26 diciembre 2021

LAS PERSONAS QUE DUDAN DE TODO, EXCEPTO DE SÍ MISMA, ESTÁN CONDENADA AL FRACASO

tratamientos psicológicos                                                 

LAS PERSONAS QUE DUDAN DE TODO, EXCEPTO DE SÍ MISMA, ESTÁN CONDENADA AL FRACASO


Dudar de todo. Esa podría ser la máxima que caracteriza los tiempos en que vivimos. Tiempos en los que el poder del referente parece diluirse en una posverdad relativista.

No es nada nuevo. Descartes sistematizó la duda con su “pienso, luego existo”. Mucho antes, los filósofos escépticos ya habían abrazado la duda y mucho después, el propio Nietzsche dijo que “toda convicción es una cárcel”.

Como herramienta en la búsqueda de la verdad, la duda es muy útil. Pero quizá la estamos aplicando mal. Quizá la duda se nos está yendo de las manos. Quizá el acto de dudar – aplicado a medias – está creando más problemas de los que resuelve en nuestra vida y en nuestra sociedad.

Sacrificar la sabiduría en el altar de la inteligencia

Nuestra sociedad fomenta la inteligencia en lugar de la sabiduría y celebra los aspectos más superficiales, hostiles e inútiles de esa inteligencia”, escribió el maestro en budismo tibetano Sogyal Rimpoché. “Nos hemos vuelto tan falsamente ‘refinados’ y neuróticos que tomamos la propia duda por verdad, y así la duda, que no es otra cosa que un intento desesperado del ego para defendense de la sabiduría, queda deificada como objetivo y fruto del auténtico conocimiento”.

La educación contemporánea nos adoctrina en la glorificación de la duda y de hecho ha creado lo que casi se podría llamar una religión o una teología de la duda, en la cual para ser considerado inteligente hay que mostrar que se duda de todo, señalar siempre lo que está mal y pocas veces preguntar lo que está bien, denigrar cínicamente los ideales heredados y en general todo lo que se haga por simple buena voluntad”.

Según Sogyal Rimpoché, este tipo de duda es destructiva porque termina siendo “una estéril adicción a la contradicción que nos roba repetidamente toda apertura verdadera a cualquier verdad más amplia y ennoblecedora”. En práctica, dudar por dudar, porque pensamos que es una señal de inteligencia, podría simplemente sumirnos en el caos mental más absoluto, dejándonos en las garras de un relativismo ignorante que no nos permite avanzar, sino que a menudo implica un retroceso.

La duda noble implica cuestionarnos a nosotros mismos

Somos una sociedad que ensalza la duda pero que es incapaz de dudar de sí misma y del proceso de cuestionamiento. Al dudar de todo fuera, sin mirar hacia dentro, terminamos enredados en los condicionamientos sociales que terminan dictando el camino de la “verdad”. Ese camino, sin embargo, no conduce a la sabiduría.

En práctica, dudamos de todo lo externo. Dudamos de que la tierra sea redonda, de la existencia de un virus, de las estadísticas, de lo que dicen las figuras de poder, de lo que escriben los diarios, de lo que afirman los médicos y los vulcanólogos… Y eso está bien. Cuestionarnos las cosas y no darlas por sentado es importante.

Pero también tenemos que cuestionarnos a nosotros mismos. Tenemos que cuestionar el proceso de pensamiento que nos conduce a sacar unas conclusiones y no a otras. Tenemos que cuestionar, sobre todo, nuestras expectativas a lo largo de ese proceso. Las creencias y estereotipos que se encuentran en la base y que terminan empujándonos en una dirección que podría no ser la más adecuada.

En contraposición a la duda nihilista, Sogyal Rimpoché propone una “duda noble”. “En vez de dudar de las cosas, ¿por qué no dudamos de nosotros mismos: de nuestra ignorancia, de nuestra suposición de que ya lo entendemos todo, de nuestro aferramiento y evasión, de nuestra pasión por supuestas explicaciones de la realidad que se hallan completamente desprovistas de esa sabiduría”, propone.

Esa clase de duda noble nos estimula, inspira, nos pone a prueba, nos hace más y más auténticos, nos da poder y nos atrae más hacia el interior”, afirmó Sogyal Rimpoché.

Obviamente, el camino para abrazar la duda que conduce a la sabiduría está lleno de obstáculos en los tiempos que corren: la falta de tiempo, la dispersión, la sobreabundancia de estímulos que nos impiden concentrarnos en las preguntas y en nuestro cuestionamiento, así como el exceso de información. Son barreras que lastran la posibilidad de buscar respuestas en nuestro interior.

Sogyal Rimpoché nos propone otro camino: “no nos tomemos las dudas con exagerada seriedad ni las dejemos crecer desproporcionadamente; no las veamos solo en blanco y negro ni reaccionemos a ellas con fanatismo. Lo que hemos de aprender es a ir cambiando poco a poco nuestro concepto de la duda apasionada y culturalmente condicionada por otra más libre, humorística y compasiva. Esto quiere decir que debemos dar tiempo a las dudas, y darnos tiempo a nosotros mismos para encontrar respuestas que no sean meramente intelectuales, sino vivas, reales, auténticas y operativas.

“Las dudas no pueden resolverse por sí mismas inmediatamente, pero si tenemos paciencia podemos crear un espacio en nuestro interior donde las dudas puedan examinarse, desembrollarse, disolverse y curarse de modo cuidadoso y objetivo. Lo que nos falta, sobre todo en nuestra cultura, es el correcto ambiente mental, ricamente espacioso y libre de distracción, en el que las intuiciones puedan tener la ocasión de madurar lentamente”.

Sogyal Rimpoché no dice que no nos cuestionemos el mundo. Está diciendo que nos atrevamos a cuestionarlo libres de estereotipos y condicionamientos para poder llegar a una respuesta realmente sincera y auténtica. Nos dice que ese cuestionamiento también debe extenderse a nuestro proceso del pensamiento, nuestras razones para dudar y, sobre todo, a las conclusiones.

Sin esa actitud, se pierde el placer de pensar. Cuestionarse, dudar y sospechar genera placer al sentir que mediante ese acto uno se vuelve cada vez más libre y autónomo. Al dudar nos convertimos en una persona más dueña de su vida que decide quién es, qué hace y por qué. Sin embargo, si no nos permitimos dudar de nosotros mismos y simplemente nos alineamos con las respuestas que brinda la otra parte disidente de la sociedad, estamos renunciando a la sabiduría para sumergirnos en el caos de las dudas estériles. Dejamos un rebaño para sumarnos a otro. Y eso no es inteligencia ni sabiduría.

Fuente:Rimpoché, S. (2015) El libro tibetano de la vida y de la muerte. Barcelona: Ediciones Urano.

20 diciembre 2021

¡LA APATÍA! CAUSAS Y SÍNTOMAS

psicología /desarrollo personal
¡LA APATÍA! CAUSAS Y SÍNTOMAS


Antes o después, la apatía suele llamar a nuestra puerta. Se instaura como una sensación de desgana que se extiende al plano físico y psíquico. No tenemos ganas de hacer nada, pero también nos sentimos drenados por dentro. A veces esta sensación nos asalta de manera repentina y desaparece tal como llegó. Otras veces puede ser la señal de que algo más grave está ocurriendo y necesita nuestra atención.

Apatía, una definición más allá de la falta de pasión

Para comprender la definición de apatía debemos remontarnos a su origen etimológico. Esta palabra proviene del griego ἀπάθεια (apatheia), que deriva de “platos”, y significa emoción, sentimientos y/o pasión. Por tanto, el concepto de apatía hace referencia básicamente a la ausencia de pasión y sentimientos. De hecho, cuando nos sentimos apáticos experimentamos un estado de embotamiento afectivo. No estamos deprimidos, simplemente nos falta la pasión y la pulsión de las emociones y sentimientos.

Sin embargo, la apatía no es solo la falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado en el que no respondemos a los aspectos de nuestra vida emocional, social y/o física. Nos adentramos en una especie de desierto emocional en el que las ganas y las fuerzas nos abandonan.

La apatía no solo nos arrebata los sentimientos, sino que también genera una falta de motivación y una actitud de indiferencia y despreocupación. Los objetivos que normalmente dinamizan nuestro comportamiento pierden su sentido y nos quedamos letárgicos y sin energía, casi paralizados e incapaces de actuar o sin la voluntad para hacerlo.

Los principales síntomas de la apatía

·         A nivel físico nos sentimos más pesados, es como si pedaleásemos con el viento en contra, de manera que cada pedaleada nos cuesta una energía enorme. Nos sentimos completamente agotados y el descanso habitual no basta para reponer las fuerzas.

·         A nivel cognitivo, no encontramos nada desafiante ni interesante. Todo nos da lo mismo. Ningún estímulo intelectual nos entusiasma. Ninguna idea nos convence. No sentimos la necesidad de explorar o conocer cosas nuevas.  

·         A nivel emocional nos sentimos completamente drenados. Nada tiene el poder de alegrarnos lo suficiente como para activarnos, pero tampoco nada nos enfada ni incomoda demasiado. Simplemente vivimos en un estado de letargia y aplanamiento afectivo.

·         A nivel volitivo no encontramos la energía y la motivación necesaria para ponernos en marcha. Es como si nos hubiésemos quedado sin batería. Cada vez que intentamos hacer algo, sentimos que requiere un esfuerzo sobrehumano.

¿Cuándo sentir apatía se convierte en un problema?

Sentir apatía no tiene que ser, necesariamente, la señal de un problema. De hecho, para los filósofos estoicos la apatheia era un estado mental en el que nos libramos de las alteraciones emocionales. Implicaba la eliminación de las reacciones emocionales a los eventos externos que escapan de nuestro control. Desde esa perspectiva, la apatía se reviste de un sentido más positivo, acercándose a un estado más similar a la ecuanimidad.

Sin embargo, la apatía es la señal de un problema cuando se convierte en un obstáculo para nuestro día a día y nos impide disfrutar. De hecho, sentir apatía durante un espacio de tiempo prolongado puede ser una señal de depresión o un trastorno de identidad disociativo.

Las causas de la apatía generalizada

La apatía puede tener causas físicas o psicológicas. El primer paso es descartar que no se trata del síntoma de una enfermedad. De hecho, los problemas de tiroides y los desequilibrios hormonales, una dieta inadecuada, la anemia o incluso algunos medicamentos pueden provocar un estado de abatimiento y agotamiento extremo similar a la apatía.

Descartada la causa fisiológica, es probable que el problema sea psicológico. Muchas veces la apatía es una especie de freno de mano para indicarnos que necesitamos hacer un alto en un ritmo de vida híper demandante e hiperactivo que nos exige demasiado. En esos casos, lo habitual es que la apatía dure un par de días ya que su misión es obligarnos a descansar y desconectarnos del mundo.

En otros casos las causas de la apatía son más profundas y nos indican algo acerca de cómo estamos llevando nuestra vida. Cuando estamos sumergidos en una vida que no nos gusta, ya sea porque realizamos el trabajo inadecuado, estamos rodeados de personas tóxicas o estamos inmersos en un entorno poco desarrollador. Esa falta de sentido, un día tras otro, termina pasándonos factura, drenando nuestros recursos psicológicos y succionando la vitalidad.

La apatía también puede estar causada por vivir en piloto automático durante demasiado tiempo. Cuando todos los días son iguales y no hay nada que añada condimento a nuestra existencia, nuestra energía vital se puede ir apagando lentamente. Mario Benedetti lo describió mejor: “tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, nada acontece y nada me conmueve hasta la raíz”.

Por otro lado, la apatía puede ser el resultado de una profunda desilusión. A fin de cuentas, cuando estamos apáticos perdemos la esperanza de poder alcanzar la felicidad o la realización personal. Puede producirse porque hemos dejado de creer en el valor de los objetivos que nos habíamos planteado o porque hemos perdido la confianza en nuestras capacidades para alcanzarlos. En esos casos, la apatía se presenta como una especie de claudicación interior.

En cualquier caso, y sea cual sea la causa de la apatía, nos envía un mensaje: tenemos un problema que debemos afrontar. No es casual que la apatía disminuya nuestro nivel de energía. Lo hace para que no podamos ir tan rápido que nuestro propio ritmo nos confunda. Al obligarnos a tomar un respiro nos anima a reflexionar y, resolver lo que nos pasa.

¿Cómo vencer la apatía generalizada?

Para vencer la apatía generalizada solo tenemos que ponernos en movimiento. No tenemos que hacer grandes cosas, tan solo empezar. Dar un paso. Aunque sea pequeño, pero que valga la pena.  Quizá necesitamos hacer – o deshacer – algo que marque una diferencia en esa secuencia de días iguales. Quizá necesitamos descomprimir lo comprimido o expresar lo reprimido para que algo se active en nuestro interior y logremos ponernos en marcha otra vez.

Solo nosotros sabemos cuál es el tratamiento para la apatía que realmente funciona para nuestro caso. Necesitamos mirarnos al espejo y preguntarnos: “Si tuviese ganas o energías, ¿qué haría?”. Quizá no lo descubramos inmediatamente, pero cuando conozcamos la respuesta, simplemente tenemos que hacerlo.

Cuando nos ponemos en marcha y hacemos algo que tiene sentido o que nos hace sentir bien, la suma de esos pequeños esfuerzos va inclinando la balanza de la apatía hacia al interés. La indiferencia va dejando paso a la curiosidad y las ganas de vivir. Una vez que el “motor” se enciende, todo es más sencillo.

Fuente Ishizaki, J. & Mimura, M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat; 893905.

13 diciembre 2021

¡LA APATÍA! CAUSAS Y SÍNTOMAS

psicología /desarrollo personal
¡LA APATÍA! CAUSAS Y SÍNTOMAS


Antes o después, la apatía suele llamar a nuestra puerta. Se instaura como una sensación de desgana que se extiende al plano físico y psíquico. No tenemos ganas de hacer nada, pero también nos sentimos drenados por dentro. A veces esta sensación nos asalta de manera repentina y desaparece tal como llegó. Otras veces puede ser la señal de que algo más grave está ocurriendo y necesita nuestra atención.

Apatía, una definición más allá de la falta de pasión

Para comprender la definición de apatía debemos remontarnos a su origen etimológico. Esta palabra proviene del griego ἀπάθεια (apatheia), que deriva de “platos”, y significa emoción, sentimientos y/o pasión. Por tanto, el concepto de apatía hace referencia básicamente a la ausencia de pasión y sentimientos. De hecho, cuando nos sentimos apáticos experimentamos un estado de embotamiento afectivo. No estamos deprimidos, simplemente nos falta la pasión y la pulsión de las emociones y sentimientos.

Sin embargo, la apatía no es solo la falta de emoción y entusiasmo sino un estado de indiferencia generalizado en el que no respondemos a los aspectos de nuestra vida emocional, social y/o física. Nos adentramos en una especie de desierto emocional en el que las ganas y las fuerzas nos abandonan.

La apatía no solo nos arrebata los sentimientos, sino que también genera una falta de motivación y una actitud de indiferencia y despreocupación. Los objetivos que normalmente dinamizan nuestro comportamiento pierden su sentido y nos quedamos letárgicos y sin energía, casi paralizados e incapaces de actuar o sin la voluntad para hacerlo.

Los principales síntomas de la apatía

·         A nivel físico nos sentimos más pesados, es como si pedaleásemos con el viento en contra, de manera que cada pedaleada nos cuesta una energía enorme. Nos sentimos completamente agotados y el descanso habitual no basta para reponer las fuerzas.

·         A nivel cognitivo, no encontramos nada desafiante ni interesante. Todo nos da lo mismo. Ningún estímulo intelectual nos entusiasma. Ninguna idea nos convence. No sentimos la necesidad de explorar o conocer cosas nuevas.  

·         A nivel emocional nos sentimos completamente drenados. Nada tiene el poder de alegrarnos lo suficiente como para activarnos, pero tampoco nada nos enfada ni incomoda demasiado. Simplemente vivimos en un estado de letargia y aplanamiento afectivo.

·         A nivel volitivo no encontramos la energía y la motivación necesaria para ponernos en marcha. Es como si nos hubiésemos quedado sin batería. Cada vez que intentamos hacer algo, sentimos que requiere un esfuerzo sobrehumano.

¿Cuándo sentir apatía se convierte en un problema?

Sentir apatía no tiene que ser, necesariamente, la señal de un problema. De hecho, para los filósofos estoicos la apatheia era un estado mental en el que nos libramos de las alteraciones emocionales. Implicaba la eliminación de las reacciones emocionales a los eventos externos que escapan de nuestro control. Desde esa perspectiva, la apatía se reviste de un sentido más positivo, acercándose a un estado más similar a la ecuanimidad.

Sin embargo, la apatía es la señal de un problema cuando se convierte en un obstáculo para nuestro día a día y nos impide disfrutar. De hecho, sentir apatía durante un espacio de tiempo prolongado puede ser una señal de depresión o un trastorno de identidad disociativo.

Las causas de la apatía generalizada

La apatía puede tener causas físicas o psicológicas. El primer paso es descartar que no se trata del síntoma de una enfermedad. De hecho, los problemas de tiroides y los desequilibrios hormonales, una dieta inadecuada, la anemia o incluso algunos medicamentos pueden provocar un estado de abatimiento y agotamiento extremo similar a la apatía.

Descartada la causa fisiológica, es probable que el problema sea psicológico. Muchas veces la apatía es una especie de freno de mano para indicarnos que necesitamos hacer un alto en un ritmo de vida híper demandante e hiperactivo que nos exige demasiado. En esos casos, lo habitual es que la apatía dure un par de días ya que su misión es obligarnos a descansar y desconectarnos del mundo.

En otros casos las causas de la apatía son más profundas y nos indican algo acerca de cómo estamos llevando nuestra vida. Cuando estamos sumergidos en una vida que no nos gusta, ya sea porque realizamos el trabajo inadecuado, estamos rodeados de personas tóxicas o estamos inmersos en un entorno poco desarrollador. Esa falta de sentido, un día tras otro, termina pasándonos factura, drenando nuestros recursos psicológicos y succionando la vitalidad.

La apatía también puede estar causada por vivir en piloto automático durante demasiado tiempo. Cuando todos los días son iguales y no hay nada que añada condimento a nuestra existencia, nuestra energía vital se puede ir apagando lentamente. Mario Benedetti lo describió mejor: “tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, nada acontece y nada me conmueve hasta la raíz”.

Por otro lado, la apatía puede ser el resultado de una profunda desilusión. A fin de cuentas, cuando estamos apáticos perdemos la esperanza de poder alcanzar la felicidad o la realización personal. Puede producirse porque hemos dejado de creer en el valor de los objetivos que nos habíamos planteado o porque hemos perdido la confianza en nuestras capacidades para alcanzarlos. En esos casos, la apatía se presenta como una especie de claudicación interior.

En cualquier caso, y sea cual sea la causa de la apatía, nos envía un mensaje: tenemos un problema que debemos afrontar. No es casual que la apatía disminuya nuestro nivel de energía. Lo hace para que no podamos ir tan rápido que nuestro propio ritmo nos confunda. Al obligarnos a tomar un respiro nos anima a reflexionar y, resolver lo que nos pasa.

¿Cómo vencer la apatía generalizada?

Para vencer la apatía generalizada solo tenemos que ponernos en movimiento. No tenemos que hacer grandes cosas, tan solo empezar. Dar un paso. Aunque sea pequeño, pero que valga la pena.  Quizá necesitamos hacer – o deshacer – algo que marque una diferencia en esa secuencia de días iguales. Quizá necesitamos descomprimir lo comprimido o expresar lo reprimido para que algo se active en nuestro interior y logremos ponernos en marcha otra vez.

Solo nosotros sabemos cuál es el tratamiento para la apatía que realmente funciona para nuestro caso. Necesitamos mirarnos al espejo y preguntarnos: “Si tuviese ganas o energías, ¿qué haría?”. Quizá no lo descubramos inmediatamente, pero cuando conozcamos la respuesta, simplemente tenemos que hacerlo.

Cuando nos ponemos en marcha y hacemos algo que tiene sentido o que nos hace sentir bien, la suma de esos pequeños esfuerzos va inclinando la balanza de la apatía hacia al interés. La indiferencia va dejando paso a la curiosidad y las ganas de vivir. Una vez que el “motor” se enciende, todo es más sencillo.

Fuentes Ishizaki, J. & Mimura, M. (2011) Dysthymia and Apathy: Diagnosis and Treatment. Depress Res Treat; 893905.



Goldberg, Y. K. et. Al. (2011) Boredom: An Emotional Experience Distinct from Apathy, Anhedonia, or Depression. 
Journal of Social and Clinical Psychology; 30(6): 647-666.