30 marzo 2019

WU WEI: APRENDER A FLUIR EN LA VIDA


Psicología /desarrollo personal                                                                               
WU WEI: APRENDER A FLUIR EN LA VIDA
Pasamos gran parte de la vida preocupados por cosas que nunca sucederán, culpándonos por situaciones que no podemos cambiar o desesperándonos por hechos que no llegan. De esta forma malgastamos una gran cantidad de energía mental y creamos estados emocionales negativos que, a la larga, nos alejan de nuestras metas y nos hacen sentir mal.
Sin embargo, existe otra manera de vivir, un estilo de vida mucho más sosegado que nos permite alcanzar nuestros objetivos con menos esfuerzo, manteniendo nuestro equilibrio emocional. La clave proviene de la filosofía taoísta, específicamente del concepto de Wu Wei.
La acción de la no acción
Uno de los conceptos más poderosos del taoísmo es el “wu-wei”, que significa, literalmente, inacción o no acción. Sin embargo, también se trata de uno de los conceptos más mal interpretados en Occidente ya que nuestra cultura prioriza la acción sobre todas las cosas.
Para comprender su esencia debemos profundizar en el sánscrito, en el que existen dos palabras bien diferenciadas para expresar dos ideas que a menudo intercambiamos: 
akarma = inaccion
akarmakR^it.h = sin hacer nada
Son dos conceptos diferentes, la inaccion es algo natural que no demanda esfuerzo. Al contrario, si pretendemos estar sin hacer nada tenemos que esforzarnos porque no es algo natural. Si nos imponemos la inmovilidad, si nos obligamos a estar sin hacer nada, no podremos relajarnos.
Por ejemplo, cuando algunas personas se sientan a meditar intentan no hacer nada y se esfuerzan por dejar la mente en blanco. Por eso les resulta tan difícil y abandonan esta práctica. Sin embargo, si dejaran a su mente fluir libremente, si tan solo permanecieran inactivas, se darían cuenta de que pueden lograr ese estado de relajación y tranquilidad que buscan rápidamente.
El Wu Wei propone precisamente aprender a fluir a través de la inacción. No se trata de permanecer inactivos, si necesitamos realizar algo, lo hacemos, pero en esa acción seguimos fluyendo. Se trata de un estado mental que nos permite saber cuándo debemos esforzarnos y cuándo es una pérdida de tiempo y energía.
La flor crece sin esfuerzo, de forma natural
Las flores crecen sin esfuerzo, de manera natural. Sin embargo, imaginemos por un momento que una flor desarrolla una conciencia similar a la nuestra. Es probable que comience a preocuparse por el proceso de floración que debe enfrentar. Quizá se preguntará de qué color serán sus hojas, si podría acelerar el proceso usando fertilizante, cuánto cuesta y si puede permitírselo o incluso se preguntará si será más bella y más grande que la flor que crece a su lado. Así, lo que es un proceso natural, podría convertirse en un auténtico trauma.
Obviamente, nosotros tenemos muchísimas más preocupaciones, y tomamos decisiones en base a los estados mentales que estas generan, en vez de centrarnos únicamente en los hechos. Esas preocupaciones, ideas preconcebidas y prejuicios son exactamente lo contrario de fluir. Cada vez que intentamos vislumbrar el futuro y nos preocupamos por lo que puede suceder, estamos yendo en contra del Wu Wei, lo cual significa que estamos gastando energía y que nos esforzamos por gusto.
No hacer nada, pero no dejar nada por hace
El Wu Wei no promueve la inactividad sino hacer las cosas de forma espontánea y natural, sin agobiarnos con preocupaciones que nos conduzcan por caminos forzados. Este concepto no implica pereza, pasividad o dejar de hacer las cosas. De hecho, uno de sus principios más importantes afirma que “no hay que dejar nada por hacer” porque la idea es conquistar el mundo con menos esfuerzo.
Este concepto implica dos cambios de mentalidad esenciales:
1. Aprender a confiar en los acontecimientos
2. Aprovechar las circunstancias
No significa que no debemos tener metas y ambiciones, sino que no debemos convertirlos en una fuente de preocupación que nos arrebate la calma y el equilibrio emocional. Al contrario, debemos estar atentos para aprovechar las circunstancias propicias que nos permitan lograr esos objetivos con el menor esfuerzo posible, sin añadir una presión mental innecesaria.

De la misma forma, implica que cuando hemos terminado alguna tarea, no debemos pensar más en ella porque de esta manera nos mantenemos atados al pasado, mantenemos la mente ocupada y no somos capaces de ver las nuevas oportunidades cuando estas se presentan.

El Wu Wei es un estado mental de calma, en el que confiamos en nuestras capacidades y en el flujo de la vida. Significa mantener la serenidad incluso en los momentos más oscuros porque tenemos la certeza de que, antes o después, saldrá el sol.
¿Cómo aplicar el Wu Wei en nuestra vida cotidiana
Por supuesto, al inicio es muy difícil aplicar el concepto de Wu Wei ya que estamos “programados” culturalmente para preocuparnos y desesperarnos. Sin embargo, si damos un paso a la vez, y lo hacemos de forma consciente, muy pronto podremos abrazar por completo esta filosofía de vida. 
- Aprender a no preocuparse. Aplica el viejo principio “Si tiene solución, por qué te preocupas. Si no tiene solución, por qué te preocupas”. No se trata de obviar los problemas sino de entenderlos en su justa medida y tomar las acciones pertinentes. En vez de preocuparte, algo que no te conducirá a nada, traza planes de acción ante las contingencias. Te sentirás mejor y más seguro.

- Aprender a confiar. Confía en el curso de la vida y en tus capacidades. Solo así podrás aprovechar las oportunidades cuando estas se presenten. Si no confías en ti, el temor al fracaso te hará fracasar. También debes aprender a confiar en el curso de la vida, muchas personas desaprovechan las oportunidades solo porque, inconscientemente, creen que no son merecedoras de ellas.

28 marzo 2019

SER LA OVEJA NEGRA NO ES MALO

. Ser la oveja negra no es malo, tan solo implica pensar o actuar de manera diferente. De hecho, Marc Twain nos alertaba: "Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar". Y Albert Einstein dijo: "La persona que sigue a la multitud normalmente no irá más allá de la multitud. La persona que camina sola probablemente llegará a lugares donde nadie ha estado antes". Tú decides.

NO HAY SUFRIMIENTO SUFICIENTE PARA REMEDIAR EL PASADO NI ANSIEDAD QUE PUEDA CAMBIAR EL FUTURO

psicología  /desarrollo personal                                                                               
NO HAY SUFRIMIENTO SUFICIENTE PARA REMEDIAR EL PASADO NI ANSIEDAD QUE PUEDA CAMBIAR EL FUTURO

A caballo entre los errores del pasado y la incertidumbre por el futuro, el presente se nos escapa. La capacidad para recordar el pasado y la habilidad para proyectar el futuro pueden convertirse en un arma de doble filo que usamos, más o menos inconscientemente y con muy poca pericia, para convertir un buen presente en una realidad miserable. 
Al respecto, la filósofa Ayn Rand escribió: “La ansiedad y el sentimiento de culpa, antítesis de la autoestima y signos inconfundibles de una mente enferma, son desintegradores del pensamiento, distorsionadores de los valores y factores paralizantes de la acción”. 
Por supuesto, eso no significa que podamos borrar el pasado de un plumazo ni que debamos cerrar los ojos ante la incertidumbre que encierra el futuro. Pero podemos aprender a vivir con esos tiempos inexistentes asumiendo una perspectiva más saludable que nos permita disfrutar plenamente del presente. 
Arrastrar la culpa no remediará los errores del pasado 
José Saramago escribió: “Para qué sirve el arrepentimiento, si no borra nada de lo que ha pasado. El mejor arrepentimiento es sencillamente cambiar”. 
La culpa tiene una función precisa: es un estado de malestar interior que nos indica que hemos contravenido nuestros valores o las normas de alguien. Es la señal de nuestra conciencia que nos indica que hemos actuado mal. 
El problema comienza cuando nos quedamos atascados en la culpa. Muchas personas, cuando comprenden que no pueden reparar el daño causado, usan la culpa para castigarse, como un método de autoflagelación. Así se quedan atascadas continuamente en el pasado, negándose la posibilidad de seguir adelante. 
Lo cierto es que esta idea (de origen religioso) de infringirse dolor para expiar los pecados cometidos es contraproducente. Por mucho que te castigues, no podrás reparar el daño. Castigarte no volverá el tiempo atrás, tan solo agriará tu carácter. 
Al contrario, como indicaba Saramago, la mejor manera de mostrar el arrepentimiento es cambiar. Y para ello es necesario mirar al futuro. Un error vale la pena solo cuando aprendemos de él. Una vez que hemos aprendido la lección, necesitamos voltear página y seguir adelante. 
Ninguna cantidad de ansiedad puede cambiar el futuro 
Eduardo Galeano apuntó: “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”. 
Mientras que la culpa es una sensación anclada al pasado, la ansiedad es una sensación intrínseca del futuro. La ansiedad es una respuesta de alerta de la conciencia ante la posibilidad de que ocurra algo malo. Es una sensación de temor difusa generalmente provocada por la incertidumbre y la imposibilidad de poder controlar todos los factores. 
Sin embargo, aferrarse al control es, en el fondo, la expresión de una profunda desconfianza en sí mismo, es pensar que no seremos capaces de lidiar con las circunstancias que traiga la vida. Así, la transitoriedad y el cambio que trae el futuro solo son generadores de ansiedad para quien se aferre inútilmente a lo inmutable. 
Entonces la ansiedad se desbocará y hará que imaginemos los peores escenarios posible. Con esa negatividad en mente, nos resulta imposible disfrutar del presente porque nuestra mente ya está en el futuro, viviendo esos problemas que vislumbramos, pero que probablemente jamás se concreten. 
En otras palabras: la ansiedad nos hace vivir en una pesadilla que no existe más que en nuestra imaginación, mientras nos sume en un bucle de preocupaciones que nos impide planificar acciones efectivas que nos ayuden a evitar las circunstancias que tememos. 
Existe una vía de escape: Vivir en el presente 
La clave consiste en aprender a vivir en el aquí y ahora, desarrollando una actitud mindfulness que te mantenga anclado al presente. Eso no significa que de vez en cuando no debamos mirar al pasado o al futuro, pero debemos asegurarnos de volver la vista al presente lo antes posible. 
Después de todo, “si mi conciencia del futuro y el pasado me hacen menos conscientes del presente, debo empezar a preguntarme si estoy viviendo de veras en el mundo real”, como escribió Alan Watts. 

27 marzo 2019

SUFRIMIENTO GRATUITO: HÁBITOS QUE SABOTEAN TU EQUILIBRIO EMOCIONAL


Psicología /desarrollo personal
SUFRIMIENTO GRATUITO: HÁBITOS QUE SABOTEAN TU EQUILIBRIO EMOCIONAL

La vida ya se encarga por sí misma de ponernos ante situaciones que generan tristeza y dolor, como la pérdida de una persona amada o los problemas económicos. No podemos evitar esas situaciones y es normal que nuestro equilibrio emocional se vea afectado, al menos hasta que logremos recomponer los pedazos rotos. Sin embargo, las pequeñas decisiones que tomamos cada día tienen un Efecto Mariposa y también afectan nuestro estado de ánimo, mucho más de lo que suponemos. Nuestros hábitos cotidianos nos pueden hacer más felices o pueden sabotearnos y hacer que nos sintamos frustrados, irritables o vacíos. La buena noticia es que ser conscientes de estos hábitos es el primer paso para deshacerse de ellos.

 

1. Caminar con los hombros caídos y arrastrando los pies

Nuestro cerebro se retroalimenta constantemente de las sensaciones que recibe a través del cuerpo. Esto significa que las posturas y los gestos que hacemos sirven como indicadores de cómo nos sentimos y pueden reforzar un estado de ánimo. Un estudio realizado en la Witten Herdecke University desveló que cuando las personas caminan encorvadas, con los hombros caídos, arrastrando los pies y con movimientos mínimos de los brazos, su humor empeora. El problema es que esta forma de caminar se relaciona con la desesperanza y la depresión, por lo que activa recuerdos negativos y preocupaciones. La buena noticia es que en ese mismo experimento se apreció que cuando caminamos más erguidos y moviendo más los brazos, nuestro estado de ánimo mejora casi instantáneamente.

2. Fotografiar todo lo que encontramos a nuestro paso

Con la llegada de las cámaras digitales hemos dejado de ver el mundo con nuestros ojos y lo hacemos a través del objetivo. Sin embargo, esa tendencia a fotografiarlo todo puede pasar factura a tu estado de ánimo. Así lo confirmó un estudio muy curioso realizado en la Fairfield University en el que les pidieron a los participantes que recorrieran un museo, algunos solo podían observar, a otros les permitieron tomar todas las fotos que quisieran. Al final del recorrido, las personas que tomaron fotos tenían grandes dificultades para recordar los objetos que habían fotografiado. En la vida real esto nos indica que podrían estar perdiéndose los pequeños detalles que hacen cada momento único y especial. El lente de la cámara es como un velo que oscurece nuestras experiencias. Por tanto, intenta focalizarte en el mundo y en lo que sientes, serás mucho más feliz.

 

3. Procrastinar continuamente

No hay nada más agotador que el peso de las tareas incompletas. Recordar una y otra vez esas tareas simplemente es desgastante y nos pasa una enorme factura emocional. Un estudio realizado en la Case Western Reserve University demostró que, aunque en un primer momento la procrastinación nos libra del estrés y la ansiedad que generan las tareas que deseamos evitar, a la larga aumenta considerablemente el nivel de tensión, disminuye nuestra eficacia e incluso debilita nuestro sistema inmunitario, haciendo que seamos más propensos a enfermar. Otro estudio realizado en la Carleton University desveló que la sensación de culpa y vergüenza que genera la procrastinación impide que disfrutemos de otras actividades, por lo que termina haciéndonos sentir muy mal. La solución es muy sencilla: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.

 

4. No estar solo

Pasar tiempo de calidad con los amigos y la familia es importante, el contacto cara a cara es fundamental para prevenir la depresión y ser más felices. Sin embargo, no encontrar tiempo para uno mismo también puede pasarnos una elevada factura emocional. Un curioso estudio realizado en la McDonough School of Business desveló que las personas suelen sobrevalorar cuán bien se sentirán en compañía de los demás, para descubrir que en realidad pueden disfrutar mucho haciendo algunas cosas solos. En muchas ocasiones nos limitamos y no hacemos cosas que nos harían felices solo porque no tenemos compañía y nos asusta lo que puedan pensar de nosotros, que podrían tacharnos de "raros" o "solitarios". Sin embargo, pasar tiempo con uno mismo es profundamente liberador y le hace mucho bien a nuestro equilibrio emocional.

5. Estar pendiente continuamente del móvil

¿Cuándo fue la última vez que estuviste todo un día sin el móvil? Si no lo recuerdas, es una mala señal. Estar pendiente continuamente del móvil genera una gran dosis de tensión y estrés, aunque no siempre somos conscientes de ello. De hecho, las llamadas y los mensajes entrantes terminan provocando una sobreestimulación que afecta nuestra atención y memoria. Cuando sientes que tu móvil vibra o suena, pero realmente no lo está haciendo, significa que tienes esa preocupación continuamente en tu mente, es un foco activo en tu cerebro. Y eso no te ayuda a relajarte. Además, según un reciente estudio realizado en la Northwestern University Feinberg, mientras más tiempo pasamos usando el móvil, mayores serán las probabilidades de sufrir depresión. De hecho, las personas con depresión triplicaban el tiempo de uso de su móvil, aproximadamente 68 minutos al día. La solución es sencilla: planifica un "sabbat electrónico" una vez a la semana o al menos medio día.

 

6. Practicar la multitarea

 

Todos, en algún momento, hemos sido culpables del pecado de la multitarea. Sin embargo, cuando hacemos de la multitarea un hábito podemos autosabotearnos. Contrario a la creencia popular, la multitarea no ahorra tiempo. Un estudio realizado en la Universidad de Utah desveló que los conductores tardan más en llegar a sus destinos cuando usan sus móviles mientras conducen. De hecho, se estima que la multitarea reduce nuestra productividad en un 40%. Sin embargo, lo peor de todo es el saldo emocional que nos deja. Una investigación realizada en la Universidad de California midió la frecuencia cardíaca de los trabajadores mientras trabajaban tranquilamente o cuando eran interrumpidos por correos y llamadas que les obligaban a estar permanentemente alertas. Se pudo apreciar que la multitarea disparaba el estrés y el ritmo cardíaco, lo cual puede tener severas consecuencias para nuestra salud a largo plazo. Por tanto, es mejor hacer solo una cosa a la vez, y focalizarse en esa actividad hasta pasar a la siguiente. 

 

7. Tomarse la vida demasiado en serio

 

Hay personas que se enfadan por todo, que siempre están dispuestas a atacar y tienen la queja pronta. Es normal que ante determinadas circunstancias nos enfademos e irritemos, pero si eso se convierte en nuestro estilo de afrontamiento permanente, tendremos un gran problema. Tomarse la vida demasiado en serio y molestarse por todo es como intentar mantener un gran balón de playa debajo del agua. Tenemos que hacer un gran esfuerzo porque quiere salir continuamente, lo cual nos hará tensar nuestros músculos e interrumpirá el flujo emocional. Como resultado, no es extraño que un estudio realizado en la Universidad de Michigan en el que le dieron seguimiento a 696 personas durante 17 años haya descubierto que tanto quienes responden con ira como aquellos que la experimentan, pero la reprimen, tienen tres veces más riesgo de morir de forma temprana. Afortunadamente, la solución es sencilla: ríe más y aprende a enfrentar los problemas con sentido del humor.



Psicología /desarrollo personal                                                                               NO NACEMOS SIENDO IGNORANTES, APRENDEMOS A SER IGNORANTES Siempre hemos pensado que ignorar es un verbo pasivo. La ignorancia es la falta de conocimientos, un estado de desinformación o una carencia de comprensión. Por tanto, calificamos a una persona como “ignorante” cuando desconoce o no comprende algo.  Ese carácter pasivo implica que, de cierta forma, esa persona no es responsable de su ignorancia, simplemente arrastra consigo esa “carencia”. Es curioso, sin embargo, que no apliquemos el calificativo de ignorante a los niños, a pesar de que estos no suelen dominar los mismos conocimientos de los adultos. Eso significa que la ignorancia parte de un presupuesto: algo que deberíamos conocer, pero no sabemos, un camino que debíamos haber recorrido pero no lo hicimos. Entonces la ignorancia abandona su significado pasivo para tener una acepción activa que implica no reconocer algo o actuar como si no se supiera. Caemos en lo que se conoce como “ignorancia motivada”.  ¿Qué es la ignorancia motivada?  La ignorancia motivada es cuando elegimos, de manera más o menos consciente, no saber más, no profundizar, no comprender. Esa ignorancia es terriblemente peligrosa porque suele conducir a posturas extremas y cercena nuestra capacidad para seguir creciendo y madurando. Cuando decidimos ser ignorantes, alguien más decidirá en nuestro lugar. Nos convertimos en personas manipulables. Ya lo había dicho Goethe: “nada hay más terrible que una ignorancia activa”. El filósofo Karl Popper pensaba lo mismo: “La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”.  Esa ignorancia motivada puede darse en todos los ámbitos de nuestra vida. Algunas personas comienzan a sentirse mal, pero en vez de ir al médico para recibir un diagnóstico, prefieren refugiarse en la ignorancia suponiendo que todo está bien. Otras personas sospechan que su pareja le es infiel, pero, en lugar de despejar las dudas, eligen permanecer en la ignorancia. Lo mismo ocurre a nivel político o social: cuando ya tenemos una idea formada, elegimos no escuchar o dar valor a los argumentos contrarios.¿Por qué elegimos la ignorancia motivada? Un experimento realizado en la Universidad de Winnipeg y la Universidad de Illinois demostró cuan fuerte e irracional puede ser nuestra tendencia a la ignorancia motivada. Estos psicólogos reclutaron a 200 personas y les dieron dos opciones: leer y responder preguntas sobre una opinión (matrimonio gay) con la que estaban de acuerdo, o leer un punto de vista opuesto.  Quienes decidieran leer la opinión con la que estaban de acuerdo ganarían 7 dólares; pero si elegían la opinión contraria ganarían 10 dólares. Asombrosamente, el 63% de las personas prefirió leer la opinión con la que estaban de acuerdo rechazando la posibilidad de ganar más dinero.  En ese caso, elegimos ser ignorantes para evitar la disonancia cognitiva. Hemos desarrollado una concepción del mundo haciendo malabares con nuestras ideas y creencias, y tememos que las opiniones contrarias puedan desestabilizar ese castillo de naipes. Por eso preferimos ignorar todo lo que no se corresponde con nuestra visión. Y eso significa que, en el fondo, la ignorancia motivada es una expresión del miedo.  ¿Cómo nos inculcan ese miedo? El miedo a nuestra ignorancia es una sensación que nos han inculcado sistemáticamente durante el periodo escolástico. Se trata de la sensación de que no sabemos algo que muchos conocen, por lo que es mejor callar y conformarse”, apuntó el filólogo Igor Sibaldi.  En la escuela, la ignorancia se va revistiendo de un halo negativo. Se comienza a señalar con el dedo al ignorante. Y eso genera una paradoja porque para superar la ignorancia primero debemos reconocerla, pero no podemos reconocerla por miedo a que nos tachen de ignorantes. El escritor Baltasar Gracián decía que “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber”.  Deshacerse de la ignorancia en realidad no es difícil, basta informarse, “pero ese comportamiento es imposible para la gran mayoría de las personas porque el hábito de sentirse ignorantes se ha convertido en algo más fuerte que su deseo de aprender”, según Sibaldi.  La ignorancia se convierte en una zona de confort en la que nos sentimos demasiado a gusto como para salir. O quizá ni siquiera nos sintamos tan cómodos, pero el miedo a lo que hay fuera, a todo lo que desafía nuestras creencias, es tan fuerte que nos mantiene paralizados en esa zona de confort. Así elegimos la ignorancia.  Elige saber El ignorante no es el que no conoce sino el que no quiere conocer. Por tanto, el primer paso para desahuciar la ignorancia es desarrollar una mentalidad de crecimiento, una mentalidad abierta que nos permita explorar el mayor número de posibilidades.  No podemos deshacernos de la noche a la mañana de nuestros estereotipos y creencias, pero podemos ponerlas en duda y buscar más allá de lo que siempre hemos dado por sentado. Debería darnos más miedo morir cada día en una zona de confort que se estrechará cada vez más que salir a descubrir el mundo, por muy diferente o incierto que sea

23 marzo 2019

¡ Hay palabras! poema


Andando caminos: rumbo a lo desconocido
¡en busca de las palabras que están llenas de silencios  !!


palabras
¡ Hay palabras! poema

“La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga.”
» Mark Twain  (1835-1910) Escritor y periodista estadounidense.
lucero
¡Hay palabras que no dicen nada
 y silencios que lo dicen todo.!
¡Hay palabras que solo son palabras
y silencios que están llenos de palabras!!
lucero
¡Hay palabras que se dicen con la mirada,
también hay miradas llenas de palabras.
Hay palabras que te llenan el alma,
y palabras que no solo son palabras.
lucero
Hay palabras que salen  del corazón..
palabras que te llenan de ilusión.
palabras llenas de amor y devoción,
y palabras de envidia celos y desazón,
lucero
Hay palabras llenas de odio y rencor
y hay palabras llenas de amor  temor.
¿Por qué nos duelen tanto las palabras
cuando solo son palabras?,
lucero
Hay palabras que no se piensan se dicen  sin vacilar;
palabras en las miradas que nos invitan a imaginar...
palabras  que aún ocultas con el tiempo no borrarán;
hay palabras  que nos endulzan,  que son para guardar..
lucero
El escritor francés  André Gide escribió:
Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde.
lucero
Autor: Diego Torrente

CUANTO MÁS TE PREOCUPES POR TOMAR LA DECISIÓN “CORRECTA”, MÁS INFELIZ TE SENTIRÁS CON LO QUE DECIDAS


Psicología/INTELIGENCIA Y CREATIVIDAD
*CUANTO MÁS TE PREOCUPES POR TOMAR LA DECISIÓN “CORRECTA”, MÁS INFELIZ TE SENTIRÁS CON LO QUE DECIDAS


¿Sabías que cada día tomamos una media de 35.000 decisiones? El 99,74% de esas decisiones, sin embargo, son tomadas por nuestro inconsciente, de manera que ni siquiera nos damos cuenta de que estamos tomando una decisión. No obstante, el 0,26% restante, las decisiones sobre las que sí reflexionamos son más que suficiente para causarnos dolor de cabeza, estrés y angustia. 
Cuando debemos elegir conscientemente entre diferentes opciones, no queremos equivocarnos, queremos tomar la decisión correcta. Pero esa preocupación por lo “correcto” convierte la toma de decisiones en un proceso estresante y aumenta las probabilidades de que nos sintamos infelices tras tomar la decisión, sea cual sea. En práctica, cuanto más nos preocupemos por tomar la decisión correcta, menos correcto nos parecerá lo que hemos decidido y más insatisfechos nos sentiremos. 
¿Cómo tomas decisiones? Te centras en la evaluación o en la acción 
Un estudio realizado recientemente en la Universidad de Columbia analizó el estrés que genera la toma de decisiones. Los psicólogos descubrieron que tomar decisiones solo es estresante cuando estamos demasiado preocupados por tomar la decisión correcta. Aunque lo más curioso es que algunas personas son más propensas a desarrollar ese tipo de preocupación. 
Los investigadores plantearon a los participantes una serie de tareas en las que debían tomar una decisión, como comprar un regalo de Navidad para un amigo y determinar el orden de prioridad de cinco tareas cotidianas. También les pidieron que recordaran cómo habían tomado las decisiones más importantes en la planificación de su boda o cómo decidieron a quién votar en las elecciones. Luego les pidieron que indicaran cómo se habían sentido durante el proceso de toma de decisiones y cuán satisfechos se sentían con las decisiones que habían tomado. 

Así descubrieron que cada persona sigue un camino diferente para tomar decisiones, aunque en sentido general descubrieron dos grandes estilos decisionales. 

- Toma de decisiones orientada a la evaluación. Este estilo decisional se refiere a las personas que se preocupan demasiado por elegir lo que creen “correcto”. Estas personas toman sus decisiones basándose en un proceso de evaluación exhaustivo, hasta el punto que a menudo se obsesionan con encontrar la “verdad absoluta” y hacer las cosas de la “manera correcta”. De hecho, si alguna vez te has encontrado ante una encrucijada y has pensado que “preferirías tener razón a ser feliz”, es probable que fueras víctima de este estilo decisional. Los investigadores encontraron que las personas que siguen este estilo decisional suelen estresarse más, consideran que tomar decisiones es complicado y se sienten más insatisfechos con su decisión. 

- Toma de decisiones orientada a la acción. Este estilo decisional se basa en el movimiento y el cambio. Estas personas toman rápidamente sus decisiones y actúan en consecuencia. No se quedan estancadas en el proceso mental sino que toman una decisión y exploran ese camino, siendo conscientes de que si no funciona, pueden tomar otro. Mientras que las personas que se centran en la evaluación se preocupan tanto por elegir adecuadamente que se quedan paralizadas, quienes se orientan a la acción ya están a medio camino. 

¿Qué estilo decisional es mejor? 

Los investigadores afirman que cuando se trata de decisiones cotidianas, como elegir la comida o una camiseta, es más conveniente centrarse en la acción ya que así terminaremos cuanto antes y es más probable que nos sintamos satisfechos con nuestra decisión ya que no le damos demasiadas vueltas. 

La toma de decisiones basada en la evaluación debe limitarse a aquellas decisiones que encierran un alto riesgo, como una inversión financiera o aquellas que alteran el curso de nuestra vida. Sin embargo, debemos tener cuidado de no quedarnos estancados en la fase de la evaluación porque la inclinación a un estilo decisional evaluativo hará que seamos más propensos a angustiarnos y estresarnos en la toma de decisiones. 
Sopesar tantas opciones, preocupándonos excesivamente por tomar la decisión “correcta” provoca un gran desgaste mental y emocional, además de que puede dejarnos paralizados en el proceso decisional, de manera que será la vida o los demás quienes decidan en nuestro lugar. Darle demasiadas vueltas al asunto genera lo que se conoce como “overthinking”, y no nos garantiza que tomaremos la “mejor” decisión, simplemente porque no existe tal cosa. 

De hecho, quienes dan tantas vueltas antes de tomar la decisión, a menudo se quedan dándole vueltas a las opciones rechazadas, y eso se convierte en una fuente de insatisfacción e infelicidad. ¿Cómo evitarlo? 

1. Asume que no existe la decisión correcta, perfecta o ideal. En la vida tenemos que tomar decisiones con un elevado nivel de incertidumbre y con la escasa información que tenemos. Si te equivocas o descubres que no es lo que querías, simplemente aprende la lección y reencauza tu rumbo. Asume que no hay errores sino aprendizajes de vida. Recuerda las palabras de Phil McGraw: "A veces tomas la decisión correcta, a veces haces que la decisión sea correcta".

2. Confía más en tu instinto. Si el 99,74% de las decisiones cotidianas las toma nuestro inconsciente, quizá deberíamos confiar un poco más en nuestro instinto, o en lo que se conoce como Inteligencia Intuitiva. Eso no significa que no debas sopesar los pros y contras, pero también debes escuchar tu voz interior y pasar a la acción. 

21 marzo 2019

FELICIDAD ENLATADA - EL ENGAÑO DE LA “FELICIDAD TRADICIONAL” Y CÓMO DESENMASCARARLO PARA SER FELICES, DE VERDAD


Psicología sin Reservas
FELICIDAD ENLATADA - EL ENGAÑO DE LA “FELICIDAD TRADICIONAL” Y CÓMO DESENMASCARARLO PARA SER FELICES, DE VERDAD

Felicidad. Este concepto tan resbaladizo se ha convertido en una de nuestras principales metas en la vida, por no decir la primordial. Todos buscamos la felicidad. Todos aspiramos a ella. 

 

¿Pero qué es? ¿Qué imaginas cuando piensas en la felicidad? 

 

Si tienes una noción tradicional de la felicidad, es probable que a tu mente acuda un escenario cómodo, desprovisto de preocupaciones, ansiedades, tristezas… En otras palabras: paradisíaco. 

 

Esa es una felicidad enlatada, la felicidad que nos han vendido – y hemos comprado - al más puro estilo del “soma”, la droga que imaginó Aldous Huxley en su novela “Un mundo feliz” que era el remedio perfecto para la depresión, la ansiedad, el insomnio y todas aquellas emociones “negativas” que podamos imaginar o sentir. 

 

Hay solo un problema: esa felicidad no es la felicidad. 


El falso ideal de felicidad que nos han vendido - y hemos comprado

 

Cuando soñamos con la felicidad, imaginamos un lugar libre de sufrimiento: un lugar donde la ansiedad, la culpa, la melancolía y la rabia no tienen cabida. Imaginamos un escenario en el que nuestras preocupaciones y batallas mentales se desploman porque no tenemos ninguna razón para sentir pena, tensión o sufrimiento. 

 

Ese concepto de felicidad no solo es quimérico sino además precario. ¿Por qué? Debido al flujo de la vida, al hecho de que estamos sometidos a una transitoriedad constante, las condiciones de nuestra existencia no se mantienen estables, sino que cambian continuamente. 

 

Nuestros estados de ánimo, nuestros activos, nuestros pasivos, nuestras relaciones y todas las demás condiciones de nuestra existencia no se mantienen constantes. Las desgracias imprevistas, los conflictos, la angustia, las preocupaciones, los problemas volverán una y otra vez perturbando la efímera felicidad que habíamos creído encontrar. 

Entonces nos desesperamos. Nos frustramos cuando nos damos cuenta de que no podemos obtener o retener lo que supuestamente nos hace felices. Ese es precisamente el estado que más conviene a la sociedad de consumo, la frustración, porque nos impulsa a comprar la próxima “lata de felicidad” con la esperanza de que esa sea la definitiva. 

 

Cuanto más sientas que debes ser feliz, más infeliz serás 

 

La felicidad enlatada tiene trampa. Cuando nos dicen que debemos ser felices, y no solo nos indican el supuesto camino a la felicidad sino además las cosas que nos deberían hacer felices e incluso nos indican cuál es el concepto de felicidad que debemos perseguir, tenemos grandes probabilidades de ser infelices. 

 

Lo comprobaron psicólogos de la Universidad de Queensland, quienes descubrieron que las expectativas culturales que nos obligan a ser felices en realidad tienen un efecto contrario puesto que aumentan la tristeza. Y cuanto más fuerte sea esa expectativa, más emociones negativas generará. Las personas que creen que deben ser felices, tienden a evaluar más negativamente sus emociones. 

 

El problema no es la felicidad en sí, sino el concepto de felicidad que nos han vendido. Cuando nos damos cuenta de que no podemos alcanzarla, nos entristecemos y frustramos. Para comprender mejor este mecanismo psicológico, basta pensar en nuestro “yo” como en un niño pequeño cuyos padres encarnan el papel de la sociedad. Si nuestros padres nos dicen constantemente que tenemos que sacar buenas notas (sin tener en cuenta nuestras capacidades reales), nos sentiremos tensos, ese estrés minará nuestro desempeño y ante el más mínimo fracaso el mundo se nos vendrá abajo. 

 

Todas las latas te explican en su letra impresa que contienen la felicidad y tú, creyéndotelo, compras una para comprobar, una vez abierta, que no, que la felicidad tiene que ser otra cosa. Tiras esa lata para comprar una nueva con la que te sucede lo mismo, sin darte cuenta de que la felicidad no está dentro de una lata, sino dentro de ti mismo, que, si no la tienes cercana a tu corazón y a tu mente, es que no la tienes ni la tendrás por muchas latas diferentes que compres y abras. Llegado un momento y ante la imposibilidad de encontrar la felicidad enlatada de la que te hablan y te venden, buscas algún soporte para poder sobrellevar tanta frustración, tanto desengaño, tanto esfuerzo baldío para nada, y es cuando entras en la farmacia a comprar la felicidad que, según te han dicho, está contenida en las fórmulas químicas de unas pastillas y unas capsulas, pero que, al igual que las latas de felicidad, están vacías de ella; pero a diferencia de las latas a las que puedes tirar, las pastillas y capsulas no las vas a poder tirar porque, una vez dentro de tu organismo, ya no puedes estar sin ellas”, resumió a la perfección el escritor Manuel del Rosal. 

 

Redefiniendo la felicidad: En busca del equilibrio y el pragmatismo

 

Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva, hasta que el futuro, y nosotros mismos, se desvanece en el abismo de la muerte”, dijo Alan Watts. 

 

La auténtica felicidad, o al menos aquella a la que sí podemos aspirar y que realmente nos brinda satisfacción, consiste en aceptar, abrazar e incluso reírnos de nuestro dolor, preocupaciones y frustraciones. 

 

En realidad, las emociones que catalogamos como “negativas” no son algo malo pues nos permiten valorar mucho más los momentos de paz, sosiego, alegría… Después de todo, la mayor satisfacción no consiste en llegar a la meta sino en el camino que recorremos, no radica en la constancia sino en la transformación, en el crecimiento. 

 

Y aunque puede parecer contraintuitivo, el camino hacia la felicidad es a través de la incomodidad. Son los períodos tumultuosos, difíciles y a menudo irritantes de la vida los que nos revelan nuestro verdadero valor y exaltan la necesidad de centrarnos en aquellas cosas que nos hacen felices. 

 

El objetivo es entender que esos sentimientos que siempre hemos catalogado como negativos en realidad forman parte del flujo de la vida y son precursores de nuestro crecimiento porque nos permiten atravesar los diferentes niveles de autoconocimiento. 

El sufrimiento no es la antítesis de la felicidad, más bien es una fuerza motriz que nos puede conducir a ella. Necesitamos, imperiosamente, darnos cuenta de que esas emociones “negativas” no cesarán. Podemos resistirnos, frustrarnos y amargarnos. O podemos aprender a lidiar con ellas, canalizar su energía y fortalecernos. 

Cuando lo logramos, podemos afrontar la tormenta más poderosa. Entonces nuestro sufrimiento diario se vuelve infinitamente más soportable. Somos capaces de encontrar momentos de felicidad en medio de la tormenta. Podemos soltar un suspiro de alivio. Descubriremos que la felicidad estuvo allí todo el tiempo. Era solo una cuestión de perspectiva. O quizá de sabiduría. De dejar de mirar hacia afuera y comenzar a mirar hacia adentro.