23 marzo 2019

CUANTO MÁS TE PREOCUPES POR TOMAR LA DECISIÓN “CORRECTA”, MÁS INFELIZ TE SENTIRÁS CON LO QUE DECIDAS


Psicología/INTELIGENCIA Y CREATIVIDAD
*CUANTO MÁS TE PREOCUPES POR TOMAR LA DECISIÓN “CORRECTA”, MÁS INFELIZ TE SENTIRÁS CON LO QUE DECIDAS


¿Sabías que cada día tomamos una media de 35.000 decisiones? El 99,74% de esas decisiones, sin embargo, son tomadas por nuestro inconsciente, de manera que ni siquiera nos damos cuenta de que estamos tomando una decisión. No obstante, el 0,26% restante, las decisiones sobre las que sí reflexionamos son más que suficiente para causarnos dolor de cabeza, estrés y angustia. 
Cuando debemos elegir conscientemente entre diferentes opciones, no queremos equivocarnos, queremos tomar la decisión correcta. Pero esa preocupación por lo “correcto” convierte la toma de decisiones en un proceso estresante y aumenta las probabilidades de que nos sintamos infelices tras tomar la decisión, sea cual sea. En práctica, cuanto más nos preocupemos por tomar la decisión correcta, menos correcto nos parecerá lo que hemos decidido y más insatisfechos nos sentiremos. 
¿Cómo tomas decisiones? Te centras en la evaluación o en la acción 
Un estudio realizado recientemente en la Universidad de Columbia analizó el estrés que genera la toma de decisiones. Los psicólogos descubrieron que tomar decisiones solo es estresante cuando estamos demasiado preocupados por tomar la decisión correcta. Aunque lo más curioso es que algunas personas son más propensas a desarrollar ese tipo de preocupación. 
Los investigadores plantearon a los participantes una serie de tareas en las que debían tomar una decisión, como comprar un regalo de Navidad para un amigo y determinar el orden de prioridad de cinco tareas cotidianas. También les pidieron que recordaran cómo habían tomado las decisiones más importantes en la planificación de su boda o cómo decidieron a quién votar en las elecciones. Luego les pidieron que indicaran cómo se habían sentido durante el proceso de toma de decisiones y cuán satisfechos se sentían con las decisiones que habían tomado. 

Así descubrieron que cada persona sigue un camino diferente para tomar decisiones, aunque en sentido general descubrieron dos grandes estilos decisionales. 

- Toma de decisiones orientada a la evaluación. Este estilo decisional se refiere a las personas que se preocupan demasiado por elegir lo que creen “correcto”. Estas personas toman sus decisiones basándose en un proceso de evaluación exhaustivo, hasta el punto que a menudo se obsesionan con encontrar la “verdad absoluta” y hacer las cosas de la “manera correcta”. De hecho, si alguna vez te has encontrado ante una encrucijada y has pensado que “preferirías tener razón a ser feliz”, es probable que fueras víctima de este estilo decisional. Los investigadores encontraron que las personas que siguen este estilo decisional suelen estresarse más, consideran que tomar decisiones es complicado y se sienten más insatisfechos con su decisión. 

- Toma de decisiones orientada a la acción. Este estilo decisional se basa en el movimiento y el cambio. Estas personas toman rápidamente sus decisiones y actúan en consecuencia. No se quedan estancadas en el proceso mental sino que toman una decisión y exploran ese camino, siendo conscientes de que si no funciona, pueden tomar otro. Mientras que las personas que se centran en la evaluación se preocupan tanto por elegir adecuadamente que se quedan paralizadas, quienes se orientan a la acción ya están a medio camino. 

¿Qué estilo decisional es mejor? 

Los investigadores afirman que cuando se trata de decisiones cotidianas, como elegir la comida o una camiseta, es más conveniente centrarse en la acción ya que así terminaremos cuanto antes y es más probable que nos sintamos satisfechos con nuestra decisión ya que no le damos demasiadas vueltas. 

La toma de decisiones basada en la evaluación debe limitarse a aquellas decisiones que encierran un alto riesgo, como una inversión financiera o aquellas que alteran el curso de nuestra vida. Sin embargo, debemos tener cuidado de no quedarnos estancados en la fase de la evaluación porque la inclinación a un estilo decisional evaluativo hará que seamos más propensos a angustiarnos y estresarnos en la toma de decisiones. 
Sopesar tantas opciones, preocupándonos excesivamente por tomar la decisión “correcta” provoca un gran desgaste mental y emocional, además de que puede dejarnos paralizados en el proceso decisional, de manera que será la vida o los demás quienes decidan en nuestro lugar. Darle demasiadas vueltas al asunto genera lo que se conoce como “overthinking”, y no nos garantiza que tomaremos la “mejor” decisión, simplemente porque no existe tal cosa. 

De hecho, quienes dan tantas vueltas antes de tomar la decisión, a menudo se quedan dándole vueltas a las opciones rechazadas, y eso se convierte en una fuente de insatisfacción e infelicidad. ¿Cómo evitarlo? 

1. Asume que no existe la decisión correcta, perfecta o ideal. En la vida tenemos que tomar decisiones con un elevado nivel de incertidumbre y con la escasa información que tenemos. Si te equivocas o descubres que no es lo que querías, simplemente aprende la lección y reencauza tu rumbo. Asume que no hay errores sino aprendizajes de vida. Recuerda las palabras de Phil McGraw: "A veces tomas la decisión correcta, a veces haces que la decisión sea correcta".

2. Confía más en tu instinto. Si el 99,74% de las decisiones cotidianas las toma nuestro inconsciente, quizá deberíamos confiar un poco más en nuestro instinto, o en lo que se conoce como Inteligencia Intuitiva. Eso no significa que no debas sopesar los pros y contras, pero también debes escuchar tu voz interior y pasar a la acción. 

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