31 mayo 2020

EL PODER DEVASTADOR DE LAS PEQUEÑAS AGRESIONES EN LA VIDA COTIDIANA


EL PODER DEVASTADOR DE LAS PEQUEÑAS AGRESIONES EN LA VIDA COTIDIANA
Las pequeñas frustraciones del día a día, son esos enfados, desilusiones y disgustos por cosas insignificantes, pueden llegar a afectar más nuestro bienestar emocional y salud física que los grandes problemas de la vida, como comprobó un estudio de la Universidad de Houston. El problema es que esas pequeñas frustraciones se van acumulando hasta saturarnos y romper nuestro equilibrio psicológico. Nos desbordan por completo. Lo mismo ocurre con las microagresiones en la vida cotidiana.
¿Qué son las pequeñas agresiones?
Las agresiones son conductas dañinas, generalmente intencionales, en contra de otra persona con el fin de herirla. Identificar las agresiones físicas es sencillo, identificar las agresiones psicológicas es más complejo porque se esconden tras comportamientos, actitudes o palabras más sutiles.
Las microagresiones, por definición, son actos pequeños, casi inconscientes, que realizamos a diario y a los que no les damos mucha importancia, pero su goteo constante termina teniendo un impacto negativo en la persona agredida.
Surgen cuando se realizan actos o comentarios despectivos – que generalmente son aceptados socialmente – pero que promueven estereotipos o generan estigma sobre una persona. Los comentarios racistas, sexistas y clasistas son un ejemplo de microagresiones en la vida cotidiana, pero existen muchas más.
No sentarse junto a alguien en el metro por su aspecto, interrumpir más a las mujeres que a los hombres cuando hablan porque creemos que no tienen nada interesante que decir, pensar que alguien es menos inteligente porque tiene un origen racial diferente al nuestro o creer que quienes pertenecen a una clase social más desfavorecida son ciudadanos de segunda son ejemplos de microagresiones en la vida cotidiana.
Del ataque directo a la ofensa encubierta, los tipos de microagresiones
Existen dos tipos de microagresiones, según Derand Wing Sue, psicólogo de la Universidad de Columbia nacido en Estados Unidos, pero de origen asiático, de manera que ha sufrido en carne propia esos micro insultos y ofensas:
  • Microagresiones abiertas. Son agresiones directas, palabras o actos que tienen el objetivo de herir o hacer sentir mal deliberadamente a la otra persona.
  • Microagresiones encubiertas. Se trata de agresiones camufladas. Quien las comete no ve ninguna mala intención en ellas porque es víctima de estereotipos y prejuicios que refuerza a través de esas agresiones.
El problema de las microagresiones es que, a diferencia del discurso de odio, son muy difíciles de detectar porque se basan en prejuicios compartidos socialmente. Muchas veces no se manifiestan de forma verbal, sino que pueden ser pequeñas acciones aparentemente inofensivas. A veces incluso pueden esconderse tras un halago.
Ese carácter sutil de las microagresiones no mitiga su impacto negativo en quien las sufre, sino que las vuelve aún más dañinas porque son más difíciles de combatir y erradicar. Así las microagresiones se replican y se vuelven tan comunes en el día a día que no llegamos a comprender la verdadera magnitud del daño que provocan en las víctimas.
¿Por qué las microagresiones son dañinas?
Hay quienes piensan que las micro agresiones no son para tanto. Piensan que el problema no es el “agresor” sino que la “víctima” es demasiado sensible o que se toma las cosas demasiado a pecho. Sin embargo, es necesario ponerse en el lugar de la persona que está sufriendo esas microagresiones a diario.
Sue, por ejemplo, cuenta que muchas veces, tras dar una conferencia, se le acercan los estudiantes y no solo lo felicitan por el contenido de la clase sino también por su perfecto inglés. Ese tipo de comentarios, que se repiten una y otra vez, le hacen sentir como un extranjero en su país natal.
Una serie de experimentos realizados en la Universidad de Princeton revelaron que cuando una persona sufre microagresiones en el contexto de una entrevista de trabajo comete más errores, lo cual se convierte en una profecía que se autocumple, limitando sus posibilidades de acceder al puesto.
El problema de las microagresiones es que van creando una bola de nieve. Un comentario sutil, un gesto pequeño, un acto insignificante se van transformando en algo mayor que termina haciendo que la persona se sienta diferente, rara o incluso inferior. Así las microagresiones terminan provocando heridas invisibles que afectan la autoestima, la salud mental y el sentido de inclusión de las personas que no cumplen con ciertos estándares sociales.
De hecho, no es inusual que una persona que sea objeto de microagresiones de manera sistemática termine reaccionando de manera exagerada y totalmente desproporcionada ante un simple comentario o una broma de mal gusto. En realidad, esa persona no está reaccionando ante ese microinsulto sino a todos los años de microinsultos que ha soportado. Ese comentario ha sido simplemente la gota que ha colmado el vaso.
¿Cómo combatir las microagresiones?
Es importante entender que a través de las microagresiones se cimientan estereotipos y los replicamos – a veces de manera inconsciente – en las interacciones sociales. La microagresión tiene una fuerte repercusión, tanto en el inconsciente de la víctima como en el subconsciente social. Por tanto, contribuyen a reforzar prejuicios y a denigrar determinados grupos. Eso significa que no deberían tener cabida en nuestras relaciones interpersonales.
Si sufrimos esos microinsultos, podemos realizar una microintervención. Es decir, hacer algo que desarme la microagresión y eduque a quien la ha hecho.
Si alguien nos dice algo que nos resulta ofensivo, es importante no ponerse a la defensiva. Es importante partir del hecho de que nadie es inmune a los prejuicios raciales, sexuales o de género heredados. Ni siquiera nosotros.
Eso significa que no hay necesidad de enfadarnos con esa persona, pero sí de educarla y hacerle notar esos prejuicios de una manera respetuosa. Por tanto, debemos armarnos de paciencia y preguntarle qué ha querido decir exactamente. Podemos aprovechar ese momento para hacerle notar que sus palabras esconden un prejuicio que puede hacer daño a las personas.
En cualquier caso, debemos ser conscientes de que una cosa es lo que creemos creer y lo que creemos realmente. Detectar los estereotipos y prejuicios que usamos al relacionarnos con los demás nos convertirá en personas más sensibles y abiertas. De hecho, deshacernos de las micro agresiones no solo evitará que dañemos a otras personas, sino que es beneficioso para nosotros porque nos permitirá relacionarnos sin ideas preconcebidas, lo cual ampliará considerablemente nuestra visión del mundo.
Fuente: Ortiz, A. & Tejada, N. (2017) Campaña de Mercadeo Social “Transforma la Norma: Microagresiones-Macroimpactos” Proyecto Integrador. Trabajo de Titulación: Universidad San Francisco de Quito.

28 mayo 2020

CÓMO ENCONTRAR ?LA PAZ INTERIOR:


 psicología /desarrollo personal
¿CÓMO ENCONTRAR ?LA PAZ INTERIOR:
La paz interior se ha convertido en un lujo. Vivimos en una sociedad convulsa que nos “obliga” a llevar un estilo de vida demasiado agitado en el que no paramos ni un segundo. Si nos descuidamos, nos veremos arrastrados por un torbellino de tareas, la mayoría de ellas insignificantes, pero que no nos dejan ni un minuto libre.
Estamos tan imbuidos en ese ritmo frenético que a veces, cuando tenemos un poco de tiempo para nosotros mismos, nos sentimos culpables. Culpables porque deberíamos estar haciendo algo más productivo. Sin embargo, hay un momento en que es necesario detenerse y decir “¡basta!”. Basta a las preocupaciones sin sentido y al ritmo de vida agobiante. Basta a las presiones sociales, a todas esas tareas sin sentido y a la persecución de la perfección.
Reencontrar la paz interior es fundamental para nuestro bienestar y felicidad. De vez en cuando es imprescindible relajarse un poco, tomar una pausa y reordenar nuestras prioridades. Es un cambio que vale la pena.
¿Qué es la paz interior? 
Tranquilidad no es lo mismo que paz. El mundo actual nos vende una paz tranquila, artificial y anestesiada a la que podemos acceder simplemente colocando un cartel de “no molestar”. Ese espacio de tranquilidad es importante, no cabe dudas, ya que nos permite descansar, pero no es la paz que necesitamos.
La paz interior es una sensación subjetiva de bienestar, es impalpable pero muy real ya que nos llena de una profunda tranquilidad. Se trata de un estado en el que nos liberamos de nuestras principales preocupaciones, miedos, estrés y sufrimiento.
Sin embargo, la paz interior implica mucho más que liberarse de las emociones y sentimientos negativos, también significa ser conscientes de las maravillas de la vida y sentirse plenamente conectados con el universo y con nosotros mismos.
La paz interior es una sensación de calma en la que dejamos de luchar contra los pensamientos y las emociones negativas y perturbadoras, aunque eso no significa que no existan sino que dejan de dominarnos y causarnos daño porque no les damos una importancia excesiva ni permitimos que se conviertan en preocupaciones recurrentes. Es un estado en el que nos apartamos mental y emocionalmente de los problemas y conflictos cotidianos, asumimos una distancia psicológica para disfrutar de la serenidad.
¿Se puede desarrollar la paz interior? 
Muchas personas piensan que es imposible alcanzar la paz interior. Afirman que la vida cotidiana es tan incierta y a veces tan caprichosa, que no es posible encontrar la serenidad porque los problemas siempre están agazapados a la vuelta de la esquina, esperando para atacarnos en cualquier momento. Es cierto. No se puede negar que la vida acarrea una gran dosis de incertidumbre. La clave está en el locus de control.
Cuando tenemos un locus de control externo y cualquier situación tiene el poder de incidir negativamente sobre nosotros y hacernos perder la calma, es imposible encontrar la paz interior. Las personas con un locus de control externo son como hojas movidas por el viento que no hallarán la paz ni siquiera en los mejores momentos porque estarán pensando en todas las desgracias que pueden perfilarse en el horizonte.
Sin embargo, eso no implica que sea imposible alcanzar la paz interior. Cuando tenemos un locus de control interno podemos decidir qué guerras vale la pena luchar. Si en vez de limitarnos a reaccionar, tomamos el control y decidimos con qué actitud enfrentar los problemas tomando las riendas de nuestra vida, podemos aspirar a desarrollar una paz interior duradera.
Por tanto, la paz interior no es algo que se encuentra a lo largo del camino por casualidad, es una decisión personal, es algo construimos de manera consciente poniendo en práctica comportamientos y pensamientos que nos conducen a la serenidad.
¿Dónde encontrar la paz interior? 
Un monje que buscaba la paz interior y la iluminación se retiró a una pequeña isla desierta y alejada. Se comprometió a no enojarse más, a no estar triste ni eufórico sino simplemente a estar realmente consigo mismo en paz. 
También se prometió no abandonar aquella isla y contentarse con su compañía. Escogió un lugar, se sentó cerca de un árbol, se quedó quieto y meditó. Después de muchos años de meditación y silencio, pensó que había llegado a la iluminación. Se sentía tranquilo, revitalizado y fresco, en completa sintonía con aquella isla y consigo mismo. 
Estaba tan contento que decidió enviar una carta a su maestro anterior, agradeciéndole por sus enseñanzas, y contándole que había alcanzado la iluminación, que ya nada del mundo lo agobiaba o importunaba y que jamás abandonaría aquella plácida isla. 
El monje recibió una respuesta. Abrió con entusiasmo la carta y, para su sorpresa, solo leyó una serie de insultos contra su persona. El monje se enojó tanto que decidió abandonar la isla para pedirle una explicación a su antiguo maestro. 
Cuando se encontraron, le preguntó qué significaban aquellos insultos. El abad sonrió y le dijo: 
– Dijiste que estabas iluminado, que nada en el mundo te agobiaba y que no abandonarías la isla. Si unas meras palabras pueden enfadarte tanto y hacerte olvidar todo lo que has dicho, ¿realmente estás en paz contigo mismo? 
Esta parábola budista, en sintonía con las palabras de Virginia Woolf: «no puedes encontrar la paz evitando la vida «, nos brinda una gran lección: la paz interior es algo que encontramos en nosotros mismos. La paz que se consigue evadiéndonos de la realidad y de los problemas es una paz artificial que se hará añicos apenas la adversidad llame a nuestra puerta, como le sucedió al monje.
Eso significa que la paz interior no se construye únicamente en medio de la serenidad y la tranquilidad sino también en medio de la tormenta. La paz interior se templa en la adversidad.
9 claves para alcanzar la paz interior 
1.      Dedica tiempo a la introspección 
Dedica menos horas a los diarios y los noticieros y más tiempo a explorar tu interior. Cuando permites que tu mente absorba la negatividad que transmiten la mayoría de los medios, es muy difícil limpiarla. No se trata de crear una burbuja feliz y artificial a tu alrededor, pero es conveniente que programes hábitos mentales menos tóxicos y que te asegures de pasar tiempo a solas contigo mismo. No se trata de dar vueltas a los problemas sino de hacer las paces contigo mismo. La paz interior proviene de sentirte cómodo con tus decisiones, pensamientos y emociones, y para ello necesitas actualizar constantemente tu autoimagen.
2.                 Acepta los pensamientos y emociones “negativas” 
Encontrar la paz interior significa, ante todo, equilibrio. Por tanto, no podrás hallar la serenidad si continúas batallando contra los pensamientos y emociones “negativos” o si pretendes ocultarlos en el lugar más recóndito de tu mente. Para alcanzar la paz interior es necesario que practiques la aceptación radical, que aceptes estos pensamientos y emociones. De hecho, cuando aprendes a vivirlos, perderán su poder sobre ti y lograrás liberarte de su carga. Recuerda que los pensamientos y emociones “negativos” no te hacen daño, lo que te daña y arrebata la paz es aferrarte a ellos.
3.                 Evita la crítica destructiva 
Todos tenemos la tendencia a comparar, sacar conclusiones y luego criticar. Sin embargo, la crítica negativa es el peor enemigo de la paz interior. La crítica no solo hace daño a quien es criticado sino también a quien emite ese juicio de valor. Suele ser expresión de rigidez mental y rechazo a la realidad. El problema es que la crítica negativa te sumirá en un estado de insatisfacción permanente que te aleja de la serenidad que pretendes alcanzar. Eso no significa que debes aceptarlo todo, pero tienes que aprender la diferencia entre la crítica constructiva que da pie a un cambio positivo y la crítica destructiva cuyas consecuencias siempre son negativas. Se trata de aprender a no juzgar y ser más tolerantes y flexibles.
4.                 Simplifica tu vida 
¿A veces te gustaría que el día tuviese más de 24 horas? No puedes alargar el día, pero puedes simplificar tu vida, de manera que aproveches mejor cada minuto. Cada cierto tiempo, es conveniente que te detengas y te preguntes si estás haciendo lo que realmente te gusta o si estás perdiendo el tiempo inútilmente. Piensa en cómo puedes simplificar tu vida para que puedas dedicar más tiempo a las cosas que realmente te importan y te brindan felicidad y satisfacción. Recuerda que la madurez no está en añadir cada vez más, sino en restar y necesitar cada vez menos para ser feliz.
5.                 Practica la gratitud 
No dejes que pase un solo día sin sentirte agradecido por algo. Siempre hay algo por lo cual dar gracias, solo hay que aprender a valorar las cosas que damos por descontado, como el simple hecho de vivir o de tener a nuestro lado a personas que nos aman y a las que amamos. Cuando empezamos a sentirnos agradecidos por lo que tenemos, en vez de quejarnos por lo que no tenemos, reencontramos un nuevo equilibrio interior. La gratitud es una de las llaves que abre la puerta a la serenidad y la felicidad.
6.                 Da sin esperar recibir a cambio 
Muchas personas dan esperando recibir algo a cambio, convierten las relaciones interpersonales en relaciones comerciales. Cuando no reciben la recompensa esperada, se enfadan. Por eso, si quieres lograr la paz interior, debes despojarte del egoísmo y reencontrar el placer que implica el acto de dar, por el simple hecho de ayudar o hacer una buena acción. Dar debe ser lo suficientemente gratificante de por sí. Siéntete bien contigo mismo por lo que has hecho.
7.                 Aprende a estar plenamente presente 
Si te sientes deprimido, estás viviendo en el pasado, si te sientes ansioso, estás viviendo en el futuro. Si te sientes en paz, estás viviendo en el presente”, dice una frase sobre la paz interior de Lao Tzu. Muchas veces vivimos agobiados porque estamos a caballo entre las culpas del pasado y las preocupaciones del futuro. Aprender a estar plenamente presente, en lo que los budistas llaman “el instante eterno”, te permitirá encontrar la paz en lo que estás haciendo, sea lo que sea. De hecho, puedes practicar diferentes ejercicios de mindfulness cotidiano, ni siquiera es necesario que te sientes a meditar.
8.                 No te aferres, deja ir 
A lo largo de nuestra vida vamos acumulando mucho resentimiento y rencor, sentimientos que terminan haciéndonos daño y nos impiden lograr esa paz interior que tanto ansiamos. Por eso, es fundamental que aprendas a dejar ir esos sentimientos y pensamientos que te afectan y mantienen atado al pasado. También es fundamental que aprendas a practicar la ley del desapego, incluso con las metas que te has propuesto. La vida fluye, si te aferras te quedarás estancado luchando contra la corriente, lo cual te agotará emocional y físicamente. La técnica de visualización las “hojas del río” te ayudará a comprender que todo cambia.
9.                 Aquieta tu mente 
Cada día nos enfrentamos a cientos o incluso miles de estímulos. Nuestra mente está en un estado de hiperestimulación constante que nos impide encontrar la serenidad. Por eso, es conveniente que dediques al menos unos minutos al día a practicar la meditación o la relajación. Aprende a vaciar la mente y a liberarla de todas las preocupaciones cotidianas. Este vídeo de música relajante también te ayudará a reencontrar la paz interior en los momentos más complicados. Es una auténtica joya para relajarse o meditar:

27 mayo 2020


psicología /desarrollo personal
¿TIENES   UN ELEFANTE EN TU HABITACIÓN?

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orría el año 1814 cuando Ivan Andreevich Krylov, un poeta y escritor ruso, publicó una fábula titulada «El hombre inquisitivo». En ella se refería a un hombre que recorría un museo y notaba todo tipo de pequeños detalles pero, asombrosamente, no percibió un elefante.
Aquella interesante idea no murió allí. Fyodor Dostoievski la retomó en su novela “Los endemoniados” cuando escribió: “Belinsky era como el hombre inquisitivo de Krylov, que no se dio cuenta del elefante en el museo…”. Aunque fue Mark Twain quien perfiló mejor el concepto en “El robo del elefante blanco”, haciendo referencia a la ineptitud y falta de lógica que subyace a ese comportamiento.
Más tarde, The New York Times recogió la frase, que luego pasó a convertirse en una expresión popular que se utiliza para referirse a algo obvio que pasa desapercibido o de lo que nadie quiere hacerse cargo. La expresión indica una verdad evidente que es ignorada, aunque también puede tratarse de un problema que nadie quiere discutir o un riesgo que nadie está dispuesto a asumir.
Dado que es imposible pasar por alto la existencia de un elefante en la habitación, las personas se sienten obligadas a fingir que el elefante no existe, evitando lidiar con el enorme problema que representa. Sin embargo, lo cierto es que obviar su presencia suele terminar generando problemas aún mayores.
¿Cómo detectar el elefante en la habitación?
La mayoría de las personas piensan que, si tuviesen un elefante dentro de su habitación, lo notarían inmediatamente. Sin embargo, no siempre es así, sobre todo en el escurridizo terreno de las relaciones interpersonales. De hecho, mientras más grande sea ese elefante, mayor será nuestra tendencia a ignorarlo porque más complejo y sensible será el problema.
Un ejemplo usual de este fenómeno se produce cuando le detectan una enfermedad grave o terminal a un amigo. Algunas personas no saben cómo reaccionar y su manera de ser “cuidadosos”, para no herir la sensibilidad del otro, consiste en evitar el tema. Esas personas comienzan a actuar como si estuvieran caminando sobre terreno minado, cambian su comportamiento y la relación que antes era distendida y natural se vuelve tensa y artificial. Dejan de ser los amigos que eran, para convertirse en los amigos que evitan el problema más obvio, apremiante y difícil.
El elefante también se suele colar en las relaciones de pareja. Un ejemplo clásico es cuando ambos son conscientes de que la relación ya no da más y no tienen motivos para estar juntos, pero no abordan el tema, esperando que sea el otro quien lo saque a colación y asuma la responsabilidad por la ruptura.
Ese comportamiento evitativo también puede apreciarse en los padres cuyos hijos tienen algún problema, ya se trate de una discapacidad física, un trastorno psicológico o cualquier otra enfermedad. Dado que la realidad es muy dura de aceptar, los padres evitan hablar de ella y niegan su existencia, lo cual impone una “ley del silencio” entre amigos y familiares, a quienes les resulta muy difícil poder ayudarlos y normalmente terminan aceptando la presencia de ese elefante en la habitación.
Por supuesto, este fenómeno también se aprecia a nivel social, sobre todo cuando se trata de un tema tabú, como puede ser la raza, la religión, la homosexualidad, la enfermedad mental o incluso el suicidio. En estos casos, las personas simplemente asumen que es más “educado” evitar el tema. 
En sentido general, cualquier problema puede convertirse en un elefante en la habitación si no lo abordamos y preferimos ignorarlo. Puede tratarse de un asunto delicado que podría herir la sensibilidad de los demás, un gran problema que no sabemos cómo solucionar o un conflicto que demanda correr un riesgo que no estamos dispuestos a asumir. 
En esos casos, se llega a un consenso implícito, según el cual todas las personas implicadas deciden ignorar el problema, aunque este sigue flotando en el ambiente, como una nube negra que enrarece el aire. Obviamente, ignorar algo no significa solucionarlo, por lo que a menudo el problema crece.
¿Por qué no es una buena idea ignorar el elefante en la habitación?
Una serie de experimentos muy interesantes llevados a cabo sobre los prejuicios raciales arrojan luz sobre el fenómeno del elefante en la habitación. En estos estudios se apreció que cuando las personas intentan usar palabras “políticamente correctas” para no ofender a alguien por el color de su piel o grupo étnico, pueden ser percibidas como más frías, distantes, poco empáticas y hasta más racistas.
El problema es que esas personas pretenden activar conscientemente lo que se conoce como “ceguera al color”, pero ello solo provoca el efecto contrario, activando aún más los estereotipos raciales. Entonces se ven obligados a luchar contra esos prejuicios y buscar las palabras “correctas”, lo cual les genera una gran ansiedad, que termina haciéndoles parecer menos auténticos y más racistas. De esa forma, evitar el elefante en la habitación refuerza su existencia.
Negar la realidad no hará que desaparezca. Cuando existe un problema o un conflicto de base, si no se soluciona y se buscan sus causas, es probable que termine creciendo, generando a su vez nuevas dificultades. Por tanto, mientras más tarde se aborde el problema, más difícil será solucionarlo ya que mayores serán sus ramificaciones.
Por otra parte, esa evitación hará que las relaciones interpersonales se distorsionen. Cuando debemos caminar sobre una superficie llena de cristales afilados, tendremos que pensar y elegir cuidadosamente nuestras palabras, por lo que la relación perderá su espontaneidad. Entonces somos víctimas de lo que pretendíamos evitar ya que es probable que ignoráramos el tema para no dañar la relación, pero al final esta termina resquebrajándose.
También debemos tener presente que evitar al elefante en la habitación suele ser un proceso que demanda un gran esfuerzo cognitivo y emocional. La represión de ciertos contenidos, sobre todo cuando son emocionalmente significativos, provoca un gran desgaste que termina pasando factura a nivel psicológico.
¿Cómo sacar al elefante de la habitación?
Abordar temas delicados suele ser difícil. Pero debemos hacerlo. Es imposible relacionarse de manera natural, auténtica y distendida con una persona cuando nos separa un asunto tan importante. ¿Cómo hacerlo?
1.      Escoge el momento adecuado. Hay veces en las que es necesario esperar un poco, hasta que la otra persona esté preparada para abordar el asunto. Puedes tantear el terreno haciendo una ligera referencia y, si la otra persona no está preparada para hablar de ello, dale un poco más de tiempo. A veces el simple hecho de desenmascarar el “elefante” es suficiente para diluir la tensión que este generaba en el ambiente. Es como hacer un guiño de complicidad que dice: «sé que tenemos un problema, cuando estés preparado hablaremos de ello e intentaremos solucionarlo «.
2.      Calibra tus expectativas y ármate de paciencia. Los temas difíciles no suelen tener una solución fácil, por lo que es importante que en el momento de abordar el problema no albergues demasiadas expectativas. De hecho, es común que las otras personas implicadas se nieguen a abordar el asunto, recurran a excusas o no se muestren abiertas a tus sugerencias. Es normal, se trata de una actitud defensiva. Es probable que para resolver el asunto tengas que abordarlo varias veces desde diferentes perspectivas. Así que ármate de paciencia.
3.      Sé honesto, habla desde el corazón. No es necesario practicar el sincericidio, pero en los temas delicados, la honestidad suele ser la mejor baza. Expresa tus sentimientos y opiniones de la manera más directa posible, sin dañar al otro, pero sin dar demasiadas vueltas que puedan dar pie a malinterpretaciones. Y no olvides plantear lo que, para ti, podría ser la mejor solución o, al menos, una alternativa a la situación actual.
4.      Recurre al sentido del humor. El humor suele ser una excelente estrategia para restarle dramatismo a las situaciones y crear un ambiente más relajado, logrando que los demás bajen la guardia y no se pongan a la defensiva. No obstante, debes evitar hacer un uso excesivo del mismo, de manera que parezca que estás menospreciando el problema. Usa el humor inteligentemente, para introducir el tema o de manera puntual en la conversación, para disminuir la tensión.
5.      Gestiona las emociones. Los temas complicados se convierten en elefantes en la habitación precisamente porque tocan nuestras fibras más sensibles. Eso significa que su abordaje puede generar auténticos tsunamis emocionales en las personas involucradas. Debes estar preparado para lidiar con esas emociones, que pueden ir desde una profunda tristeza hasta la ira. Y por supuesto, también tendrás que estar preparado para gestionar tus propia decepción o frustración.
Siempre que sea posible, intenta que no haya muchos elefantes dando vueltas por tu vida. Son problemas grandes, que rompen relaciones y hacen añicos tu equilibrio emocional.

26 mayo 2020

EL AVIÓN y los ciegos


ES Psicología Social  
/ Fábula Psicología
Y EL AVIÓN  y los ciegos


¡NADA MÁS REAL.!

  
Están todos los pasajeros en la sala de embarque esperando la salida del vuelo cuando de repente llega el copiloto impecablemente uniformado con gafas oscuras y un bastón blanco tanteando el camino...

   La empleada de la compañía aclara que, si bien es ciego, es el mejor copiloto que tiene la empresa.
   Al poco rato llega el piloto, con el uniforme impecable, con gafas oscuras y un bastón blanco asistido por dos azafatas.
   La encargada de la Sala  de embarque avisa que,  el piloto también,  es ciego, pero que es el mejor piloto que tiene la compañía y que, junto con el copiloto,  forman un equipo muy experimentado
   Con todos a bordo, el avión comienza a corretear, tomando cada vez más velocidad y con los pasajeros aterrorizados.

   El avión sigue tomando velocidad pero no despega..., continúa la carrera y sigue en tierra.
   ¡Cada vez el final de pista está más cerca y en una explosión de histeria general los pasajeros comienzan a gritar como poseídos!

En ese momento el avión, milagrosamente, toma altura..., entonces el piloto le dice al copiloto:

- “El día que los pasajeros no griten , nos vamos a la mierda”.

*MORALEJA:*

Así está hoy nuestro país, gobernado por ciegos que no ven, o no quieren ver la realidad,
a la espera de que el pueblo “GRITE” ...para levantar vuelo.
   ¡Yo creo que como no gritemos nos vamos a la mierda!
¡Aún estamos a tiempo de GRITAR!



25 mayo 2020

HOCK DEL PRESENTE: VIVIR EN UN MUNDO SIN HISTORIA NI FUTURO


Psicología/ Psicología Social  
SHOCK DEL PRESENTE: VIVIR EN UN MUNDO SIN HISTORIA NI FUTURO
¿Tienes la sensación de que el tiempo no te alcanza? ¿Te sientes como un bombero que debe hacer frente continuamente a imprevistos y supuestas urgencias? ¿No eres capaz de vislumbrar tu futuro? ¿Piensas que casi todo está inventado y que queda muy poco por hacer? ¿Crees que ningún tiempo futuro podrá superar el presente y que hemos llegado al tope de nuestras capacidades?
Si es así, es probable que sufras un fenómeno tan común como desconocido: “shock del presente”. Debido a la relación completamente nueva que hemos desarrollado con el tiempo – a nivel social y personal – estamos viviendo en un ahora que se nos escapa cada vez más rápido mientras perdemos la conexión con el futuro y el pasado.
¿Qué es el shock del presente?
El shock del presente es una idea desarrollada por Douglas Rushkoff, profesor de la Universidad de Nueva York. Lo describe como un estado mental potencialmente oneroso e incluso paralizante en el que nos quedamos atrapados en el presente, perdiendo muchos de los puntos de conexión con el futuro y el pasado.
El shock del presente, sin embargo, no nos conduce a un estado zen, sino que nos sumerge en una especie de caos mental. “Nos hace existir en un presente distraído en el que las fuerzas en la periferia son magnificadas […] Nuestra habilidad para realizar un plan y seguirlo es interrumpida por un gran número de impactos externos. En vez de encontrar un camino estable aquí y ahora, acabamos reaccionando de manera improvisada a todos los asaltos que se presentan a lo largo del día”, apuntó Rushkoff.
Se trata, pues, de un presentismo sin ningún punto de referencia más allá de un “aquí y ahora” fragmentado, vertiginoso y caótico. En práctica, nos vemos obligados a vivir en el presente para responder como mejor podamos a las demandas continuas del medio, de manera que no tenemos tiempo ni recursos cognitivos para proyectarnos al futuro o volver al pasado. Es como si el presente nos absorbiera en una especie de agujero negro en el que pasado y futuro desaparecen. Así perdemos de vista el panorama temporal que debe fungir como conector de nuestra autobiografía, pasando a vivir en “un mundo sin historia ni futuro”, como lo calificó Rushkoff.
¿Cómo se ha originado ese “shock del presente”?
No podemos estar ni siquiera una hora sin revisar el correo electrónico o la mensajería instantánea, nos preocupamos por la noche si alguien no nos ha contestado un mensaje y desarrollamos el “síndrome de vibración fantasma” que nos hace revisar el móvil, aunque no haya sonado. Mientras estamos fuera de casa, nos preguntamos qué está pasando en nuestras redes sociales y queremos estar pendientes de las actualizaciones de nuestros amigos y conocidos. Sentimos una necesidad imperiosa de comentar o compartir una noticia o de ver la última foto que ha publicado el famoso de turno.
En el mundo digital cometemos el error de pensar que podemos aplicar a nuestras vidas el mismo tiempo en el que se mueven las máquinas. Nuestro universo digital siempre está encendido, pero nosotros no. Los tuits siempre se están publicando en Twitter, pero aspirar a leerlos todos es una locura. Las interrupciones agotan nuestras habilidades cognitivas. Crean la sensación de que necesitamos estar al día para no perder el contacto con el presente. Es un objetivo falaz”, apuntó Rushkoff.
Sin embargo, el shock del presente no depende únicamente de la tecnología – aunque esta haya contribuido – sino que es más bien un estado que se ha instaurado a nivel social y que ha terminado por calar en muchos de nosotros. Es una manera de lidiar con la realidad asumiendo un enfoque tan presentista que termina siendo miope.
Nuestra sociedad se ha reorientado al presente. Todo se muestra en vivo, en tiempo real, y está siempre conectado. No se trata simplemente de un aceleramiento de las cosas, por más que nuestro estilo de vida y tecnologías hayan acelerado al ritmo al cual intentamos hacer las cosas. Es más bien una disminución de todo lo que no está ocurriendo ahora – y la embestida furiosa de todo lo que supuestamente está ocurriendo”, explicó Rushkoff.
Las consecuencias psicológicas del shock del presente
Rushkoff hace referencia a las diferentes maneras en que se manifiesta el shock del presente en nuestras vidas. Una vez que se instaura, este fenómeno no solo cambia nuestros hábitos y comportamientos, sino que también altera peligrosamente la dinámica de nuestro pensamiento.
  • Colapso narrativo
Se trata del triunfo de la inmediatez sobre la precisión, un fenómeno que se aprecia perfectamente en las secciones de noticias de los medios de comunicación, pero que también se ha extendido a diferentes niveles y nos conduce a cometer numerosos errores e imprecisiones en nuestro día a día. Es el triunfo de la aproximación sobre la exactitud.
De hecho, ese colapso narrativo es el golpe de gracia para los discursos inteligentes y complejos ya que no somos capaces de seguir su lógica o simplemente no tenemos tiempo suficiente para reflexionar sobre ello. En su lugar, priorizamos las soluciones simplistas, lo cual conduce a una pérdida brutal de la riqueza y complejidad que matizan todos los fenómenos a los que nos exponemos.
  • Digifrenia
La tecnología que nos permite estar en diferentes lugares al mismo tiempo y que nos ayuda a asumir distintas identidades ha impulsado la digifrenia, que consiste en un estado mental confuso causado por tener demasiadas identidades ejecutándose en paralelo.
Esas identidades a menudo están desconectadas entre sí, por lo que realizamos un enorme esfuerzo cotidiano para quitarnos una piel y entrar en otra. Ese cambio continuo de identidad nos somete a un gran estrés con consecuencias poco saludables.
  • Fractalnoia
Se trata de la tendencia a buscar un sentido en un presente congelado, sin tener en cuenta las secuencias lógicas de causa y efecto. Este fenómeno se debe en gran parte a la gran cantidad de información a la que nos exponemos y a la necesidad de responder de manera instantánea, de forma que no tenemos tiempo para rastrear la trama en el tiempo ni elaborar una respuesta reflexionada que se proyecte al futuro.
Sin embargo, cuando no existe un tiempo lineal, cuando perdemos la conexión con el pasado y el futuro, nos resulta imposible dar sentido a lo que nos está ocurriendo, de manera que las causas y efectos colapsan. Así nos quedamos en un mundo caótico, en el que no nos queda más remedio que responder a ciegas.
  • Apocalypto
Dado que la sociedad ha perdido la fe en su capacidad para resolver las crisis y problemas mundiales puesto que es incapaz de encontrar pies o cabeza a la situación que vivimos, nuestro deseo de salir de ese laberinto presentista nos hace fantasear con finales apocalípticos. De esta manera, a muchas personas les resulta más fácil imaginarse un apocalipsis de proporciones épicas que lo que haremos el mes o el año próximos.
El shock del presente, por tanto, desata un pensamiento profundamente catastrofista que nos envuelve en el pesimismo y nos lleva a imaginar las peores tragedias a la vuelta de la esquina. Inmersos en un estado de indefensión aprendida, sin comprender cómo hemos llegado a este punto y sin saber cómo salir asertivamente, no nos queda más que fantasear con finales alarmistas.
De esta manera, terminamos siendo personas que reaccionan ante lo que ocurre, sin reflexionar demasiado sobre sus causas porque no queremos mirar al pasado, y sin detenernos a pensar en las consecuencias de nuestros actos, porque no tenemos tiempo para proyectarnos al futuro.
Debido al shock del presente, cada reacción se convierte en un agujero negro de posibilidades y consecuencias no deseadas. Así terminamos siendo piezas sugestionables y manipulables que se mueven según cómo soplen los vientos del presentismo, olvidando que debemos ser los capitanes de nuestra vida, que debemos ser el viento y no la bandera.
Fuente: Rushkoff, D. (2013) Present shock. Nueva York: Penguin Group.

21 mayo 2020

SEGÚN EPICTETO SER LIBRE NO ES LIBERARSE DE LOS DEMÁS SINO DE UNO MISMO


psicología desarrollo personal
SEGÚN EPICTETO SER LIBRE NO ES LIBERARSE DE LOS DEMÁS SINO DE UNO MISMO
Buscamos la libertad como un ciego busca sus llaves, a tientas. Como resultado, no es extraño que terminemos imbuidos en una búsqueda infructuosa, condenada de antemano al fracaso, sin darnos cuenta que lo que buscamos fuera se encuentra dentro. Sin darnos cuenta de que la libertad externa no es ni más ni menos que la medida en que hemos sabido conquistar la libertad interna, parafraseando a Gandhi.
Los estoicos pueden darnos una increíble lección sobre la libertad, en especial Epicteto, que durante una parte de su vida fue esclavo en Roma. Para ese filósofo, la auténtica libertad no implica únicamente deshacerse de las cadenas de la sociedad, sus normas y las presiones a las que nos someten los demás, sino liberarnos de nosotros mismos, de las cadenas que a veces nos imponemos. Y ese es un concepto que ahora, más que nunca, deberíamos interiorizar.
Apatheia: La libertad que nace de la ecuanimidad
La apatheia es, para los estoicos, el estado mental que alcanzamos cuando nos liberamos de las alteraciones emocionales; o sea, cuando somos capaces de gestionar nuestras pasiones y emociones de tal manera que estas no generen un deseo por cosas que se escapan de nuestro control.
No se trata de asumir una actitud indiferente ante el mundo o sucumbir a la apatía, sino de lograr un estado de ecuanimidad en el cual hemos alcanzado la sabiduría suficiente como para diferenciar aquello que podemos cambiar y lo que no, aquello que está en nuestras manos y lo que se escurre entre ellas, aquello por lo que vale la pena luchar y lo que debemos dejar ir.
Si no somos capaces de establecer esa diferenciación y nos apegamos a cosas que escapan de nuestro control, terminaremos siendo esclavos de nuestras emociones y deseos, condenados a sufrir inútilmente porque poco podemos hacer para cambiar el curso de esos acontecimientos.
Séneca ponía un ejemplo que hace eco en todos nosotros por su fuerza emocional: “Si quieres que tus hijos, tu esposa y las personas que amas vivan para siempre, eres estúpido: porque deseas que lo que no puedes controlar esté bajo tu control y que lo que pertenece a los demás te pertenezca a ti”.
De hecho, el filósofo pensaba que si deseamos y dependemos de cosas que controlan los demás, también corremos el riesgo de convertirnos en sus esclavos. Si nuestra autoestima depende de la aceptación de quienes nos rodean, estamos encadenados a ellos. Si dejamos que la ruleta del destino mezcle nuestras emociones, también somos sus esclavos. La vía para alcanzar la auténtica libertad, por ende, sería deshacerse de esos apegos y deseos.
El dueño de uno es esa persona que tiene el poder de otorgar o quitar lo que queremos o no queremos. Quien quiera ser libre, no debería querer nada, ni evitar nada que esté controlado por otros. De lo contrario, estará obligado a ser su esclavo”, pensaba Epicteto.
La mente como punto de partida de la libertad
Los estoicos pensaban que lo único que tenemos la certeza de poder controlar es nuestra mente. En el Enquiridión, Epicteto afirma que tenemos el poder para generar nuestra paz interior y que nadie más puede darnos esa tranquilidad, solo nosotros podemos alcanzarla. El camino, obviamente, no es fácil.
Pero podemos partir aceptando que existen muchas cosas que no podemos controlar. Así, en vez de gastar energía inútilmente en alimentar esos deseos, podremos reencauzar esa fuerza en aquello que sí podemos controlar.
Epicteto nos explica cómo nuestra manera de enfocar las cosas puede hacernos más libres o, al contrario, hacer que nos preocupemos y suframos más de la cuenta: “La enfermedad es un impedimento para el cuerpo, pero no para el poder de elección, a menos que así lo elijas. La cojera es un impedimento para la pierna, pero no para el poder de elección. Debes aplicar esto a todo lo que te sucede, porque encontrarás que cualquier cosa es un impedimento para otra cosa, pero no para ti”.
Epicteto sabía muy bien de lo que hablaba ya que él mismo era cojo, al parecer de nacimiento. Por eso, sus palabras no son teoría sino práctica. Estaba convencido de que los sucesos externos solo tendrán el poder que nosotros les confiramos. Si nos apegamos a algo, y no podemos cambiarlo, terminaremos sufriendo, imbuidos en un bucle autodestructivo.
Si cambiamos foco, se produce ese milagro en el que nada cambia, pero todo cambia para nosotros. Explicaba: “Con respecto a todo lo que te sucede, recuerda enfocar la atención en ti mismo y buscar qué capacidad te ayudará a lidiar con eso. Si te enfrentas a un trabajo duro, encontrarás resistencia. Si te reprenden, encontrarás tolerancia. De esta manera, si te acostumbras, las apariencias no te llevarán por mal camino”.
Se trata, por ende, de encontrar la cualidad o habilidad justa para equilibrar los sucesos, incluso los más negativos, de manera que no alteren demasiado nuestra paz interior o incluso se conviertan en una oportunidad para dar un paso más hacia la auténtica libertad.
Cada vez que algo nos moleste, altere o aflija, no debemos culpar a los otros, sino a nosotros mismos; es decir, a nuestras propias opiniones. Una persona inmadura reprocha a los demás el mal que le acontece; una persona que ha comenzado a madurar se reprocha a sí mismo; pero una persona madura no reprocha nada al otro ni a sí mismo”.
Cuando se llega a ese grado de madurez, se puede disfrutar de la apatheia que veneraban los estoicos, esa que nos garantiza la libertad más plena de todas: la libertad interior.
Fuente: Epícteto de Frigia (2015) Manual de vida. Barcelona: Ediciones Rosacruces.

20 mayo 2020

SEGÚN UN ESTUDIO CUANTO MÁS GRANDE SEA LA COPA DE VINO, MÁS BEBERÁS.


* CURIOSIDADES DE LA PSICOLOGÍA
 
SEGÚN UN ESTUDIO CUANTO MÁS GRANDE SEA LA COPA DE VINO, MÁS BEBERÁS.

Nos gusta pensar que tenemos todo bajo control y que somos los comandantes de nuestras vidas. Pero a menudo muchas de las pequeñas decisiones que tomamos a diario y que por su efecto acumulativo pueden llegar a tener un gran impacto en nuestra vida, dependen de factores externos de los que no somos siquiera conscientes.

Nuestro entorno influye en nuestros comportamientos y decisiones alimentarias. Algo tan sencillo y aparentemente trivial como el tamaño de la copa puede determinar la cantidad de vino que beberemos.

De hecho, ¿sabías que el tamaño de las copas de vino ha aumentado casi siete veces en los últimos 300 años? No obstante, el aumento más marcado se ha producido desde 1990, momento a partir del cual se ha duplicado su tamaño. Por tanto, no es extraño que en muchos países el consumo de vino se haya disparado.

Dime de qué tamaño es la copa y te diré cuánto beberás

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge concluyó que usar copas más grandes en los restaurantes conduce a un aumento significativo en la cantidad de vino que se consume.

Estos investigadores analizaron diferentes estudios realizados entre 2015 y 2018 en bares y restaurantes de Cambridge. El equipo utilizó copas de 300 ml como punto de referencia para comparar las diferencias en el consumo.

Comprobaron que, en los restaurantes, cuando el tamaño de la copa aumentaba a 370 ml, las ventas de vino se incrementaban un 7,3%. Al contrario, la reducción del tamaño de la copa a 250 ml produjo a una caída del 9,6% en las ventas de vino.

Los psicólogos explican que “verter el vino de la botella a la copa, como hacemos en la mayoría de los restaurantes, hace que aumentemos la dosis estándar, un efecto que puede ser más acuciado según el tamaño de la copa o la botella […] Por tanto, es probable que las personas beban más si usan copas más grandes”.

En práctica, aunque la copa sea más grande seguiremos percibiendo que se trata de una dosis normal, lo cual hará que bebamos más. También advierten que es difícil para el consumidor normal diferenciar entre las copas de 250, 300 o 370 ml, lo cual nos lleva a aumentar el consumo sin ser conscientes. De hecho, cuando las copas son de 450 ml las personas no beben más porque notan que son mucho más grandes y toman medidas conscientes para reducir la cantidad de alcohol, como beber más lentamente o verter con mayor precaución.

A todos nos gusta pensar que somos inmunes a las influencias sutiles en nuestro comportamiento, como el tamaño de una copa de vino, pero investigaciones como esta muestran claramente que no es así”, indicó el estudio.

Fuente:Pilling, M. et. Al. (2020) The effect of wine glass size on volume of wine sold: A mega-analysis of studies in bars and restaurants. Addiction.


19 mayo 2020

SEGÚN EPICTETO SER LIBRE NO ES LIBERARSE DE LOS DEMÁS SINO DE UNO MISMO,


PSICOLOGÍA/ DESARROLLO PERSONAL

SEGÚN EPICTETO SER LIBRE NO ES LIBERARSE DE LOS DEMÁS SINO DE UNO MISMO,
Buscamos la libertad como un ciego busca sus llaves, a tientas. Como resultado, no es extraño que terminemos imbuidos en una búsqueda infructuosa, condenada de antemano al fracaso, sin darnos cuenta que lo que buscamos fuera se encuentra dentro. Sin darnos cuenta de que la libertad externa no es ni más ni menos que la medida en que hemos sabido conquistar la libertad interna, parafraseando a Gandhi.
Los estoicos pueden darnos una increíble lección sobre la libertad, en especial Epicteto, que durante una parte de su vida fue esclavo en Roma. Para ese filósofo, la auténtica libertad no implica únicamente deshacerse de las cadenas de la sociedad, sus normas y las presiones a las que nos someten los demás, sino liberarnos de nosotros mismos, de las cadenas que a veces nos imponemos. Y ese es un concepto que ahora, más que nunca, deberíamos interiorizar.
Apatheia: La libertad que nace de la ecuanimidad
La apatheia es, para los estoicos, el estado mental que alcanzamos cuando nos liberamos de las alteraciones emocionales; o sea, cuando somos capaces de gestionar nuestras pasiones y emociones de tal manera que estas no generen un deseo por cosas que se escapan de nuestro control.
No se trata de asumir una actitud indiferente ante el mundo o sucumbir a la apatía, sino de lograr un estado de ecuanimidad en el cual hemos alcanzado la sabiduría suficiente como para diferenciar aquello que podemos cambiar y lo que no, aquello que está en nuestras manos y lo que se escurre entre ellas, aquello por lo que vale la pena luchar y lo que debemos dejar ir.
Si no somos capaces de establecer esa diferenciación y nos apegamos a cosas que escapan de nuestro control, terminaremos siendo esclavos de nuestras emociones y deseos, condenados a sufrir inútilmente porque poco podemos hacer para cambiar el curso de esos acontecimientos.
Séneca ponía un ejemplo que hace eco en todos nosotros por su fuerza emocional: “Si quieres que tus hijos, tu esposa y las personas que amas vivan para siempre, eres estúpido: porque deseas que lo que no puedes controlar esté bajo tu control y que lo que pertenece a los demás te pertenezca a ti”.
De hecho, el filósofo pensaba que si deseamos y dependemos de cosas que controlan los demás, también corremos el riesgo de convertirnos en sus esclavos. Si nuestra autoestima depende de la aceptación de quienes nos rodean, estamos encadenados a ellos. Si dejamos que la ruleta del destino mezcle nuestras emociones, también somos sus esclavos. La vía para alcanzar la auténtica libertad, por ende, sería deshacerse de esos apegos y deseos.
El dueño de uno es esa persona que tiene el poder de otorgar o quitar lo que queremos o no queremos. Quien quiera ser libre, no debería querer nada, ni evitar nada que esté controlado por otros. De lo contrario, estará obligado a ser su esclavo”, pensaba Epicteto.
La mente como punto de partida de la libertad
Los estoicos pensaban que lo único que tenemos la certeza de poder controlar es nuestra mente. En el Enquiridión, Epicteto afirma que tenemos el poder para generar nuestra paz interior y que nadie más puede darnos esa tranquilidad, solo nosotros podemos alcanzarla. El camino, obviamente, no es fácil.
Pero podemos partir aceptando que existen muchas cosas que no podemos controlar. Así, en vez de gastar energía inútilmente en alimentar esos deseos, podremos reencauzar esa fuerza en aquello que sí podemos controlar.
Epicteto nos explica cómo nuestra manera de enfocar las cosas puede hacernos más libres o, al contrario, hacer que nos preocupemos y suframos más de la cuenta: “La enfermedad es un impedimento para el cuerpo, pero no para el poder de elección, a menos que así lo elijas. La cojera es un impedimento para la pierna, pero no para el poder de elección. Debes aplicar esto a todo lo que te sucede, porque encontrarás que cualquier cosa es un impedimento para otra cosa, pero no para ti”.
Epicteto sabía muy bien de lo que hablaba ya que él mismo era cojo, al parecer de nacimiento. Por eso, sus palabras no son teoría sino práctica. Estaba convencido de que los sucesos externos solo tendrán el poder que nosotros les confiramos. Si nos apegamos a algo, y no podemos cambiarlo, terminaremos sufriendo, imbuidos en un bucle autodestructivo.
Si cambiamos foco, se produce ese milagro en el que nada cambia, pero todo cambia para nosotros. Explicaba: “Con respecto a todo lo que te sucede, recuerda enfocar la atención en ti mismo y buscar qué capacidad te ayudará a lidiar con eso. Si te enfrentas a un trabajo duro, encontrarás resistencia. Si te reprenden, encontrarás tolerancia. De esta manera, si te acostumbras, las apariencias no te llevarán por mal camino”.
Se trata, por ende, de encontrar la cualidad o habilidad justa para equilibrar los sucesos, incluso los más negativos, de manera que no alteren demasiado nuestra paz interior o incluso se conviertan en una oportunidad para dar un paso más hacia la auténtica libertad.
Cada vez que algo nos moleste, altere o aflija, no debemos culpar a los otros, sino a nosotros mismos; es decir, a nuestras propias opiniones. Una persona inmadura reprocha a los demás el mal que le acontece; una persona que ha comenzado a madurar se reprocha a sí mismo; pero una persona madura no reprocha nada al otro ni a sí mismo”.
Cuando se llega a ese grado de madurez, se puede disfrutar de la apatheia que veneraban los estoicos, esa que nos garantiza la libertad más plena de todas: la libertad interior.
Fuente: Epícteto de Frigia (2015) Manual de vida. Barcelona: Ediciones Rosacruces.

18 mayo 2020

SEGÚN UN ESTUDIO A LAS MUJERES NO LES GUSTAN LOS HOMBRES “FÁCILES” DE SEDUCIR,

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Psicología
SEGÚN UN ESTUDIO A LAS MUJERES NO LES GUSTAN LOS HOMBRES “FÁCILES” DE SEDUCIR,
La seducción es un juego complejo lleno de expectativas, pequeñas pistas extraverbales, condicionamientos culturales e incluso variaciones hormonales. La estrategia de juego de los hombres cuando intentan seducir a las mujeres es conocida. Las tácticas y trucos psicológicos que usan las mujeres no son tan claras.
A las mujeres no les gustan los hombres vulnerables
Las tácticas de seducción varían desde sacar el máximo provecho a la apariencia física hasta quitarse el anillo de compromiso o mentir directamente para generar falsas impresiones y atraer a la otra persona. Sin embargo, el juego de la seducción comienza mucho antes: cuando elegimos a la persona en la que enfocaremos nuestros esfuerzos.
Un estudio realizado en la Universidad de Brunel descubrió que las mujeres, al igual que los hombres, son capaces de captar las señales que indican que una persona es más vulnerable o fácil de seducir, presionar, engañar o incluso manipular para mantener relaciones sexuales. Sin embargo, a diferencia de los hombres, las mujeres no encuentran estas señales atractivas o deseables.
Estos psicólogos pidieron a 151 mujeres jóvenes que calificaran 110 fotos de hombres indicando cuán atractivos les resultaban para tener sexo casual o entablar una relación estable a largo plazo. También les pidieron que indicaran cuán fácil creían que sería seducirlos, presionarlos o engañarlos para tener relaciones sexuales.
Luego catalogaron cada foto según las “señales de explotación”, como ser tímido, joven, soñador, inmaduro, imprudente o haber bebido demasiado. Estos investigadores querían saber si las mujeres encontraban atractivos los signos de explotación sexual típicos que detectan y aprovechan algunos hombres.
Descubrieron que las mujeres pueden identificar a los hombres que serían más fáciles de presionar, engañar y seducir, pero no encuentran que esas señales sean atractivas. “En general, no encontramos evidencia de estrategias de ‘juego’ o de explotación en la caja de herramientas de las mujeres”, señaló el estudio.
Es importante hacer un paréntesis para comprender que muchas de las mujeres que sufren abuso sexual se encuentran en una situación de vulnerabilidad. El día en que una mujer consume alcohol, las probabilidades de sufrir una agresión sexual aumentan entre 3 y 9 veces, según un estudio de la Universidad de Búfalo.
¿Qué tipo de hombre les gusta a las mujeres?
Estos investigadores descubrieron que las mujeres se sienten atraídas por los hombres seguros, guapos e inteligentes, lo que las aleja sustancialmente del perfil del depredador sexual que convierte a su objetivo en una víctima.
Otro estudio realizado en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong reveló que las mujeres encuentran más atractivos rasgos positivos como la honestidad y la amabilidad. Curiosamente, otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Portsmouth reveló que los hombres tienen el doble de probabilidades que las mujeres de catalogarse como «buenos para mentir y salirse con la suya», cualidades que las mujeres no encuentran atractivas y que ahonda la brecha de género en materia de seducción.
Al contrario, las mujeres prefieren los hombres que tengan sentido del humor, como comprobaron psicólogos de la Indiana University East. Y también les gustan los hombres que se muestren orgullosos de sí mismos, según una investigación de la Universidad de Columbia Británica.

Fuentes:
 Tracy, J. L., & Beall, A. T. (2011) Happy guys finish last: The impact of emotion expressions on sexual attraction. Emotion; 11(6): 1379–1387.

17 mayo 2020

DEJAR DE PENSAR PUEDE SER ALTAMENTE PELIGROSO.


Psicología sin Reservas
DEJAR DE PENSAR PUEDE SER ALTAMENTE PELIGROSO.
Cuando estudiaba filosofía, algunos filósofos eran catalogados como “librepensadores”. Otros no. Los primeros recibían una atención somera. Los segundos detallada. Y aquello hacía saltar mis alarmas. Porque si no eres un librepensador, no piensas.
Si el pensamiento se ata a normas y debe seguir un guion, se vuelve dogmático. Y en ese mismo momento dejamos de pensar. Ipso facto.
Dejar de pensar es altamente peligroso. Nos volvemos susceptibles a la manipulación. Corremos el riesgo de desarrollar posturas extremas que alguien se encargará diligentemente de capitalizar a su favor. Entonces nos convertimos en autómatas que siguen órdenes.
El falso dilema: Podemos unirnos aunque pensemos diferente
El coronavirus ha convertido al mundo en un enorme reality show que se juega a golpe de emociones. El rigor y la objetividad brillan por su ausencia mientras nos arrastran a la infoxicación. Cuanta más información contradictoria recibe nuestro cerebro, más nos cuesta poner orden y pensar. Nos sumimos en el caos. Así se embota nuestro pensamiento. Y así el miedo gana la partida.
En estos tiempos, hemos hablado de la importancia de la empatía y de ser capaces de ponernos en el lugar del otro, de aceptar nuestra vulnerabilidad y de adaptarnos a la incertidumbre. Hemos hablado del altruismo y el heroísmo, del compromiso y el coraje. Se trata de competencias y cualidades loables, no cabe dudas, pero de lo que no se ha hablado es del pensamiento crítico.
Recurriendo a eufemismos de todo tipo, un mensaje implícito ha quedado tan claro que se ha vuelto explícito: es momento de arrimar el hombro, no de criticar. El pensamiento ha sido debidamente precintado y estigmatizado para que no quepa dudas de que no es deseable, salvo en dosis tan pequeñas que sean completamente inocuas y, por tanto, completamente inútiles.
Esa creencia ha introducido un falso dilema porque el apoyo no está reñido con el pensar. Ambas acciones no son excluyentes. Más bien al contrario. Podemos unir fuerzas, aunque no pensemos igual. Y ese pacto es mucho más fuerte porque proviene de personas seguras de sí mismas que piensan y deciden libremente.
Por supuesto, ese pacto exige un trabajo intelectual más arduo. Exige que nos abramos a posturas diferentes a las nuestras. Que reflexionemos juntos. Busquemos puntos de encuentro. Y todos cedamos para lograr un objetivo común.
Porque no estamos en una guerra en la que se exige obediencia ciega a los soldados. La narrativa bélica apaga el pensamiento crítico. Condena a quien disiente. Y somete a golpe de miedo.
Este enemigo, al contrario, se vence con inteligencia. Con la capacidad para mirar al futuro y adelantarse a los acontecimientos. Con la capacidad para diseñar planes de acción eficaces sustentados en una visión global. Y con flexibilidad mental para adaptarnos a las circunstancias cambiantes. Por eso, aplanar la curva del pensamiento crítico es lo peor que podemos hacer.
Pensar puede salvarnos
Diseñar e implementar las vacunas culturales necesarias para prevenir el desastre, mientras se respetan los derechos de aquellos que necesitan la vacuna, será una tarea urgente y sumamente compleja”, escribió el biólogo Jared Diamond. “Expandir el campo de la salud pública para incluir la salud cultural será el reto más grande del próximo siglo”.
Esas “vacunas culturales” pasan por dejar de ver telebasura para poder desarrollar una conciencia crítica contra la manipulación mediática. Pasan por encontrar un punto común entre el interés individual y el colectivo. Pasan por asumir una actitud activa ante la búsqueda del conocimiento. Y pasan por pensar. Libremente, a ser posible.
Por desgracia, el pensamiento crítico parece haberse convertido en el enemigo público número uno, justo en el momento en que más lo necesitamos. En su libro “Sobre la libertad”, el filósofo inglés John Stuart Mill argumentaba que silenciar una opinión es “una peculiar forma de mal”.
Si la opinión es correcta, se nos roba “la oportunidad de cambiar error por verdad”; y si es incorrecta, se nos priva de un entendimiento más profundo de la verdad en su “choque contra el error”. Si sólo conocemos nuestro lado del argumento, apenas sabemos eso: se vuelve marchito, se convierte en algo que se aprende de memoria, no pasa por pruebas y termina siendo una verdad pálida y sin vida.
En su lugar, necesitamos comprender que, como dijera el filósofo Henri Frederic Amiel “una creencia no es verdadera porque sea útil”. Una sociedad de personas que piensan con libertad puede tomar mejores decisiones, a nivel individual y colectivo. Esa sociedad no necesita ser vigilada para cumplir con las normas que dicte el sentido común. De hecho, ni siquiera necesita esas normas porque sigue el sentido común.
Una sociedad que piensa puede tomar mejores decisiones. Es capaz de ponderar más variables. Dar voz a las diferencias. Anticiparse a los problemas. Y, por supuesto, buscar mejores soluciones para todos y cada uno de sus miembros.
Pero para llegar a construir esa sociedad todos y cada uno de sus miembros deben emprender la difícil tarea de «luchar contra un enemigo que tiene puestos de avanzada en tu cabeza”, como dijera Sally Kempton.