28 octubre 2020

Psicología/ desarrollo personal                                                                
NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES


Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como “ignorante” cuando desconoce o no comprende algo. 

Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa “carencia”. Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos conocimientos de los adultos. 

Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto: algo que deberíamos conocer pero no sabemos, un camino que debíamos haber recorrido pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como “ignorancia motivada”. 

¿Qué es la ignorancia motivada? 

La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas manipulables. 

27 octubre 2020

SANTA IGNORANCIA: EL MAL QUE IGNORAS HOY SE MULTIPLICARÁ MAÑANA





 La lógica nos dice que, si una información es útil, deberíamos prestarle atención, tomar nota de ella y actuar en consecuencia. Es irracional esconder la cabeza en la arena para no ver una información que puede beneficiarnos o aportarnos alguna pista útil de cara al futuro. Sin embargo, muchas veces lo hacemos. Nos negamos a ver la realidad.

Investigadores de la Northwestern University preguntaron a más de 2 300 personas si les gustaría conocer diferentes tipos de información que podría serles de utilidad en tres ámbitos: salud, finanzas y relaciones interpersonales.

El 32% de las veces las personas decidieron que no querían conocer esa información. Los psicólogos concluyeron que en algunos casos evitamos activamente información que puede ayudarnos, sernos útiles o incluso beneficiosa para mejorar y/o planificar nuestro futuro. ¿Por qué?

Elegir no saber

La ignorancia es un verbo activo. Implica una decisión de manera más o menos consciente de no saber más, no profundizar, no buscar, no comprender. Existen dos grandes razones por las cuales ponemos en marcha el mecanismo de la ignorancia motivada: la falta de control percibido y el costo hedónico.

Nuestra tendencia a evitar información potencialmente útil o beneficiosa aumenta cuando disminuye nuestra sensación de “control percibido”. O sea, cuando creemos que no podemos hacer nada para evitar la situación, preferimos obviar determinadas informaciones, como podría ser la probabilidad de sufrir una enfermedad genética grave.

Sin embargo, siempre podemos hacer algo, de manera que, al menos en teoría, toda la información es útil, si sabemos utilizarla inteligentemente. Aunque no siempre podamos cambiar los resultados, podemos cambiar el camino. Quizá no podamos detener el curso de una enfermedad, por ejemplo, pero podríamos mejorar la calidad de vida durante ese tiempo con el tratamiento adecuado.

Otra razón por la cual abrazamos la ignorancia es el costo hedónico. Cuando creemos que la información afectará nuestro bienestar subjetivo a corto plazo, haciendo que disfrutemos menos del presente, tendremos la tendencia a ignorarla, aunque ello represente un costo mayor en el futuro.

Descubrir que nos pagan menos que al resto de los compañeros de trabajo, por ejemplo, podría hacer que disfrutemos menos del trabajo, de manera que podríamos preferir no saberlo. Sin embargo, una vez más, todo depende de cómo usemos esa información ya que podríamos aprovecharla para conseguir un aumento o quizá sea el empujón que necesitamos para buscar un trabajo diferente donde nos sintamos más realizados y nos valoren más.

¿Cómo escapar de este sesgo?

Obviamente, no todos reaccionamos igual ante una información difícil de gestionar o con el potencial para desestabilizarnos momentáneamente. Se ha descubierto que las personas que aceptan mejor los riesgos y aquellas altamente enfocadas en el futuro son más propensas a prestar atención a la información útil, ya tenga un cariz negativo o positivo. También lo son quienes muestran una actitud más curiosa ante la vida y las personas que son más receptivas a puntos de vista opuestos.

Eso significa que podemos evitar esa tendencia a ignorar aquello que no nos gusta, aunque sea una información valiosa y útil.

El primer paso consiste en reconocer que la ignorancia voluntaria está por todas partes, incluso en nosotros mismos. Por ejemplo, cuando los investigadores preguntaron a los participantes si querían saber el tiempo que dedicaban a holgazanear en el trabajo, usando las redes sociales o conversando delante de la máquina del café, dos de cada cinco no quisieron saberlo. Y uno de cada cinco tampoco quiso saber cómo calificaban sus compañeros de trabajo sus fortalezas y debilidades.

El segundo paso consiste en ser conscientes de que todo depende de cómo utilicemos esa información. Vivir de espaldas a la realidad, teniendo un conocimiento limitado del medio, nos hará tomar decisiones sesgadas que nos conducirán a comportamientos desadaptativos.

Cerrar los ojos no hará que los problemas o la adversidad desaparezcan, al contrario, es probable que sigan creciendo y terminen golpeándonos con más fuerza bajo el amparo de la dejadez.

En su lugar, necesitamos darnos cuenta de que la información es libertad, aunque al inicio nos cueste ajustarla a nuestros esquemas mentales o nuestra trayectoria de vida.

Fuentes:

Ho, E. et. Al. (2020) Measuring Information Preferences. Management Science; 10.1287.