y si nos resulta inevitable comparar el presente con el pasado e incluso, proyectarlo al futuro, que sea desde el agradecimiento a todas las experiencias. Con la convicción de que todas las situaciones que hemos pasado forman parte de nuestro camino particular para llegar a este momento de reencuentro con nuestra esencia más profunda.
  • COMPARTIR lo que tenemos. Sea cual sea nuestra habilidad, nuestro talento o nuestra chispa es fundamental no guardárnosla para nosotros. Ser valientes, generosos y compartir todo nuestro potencial con las personas con las que estemos en cada momento. Solo así vamos a permitir que crezca y se desarrolle sin apenas esfuerzo, solo así vamos a dejar de exigir atención a los demás para pasar a ofrecerles sin condiciones lo que sabemos hacer.

Cuando entramos en contacto con nuestro verdadero potencial no existen dudas sobre la propia autoestima, al contrario, es cuando empezamos a vivir en coherencia. Una coherencia muy similar con la forma en que viven los animales: en armonía con su entorno, gestionando los conflictos para regresar al equilibrio interno.

La consulta al Psicólogo tiene como objetivo encontrar la información inconsciente que nos condiciona en nuestra vida para poder alcanzar un estado de paz interior y vivir en el bienser. A medida que consultamos por los distintos conflictos que vivimos, vamos descubriendo el eje estructural en el que se apoyan nuestros pensamientos y nuestros comportamientos. Es como si el horizonte de nuestra vida se fuera despejando y pudiéramos empezar a andar con serenidad. Para fomentar la autoestima el Psicólogo nos invita a dejar de esperar y pasar a la acción, a perdonarnos, a darnos permiso, a vivir el presente y a compartir todo lo vivido en ese camino.



“Yo me quería un poco más a mí mismo que al principio del viaje y el mundo, contra toda razón, me pareció benévolo ese día.”

18 agosto 2021

fILOSOFIA VIRTUD/ESTUDIOSIDAD

  • fILOSOFIA VIRTUD/ESTUDIOSIDAD
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    Es la Virtud que modera el deseo de conocer. Realiza dos cosas: primero, refrena y ordena el deseo excesivo de conocimiento; segundo, estimula este deseo cuando es insuficiente.
  • La estudiosidad implica, en primer lugar, sagacidad para buscar por uno mismo el conocimiento y, en segundo lugar, docilidad para aprender de otros. Requiere también: soledad, recogimiento, sosiego, orden, perseverancia…
  • El vicio contrario por exceso es la curiosidad, por defecto la pereza. La curiosidad busca el conocimiento de cosas vanas o para hacer el mal. La pereza o negligencia evita la búsqueda del conocimiento a causa del trabajo y esfuerza que implica. 
    REFRANES SOBRE LA ESTUDIOSIDAD 
  • El saber no ocupa lugar.
  • La experiencia es madre de la ciencia.
  • Nadie debe avergonzarse, de preguntar lo que no sabe.
  • El conocer su ignorancia, es principio del saber (José Hernández).
  • El conocimiento hace mejor el hombre bueno, y peor al malo.      
  • Un día enseña a otro día.
  • Si no se practica, es difícil retener lo aprendido (Plinio el Joven).
  • Para el sabio, vivir es pensar (Cicerón).
  • Las ideas no se matan.
  • Lee un poco y piensa mucho (San Agustín).
  • Recoge agua con colador, quien quiere aprender sin libro.
  • Teme al hombre de un solo libro.
  • Mejor leer un libro muchas veces, que muchos libros una sola vez.
  • La repetición es madre de la ciencia.
  • Tarde se olvida, lo aprendido con esfuerzo (Séneca).
  • Más enseña la necesidad que la universidad.
  • Quien escribe, lee dos veces.
  • El sabio quiere aprender, el necio enseñar.
  • A la cama no te irás, sin saber una cosa más.
  • El que mucho aprende, poco aprehende.
  • El que no sabe, es como el que no ve.
  •                                                     Refranos sobre la curiosidad
  • La curiosidad, mató al gato.
  • Mujer en la ventana, o es curiosa o enamorada.

MADUREZ PSICOLÓGICA: VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR

psicología /desarrollo personal      

MADUREZ PSICOLÓGICA: VIVIR EN PAZ CON LO QUE NO PODEMOS CAMBIAR

 


La madurez psicológica se puede definir de muchas formas, aunque quizá fue el escritor escocés M. J. Croan quien mejor resumió este concepto: “La madurez es cuando tu mundo se abre y te das cuenta de que no eres el centro de él”.

La madurez psicológica no llega, obligatoriamente, con el paso de los años, es necesario realizar un profundo trabajo interior que muchas veces implica una deconstrucción de nuestros patrones de pensamiento y formas de ver el mundo. No se es más maduro porque pasen los años, se es más maduro porque aprovechamos mejor las experiencias de la vida para comprendernos y comprender el mundo.

¿Qué es la madurez psicológica – y qué no es?

La madurez psicológica no solo implica conocerse bien, sino ser conscientes de que no somos el centro del universo y que necesitamos coexistir con una realidad que a menudo va en contra de nuestros deseos y esfuerzos.

Madurar significa dejar atrás nuestra visión egocéntrica para comprender que existe un mundo más amplio y complejo, un mundo que a menudo nos pondrá a prueba y que no siempre satisfará nuestras expectativas, ilusiones y necesidades.

A pesar de ello – o quizá gracias a ello – cuando maduramos somos capaces de vivir en paz en ese mundo, aceptando todo aquello que no nos gusta pero que no podemos cambiar. Esta frase de Max Stirner resume esa idea: “El hombre maduro difiere del joven en que toma el mundo como es, sin ver por todas partes males que corregir, entuertos que enderezar, y sin pretender moldearlo a su ideal”.

Por tanto, la madurez psicológica no es simplemente adaptarse al medio, la cultura y la sociedad – eso sería exactamente lo opuesto de la madurez – sino encontrar la vía para ser auténticos tomando nota del medio, la cultura y la sociedad en la que vivimos.

Negar la realidad: Un mecanismo de afrontamiento inmaduro y desadaptativo

La negación es un mecanismo de defensa que implica negar fervientemente la realidad, a pesar de que las evidencias y los hechos nos muestren lo contrario. Generalmente este mecanismo se pone en marcha por dos motivos: 1. Porque nos aferramos a unas ideas rígidas que no queremos cambiar o, 2. Porque no contamos con los mecanismos psicológicos necesarios para afrontar la situación.

En ambos casos, negar la realidad nos sirve para reducir la ansiedad ante una situación que nuestro cerebro emocional ya ha catalogado como particularmente inquietante o incluso amenazante. El problema es que la realidad siempre nos gana la partida. No podemos escondernos eternamente de la realidad.

Si un acosador violento nos aborda en medio de la calle, no cerramos los ojos repitiéndonos mentalmente: “¡Esto no está ocurriendo!”. Comprendemos que estamos en peligro y escapamos o pedimos ayuda. Sin embargo, no reaccionamos de la misma manera en muchas otras situaciones de nuestra vida. Cuando algo no nos gusta, nos decepciona o entristece, solemos activar el mecanismo de negación.

Negar vehementemente los hechos no hará que cambien. Al contrario, nos conducirá a tomar decisiones poco adaptativas que pueden terminar causándonos más daño. Debemos tener claro que para adaptarnos a la realidad, cambiarla o sacar provecho de ella, el primer paso es aceptarla.

La persona que ya ha alcanzado cierto grado de madurez psicológica, al contrario, acepta la realidad, no con resignación sino con inteligencia. En este sentido, el psiquiatra alemán Fritz Kunkel dijo que “ser maduro significa encarar, no evadir, cada nueva crisis que viene”.

Madurez emocional: El arte de encontrar el equilibrio en la adversidad 

“Érase una vez un hombre a quien le alteraba tanto ver su propia sombra y le disgustaban tanto sus propias pisadas que decidió librarse de ellas.

“Se le ocurrió un método: huir. Así que se levantó y echó a correr, pero cada vez que ponía un pie en el suelo había otra pisada, mientras que su sombra le alcanzaba sin la menor dificultad.

“Atribuyó el fracaso al hecho de no correr suficientemente deprisa. Corrió más y más rápido, sin parar, hasta caer muerto. 

“No comprendió que le habría bastado con ponerse en un lugar sombreado para que su sombra se desvaneciera y que, si se sentaba y se quedaba inmóvil, no habría más pisadas”. 

Esta parábola de Zhuangzi recuerda una frase de Ralph Waldo Emerson: “La madurez es la edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo”. El escritor se refería a ese momento en el cual somos plenamente conscientes de los mecanismos psicológicos que ponemos en marcha para lidiar con la realidad y proteger nuestro “yo”, a ese momento en el que nos percatamos que la realidad puede ser difícil pero que nuestra actitud y perspectiva son dos variables esenciales en esa ecuación.

Por eso, la madurez emocional pasa inevitablemente por el autoconocimiento, implica conocer las zancadillas mentales que nos ponemos para no avanzar, los mecanismos que usamos para evadirnos de la realidad y las creencias erróneas que nos mantienen atados a pensamientos y actitudes que no nos aportan nada o incluso nos dañan.

Ese conocimiento es básico para lidiar con los problemas y obstáculos que nos plantea la vida. Por desgracia, hay personas que, como el hombre de la historia, nunca llegan a alcanzar ese nivel de autoconocimiento y terminan creando más confusión y problemas, alimentando la infelicidad y el caos interior. Al fin y al cabo, podemos huir de muchas cosas, pero no podemos huir de nosotros mismos. Y si no solucionamos nuestros conflictos interiores, los reproduciremos allá donde estemos.

Alcanzar la madurez psicológica no implica aceptar pasivamente la realidad asumiendo una postura resignada más parecida a la triste rendición de la indefensión aprendida que a la serenidad, sino ser capaces de mirar con otros ojos lo que sucede, aprovechando ese supuesto golpe para consolidar nuestra resiliencia, conocernos mejor e incluso crecer.

La verdadera madurez emocional llega cuando practicamos la aceptación radical, cuando miramos a los ojos la realidad y, en vez de venirnos abajo, nos preguntamos: “¿Cuál es el próximo paso?”. Eso significa que, aunque la realidad puede ser dolorosa, no nos quedamos atrapados en el papel de víctimas sufriendo inútilmente, sino que protegemos nuestro equilibrio mental adoptando una actitud proactiva.

¿Cómo desarrollar la madurez psicológica? Empieza por reírte de ti mismo

William Arthur Ward dijo: “Cometer errores es humano y tropezar es común; la verdadera madurez es ser capaz de reírse de sí mismo”. Ser capaz de reírnos de nuestros antiguos temores porque ahora nos parecen grotescos, de nuestras preocupaciones magnificadas y de esos obstáculos “insalvables” que en realidad no lo eran, es una enorme muestra de crecimiento.

Un estudio desarrollado en la Universidad de Carolina del Norte reveló que el sentido del humor está relacionado con la resiliencia y el bienestar psicológico. Pero todo tipo de humor no vale, solo el humor que se vierte sobre uno mismo, sobre nuestras experiencias de vida, está relacionado con la madurez psicológica y tiene un enorme impacto en nuestros estados emocionales negativos, aliviando la angustia. De hecho, varias investigaciones han demostrado que el sentido del humor es una pieza clave para recuperarnos de la adversidad.

Reirnos de nuestras viejas actitudes, creencias y reacciones no solo significa que forman parte del pasado, sino que han dejado de tener cualquier influjo emocional sobre nosotros. Esa capacidad para reírnos de nosotros mismos también nos permite adoptar una actitud más desapegada y acostumbrar a nuestro ego a los embates de la vida, de manera que no sea tan susceptible y deje de percibir todo como un peligro ante el cual necesita protegerse.

Al fin y al cabo, la madurez psicológica es un proceso de crecimiento continuo que implica, por una parte, el autodescubrimiento trascendental y por otra, la apertura al mundo. Solo así nos convertimos en personas plenas que han hallado el sentido de su vida.

Fuente

Elahi, T. et. Al. (2017) Sense of Humor and Resiliency: Explanatory Components of Psychological Well-being. Int J Behav Sci; 11(1): 38-43.

17 agosto 2021

LA TERAPIA DEL PERDÓN: SUFRE A DESTIEMPO QUIEN NO PERDONA A TIEMPO,

PCOLOGIA/RATAMIENTOS PSICOLÓGICOS 
LA TERAPIA DEL PERDÓN: SUFRE A DESTIEMPO QUIEN NO PERDONA A TIEMPO,

 


Hace muchos años, unos soldados fueron hechos prisioneros por las tropas enemigas. Los soldados pasaron años en una celda minúscula, donde apenas tenían espacio para caminar. Durante esos años, se hicieron grandes amigos, hablaban a menudo de sus familias y se apoyaban mutuamente para sobrevivir. 

Cada cierto tiempo, uno de los guardias los sacaba de la celda y llevaba a una sala de interrogatorios, en la cual a veces recurrían a métodos poco convencionales, para intentar que revelaran información relevante sobre su ejército.

Los soldados jamás confesaron, pero pasaron años infernales, sufriendo burlas y humillaciones, además de todo tipo de carencias. Aquel guardia se había convertido en su peor pesadilla.

Un buen día, la guerra entre ambos países terminó y fueron liberados. Los dos soldados se dieron un gran abrazo de despedida y cada quien tomó su rumbo.

Al cabo de diez años, los soldados volvieron a encontrarse. A uno se le veía visiblemente recuperado, casi feliz. Los dos hombres se pusieron al corriente de sus vidas. 

Sin embargo, no pudieron evitar rememorar los años que habían pasado juntos en cautividad. Uno de ellos preguntó:

– ¿Has perdonado a aquel guardia?

– Sí, me ha costado, pero finalmente he logrado pasar página – respondió el antiguo soldado que se veía más feliz.

– Yo no he podido, sigo guardándole rencor. ¡Lo odiaré mientras viva!

– Entonces aún te tiene prisionero – se limitó a responder con tristeza su compañero.

Esta historia refleja a la perfección a quién hace más daño el odio y rencor. Y nos muestra cómo perdonar nos libera.

La ira y el rencor se vuelven contra quien los siente

Perdón. Esta palabra tan corta encierra todos nuestros ángeles y demonios interiores. Por desgracia, su uso a través de los siglos ha dado pie a mal interpretaciones de su significado, hasta el punto de que muchas personas ni siquiera quieren oír hablar de su existencia.

Quienes no quieren aprender a perdonar reaccionan con indignación, rechazo e ira ante la simple idea del perdón. Por supuesto, no se puede obligar a nadie a perdonar. Pero anclarse en la ira, el resentimiento y la rabia no es un “castigo” para quien nos hizo daño sino para nosotros mismos. Buda dijo: “Aferrarse a la ira es como aferrarse a una brasa candente con la intención de tirársela a otro; pero eres tú quien se quema”.

Un metaanálisis de 25 estudios realizado en el University College de Londres desveló que existe una fuerte correlación entre la ira y la hostilidad mantenidas a lo largo del tiempo y el riesgo de sufrir ataques cardíacos. Estas emociones también se han asociado a otros problemas de salud, como el cáncer.

No es extraño. Otro estudio llevado a cabo en la Universidad de California en el que se le dio seguimiento a 332 personas durante cinco semanas descubrió que el nivel de estrés era directamente proporcional a la cantidad de resentimiento e ira, mientras que este disminuía cuando las personas perdonaban.

Otro estudio realizado por esos mismos psicólogos con 148 personas halló que quienes acumulaban más estrés vital tenían una peor salud mental. Curiosamente, las personas que eran capaces de perdonar, aunque también vivieron experiencias difíciles, no tenían una mala salud mental. Esto significa que el perdón es capaz de borrar el impacto negativo del estrés y la angustia que generan algunos acontecimientos.

Perdonar no es excusar ni minimizar el acto negativo

Muchas personas entienden el perdón como un acto a través del cual se excusa o minimiza el suceso perjudicial. Algunas incluso piensan que significa olvidar lo que nos han hecho. Nada más lejos de la realidad.

Perdonar significa exclusivamente recordar la ofensa desde un nuevo punto de vista que no despierte sentimientos tan negativos, liberando en nuestra mente al agredido y permitiendo que el daño no se perpetúe dentro de nosotros. Perdonar no es un acto de liberación para quien cometió el mal sino para la persona que lo sufrió.

De hecho, para perdonar ni siquiera es necesario «reconciliarse» con la persona que nos ha infringido el daño. No se trata de convertirnos en su amigo. El perdón es un acto íntimo que nos permite recuperar el control sobre nuestra vida y el bienestar que habíamos perdido porque éramos víctima de esas emociones negativas.

Las 6 reglas de la terapia del perdón

1.      Perdonar no equivale a olvidar. Perdonar no significa olvidar lo ocurrido. Una persona que ha sido víctima del maltrato, que ha sido abandonada o a quien le han causado grandes daños, no olvidará lo ocurrido y tampoco necesita hacerlo porque puede utilizar esas experiencias como “combustible” para construir la resiliencia.

2.      Perdonar no es minimizar la experiencia. Perdonar no significa decir “Lo que ha ocurrido está bien, no fue tan malo después de todo”. De hecho, para perdonar es necesario asumir que lo que ha ocurrido ha sido terrible y nos ha dejado cicatrices. Pero también significa dejar que esas cicatrices se curen en vez de echar sal continuamente sobre la herida.

3.      Perdonar no es signo de debilidad. Perdonar no es señal de debilidad, ingenuidad o necedad, es un gran signo de inteligencia y madurez psicológica porque significa que, a pesar de todo, has decidido seguir adelante, no dejando que el pasado condicione tu futuro.

4.      Para perdonar no es necesario que el agresor se disculpe. Los agresores no siempre reconocen el daño que han causado, pero eso no es motivo para quedarnos atascados en el odio. Para perdonar no es necesario recibir una petición de disculpas ni un resarcimiento. El perdón es un acto interno que nos beneficia a nosotros mismos, no necesitamos que quien nos hizo daño se arrepienta.

5.      Perdonar es un proceso. El perdón no es todo o nada, blanco o negro. Es un proceso y, como todo proceso, puede tener retrocesos y altibajos. Es posible que de vez en cuando resurja la ira y quizá algunos daños no lograremos perdonarlos por completo, pero en una escala del 1 al 10, podemos acercarnos a un 7 o un 8, lo cual es suficiente para ciertos actos atroces.

6.      Perdonar es por tu salud y bienestar. Aferrarse a la ira y el resentimiento es tóxico para ti. Conduce a la depresión, el enfado crónico y la amargura. Perdonar no es un acto que haces por quien te hizo daño sino por tu propio bien. No perdonas al otro para hacerle un favor, sino para hacerte un favor a ti mismo.

Los 4 pasos de la terapia del perdón

Cuando no somos capaces de perdonar un hecho negativo que nos ha ocurrido, comenzamos a alimentar sentimientos de venganza, rabia y dolor emocional. A menudo se desencadena un proceso de victimización unido a pensamientos rumiativos respecto del suceso. La terapia del perdón intenta detener ese proceso nocivo.

1.      Expresar las emociones. Sea cual sea el daño que te han infringido, debes saber que es perfectamente comprensible y normal que te sientas mal. Puedes experimentar diferentes sentimientos, desde ira hasta tristeza o dolor. No es conveniente que intentes reprimir y esconder esos sentimientos, sino que los expreses. Lo que se reprime continúa afectándote desde el inconsciente, generando más sufrimiento e ira.

La técnica de la silla vacía es una excelente herramienta para sacar fuera todas esas emociones. Consiste en sentarte delante de una silla vacía e imaginar que la persona que te ha hecho daño está ahí. Dile todo lo que deseas, desde el daño que te ha causado y por qué hasta cómo te sientes por ello. Suele ser una técnica muy catártica y, si guardas mucho resentimiento, puedes aplicarla varias veces.

2.                 Comprender el por qué. El cerebro es un maniático del control, por lo que cuando nos hacen daño, siempre intentamos darle una explicación. El problema es que, en muchos casos, siguiendo nuestro razonamiento no lo entenderemos. A veces esa búsqueda de explicación puede convertirse en un proceso malsano que se vuelva en nuestra contra.

En muchos casos, simplemente debemos aceptar que no hay una explicación más allá del azar. Hay eventos terribles que ocurren porque estábamos en el momento incorrecto en el peor lugar posible. Aceptar esa explicación es el primer paso para lograr cerrar ese capítulo oscuro de nuestra vida.

3.                 Reconstruir la seguridad. Para perdonar es imprescindible tener una cantidad razonable de seguridad, lo cual significa saber que ese acto no volverá a ocurrir. Por supuesto, nunca podremos estar seguros al 100% pero si albergamos demasiado miedo, nos resultará imposible perdonar. En ocasiones reconstruir la seguridad no es un proceso que dependa de las condiciones externas sino de nosotros mismos, y depende de la reconstrucción de nuestra autoconfianza.

4.                 Dejar ir. Este suele ser el paso más difícil. Se trata de una decisión que se debe tomar conscientemente y que, de cierta forma, implica prometerse a sí mismos que no guardaremos rencor por lo ocurrido. Ese dejar ir significa también abandonar el papel de víctima y recuperar la fuerza. Para ello, es fundamental dejar ir la ira que siempre guardamos, impedir que ese enojo siga ejerciendo una influencia nociva en nuestra vida.

El perdón pleno implica aceptación y comprensión

Perdonar es un proceso complejo que demanda transformaciones profundas en las concepciones que tenemos sobre el suceso. Se trata de cambios importantes que afectan tanto el área cognitiva como afectiva.

De hecho, el perdón pleno, según Bob Enright, psicólogo de la Universidad de Wisconsin y uno de los primeros en investigar sobre el acto de perdonar, no significa simplemente pasar página y seguir adelante. Va mucho más allá porque implica ver a la persona que nos dañó como un ser multidimensional cuyas acciones estaban mal. La escritora Emma Goldman dijo «antes de que podamos perdonarnos los unos a los otros, tenemos que entendernos «.

El perdón pleno no solo ofrece tranquilidad emocional sino incluso comprensión hacia la persona que nos lastimó. Desde ese punto de vista, el suceso negativo deja de dolernos y podemos recuperar el equilibrio emocional que habíamos perdido antes de perdonar.

Filosofía VIRTUD/ESPERANZA

Filosofía VIRTUD/ESPERANZA

 


Es laVirtud por la que se confía alcanzar una meta. Es una certeza que nos abre al futuro con alegría. Puede esperarse también la liberación de un mal. El que tiene esperanza cree que es posible alcanzar un beneficio, aunque éste sea difícil de obtener. Se apoya en las propias fuerzas y en el auxilio de otros o de Dios.

 

            El vicio contrario por exceso es la presunción y, por defecto, la desesperanza. La presunción imagina alcanzar las cosas buenas sin mérito ni trabajo de su parte. El origen de la presunción es la soberbia.  La desesperanza no cree posible alcanzar una meta ni dejar de sufrir un mal. Desestima las propias fuerzas como también la ayuda y el poder de otros y de Dios. La falta de objetivos claros es otra causa de la desesperación. 

16 agosto 2021

PAUTAS DE ORO PARA SIMPLIFICAR LAS DECISIONES DEL DÍA A DÍA

PAUTAS DE ORO PARA SIMPLIFICAR LAS DECISIONES DEL DÍA A DÍA

 


Todos los días tomamos cientos de decisiones, la mayoría son intrascendentes, pero otras son más importantes e incluso pueden cambiar por completo el curso de nuestra vida. Toda la jornada, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, implica una toma de decisiones constante. De hecho, psicólogos de la Universidad de Cornell estimaron que cada día tomamos una media de 35.000 decisiones. 

Si no sabemos gestionar adecuadamente esas decisiones podemos terminar sufriendo lo que se conoce como fatiga decisional. Dado que nuestra “capacidad cognitiva” es limitada, cuantas más decisiones tomemos, más agotaremos nuestros recursos. De hecho, aunque no lo parezca, detrás de cada decisión se esconde un proceso mental complejo. Debemos sopesar las opciones que tenemos a nuestra disposición, evaluar sus pros y contras, analizar las posibles consecuencias, estimar los recursos que necesitaremos y, solo después, podemos tomar la decisión.

Por eso, tomar múltiples decisiones puede terminar sobrecargando nuestros recursos cognitivos y emocionales. Una vez que llegamos al «punto límite», las decisiones que tomemos a partir de ese momento no serán óptimas. Podemos volvernos más impulsivos o, caso contrario, caer en los brazos de la pereza y comenzar a aplazar decisiones.

Para evitar la fatiga decisional, necesitamos aprender a simplificar las decisiones. Así podremos economizar energía cognitiva para destinarla a las decisiones más relevantes que realmente pueden marcar alguna diferencia en nuestra vida.

¿Cómo simplificar las decisiones que tomas cada día?

1. Un minuto para las “decisiones insignificantes”

Para simplificar las decisiones, el primer paso consiste en identificar aquellas menos importantes o que no tienen una respuesta correcta o incorrecta pues una opción suele ser tan válida como la otra. Algunos ejemplos de esas decisiones son: ¿De qué color me visto hoy? ¿Veo una comedia o un drama? ¿Como arroz o pasta?

Incluso puedes llevar un pequeño diario que te ayude a diferenciar las decisiones significativas de aquellas irrelevantes. Es posible que descubras que dedicas una cantidad de tiempo desproporcionada a tomar decisiones insignificantes en las que una respuesta es tan buena como cualquier otra. En esos casos, la clave consiste simplemente en elegir en un minuto. Puedes lanzar una moneda al aire o dejar que tu inconsciente decida. Verás como comienzas a liberar recursos cognitivos.

2. No dejes para mañana lo que puedes decidir hoy

Postergar continuamente las decisiones no es una buena idea. Esa decisión pendiente se mantiene activa en tu mente, como si fuera una alarma parpadeante que te impide descansar y cuyo recordatorio te puede asaltar en cualquier momento generando ansiedad. De hecho, las decisiones pendientes suelen agotar más y representan un peso mayor que simplemente elegir una opción y ponerla en práctica.

Séneca afirmaba que “la fortuna tiene el hábito de comportarse como le place”, de manera que postergar las decisiones, pensando que aumentarán las posibilidades de éxito, suele ser una falacia. De hecho, a menudo solo sirve para que se acumulen los obstáculos en el camino.

Salvo algunas excepciones, postergar las decisiones no nos ayudará a recopilar más información decisiva, de manera que suele ser más conveniente decidir lo antes posible para pasar página y evitar que los problemas se acumulen generando un nivel de agobio y estrés innecesario que te impedirá pensar con claridad.

3. Aplica lo que ya ha funcionado

Los automatismos suelen tener mala reputación. Sin embargo, existen por una causa: ayudarte a ser más eficaz y liberar recursos cognitivos. Por tanto, cuantas más decisiones poco importantes automatices, más ligero te sentirás. Cuando se trata de decisiones que debes tomar cada cierto tiempo, si las condiciones del juego no han variado mucho, puedes aplicar las rutinas que han funcionado en el pasado.

No es necesario que te cuestiones continuamente las opciones de eficacia comprobada, a menos que quieras introducir un cambio deliberado. La experiencia sirve exactamente para eso: ayudarte a decidir sin agobiarte demasiado. La inteligencia cristalizada que vas desarrollando con los años te permite decidir mejor y de manera más rápida basándote en lo que ya ha funcionado.

Recurrir a lo conocido no es algo negativo, te permite ahorrar una energía psicológica valiosa que puedes destinar a tomar decisiones más importantes que pueden marcar realmente la diferencia. Por tanto, no te sientas culpable por “automatizar” ciertas decisiones cotidianas. A la larga será beneficioso.

A primera vista, estas tres reglas para simplificar las decisiones pueden parecer intrascendentes, pero si tenemos en cuenta que cada día nos enfrentamos a una media de 226 decisiones relacionadas con la comida, podremos comprender que toda economía cognitiva es poca. Debemos pensar en el esfuerzo mental como en una relación de costo/beneficio. Si nos atascamos en las decisiones irrelevantes, restaremos recursos a las decisiones más importantes. Seguir estas reglas nos quitará un peso de encima para que todo fluya mejor.

Fuente:

Wansink, B. & Sobal, J. (2007) Mindless Eating: The 200 Daily Food Decisions We Overlook. Environment and Behavior; 39(1): 106-123.