31 enero 2021

CRITICAR ES SIGNO DE POBREZA CEREBRAL Y EMOCIONAL

psicología /desarrollo personal
 CRITICAR ES SIGNO DE POBREZA CEREBRAL Y EMOCIONAL


Yo crítico.

Tú críticas.

Nosotros criticamos.

ellos critican


Criticar se puede conjugar de diferentes maneras porque nadie escapa a esa tendencia que tan profundo ha calado en nuestra sociedad. De hecho, a veces ni siquiera conversamos, solo criticamos. En vez de aportar nuestras ideas, nos limitamos a criticar a los demás. El problema es que la crítica termina, nos ahoga intelectualmente y provoca una enorme pobreza emocional.

¿Cuándo la crítica es destructiva?

La crítica es destructiva cuando:

– Se dirige a la persona, no a su comportamiento

– Genera sentimientos de culpa

– No permite crecer ni aprender

– Se basa en la “forma correcta” de hacer las cosas

– Se enfoca en menospreciar al otro

¿Qué esconde realmente la crítica?

En el fondo, criticamos para defender y alimentar nuestro ego. La crítica no proviene simplemente de un desacuerdo con determinados comportamiento, ideas o actitudes sino del deseo, a menudo inconsciente, de devaluar al otro, porque así aumentamos nuestro valor (o creemos que lo hacemos).

Cuando criticamos asumimos una postura de superioridad, así que la crítica se convierte en una manera para inflar nuestro ego, aunque sea de forma artificial. La crítica siempre implica un mensaje tácito: somos mejores.

Desde esta perspectiva, la crítica no es más que una falta de confianza en nosotros mismos, es la expresión de la necesidad de reafirmar nuestro ego, aunque ello implique descalificar a los demás.

De hecho, muchas de las personas excesivamente críticas a menudo también han sido muy criticadas en su infancia, por lo que han asumido la crítica como un patrón relacional. Como su autoestima ha sido muy dañada a golpe de críticas destructivas, tienen una profunda necesidad de alimentar su ego.

Lo curioso es que aunque criticamos para inflar nuestro ego, intentando que esa otra persona quede peor que nosotros, en realidad lo que estamos emitiendo es una imagen de inseguridad, soberbia y rigidez mental.

No podemos olvidar que la crítica siempre implica un juicio de valor. Hemos hecho un análisis y hemos llegado a la conclusión de que ese comportamiento o actitud no es aceptable, no se enmarca en nuestros patrones mentales ni encuadra en nuestro sistema de valores.

Cuando comenzamos a criticar, en nuestro interior se activa un patrón de agresión y desvalorización. Lo que olvidamos en esta ecuación es que, si realmente fuéramos mejores, no estaríamos criticando sino intentando ayudar. Porque lo cierto es que con la crítica destructiva no crece nadie, ni quien critica ni quien es criticado.

¿Cómo dejar de criticar?
Dejar de criticar es difícil. Lo hemos hecho durante tantos años, así que prácticamente se ha automatizado. Además, el hecho de que las personas a nuestro alrededor critiquen constantemente tampoco nos ayuda. Es como dejar de fumar en un entorno de fumadores. Sin embargo, puedes comenzar por un día. Propónte dejar de criticar #soloporhoy.

1. Asume que el mundo es como es. Y punto. Recuerda un refrán budista: “es más fácil ponerte unas pantuflas que alfombrar el mundo”. Si algo no te gusta, criticándolo no lo cambiarás, lo que cambia el mundo son las acciones, no las palabras.

2. Deshazte de las expectativas. Tener expectativas irreales sobre el mundo hace que nos decepcionemos, por lo que seremos más propensos a criticar. Aprende a vivir menos dentro de tu mente y más en la realidad.

3. Sé empático. Antes de criticar, ponte en el lugar de la otra persona. Quizás no compartas sus comportamientos ni actitudes pero al menos los entenderás. Recuerda que criticar es fácil, caminar con los zapatos de otro es más complicado.

Por último, haz de este principio budista tu mantra: “No le prestes atención a las cosas que hacen o dejan de hacer los demás, préstale atención a lo que tú haces o dejas de hacer”.

¿Qué se siente cuando dejas de criticar?

Las personas más infelices del mundo son las que critican constantemente, las que viven volcadas hacia el exterior para convertirse en jueces, porque mirar dentro de sí las aterra. Por eso, dejar de criticar es un gran paso en el camino del desarrollo Personal. ¿Qué ganarás con este cambio?

– Una enorme paz. Cuando dejas de criticar, comienzas a sentirte más tranquilo porque de repente dejas de mirar el mundo como si fueras un juez y comienzas a disfrutar realmente de las cosas bonitas que te suceden.

– Te redescubres. Si en vez de criticar te preguntas qué hubieses hecho tú en una situación similar y respondes sinceramente, descubrirás facetas de ti que probablemente ni siquiera sabías que existían. Son facetas que normalmente negamos pero que nos demuestran que no somos tan perfectos como pensábamos.

– Te sientes más seguro. Curiosamente, cuando dejas de criticar, te deshaces del influjo que las críticas de los demás ejercen sobre ti. Cuando liberas a los demás de tu aprobación, te liberas a ti mismo. Por eso, te sentirás más seguro, confiarás más en tus capacidades y te dejarás influir menos por las opiniones de
los demás.

28 enero 2021

AUNQUE NO LO SEPAS HAY MOMENTOS DE QUE ESTÁS CRECIENDO EMOCIONALMENTE,

 psicología /desarrollo personal
 AUNQUE NO LO SEPAS HAY MOMENTOS DE QUE ESTÁS CRECIENDO EMOCIONALMENTE,


Los proyectos más ambiciosos y los que más satisfacción nos reportan suelen ser cuesta arriba, demandan una gran dosis de sacrificio y perseverancia. Por eso, a veces podemos perder la fuerza y el empuje a mitad del camino. En ese momento, podemos vernos tentados a tirar la toalla.

El problema es que solo miramos hacia adelante, solo percibimos el camino que nos falta por recorrer y no nos percatamos del trayecto andado. No obstante, a veces es necesario mirar atrás para comprender la verdadera magnitud de lo que hemos alcanzado. A veces mirar atrás nos da fuerzas para seguir adelante.

Por desgracia, a menudo abandonamos nuestros sueños solo porque no somos plenamente conscientes de las cosas que hemos logrado, de los pequeños pasos que hemos ido dando. Cuando nos centramos únicamente en los fracasos, perdemos la motivación y corremos el riesgo de abandonar justo cuando estamos a punto de alcanzar nuestra meta.

Esto se debe, en parte, a que nuestra sociedad solo nos ha enseñado a castigarnos por los errores, pero no a recompensarnos por cada logro. En el ámbito del Crecimiento Personal esta realidad resulta aún más evidente. Nos planteamos cambios trascendentales, pero cuando se produce una involución, nos desmotivamos y abandonamos, sin darnos cuenta de todo lo que habíamos logrado. Por eso, de vez en cuando es necesario hacer inventario de nuestros logros, es probable que estemos creciendo emocionalmente sin darnos cuenta.

¿Cuáles son las señales que indican que estás creciendo emocionalmente?

1. Dejas ir las cosas que te dañan

Aprender a dejar ir, centrarse en las cosas que realmente valen la pena y obviar aquellas que nos dañan o molestan, es una habilidad clave para tener éxito y, sobre todo, para alcanzar el equilibrio emocional. Sin embargo, también es una habilidad muy difícil de desarrollar. Por eso, el simple hecho de aprender a reconocer a las personas tóxicas y saber cómo lidiar con sus comportamientos sin que generen culpa o ira, ya es un gran paso. Felicítate por ello pues pocas personas lo logran.

2. Aprendes de los errores

Nadie es perfecto, nadie puede afirmar que nunca se ha equivocado. Por eso, despojarse del perfeccionismo y aceptar que los errores forman parte del camino y que incluso son valiosos, es un signo inequívoco de que has madurado. Cuando comprendemos las equivocaciones como oportunidades para crecer, cambia por completo nuestra perspectiva y podemos emprender proyectos más ambiciosos sin temor a quedarnos a mitad del camino. Entonces sabemos que cada error no es una involución sino un paso más que nos acerca a la meta.

3. Dejas de quejarte

Las quejas suelen ser un agujero negro por el cual se escapa la energía porque no conducen a soluciones sino que tan solo generan un malestar aún mayor que nos hace ver el mundo bajo un prisma gris. Sin embargo, las personas más equilibradas y exitosas no tienen la costumbre de llorar sobre la leche derramada, se ponen inmediatamente manos a la obra e intentan darle la vuelta al problema. Si estás actuando más y quejándote menos, es porque estás creciendo emocionalmente.

4. Celebras el éxito de los demás

Aplaudir el éxito de las personas es una señal de madurez, indica que no les envidias y que comprendes que su éxito no significa que hayas fracasado. Ser capaces de reconocer el trabajo y el esfuerzo de los otros, en vez de lanzar críticas denigrantes, no solo contribuye a crear un buen clima sino que implica un cambio de actitud que te beneficiará.

5. Tus relaciones personales son menos conflictivas

El mundo no es conflictivo, solo hay egos demasiado grandes que chocan entre sí y dan lugar a conflictos que se podían haber evitado. Parte de la madurez significa dejar de ver las relaciones interpersonales como un campo de batalla en el que hay ganadores y vencidos. Cuando tus relaciones son más fluidas, logras trabajar mejor y te sientes más a gusto, es porque has madurado y has aprendido que es mejor tener paz que tener razón.

6. No temes pedir ayuda

Pedir ayuda no significa ser débil. De hecho, es una señal de fortaleza y confianza en sí mismo. Ninguna persona ha podido crecer y tener éxito aislada, necesita a los demás. Pedir ayuda significa que has reconocido que no puedes lograr algunas cosas por ti solo y que eres lo suficientemente humilde como para reconocerlo y apoyarte en los demás. 

7. Has alzado tus estándares 

A medida que maduramos, somos más conscientes de lo que queremos y de lo que no estamos dispuestos a permitir. Una persona madura es segura de sí y establece ciertos límites que los demás no deben traspasar. Por supuesto, no se trata de límites caprichosos sino de reglas que te permiten proteger tus derechos y mantener tu equilibrio psicológico. Alzar tus estándares es signo de que te aprecias y no estás dispuesto a permitir que los demás alteren tu equilibrio psicológico.

8. Has aprendido a abrirte emocionalmente

El amor es arriesgado. Amar significa entregarse y, por consiguiente, exponerse a que alguien nos dañe. Por eso, muchas personas temen comprometerse y se cierran cuando alguien se acerca. Sin embargo, cuando maduramos emocionalmente nos damos cuenta de que la mejor apuesta es abrir nuestro corazón. Es cierto que podemos ser rechazados o salir dañados, pero de tendremos la certeza de que hemos vivido, atesorado experiencias y conectado emocionalmente con alguien significativo para nosotros.

9. No te importa lo que piensen los demás

Es obvio que la opinión de las personas que están a tu alrededor es importante, pero, en cierto punto de la vida, estas deben convertirse solo en sugerencias, no en lineamientos que determinen tu vida. La madurez llega cuando eres capaz de convivir con los demás sin dejarte influenciar demasiado por las expectativas que tienen sobre ti, cuando logras encontrar tu lugar en el mundo, un lugar con el que te sientes a gusto y puedes realizarte.

10. Aceptas tus limitaciones y trabajas para ser tu mejor versión

La madurez emocional no implica desarrollar un positivismo ingenuo. La persona madura es consciente de sus limitaciones, sabe que hay muchas cosas que no puede cambiar o que están fuera de su alcance. Sin embargo, eso no la deprime. Al contrario, le permite focalizarse en las situaciones sobre las cuales puede realmente incidir. De esta forma, es capaz de economizar sus fuerzas y usarlas allí donde realmente puede obtener frutos. Sabes que no eres perfecto, pero cada día te esfuerzas por ser tu mejor versión. Y eso es más que suficiente.

Recuerda que «la vida no se trata de encontrarte a ti mismo, la vida es crearte a ti mismo según el escritor irlandés George Bernard Shaw.

27 enero 2021

DEJA ENTRAR A TU VIDA, SOLO A PERSONAS A PERSONAS QUE SIEMPRE TE SUMEN, QUE NUNCA TE RESTEN

psicología /desarrollo personal  
1121

DEJA ENTRAR A TU VIDA, SOLO A PERSONAS A PERSONAS QUE SIEMPRE TE SUMEN, QUE NUNCA TE
RESTEN
27121  

 


 Existen 4 tipos de personas: Las que suman, las que multiplican, las que restan y las que dividen. Elige siempre rodearte de los dos primeros tipos. De esas personas simples y transparentes, de almas nobles. Gente de buen corazón, que no mienten, que no son falsas. Personas con cabezas pensantes, que te ayudan a crecer, que te enseñan cosas nuevas. De seres sinceros, llenos de bondad, dispuestos a multiplicar todo el amor que te rodea. 
Es fácil decirlo. Aplicarlo es más complicado porque todos los días nos encontramos con personas que, lo queramos o no, comparten un pedacito de nuestras vidas, aunque sean tan solo algunas horas. Sin embargo, ese tiempo es más que suficiente para que nos contagien sus pensamientos pesimistas, catastrofistas o descorazonadores. Obviamente, no podemos evitar a esas personas, no podemos convertirnos en ermitaños, pero podemos limitar su acceso a nuestra vida. 

Cultiva tus amistades como cuidarías un jardín

Nadie quiere tener a su lado a personas que saboteen su Crecimiento Personal. Todos desearíamos rodearnos de gente que sume, con las cuales compartir buenas experiencias. Obviamente, debemos tener en cuenta que las relaciones interpersonales no son en blanco y negro. Habrá momentos en que una persona puede afectar nuestro bienestar y otros en los que nos compensará con creces.

Nadie es totalmente malo ni totalmente bueno, pero debemos mantenernos atentos para evitar los daños emocionales inútiles. Por eso, podríamos comenzar a pensar en nuestras relaciones interpersonales como si de un jardín se tratase. Hay malas hierbas que es necesario erradicar, y hay plantas que, aunque son hermosas, simplemente no se adaptan al estilo o el espacio de nuestro jardín.

Por supuesto, no se trata de colocar a las personas en una balanza ni de asumir una actitud prepotente y descalificadora sino tan solo de madurar y aprender a elegir nuestras amistades con mayor tino. Hay personas maravillosas que simplemente no encajan con nosotros porque no comparten nuestra filosofía de vida, o porque hacen que nos desvirtuemos demasiado de nuestra esencia.

Tampoco se trata de buscar una relación perfecta en la que todo sea armonía y paz porque de los conflictos también se aprende, las opiniones diferentes nos permiten crecer y enriquecernos. Cuando se hace referencia a personas que suman a nuestra vida hablamos de gente que:

– Nos quieren cuando menos lo merecemos, porque son conscientes de que es cuando más lo necesitamos.

– Nos apoyan cuando todos los demás afirman que nuestro plan es una locura.

– No dicen lo que queremos oír sino lo que necesitamos escuchar, para que podamos reconocer nuestros errores y crecer.

– No nos critican sino que nos ayudan a sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos.

– No nos llenan de estereotipos, sino que nos ayudan a abrir nuestra mente.

¿Quiénes son las personas que restan?

Las personas que restan son aquellas que laceran tu autoestima, las que siempre tienen un problema para cada solución, las que tienen la crítica pronta hagas lo que hagas, las que nos infunden miedo y las que aumentan el nivel de incertidumbre.

Las personas que restan son aquellas que sacan lo peor de nosotros mismos, porque a través de sus actitudes promueven la indecisión, el inmovilismo y el temor. 

Las personas que restan son rígidas en sus actitudes, no dan margen para el error y se erigen como jueces de tu vida, haciendo que, en vez de sentirte único y especial, te sientas pequeño e inadecuado.

Las personas que restan actúan como vampiros emocionales succionando tu energía, contagiándote su pesimismo e impidiendo que crezcas.

10 claves para convertirse en una persona que suma a la vida de los demás

Por supuesto, no solo es importante rodearse de personas que sumen, es fundamental asegurarnos de que también nosotros podemos sumar a la vida de los demás. Para lograrlo:

1. Haz que la persona que está a tu lado se sienta especial.

2. Ayúdale a encontrar soluciones, no sumes preocupaciones.

3. Desafía sus estereotipos, amplía su perspectiva.

4. Dale una sorpresa que le arranque una sonrisa de felicidad.

5. Apóyale cada vez que lo necesite, sobre todo si los demás le dan la espalda.

6. Transmítele seguridad y confianza cuando su mundo esté a punto de venirse abajo.

7. Alimenta sus sueños e ilusiones, no los mates.

8. Ínstale a ser auténtica, y déjale entrever que la aceptas tal como es.

9. Comparte lo que has aprendido, enriquece su mundo.

10. Conecta emocionalmente, desde tu esencia.

25 enero 2021

HAY SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE

psicología /desarrollo personal  

 HAY SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE


La vida es demasiado corta como para malgastarla preocupándose excesivamente por lo que piensan los demás. Cuando nos sentimos seguros de nosotros mismos y proyectamos una imagen de confianza y serenidad, son las otras personas quienes desean estar a nuestro lado. Al contrario, cuando buscamos desesperadamente su aprobación terminamos convirtiéndonos en una persona sin carácter, que no sabe lo que quiere y cuya felicidad depende de los otros.

Por eso, es importante mantenerse atentos a esas sutiles señales que indican que no nos amamos lo suficiente, indicadores de que no nos aceptamos tal como somos, quizá porque nos sentimos inadecuados o creemos que no somos lo suficientemente buenos. 

Sin embargo, recuerda que para que los demás te acepten, primero debes aceptarte tu; para que los demás te amen, primero debes amarte. El trabajo empieza por casa.

Una persona que no se acepta, no logra amarse

1. No te sientes libre para ser quién eres. Si no crees que eres lo suficientemente bueno, es probable que no te sientas libre para mostrarte tal cual eres porque te avergüenzas, como resultado, gastas una cantidad enorme de energía intentando ser una persona que no eres, solo para agradar a los demás y obtener su aprobación.

2. No pasas tiempo a solas. Si siempre necesitas estar rodeado de personas, porque no te sientes bien a solas, es probable que en el fondo te sientas incómodo contigo mismo y te moleste lo que encuentras cuando buceas en tu interior. En ese caso, tendrás que aprender a valorar y disfrutar de tu compañía.

3. No expresas tus ideas. Si te pliegas a menudo a las opiniones de los demás, aunque no estés de acuerdo con ellas, es probable que en el fondo se esconda una falta de autoestima. Quizá crees que tus ideas no son lo suficientemente interesantes como para ser tenidas en cuenta, o temes expresarlas.

 

4. No te mimas. Dentro de nosotros habita un pequeño niño que necesita ser consolado y mimado a cada rato. Cada vez que te mimas y te das un pequeño capricho, te estás diciendo que te consideras una persona valiosa, digna de esas pequeñas satisfacciones, si no lo haces, es probable que no te sientas bien contigo mismo.

5. No valoras tus logros. Muy pocos logran ser Premios Nobel, pero cada persona es valiosa y aporta algo en el entorno en el que se desenvuelve. Si no logras ver tus logros, es probable que se deba a que no te amas lo suficiente y tiendes a menospreciar cada cosa que consigues.

6. Te tratas con demasiada rudeza. Ser críticos con uno mismo es bueno, nos permite identificar nuestros errores y crecer. Sin embargo, ser excesivamente rudos en nuestros juicios, hasta el punto de denigrarnos, simplemente indica que no nos amamos y nos estamos castigando por ser quienes somos.

-No cuidas tu cuerpo. El cuerpo es nuestro templo, no debemos obsesionarnos con tener una figura perfecta pero tampoco debemos descuidar la práctica de actividad física y la dieta. La falta de cuidado personal a menudo indica una falta de amor más profunda, señala que no consideramos que somos lo suficientemente buenos como para dedicarnos tiempo y esfuerzo.

Ø  No te motivas. Todos podemos fallar, pero la diferencia entre quienes logran sus objetivos y quienes se quedan a mitad radica en su autoconfianza y en su capacidad para motivarse cuando las cosas van mal. Por supuesto, no se trata de convertirse en optimistas ingenuos, pero sí de encontrar esas teclas que nos motivan y aprender a pulsarlas cuando necesitamos una dosis extra de motivación.

Ø  No confías en ti. La autoconfianza es fundamental para desarrollar una autoestima sana. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tampoco son capaces de confiar en sus capacidades y se menosprecian con frecuencia. Por tanto, si a menudo te dices que no puedes lograrlo o que no eres capaz, esas son señales de alarma de que necesitas cambiar la relación que mantienes contigo mismo. 

Ø  No te abres a los demás. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tienen problemas para abrirse a los demás y entregarse completamente en las relaciones. Como piensan que no son merecedoras de amor, se encierran en un caparazón, para que nadie pueda descubrir esa falta de estima.

24 enero 2021

psicología /desarrollo personal ALCANZARÁS TU MEJOR VERSIÓN CUANDO TE AMES MÁS DE LO QUE AMAS A TUS MIEDOS

psicología /desarrollo personal
     ALCANZARÁS TU MEJOR VERSIÓN CUANDO TE AMES MÁS DE LO QUE AMAS A TUS MIEDOS


Mientras paseaba por una carretera a las afueras de la ciudad de Arizona, Vivian Gornick vivió “un hecho insólito que hizo que su escenario se desmoronara”, según sus propias palabras. A sus 60 años recién cumplidos, la destacada periodista y escritora hizo un hallazgo desconcertante: se dio cuenta de que nunca se “había comprometido sin límites con la vida”.

Cuenta en su libro “La mujer singular y la ciudad” que tenía grandes metas y deseaba cambiar muchas cosas de sí misma, pero le resultaba más fácil soñar despierta, “deseando que las cosas fueran diferentes para ser diferente ella misma”, que comprometerse con el cambio y ponerse manos a la obra.

En el fondo, lo que la detenía eran sus miedos. Esos miedos atávicos que todos arrastramos y que, aunque no siempre reconocemos, se convierten en un límite que nos impide ser la persona que podríamos y querríamos ser.

Gornik se propuso tomarse en serio la tarea. Y comprendió que para vivir plenamente necesitaba “amar más la vida de lo que amaba a sus miedos”.

El apego a los miedos

Aunque parezca absurdo, no nos apegamos únicamente a las cosas y relaciones que nos hacen sentir bien. También podemos apegarnos a situaciones que nos dañan porque estas contribuyen a mantener un equilibrio que, si bien puede ser precario o incluso insatisfactorio, es el único que conocemos y nos reporta cierta seguridad.

Los miedos nos ayudan a mantenernos en nuestra zona de confort. Son una especie de guardianes. Nos avisan que, si no les prestamos atención, iremos por nuestra cuenta y riesgo. De hecho, muchas veces los escenarios que despliegan esos miedos ante nuestros ojos son tan terribles que terminan convenciéndonos de que estamos mejor bajo su ala.

Entonces nos apegamos a esos temores como si fueran una tabla salvavidas. Quizá nos damos cuenta de que esos miedos no nos permiten avanzar, pero también nos damos cuenta – al menos inconscientemente – de que tampoco tendremos que arriesgarnos demasiado. Así mantenemos un equilibrio mediocre durante gran parte de la vida.

Nuestros miedos, que en un principio debían cumplir solo una función protectora, se convierten en culpas y excusas, barrera y escudo con los que nos mantenemos “a salvo de la vida”, aunque ese mantenerse a salvo implique no vivir plenamente.

El temor más paralizante

Cuando se trata de alcanzar nuestra mejor versión, existe un miedo altamente paralizante: el temor a no estar a la altura. No se trata del miedo al fracaso, sino del miedo a intentarlo, pero quedarnos a un palmo de la meta. Haberlo hecho bien, pero no lo suficiente. Habernos esforzado y darnos cuenta de que no pudimos alcanzar la meta añorada.

Lo que nos asusta no es el “fracaso” en sí, sino lo que ese intento fallido dice de nosotros, el golpe a nuestro ego. Para evitar que ese miedo se materialice, muchas veces preferimos evitar el riesgo, mantenernos en nuestra zona de confort, donde no crecemos, pero al menos nos sentimos a salvo.

Optamos por no comprometemos. Hacemos las cosas necesarias, aquellas imprescindibles, pero no nos entregamos por completo a la consecución de la meta. De esa forma, si se cumplen los peores presagios, tendremos una excusa para proteger a nuestro ego dolorido.

Soltar amarras para ser la mejor versión de ti mismo

La única manera para alcanzar nuestra mejor versión y vivir de manera más plena consiste en superar nuestros miedos. No significa deshacernos de ellos por completo sino seguir adelante a pesar de ellos.

Debemos ser conscientes de que muchos de nuestros temores más profundos y paralizantes se han formado en nuestros primeros años de vida. En aquel momento, tenían una función protectora porque éramos vulnerables, pero ahora es probable que no tengan razón de ser.

Es probable que otros temores que dan forma a nuestro mundo ni siquiera sean fruto de nuestras experiencias directas, sino que los hayamos heredado de nuestros padres u otras figuras de autoridad. Nuestros padres no solo pueden transmitirnos el miedo a volar o a los espacios cerrados sino también miedos mucho más limitantes como el temor al fracaso, a no estar a la altura o al rechazo social.

Superar esos miedos es una decisión consciente que implica apostar por nosotros y comprometernos con nuestro crecimiento para darnos la oportunidad de llegar hasta donde podamos llegar y ser todo lo que podamos ser. Así podremos “volver a ese lugar del espíritu en el que es aceptable hacer el esfuerzo”, como dijera Garrick

23 enero 2021

Fábula Psicología Y EL AVIÓN y los ciegos

ES Psicología Social  
/ Fábula Psicología
Y EL AVIÓN  y los ciegos


¡NADA ES MÁS REAL.!                                                

  
  

Están todos los pasajeros en la sala de embarque esperando la salida del vuelo cuando de repente llega el copiloto impecablemente uniformado con gafas oscuras y un bastón blanco tanteando el camino...

   La empleada de la compañía aclara que, si bien es ciego, es el mejor copiloto que tiene la empresa.
   Al poco rato llega el piloto, con el uniforme impecable, con gafas oscuras y un bastón blanco asistido por dos azafatas.
   La encargada de la Sala  de embarque avisa que,  el piloto también,  es ciego, pero que es el mejor piloto que tiene la compañía y que, junto con el copiloto,  forman un equipo muy experimentado
   Con todos a bordo, el avión comienza a corretear, tomando cada vez más velocidad y con los pasajeros aterrorizados.

   El avión sigue tomando velocidad pero no despega..., continúa la carrera y sigue en tierra.
   ¡Cada vez el final de pista está más cerca y en una explosión de histeria general los pasajeros comienzan a gritar como poseídos!

En ese momento el avión, milagrosamente, toma altura..., entonces el piloto le dice al copiloto:

- “El día que los pasajeros no griten , nos vamos a la mierda”.

*MORALEJA:*

Así está hoy nuestro país, gobernado por ciegos que no ven, o no quieren ver la realidad,
a la espera de que el pueblo “GRITE” ...para levantar vuelo.
   ¡Yo creo que como no gritemos nos vamos a la mierda!
¡Aún estamos a tiempo de GRITAR!

13 enero 2021

SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE 13121

psicología /desarrollo personal  

SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE 13121
psicología /desarrollo personal  

 


La vida es demasiado corta como para malgastarla preocupándose excesivamente por lo que piensan los demás. Cuando nos sentimos seguros de nosotros mismos y proyectamos una imagen de confianza y serenidad, son las otras personas quienes desean estar a nuestro lado. Al contrario, cuando buscamos desesperadamente su aprobación terminamos convirtiéndonos en una persona sin carácter, que no sabe lo que quiere y cuya felicidad depende de los otros.

Por eso, es importante mantenerse atentos a esas sutiles señales que indican que no nos amamos lo suficiente, indicadores de que no nos aceptamos tal como somos, quizá porque nos sentimos inadecuados o creemos que no somos lo suficientemente buenos. 

Sin embargo, recuerda que para que los demás te acepten, primero debes aceptarte tu; para que los demás te amen, primero debes amarte. El trabajo empieza por casa.

Una persona que no se acepta, no logra amarse

1. No te sientes libre para ser quién eres. Si no crees que eres lo suficientemente bueno, es probable que no te sientas libre para mostrarte tal cual eres porque te avergüenzas, como resultado, gastas una cantidad enorme de energía intentando ser una persona que no eres, solo para agradar a los demás y obtener su aprobación.

2. No pasas tiempo a solas. Si siempre necesitas estar rodeado de personas, porque no te sientes bien a solas, es probable que en el fondo te sientas incómodo contigo mismo y te moleste lo que encuentras cuando buceas en tu interior. En ese caso, tendrás que aprender a valorar y disfrutar de tu compañía.

3. No expresas tus ideas. Si te pliegas a menudo a las opiniones de los demás, aunque no estés de acuerdo con ellas, es probable que en el fondo se esconda una falta de autoestima. Quizá crees que tus ideas no son lo suficientemente interesantes como para ser tenidas en cuenta, o temes expresarlas.

 

4. No te mimas. Dentro de nosotros habita un pequeño niño que necesita ser consolado y mimado a cada rato. Cada vez que te mimas y te das un pequeño capricho, te estás diciendo que te consideras una persona valiosa, digna de esas pequeñas satisfacciones, si no lo haces, es probable que no te sientas bien contigo mismo.

5. No valoras tus logros. Muy pocos logran ser Premios Nobel, pero cada persona es valiosa y aporta algo en el entorno en el que se desenvuelve. Si no logras ver tus logros, es probable que se deba a que no te amas lo suficiente y tiendes a menospreciar cada cosa que consigues.

6. Te tratas con demasiada rudeza. Ser críticos con uno mismo es bueno, nos permite identificar nuestros errores y crecer. Sin embargo, ser excesivamente rudos en nuestros juicios, hasta el punto de denigrarnos, simplemente indica que no nos amamos y nos estamos castigando por ser quienes somos.

-No cuidas tu cuerpo. El cuerpo es nuestro templo, no debemos obsesionarnos con tener una figura perfecta pero tampoco debemos descuidar la práctica de actividad física y la dieta. La falta de cuidado personal a menudo indica una falta de amor más profunda, señala que no consideramos que somos lo suficientemente buenos como para dedicarnos tiempo y esfuerzo.

Ø  No te motivas. Todos podemos fallar, pero la diferencia entre quienes logran sus objetivos y quienes se quedan a mitad radica en su autoconfianza y en su capacidad para motivarse cuando las cosas van mal. Por supuesto, no se trata de convertirse en optimistas ingenuos, pero sí de encontrar esas teclas que nos motivan y aprender a pulsarlas cuando necesitamos una dosis extra de motivación.

Ø  No confías en ti. La autoconfianza es fundamental para desarrollar una autoestima sana. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tampoco son capaces de confiar en sus capacidades y se menosprecian con frecuencia. Por tanto, si a menudo te dices que no puedes lograrlo o que no eres capaz, esas son señales de alarma de que necesitas cambiar la relación que mantienes contigo mismo. 

Ø  No te abres a los demás. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tienen problemas para abrirse a los demás y entregarse completamente en las relaciones. Como piensan que no son merecedoras de amor, se encierran en un caparazón, para que nadie pueda descubrir esa falta de estima.

05 enero 2021

A TE CREAS MÁS, PERO TAMPOCO TE CONFORMES CON MENOS

psicología /desarrollo personal  
 

**
Inicio »  D
IG /PERSONAL: NUNCA TE CREAS MÁS, PERO TAMPOCO TE CONFORMES CON MENOS

DIGNIDAD

Nadie se nos subirá enci


ma si no doblamos la espalda
”, afirmó Martin Luther King. Sin embargo, muchas veces las circunstancias de la vida terminan aplastándonos bajo su peso y socavan nuestra dignidad personal. Llegados a ese punto, es probable que nos perdamos el respeto y permitamos que otras personas vulneren nuestros derechos, incluso los más elementales. Entonces podríamos caer en una espiral destructiva.

¿Qué es la dignidad personal?

La palabra dignidad proviene del latín dignitas, que significa excelencia, nobleza y/o valor. Por tanto, La definición de dignidad personal hace referencia al valor y respeto por uno mismo como ser humano. Por una parte, implica tratarnos con respeto, seriedad, responsabilidad y amabilidad. Y por otra parte, implica hacernos valer como personas para que los demás no vulneren nuestros derechos.

Por tanto, la dignidad personal es un indicador de cómo nos valoramos, el nivel de estima que nos profesamos y hasta qué punto estamos dispuestos a llegar para defendernos e impedir que nos pisoteen, humillen y/o degraden.

Defender nuestra dignidad

En el pasado los psicólogos dividían la dignidad. Creían que existe una dignidad interior, entendida como un don que nadie puede arrebatarnos, una especie de valía intrínseca inmutable y protegida a cal y canto. Pero también reconocían la existencia de una dignidad exterior, que es más maleable y depende de las circunstancias en las que nos desenvolvemos.

Desde esta perspectiva, podríamos permitir que se vulnere esa dignidad exterior porque la dignidad interior seguiría intacta. Por tanto, los insultos y humillaciones no afectarían el valor que nos conferimos. Es cierto. Pero solo hasta cierto punto.

La imagen que tenemos de nosotros, la valía que nos adjudicamos y el respeto que nos profesamos se refleja y valida constantemente en las relaciones que establecemos con el mundo. Si permitimos que los demás vulneren continuamente nuestros derechos, no respondemos ante las vejaciones y dejamos que nos humillen, antes o después nuestra dignidad interior se dañará.

De hecho, la psicóloga Christine R. Kovach apuntó que “la experiencia de la dignidad, entendida como el sentimiento de valor, requiere que exista alguien que comprenda y reconozca esos valores y muestre respeto por los mismos”.

Cuando no hacemos valer nuestra dignidad y las personas que nos rodean tampoco la reconocen, corremos el riesgo de caer en una espiral descendente marcada por las humillaciones, manipulaciones, maltratos y demandas excesivas que harán que nos volvamos cada vez más pequeños, insignificantes y carentes de valor.

Cambiará la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestra autoestima se resentirá y terminaremos abrazando el rol de víctima que soporta estoicamente los desmanes de los demás, convencidos de que es lo que merecemos en esta vida.

En realidad, perdemos un poco de dignidad cada vez que:

·    Nos dejamos humillar y maltratar de manera sistemática por los demás.

·    Nos volvemos conformistas y aceptamos mucho menos de lo que merecemos.

·    Nos dejamos manipular y boicotear por quienes nos rodean.

·    Nos perdemos el respeto y dejamos de amarnos.

Cuanto más crece el conformismo, más pequeña se vuelve la dignidad

Kant pensaba que la dignidad nos empuja a defendernos, para impedir que los demás pisoteen nuestros derechos impunemente. Es una dimensión que nos recuerda que nadie puede ni debe utilizarnos. Somos personas libres y valiosas, responsables de nuestros actos y merecedoras de respeto. Por tanto, no debemos conformarnos con menos.

El escritor Irving Wallace dijo que “ser uno mismo, sin miedo, ya sea correcto o incorrecto, es más admirable que la fácil cobardía de la rendición a la conformidad”. Asumir una actitud conformista suele implicar ceder a la presión que ejercen los demás – ya sea una persona, grupo o sociedad.

La conformidad surge de la resignación y la claudicación. Implica que restamos importancia a nuestras ideas y valores, acallando nuestros sentimientos, para dar más crédito a las ideas, valores y sentimientos de los demás, dejando que prevalezcan peligrosamente sobre los nuestros, muchas veces hasta el punto de avasallarnos.

Por eso, perdemos dignidad cada vez que nos conformamos con:

·    Tener a nuestro lado a personas que no nos respetan ni nos aman por lo que somos.

·    Recibir un trato injusto que vulnera nuestros derechos elementales, ya sea por parte de individuos o instituciones.

·    No desarrollar al máximo nuestras potencialidades, limitándonos a vivir en una estrecha zona de confort.

El conformismo puede ser una tierra conocida donde nos sentimos relativamente seguros, pero debemos ser conscientes de que no es un terreno donde pueda florecer la dignidad. Cada vez que nos conformamos con menos, negamos parte de nuestra invidualidad y valía. Por eso, Kant creía que una persona con dignidad es alguien con conciencia, voluntad propia y autonomía para decidir su propio camino.

El exceso de dignidad no nos hace más dignos

Curiosamente, también podemos perder dignidad cuando sobrepasamos los límites. Entonces la dignidad se convierte en despotismo porque abusamos de nuestra superiodad, poder o fuerza para obligar a las otras personas a darnos un trato especial y/o preferente.

Exigir privilegios en nombre de la dignidad en realidad nos hace perderla. Como explicara el filósofo Immanuel Kant: “obra de tal manera que puedas usar la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de todo otro, siempre al mismo tiempo como fin, nunca meramente como medio”.

Eso implica reconocer nuestra existencia y las de los demás como el fin último, jamás como un medio para alcanzar determinados objetivos. Implica reconocer que “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”, como escribiera Antonio Machado.

La dignidad personal no consiste en creernos superiores, sino que implica reconocer que las otras personas también merecen respeto y consideración. La dignidad es una calle de dos sentidos. Necesitamos reclamarla para nosotros, pero también debemos ofrecerla a los demás.

Fuentes:Castel, R. (1996) Work and usefulness to the world. Int. Lab. Rev; 135: 615–622.