26 febrero 2020

RASGOS QUE DELATAN AL MALTRATADOR PSICOLÓGICO

PSICOLOGÍA SOCIAL
RASGOS QUE DELATAN AL MALTRATADOR PSICOLÓGICO
Nadie está exento del maltrato psicológico. Cualquier persona puede encajar dentro del perfil del maltratador psicológico ya que no se recurre a la violencia física sino al maltrato emocional. 
Al tratarse de una forma de violencia más sutil, que normalmente proviene de las personas más cercanas, como la pareja, un familiar o los amigos, es más difícil de detectar y frenar. Por eso podemos vernos enredados en sus redes sin apenas darnos cuenta.
¿Qué es el maltrato psicológico y cuáles son sus secuelas?
El maltrato psicológico es un patrón regular de ofensas verbales, amenazas, intimidación y críticas constantes, así como tácticas más sutiles de intimidación, vergüenza y manipulación. 
El maltratador psicológico recurre a estas tácticas para controlar y dominar a su víctima. El problema es que, si bien el abuso emocional no deja heridas visibles como el maltrato físico, sus huellas no son menos dolorosas.
En un estudio realizado en las universidades de McGill, Minnesota y Rochester se analizaron a 2.300 niños con edades comprendidas entre los 5 y 13 años, a quienes les dieron seguimiento durante un periodo de casi 30 años. Los investigadores descubrieron que el maltrato psicológico dejaba huellas tan profundas como la violencia física. Los niños que habían sido víctimas del maltrato emocional presentaban los mismos problemas psicológicos que los pequeños que habían recibido castigos físicos.
Otra investigación realizada en la Charité University Medicine Berlin, llevada a cabo en 51 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y 45 años, desveló que el abuso físico y el maltrato psicológico dejan huellas diferentes en el cerebro.
El maltrato emocional deja cicatrices en las regiones asociadas con la comprensión y el control de las emociones, así como en las áreas vinculadas con el reconocimiento y la respuesta a los sentimientos de los demás. Son áreas de la corteza prefrontal y el lóbulo temporal medial que normalmente se activan cuando se les pide a las personas que piensen en sí mismas o reflexionen sobre sus emociones
Estas zonas del cerebro se vuelven más finas, lo cual se debe a que, para poder lidiar con las abrumadoras experiencias de angustia, el cerebro altera los patrones de señalización de las áreas involucradas, reduciendo su nivel de conectividad. En otras palabras, es como si fuera desconectando paulatinamente esas zonas del cerebro.
Como resultado de ese adelgazamiento de la corteza cerebral, las víctimas del maltrato psicológico son más propensas a padecer depresión, tener cambios bruscos de humor y mostrar respuestas emocionales más extremas. Estas personas van perdiendo la capacidad para reflexionar sobre sí mismas y encontrar la manera más adecuada de hacerle frente a las emociones. Esto las sume en una espiral negativa que las deja aún más vulnerables ante el maltrato psicológico.
¿Cúal es el perfil del maltratador psicológico?
En el imaginario popular se ha asociado la imagen del maltratador psicológico con la del hombre debido a que este normalmente incurre en comportamientos más violentos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que dado que el maltrato emocional no es físico sino que implica una jerarquía de poder y una relación de sumisión emocional, las mujeres también pueden asumir el rol de acosadoras. De hecho, los principales rasgos del perfil del maltratador psicológico no varían según el género.
1. Son intolerantes
El maltratador psicológico suele ser una persona rígida e intolerante, que no respeta las opiniones y decisiones de los demás. Normalmente se trata de una persona llena de prejuicios y estereotipos que suele reaccionar de manera agresiva cuando algo no corresponde con sus planes y expectativas. 
2. Son muy autoritarios y controladores
Uno de los problemas del maltratador psicológico es que piensa que solo su manera de pensar y hacer las cosas es la correcta, por lo que los demás deben someterse a su voluntad. Si no le obedecen se enfada, aunque no tenga razón. Obviamente, esta persona no está abierta al diálogo porque cree que solo existe una verdad: la suya. Todo lo que no encaje en su manera de ver el mundo simplemente está mal. Como resultado, intentará controlar a todos, llegando a provocar una asfixia emocional.
3. Tienen un pensamiento de “todo o nada
Los maltratadores psicológicos suelen ver la vida en blanco y negro, no contemplan los colores y ni siquiera aceptan que existen tonalidades de grises. Para ellos no hay términos medios, las cosas están bien o mal, lo cual les lleva a desarrollar un pensamiento extremadamente rígido que dificulta sus relaciones con los demás y les conduce a continuos enfrentamientos. 
4. Son especialistas en la manipulación emocional
Estas personas recurren al chantaje emocional para manipular a sus víctimas y obtener lo que desean. Pueden fingir que están enfermas si con ello sacan algún provecho, pero también pueden culpabilizar al otro o incluso generar miedo. Su objetivo es desestabilizar a la víctima desde el punto de vista emocional, para presentarse luego como su única tabla de salvación, de manera que esta termina en sus manos prácticamente sin darse cuenta.
5. Son encantadores, al menos al inicio
Es muy difícil descubrir el perfil de un maltratador psicológico porque al principio esta persona se muestra encantadora y detallista. Sabe muy bien como ocultar su verdadero “yo”, hasta que su víctima gana confianza y le muestra sus debilidades emocionales. Entonces pondrá en marcha su comportamiento destructivo y controlador.
6. Son muy críticos pero muy poco autocríticos
Dado que el maltratador psicológico es una persona muy rígida, no encaja bien las críticas. Asume cualquier cosa como un ataque personal, por lo que reaccionará defendiéndose. Suele ser hipersensible y se ofende con facilidad. Sin embargo, no duda en criticar a los demás, y a menudo utiliza críticas destructivas ya que su objetivo no es ayudar a crecer al otro sino hacer que se sienta mal para poder someterlo. También es usual que pague sus errores, las críticas recibidas o un mal día con los demás, descargando su frustración en los otros, que se convierten en su saco de boxeo.
7. Sufren labilidad emocional
El maltratador psicológico no se caracteriza precisamente por su gran autoconocimiento, por lo que reacciona emocionalmente de manera muy intensa. Podríamos catalogarlo como un analfabeto emocional ya que tiene un escaso conocimiento y control sobre sus emociones. El problema es que quienes están a su lado viven en una cuerda floja ya que esta persona puede pasar rápidamente de estar de buen humor y mostrarse agradable a sentirse irritado y profundamente enfadado. No saber qué se puede esperar genera una enorme incertidumbre y ansiedad en quienes le rodean. 
8. Tienen una baja autoestima
El maltratador psicológico brinda una imagen de fuerza, pero en realidad la utiliza para esconder su baja autoestima. Esta persona somete a los demás para sentirse importante, pero a menudo su comportamiento agresivo o manipulador es solo una fachada para esconder una profunda inseguridad. Esa es la verdadera razón por la cual reaccionan tan mal cuando le critican o señalan un error que ha cometido.
9. Son insensibles
Estas personas no suelen ser muy empáticas, no se ponen en el lugar de la víctima, sino que asumen una visión egocéntrica y hasta egoísta de la situación en la que solo les interesa salir ganadores. Esa insensibilidad es lo que les permite manipular y causar daño a los demás sin sentirse culpables.
10. Hacen falsas promesas
Cuando el maltratador psicológico se da cuenta de que puede perder el control sobre su víctima, no tendrá reparos en hacer falsas promesas. Es común que prometa que cambiará su comportamiento, pero nunca lo hace, simplemente porque no se lo propone de verdad. Esta persona no tiene reparos en mentir para alcanzar sus objetivos y no está dispuesta a cambiar su forma de ser para contentar a los demás o facilitarles la vida.
Los trastornos de personalidad más comunes en los maltratadores psicológicos
Existen algunos trastornos de personalidad o personalidades acentuadas estrechamente vinculados con el maltrato psicológico.
- Trastorno de la personalidad narcisista. La persona tiene una percepción exagerada y grandiosa de sí misma, cree que merece la admiración de los demás. Tiende a exagerar sus propios logros y piensa que tiene todos los derechos, pero ningún deber. A menudo se comporta de manera arrogante y carece de empatía.
- Trastorno de la personalidad antisocial. Esta persona muestra un patrón de desprecio por los derechos de los demás y las reglas de la sociedad. No tiene reparos en mentir, recurrir a la violencia, traspasar las normas y las leyes y lo hace sin experimentar ningún tipo de remordimiento.
- Trastorno de personalidad límite. Esta persona suele involucrarse en relaciones intensas e inestables, sobre todo debido a sus constantes cambios de humor. El problema es que tiene un escaso control sobre sus impulsos, por lo que puede hacerse mucho daño y dañar a los demás. Es probable que se sienta vacía, se enoje con facilidad o desarrolle un perfil psicológico relacional marcado por la paranoia. 
¿Son Los maltratadores psicológicos conscientes del daño que causan?
Los maltratadores emocionales no siempre son plenamente conscientes del daño que hacen a sus víctimas. En algunos casos estas personas adoptan esta forma de relacionarse porque es la única que conocen, porque han crecido en una familia disfuncional y no poseen las herramientas psicológicas que necesitan para relacionarse de manera más asertiva. De hecho, es probable que durante su infancia hayan sido víctimas ellos mismos del maltrato emocional.
Otros maltratadores sí son conscientes de los daños que provocan, pero simplemente no les importa porque carecen de empatía y piensan que el fin justifica los medios. Estos maltratadores son aún más peligrosos puesto que normalmente no tienen límites con tal de alcanzar sus objetivos.
En cualquier caso, ya sea el maltratador consciente o no, la víctima debe tener claro que no es su culpa y que no debe soportar esa situación. El maltrato psicológico también es violencia.

Fuente:  Vachon, D. et. Al. (2015) Assessment of the Harmful Psychiatric and Behavioral Effects of Different Forms of Child Maltreatment. JAMA Psychiatry; 72(11): 1135-1142.

25 febrero 2020

LAS LEYES QUE GOBIERNAN LAS EMOCIONES


psicología/ desarrollo personal                                                                               
 LAS LEYES QUE GOBIERNAN LAS EMOCIONES
Las emociones han sido las cenicientas de la Ciencia Psicológica por muchos años. El camino andado por la Psicología en relación con los procesos cognoscitivos es muy largo y amplio pero las emociones siempre han sido relegadas a un segundo plano en tanto su estudio muchas veces nos conduce a los vericuetos de la subjetividad más profunda. No obstante, en la actualidad su estudio está cobrando nuevos auges. Tanto es así que uno de sus principales investigadores, Fridja, nos proponen también algunas leyes para comprender nuestras emociones cotidianas.
1. Ley del significado situacional. Esta ley nos indica que las emociones derivan de las situaciones que vivimos, pero va un paso más allá para afirmar que generalmente las situaciones similares generarán respuestas emocionales muy parecidas. Es decir, las cosas que nos enfadan, probablemente nos continuarán enfadando durante mucho tiempo; si tememos a los insectos probablemente nos continuaremos asustando ante los mismos… aunque variemos la intensidad de la respuesta emocional, existe una gran posibilidad de que idénticas situaciones despierten siempre la misma emoción.
2. Ley de la preocupación. Nosotros sentimos porque nos preocupamos, porque mostramos cierto interés hacia algo o alguien. Las emociones se despiertan porque algo nos resulta particularmente significativo y halla un eco en nuestro sistema de valores.
3. Ley de la realidad aparente. Todo lo que a nosotros nos parezca real, despertará respuestas emocionales reales. En otras palabras, la forma en la cual interpretamos las más diversas situaciones determinará nuestra emocionalidad. Esta es la razón por la cual los filmes o los libros de mala calidad no despiertan nuestras emociones, porque los asumimos como hechos irreales mientras que un buen libro o un excelente filme nos hace vivenciar la ficción cual si fuese un hecho real en el cual nos involucramos emocionalmente.
4. Ley de la habituación. Nuestra respuesta emocional decrece cuando nos vamos acostumbrando a los eventos, es como si desarrollaramos cierto umbral de sensibilidad que aumenta con la repetición. Tal es el caso del personal médico que se acostumbra a la muerte.
5. Ley del cambio. Al contrario de la ley de la habituación, esta ley hace referencia a que, cuando vivenciamos un cambio, respondemos de manera altamente emociógena ante el mismo.
6. Ley de las emociones comparadas. A lo largo de la vida desarrollamos un marco de referencia emocional con el cual, muchas veces de manera inconsciente, comparamos nuestras respuestas emocionales y la intensidad de las mismas. De esta forma controlamos la intensidad emocional y no mostramos un overreacted.
7. Ley de la asimetría hedónica. Aunque según la ley de la habituación la recurrencia debe minimizar el impacto emocional de los hechos; hay algunas circunstancias que se escapan a esta regla. Así, hay cosas a las cuales no nos acostumbramos y cada vez que nos debemos enfrentar a las mismas activamos una emoción igualmente fuerte. Sin embargo, estos hechos suelen tener implicaciones negativas como puede ser la pérdida de un ser querido o la pérdida del trabajo mientras que aquellos hechos que despiertan emociones positivas son más influenciados por el hábito, observándose respuestas cada vez más pobres ante los mismos. En resumen: tenemos una tendencia a acostumbramos a los hechos felices pero ante el dolor nos mostramos igualmente emocionales.
8. Ley de conservación de los momentos emocionales. Los eventos mantienen su poder emocional a través de los años si no los revaloramos nuevamente a la luz de las nuevas experiencias. Así, a menos que reflexionemos sobre la verdadera importancia de haber desaprobado un antiguo exámen, éste seguirá acechándonos desde nuestra memoria para activarse en cualquier momento como un recuerdo vergonzoso o doloroso.
9. Ley del cierre. Tendemos a responder de forma absoluta ante nuestras emociones y éstas nos guían a un camino u otro totalmente antagónico. En otras palabras, cuando estamos tomados emocionalmente vemos las cosas en blanco y negro por lo cual nuestros comportamientos o posibles decisiones no tendrán matices. De ahí que el conocimiento popular aconseje tomar las decisiones cuando pase la borrasca emocional.
10. Ley del cuidado y las consecuencias. Las personas normalmente tienen la posibilidad de reconsiderar sus emociones y modificarlas en relación con sus posibles consecuencias. Por ejemplo, la ira puede provocar sentimientos violentos dirigidos hacia otras personas pero somos capaces de valorar lo que sentimos, delimitar responsabilidades y reorganizar nuestro comportamiento. Desgraciadamente esta es una de las leyes que no siempre se cumple.
11. Ley de la descarga brillante. Sabemos que el impacto emocional de los acontecimientos depende en gran medida de nuestra interpretación de los mismos. Así, las personas tienden a reinterpretar las situaciones para disminuir el impacto emocional negativo de las mismas. El problema radica en que usualmente generamos una reinterpretación ilusoria.
12. Ley de la gran ganancia. Cuando una situación negativa puede brindarnos una ganancia emocional, tendemos a reinterpretarla y utilizarla a nuestro favor. Quizás el ejemplo más común es cuando nos percatamos de que con nuestro enojo podemos hacer que las demás personas respeten nuestra orden.
Por supuesto, podemos discrepar de algunas de estas leyes pero les pido que las analicen como el primer intento de brindarle una sistematización al complejo mundo de las emociones. Así, aunque no las tomemos al pie de la letra, pueden servirnos como punto de partida para reflexionar sobre cómo se manifiestan en cada uno de nosotros.

20 febrero 2020

LAS EXPECTATIVAS: EL ASESINO SILENCIOSO DE LA FELICIDAD


psicología/ desarrollo personal                                                                
LAS EXPECTATIVAS: EL ASESINO SILENCIOSO DE LA FELICIDAD
Las mejores cosas de la vida son inesperadas porque no teníamos expectativas”, dijo Eli Khamarov, y no le faltaba razón. La felicidad suele ser proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente proporcional a nuestras expectativas.
Las expectativas están presentes en nuestro día a día, acechándonos con su carga de ilusiones y pretensiones. Pero cuando no se cumplen – algo que puede ocurrir a menudo – resbalamos hasta caer en el agujero de la frustración, el desengaño y la desilusión. Por eso es esencial comprender las zancadillas mentales que representan las expectativas.
¿Qué son las expectativas?
Las expectativas son creencias personales sobre los sucesos que pueden ocurrir – o no. Son suposiciones de cara al futuro, anticipaciones basadas en aspectos subjetivos y objetivos. De hecho, las expectativas se desarrollan a partir de una compleja combinación de nuestras experiencias, deseos y conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean.
Las expectativas varían desde una pequeña posibilidad de ocurrencia hasta una ocurrencia casi segura. Algunas expectativas tienen un carácter automático ya que están alimentadas fundamentalmente por nuestros deseos, ilusiones y creencias, por lo que las alimentamos sin ser plenamente conscientes de su origen y sin contrastar cuán realistas son. Otras expectativas tienen un carácter más reflexivo ya que parten de un proceso de análisis de los diferentes factores involucrados, siendo más realistas.
¿Cuáles son las funciones de las expectativas?
La principal función de las expectativas es prepararnos para la acción. Si nos anticipamos mentalmente a lo que pueda ocurrir, podemos preparar un plan de acción para que la vida no nos tome por sorpresa. Las expectativas, por ende, nos ayudan a prepararnos mentalmente para el futuro.
De hecho, la mayoría de nuestras decisiones no se basan exclusivamente en los datos objetivos – como nos gusta creer – sino en las expectativas que albergamos sobre los resultados de esas decisiones. Eso significa que cada decisión es, de cierta forma, un acto de fe. Detrás de cada decisión se esconde la confianza en que nuestras expectativas sobre las consecuencias de nuestra elección ocurrirán.
Por tanto, las expectativas se convierten en una especie de brújula interior. El problema es que esperar que algo suceda no hará que suceda, de manera que cuando las expectativas son poco realistas pueden terminar jugándonos malas pasadas y, en vez de ayudarnos a prepararnos mentalmente, nos abocan a la frustración.
5 ejemplos de expectativas poco realistas que alimentan un pensamiento mágico
Jean Piaget señaló que los niños pequeños tienen dificultades para distinguir entre el mundo subjetivo que crean en su mente y el mundo externo y objetivo. Piaget descubrió que los niños suelen creer que sus pensamientos pueden hacer que las cosas sucedan. Por ejemplo, si se enfadan con su hermano, pueden pensar que este enfermó por su culpa, aunque no sea así.
Piaget llamó a este fenómeno “pensamiento mágico” y sugirió que todos lo superamos alrededor de los 7 años. Sin embargo, lo cierto es que en la adultez seguimos teniendo diferentes formas de pensamiento mágico. A muchas personas les resulta difícil abandonar la idea de que esperar que algo suceda, lo hará posible, una idea en la que hacen leva teorías como la famosa “ley de la atracción”.
Además, tenemos la tendencia a depositar nuestras esperanzas de felicidad en las expectativas cumplidas. O sea, creemos que seremos felices si lo que esperamos o deseamos se cumple. Y si no ocurre, creemos que seremos profundamente infelices. Ese tipo de pensamiento posterga la felicidad, hipotecándola a una probabilidad.
Sin embargo, las expectativas no son necesariamente negativas, siempre y cuando tengamos buenas razones para creer que el cumplimiento de una expectativa nos hará felices, y nos aseguremos de dar los pasos necesarios para que esos deseos se cumplan.
El verdadero problema de las expectativas radica en esperar que algo suceda sin tener buenas razones para ello. Si creemos que el simple hecho de albergar ciertos deseos, hará que ocurran, estamos alimentando un pensamiento mágico y sentando las bases para la decepción.
Este tipo de pensamiento puede parecer delirante. Y lo es, pero todos lo hemos alimentado en ciertas circunstancias cada vez que albergamos expectativas poco realistas como:
1.      La vida debería ser justa. La vida no es justa, a las “personas buenas” les suceden cosas malas. Esperar que podamos librarnos de los problemas y dificultades solo porque somos “buenos” es un ejemplo de expectativa poco realista que solemos alimentar.
2.      Las personas tienen que entenderme. Todos sufrimos en cierta medida el Efecto del Falso Consenso, un fenómeno psicológico según el cual solemos pensar que un gran número de personas piensan como nosotros y que tenemos la razón. No siempre es así, cada quien tiene su punto de vista y no tiene que coincidir con el nuestro.
3.      Todo saldrá bien. Es una frase que nos decimos a menudo para infundirnos confianza, pero lo cierto es que, si no nos aseguramos de que las cosas salgan bien poniendo manos a la obra, nuestros planes podrían torcerse en cualquier momento.
4.      La gente debería comportarse bien conmigo. Esperamos que las personas sean amables y estén dispuestas a ayudarnos, pero no siempre será así. A algunas personas no les caeremos bien y a otras simplemente no les importamos. Debemos asumirlo.
5.      Puedo cambiarlo. Solemos pensar que podemos cambiar a los demás, una expectativa bastante común en las relaciones de pareja. Pero lo cierto es que el cambio personal debe provenir del interior, de una motivación intrínseca. Podemos ayudar a una persona a cambiar, pero no podemos cambiarla ni “arreglarla”.
Consecuencias de las expectativas poco realistas
Las expectativas no son dañinas en sí puesto que nos ayudan a formarnos un cuadro general de lo que podría ocurrir en un futuro más o menos cercano. El problema comienza cuando esperamos que la vida discurra según nuestros deseos, algo que más temprano que tarde nos conducirá a la desilusión, porque como dijo la escritora Margaret Mitchell: “la vida no está obligada a darnos lo que esperamos”.
El problema aparece cuando nos olvidamos que nuestras expectativas a menudo solo reflejan un deseo o una probabilidad – a menudo bastante remota – de que algo ocurra. Cuando perdemos de vista esa perspectiva, las expectativas se convierten en un auténtico asesino de la felicidad.
Además, cuando las expectativas incumplidas involucran el “fracaso” de otras personas para comportarse de la manera en que esperamos, a la decepción se le suma el resentimiento, el cual terminará afectando profundamente la relación, haciendo que perdamos la confianza en esas personas.
Deshacernos de las expectativas es complicado. La buena noticia es que no es necesario desterrarlas de nuestro mundo psicológico, pero necesitamos aprender a distinguir entre las expectativas realistas y aquellas poco realistas.
Las ventajas de dominar tus expectativas
1. Asumes la responsabilidad por tus decisiones
Las expectativas no son hechos, son simples probabilidades, comprender esta diferencia, que no es meramente terminológica, nos permitirá tomar las riendas de nuestra vida. Eso significa que, si deseas que ocurra algo, debes asumir una actitud proactiva y dar los pasos que sean necesarios para que ese deseo se convierta en realidad, no esperar pacientemente a que los demás adivinen qué quieres o esperas de ellos.
Paradójicamente, esperar menos y actuar más nos permite retomar el control sin sentirnos agobiados ya que implica una mayor confianza en nuestras potencialidades y un mayor autoconocimiento. Las personas que no se sientan a esperar a que los demás cumplan con sus expectativas, sino que luchan por lo que quieren, no suelen adoptar el papel de víctimas o mártires, sino que se encargan de hacer que las cosas sucedan.
2. Separas tus deseos de tus deberes
La mayor parte del tiempo funcionamos en piloto automático asumiendo la “mentalidad de la manada”; es decir, nos dedicamos a cumplir con nuestros deberes. Sin embargo, los deberes no son más que las expectativas que nos han impuesto los demás, ya sea la familia o la sociedad.
Cuando no cumplimos nuestros deberes, nos sentimos culpables. Pero si cumplimos con ellos esperamos una recompensa y cuando esta no llega, nos enfadamos y desilusionamos. En cualquier caso, siempre llevamos las de perder porque estamos inmersos en un estado emocional negativo permanente. Sin embargo, deshacernos de nuestras expectativas también implica comprender que no necesitamos satisfacer las expectativas de los demás. Y se trata de un proceso liberador a través del cual entras en contacto con tus verdaderos deseos y pasiones, que son dos ingredientes fundamentales para lograr lo que te propones en la vida.
3. Disfrutas más del presente
No cruces el puente hasta que no llegues a él”, aconseja un refrán inglés. Necesitamos comprender que las expectativas están conformadas por retazos del pasado, que nos han servido para realizar la predicción, y por deseos para el futuro pero no contienen ni una pizca de presente, que es lo único que realmente tenemos. Las expectativas sin acción solo sirven para encerrarnos en la trampa del futuro, nos limitan al papel del ajedrecista que está sentado a la espera del movimiento de su adversario, mientras por su mente pasan todas las posibles jugadas para contraatacar. Solo que en la vida, asumir durante demasiado tiempo el papel del ajedrecista significa dejar que el presente se nos escape.
Además, a menudo las expectativas se convierten en unas gafas que nos impiden ver el mundo con claridad. Al esperar algo, podemos desaprovechar otras oportunidades, como si estuviéramos en el andén de una estación esperando un tren que nunca llega y, mientras tanto, dejamos que los otros se marchen. Al contrario, tener expectativas realistas nos permite vivir en el presente, construirlo y aprovechar las oportunidades que este nos brinda.
¿Cómo ajustar las expectativas?
  • Controla la mente expectante. En el budismo se hace referencia a la “mente expectante” para referirse a aquellas personas que esperan algo, pero no ponen manos a la obra para lograrlo. Desde esta óptica, las expectativas serían tan inútiles como una danza india para llamar la lluvia. De hecho, son contraproducentes porque cuando no se cumplen, solo sirven para generar dolor y sufrimiento, irritación y tristeza. ¿La solución? Controlar esa mente expectante. Podemos lograrlo abriéndonos más a la incertidumbre y al discurrir de la vida, viviendo las situaciones sin anticipar un resultado.
  • Diferencia las expectativas realistas de las poco realistas. Las expectativas nos ayudan a prepararnos para el futuro, por lo que podemos usarlas a nuestro favor, solo necesitamos aprender a diferenciar las expectativas realistas, esas que tienen grandes probabilidades de convertirse en realidad, de aquellas poco realistas que se basan casi exclusivamente en nuestros deseos. Debemos tener en cuenta que “las expectativas poco realistas son resentimientos premeditados”, como dijera Steve Lynch, ya que existen grandes probabilidades de que no se cumplan. Esperar que una persona haga algo a nuestro favor que vaya en contra de sus intereses es poco realista. En cambio, esperar que esa persona haga algo a nuestro favor que también le favorece es una expectativa más realista.
  • Comunica tus expectativas. Creer que una expectativa no verbalizada nos traerá lo que deseamos es un pensamiento mágico y poco realista. En realidad, es muy probable que una expectativa no expresada no se cumpla. Por tanto, si esperamos algo de los demás, no debemos esperar que nos lean el pensamiento, lo mejor es comunicar nuestras expectativas, explicarles lo que deseamos y conocer su disposición para ayudarnos.
  • Prepara un plan B. Comunicar nuestras expectativas no siempre es suficiente para que estas se hagan realidad. Entre nuestros planes y su consecución influyen muchos factores que escapan de nuestro control, por lo que lo más inteligente es tener preparado un plan B. Como dijera el escritor Denis Waitley: “Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para sorprenderte”. Esa es la actitud.

19 febrero 2020

TUS DECISIONES DEPENDEN DE SI VES EL VASO MEDIO LLENO O MEDIO VACÍO


psicología desarrollo personal                                                                               
EFECTO MARCO: TUS DECISIONES DEPENDEN DE SI VES EL VASO MEDIO LLENO O MEDIO VACÍO
Todos, lo queramos o no, sufrimos sesgos cognitivos. Se trata de fenómenos psicológicos generalmente involuntarios que distorsionan la manera en que procesamos la información y nuestro pensamiento, de manera que nos llevan a realizar interpretaciones ilógicas y juicios imprecisos. ¿El resultado? Sacamos conclusiones erróneas y tomamos malas decisiones. Uno de los sesgos cognitivos que más impacta en nuestras decisiones es el efecto marco.
¿Cómo evitamos o abrazamos el riesgo según el encuadre?
Corría el año 1981 cuando dos psicólogos, Amos Tversky y Daniel Kahneman estudiaron cómo la manera en que se presenta la información influye en nuestras decisiones. En uno de sus experimentos, pidieron a los participantes que eligieran entre dos opciones para 600 personas afectadas por una enfermedad mortal. Las alternativas fueron presentadas con un encuadre positivo (cuántas personas vivirían), o con un encuadre negativo (cuántas personas morirían).
Por ejemplo, el tratamiento A se presentaba de manera positiva indicando que “salvaría 200 vidas” y de manera negativa señalando que “400 personas morirán”. El tratamiento B se presentaba de manera positiva indicando que “existía un 33% de posibilidades de salvar a las 600 personas y un 66% de posibilidades de no poder salvar a nadie” o de manera negativa indicando que “existía una probabilidad del 33% de que ninguna persona muera y un 66% de probabilidad de que las 600 personas mueran”.
El 72% de las personas eligió el tratamiento A cuando se lo presentaron bajo un encuadre positivo (salvaría 200 vidas), pero solo el 22% lo eligieron cuando se presentó con un encuadre negativo (morirían 400 personas).
Este y otros experimentos similares que se realizaron posteriormente demostraron que muchas de nuestras decisiones están profundamente sesgadas por la manera en que se nos presenta la información. Tenemos una tendencia a evitar el riesgo cuando se nos presenta un marco positivo, pero somos más propensos a apostar por el riesgo cuando tenemos delante un marco negativo.
De hecho, otro estudio realizado en la Universidad del Noroeste​​ descubrió que más personas apoyan una política económica que enfatice en la tasa de empleo que esa misma política que resalte las tasas de desempleo. Eso significa que el efecto marco no solo influye en las decisiones importantes que tomamos en nuestra vida, sino que también nos vuelve más manipulables a nivel social, inclinándonos más en una dirección que en otra.
¿Qué es el efecto marco?
Cuando nos enfrentamos a un problema, en una situación ideal, nuestra decisión no debería verse afectada por la manera en que se describe el mismo sino tan solo por las variables intrínsecas a la situación. Si realizamos juicios en base a una información irrelevante, seremos más propensos a cometer errores y violar la lógica.
El efecto marco, también denominado efecto de encuadre o priming, sin embargo, es un sesgo cognitivo que nos lleva a decidir entre diferentes opciones según la manera en que se nos presentan sus consecuencias positivas o negativas. Como resultado, no analizamos la situación de manera objetiva, sino que damos más peso a algunos factores según la manera en que nos los han expuesto.
Cuanto más envejecemos, más sesgados somos
Aunque solemos asociar la vejez a la sabiduría y, por ende, a una mejor toma de decisiones, la ciencia demuestra que no siempre es así. Un estudio realizado en la Universidad de Virginia Occidental reveló que el efecto marco se agudiza a medida que avanzamos en la vida.
Este sesgo cognitivo es más común en los adultos mayores que en adultos más jóvenes o los adolescentes debido a que a medida que envejecemos adoptamos estrategias cognitivas menos exigentes a la hora de tomar decisiones y solemos depender más de la información de fácil acceso, independientemente de si esta es relevante o no para la decisión que debemos tomar.
Además, a medida que pasan los años nos vemos más influenciados por los marcos emocionales y morales, lo cual nos lleva a dar más peso a estos factores que a la lógica, de manera que los encuadres positivos o negativos desempeñan un papel más importante en esas decisiones. Esa tendencia a decidir de manera más rápida, confiando en pequeñas pistas y en los patrones de pensamiento que hemos desarrollado, puede hacer que tomemos decisiones dejándonos llevar por factores intrascendentes y nos deja más vulnerables a la manipulación.
¿Cómo superar el efecto marco para tomar decisiones más racionales?
  • Reformula el problema. “La formulación de un problema suele ser más importante que su solución”, apuntó Einstein y no andaba desacertado. Para superar el sesgo que representa el efecto marco a veces solo necesitamos reformular la situación. Es conveniente verla desde los dos puntos de vista, teniendo en cuenta tanto el lado negativo como el positivo. Así podremos tomar una decisión más racional.
  • Asume una distancia psicológica. Convertirse en una especie de observador externo te permitirá asumir una postura más imparcial. Al poner a un lado las emociones podrás valorar mejor la situación desde el punto de vista cognitivo, lo cual te permitirá analizar sus pros y contras. Curiosamente, un estudio realizado en la Universidad de Chicago encontró que pensar en un idioma extranjero elimina el efecto de encuadre, probablemente debido a que nos permite asumir una distancia emocional y cognitiva de la situación.
  • Activa el pensamiento. El efecto marco se debe, en gran parte, a la pereza mental o la avaricia cognitiva. En la mayoría de los casos no queremos molestarnos e invertir tiempo y esfuerzo en analizar todos los factores, por lo que preferimos tomar decisiones más rápido. No siempre es negativo, en algunos casos puede hacer que seamos más eficaces y obtengamos más resultados con menos esfuerzo, pero no siempre es así. Cuando debemos tomar decisiones importantes necesitamos desactivar ese mecanismo de pensamiento automático y verificar concienzudamente la situación. Eso significa plantearnos preguntas, buscar más información y tomarnos más tiempo para reflexionar en nuestra respuesta.

12 febrero 2020

SI TU NO ESTABLECES TUS PRIORIDADES EN TU VIDA, ALGUIEN LO HARÁ POR TI



psicología/ desarrollo
personal                                                                                                                                                                                                                                                            
SI TU NO ESTABLECES TUS PRIORIDADES EN TU VIDA, ALGUIEN LO HARÁ POR TI
Si no tienes claras tus prioridades, es probable que cada viento de cambio te aleje un poco más de tus objetivos, hasta que termines perdiéndolos de vista. O lo que es aún peor, que otras personas decidan por ti, que determinen a qué cosas, tareas y metas debes dar prioridad en tu vida. Y así terminarás persiguiendo objetivos que no te pertenecen, corriendo en pos de sueños ajenos.
De la presión directa a la manipulación emocional: Los diferentes tipos de control
En el mundo siempre habrá personas dispuestas a decirnos lo que debemos hacer y cómo lo debemos hacer, maestros improvisados de todo y conocedores de nada que quieren imponer sus puntos de vista y manera de ver el mundo.
Suele tratarse de personas arrogantes, movidas por un Síndrome de Procusto y con escasa empatía, que no conciben nada más allá de su manera de comprender las cosas. A menudo estas personas recurren a la crítica, la desaprobación o incluso el desprecio para imponerse. Y si no somos lo suficientemente fuertes, si no hemos construido una autoestima a prueba de balas, es fácil caer en sus redes.
No obstante, solemos sufrir diferentes mecanismos de presión. Algunas personas actúan de manera más subrepticia recurriendo a la manipulación inculpatoria, interpretando el papel de víctimas para, de esa manera, lograr que asumamos sus prioridades y nos olvidemos de las nuestras.
Este tipo de control es mucho más difícil de detectar y, por ende, más peligroso, ya que suele provenir de personas cercanas con quienes mantenemos un vínculo afectivo más estrecho. Estas personas no intentarán imponer sus prioridades por la “fuerza”, pero terminarán haciéndolo al tocar cuerdas sensibles como nuestro sentido de la responsabilidad.
La parábola sobre las prioridades en la vida
Cuentan que un día, un profesor de filosofía se paró delante de su clase y, sin decir palabra, tomó un gran frasco vacío y lo llenó con rocas de aproximadamente cinco centímetros de diámetro. Luego les preguntó a los estudiantes si el frasco estaba lleno.
Todos dijeron que sí.
Entonces el profesor tomó una caja de guijarros mucho más pequeños y los vertió en el frasco. Sacudió la jarra ligeramente y los guijarros rodaron hasta ocupar las zonas vacías entre las rocas. El profesor volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno.
Todos volvieron a coincidir en que estaba lleno.
Sin embargo, el profesor tomó una caja de arena y la vertió en el frasco. La arena llenó los espacios que quedaban . “Ahora”, dijo el profesor, “el frasco sí está lleno. Este frasco es como tu vida. Las rocas son las cosas verdaderamente importantes, aquellas que le dan sentido a nuestra existencia. Los guijarros también son importantes, pero no tanto. Y la arena representa todas las cosas intrascendentes.
«Si ponemos primero la arena en el frasco, no habrá espacio para las rocas o los guijarros. Lo mismo ocurre en nuestra vida. Si malgastamos todo nuestro tiempo y energía en cosas pequeñas e intrascendentes, nunca tendremos espacio para las cosas que realmente cuentan».
¿Por qué es tan importante tener prioridades en la vida?
Ningún viento es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige”, dijo Séneca. Si no tenemos claro qué deseamos lograr, es probable que perdamos valiosas oportunidades y que terminemos desaprovechando gran parte de nuestro potencial. Tener claras las prioridades en la vida, al contrario:
  • Nos ayuda a alcanzar nuestras metas. Tener claro lo que deseamos y adónde queremos llegar es clave para enfocarnos en ello y alcanzar nuestros objetivos. Así podremos aprovechar las oportunidades apenas se presenten y acercarnos cada día más a la meta que nos hemos planteado.
  • Nos permite ser más eficaces. Tener claras nuestras prioridades evitará que malgastemos un tiempo y una energía preciosos en tareas que no nos aportan mucho. No perder de vista nuestros objetivos nos ayuda a encontrar el camino más directo, sin malgastar energía innecesariamente en cosas que no solo no nos aportan nada sino que incluso nos alejan de nuestras metas.
  • Nos devuelve el control. Aunque seamos conscientes de que existen factores que no podemos controlar, tener claras las prioridades en la vida nos empodera y nos permite retomar las riendas de nuestra vida, desarrollando un locus de control interno que nos convertirá en personas más proactivas.
5 pasos para determinar las prioridades en la vida
En la vida hay prioridades, y es importante tenerlas claras o corremos el riesgo de llegar al final del camino sin haber hecho lo que deseábamos, arrastrando el pesado fardo del arrepentimiento. Por desgracia, no suele ser fácil darnos cuenta de que nos estamos alejando de nuestros sueños porque se trata de un proceso paulatino en el que los hábitos, las costumbres, las urgencias y los imprevistos se imponen llenando nuestra vida, no dejándonos tiempo siquiera para pensar. La buena noticia es que podemos detener ese círculo vicioso:
1. Disecciona tu día a día
Piensa en lo que haces cada día. Disecciona las horas. Concienzudamente. ¿A qué dedicas más tiempo durante tu jornada? ¿A qué tareas dedicas más tiempo durante la semana? ¿Y durante el mes? ¿Y al final del año?
Un buen ejercicio consiste en tomar una semana común y corriente de tu vida y escribir lo que haces cada día, así como el tiempo aproximado que le dedicas a cada actividad. Es probable que los resultados te asombren.
Quizá descubras que dedicas una enorme cantidad de tiempo a tareas que, o son intrascendentes o no aportan nada a los objetivos a largo plazo que te has planteado. Es normal. A menudo nos dejamos llevar por la rutina, los imprevistos consumen nuestro tiempo y las urgencias de los demás se imponen. El primer paso es ser conscientes de que hemos caído en ese bucle.
2. Pregúntate qué es importante para ti ahora mismo
Toma papel y lápiz y escribe las 10 o 7 cosas que son más importantes para ti ahora mismo. Analízalas y pregúntate: ¿Cuán importantes serán dentro de 5 o 10 años? ¿Esas prioridades te ayudan a alcanzar tu meta en la vida o son un obstáculo? ¿Son realmente tus prioridades o son las prioridades que alguien ha impuesto?
Ten en cuenta que las prioridades también van cambiando con el tiempo. Quizá lo que hace una década fue importante para ti, ya no lo es. Intenta asumir esa distancia psicológica a la hora de analizar tus prioridades actuales.
3. ¿Qué quieres hacer con tu vida?
Pregúntate qué es realmente importante para ti. No para los demás, a menos que tu prioridad en la vida sea complacer a los otros. Eso no significa adoptar una actitud egoísta sino tan solo priorizar tu felicidad. No es algo bueno ni malo, es tan solo lo que tú consideras importante.
Recuerda que uno de los principales obstáculos para establecer nuestras prioridades es el miedo a la crítica, el rechazo o el enfado de los demás, lo cual puede empujarnos a elegir lo que es aceptable socialmente, pero no lo que es más importante para nosotros.
4. Identifica tus excusas
Durante todo este proceso de introspección suelen aparecer dudas y excusas. A la mente le resulta difícil lidiar con la disonancia cognitiva, por lo que prefiere aferrarse a las excusas para no cambiar y mantener el status quo. Es un proceso que a menudo realizamos inconscientemente pero que es importante sacar a la luz.
Por tanto, una vez que hayas identificado la brecha entre tus sueños y tus prioridades actuales, ha llegado el momento de indagar en esas excusas limitantes. Quizá no se trate únicamente de la presión social sino de que esa presión social te ha brindado la excusa perfecta para no arriesgar, mantenerte en los límites de tu zona de confort y no crear conflictos.
5. Cambia tus prioridades y tu rutina, si es necesario
Si encuentras una gran brecha entre tus deseos, sueños y metas y tu día a día, es probable que hayas organizado tu rutina dejándote llevar por los demás o simplemente por lo que se supone que debes hacer. En este punto debes preguntarte si necesitas – y quieres – dar un vuelco a tu vida y replantearte tus prioridades cotidianas.
Hay momentos en la vida en que necesitamos postergar algunos de nuestros sueños y necesitamos cambiar nuestras prioridades, pero debemos asegurarnos de que se trata de una situación transitoria, no de una deserción en toda regla. Quizá no podamos cambiar radicalmente nuestro estilo de vida, pero al menos podemos ir incorporando más cosas que le añadan sentido, significado y valor.
Una técnica para gestionar las prioridades en el día a día
En el día a día, es fácil dejarse llevar por los imprevistos, las supuestas urgencias y las prioridades ajenas. Funcionar en piloto automático, dejándonos llevar por el flujo de los acontecimientos hace que ocupemos toda nuestra jornada con tareas que realmente no nos aportan mucho.
Una técnica para gestionar mejor nuestras prioridades del día a día es la comparación de pares. Básicamente, se trata de comparar las diferentes opciones que tenemos, de dos en dos, eligiendo la más importante entre ambas.
De esta manera podrás desactivar ese piloto automático y comenzar a decidir conscientemente cómo ocupar tu jornada con cosas que realmente te aporten bienestar o contribuyan de alguna manera a tus metas en la vida. Al fin y al cabo, no es vida, si no te sientes vivo.

08 febrero 2020

TRASTORNO DELIRANTE: SÍNTOMAS, TIPOS DE DELIRIOS, TRATAMIENTO

TRASTORNOS Y ENFERMEDADES MENTALES
TRASTORNO DELIRANTE: SÍNTOMAS, TIPOS DE DELIRIOS, TRATAMIENTO

¿Qué es el trastorno delirante?
El trastorno delirante es un trastorno psicótico que se caracteriza por la presencia de una o más ideas delirantes sin que se produzca otra patología significativa.
Estas ideas delirantes deben persistir como mínimo un mes y no deben ser la consecuencia directa del consumo de algún tipo de sustancias o enfermedad médica.
Las personas que tienen trastornos delirantes están firmemente convencidas de cosas que no son realmente ciertas. Por ejemplo, creer que son buenos escritores y que le han concedido un premio Nóbel o pensar que están siendo perseguidos y que hay personas que quieren hacerles daño.
SÍNTOMAS
Quienes padecen este trastorno presentan ideas ficticias o creencias falsas y están absolutamente convencidas de que están sucediendo, cuando realmente no es así.
Estas ideas se DENOMINAN "delirios" y, en ocasiones, llegan a atosigarla tanto que pueden inducirle a hacer cosas extrañas.
Los delirios pueden llegar a producir un gran tormento y angustia. Entre estas ideas, se incluyen situaciones que podrían suceder en la vida real, como ser perseguido, ser protagonista de un complot, ser envenenado o ser engañado por su pareja.
O bien, situaciones prácticamente imposibles que sucedan y que no ocurren en la vida cotidiana como creer que son el personaje de alguna novela o que han sido elegidos para salvar al mundo del mal, son las denominadas ideas delirantes extrañas.
Generalmente, hay un factor ambiental que favorece el desarrollo de las ideas delirantes.
Características de las personas con delirios
  • Son personas con una idea o creencia muy persistente que influyen de forma muy directa en su vida cotidiana.
  • Normalmente, la actividad laboral y social de quienes sufren este trastorno no se ven afectadas, salvo que las ideas delirantes guarden relación con alguna de estas actividades o según el tipo de delirio. No obstante, la mayoría de las personas que sufren este trastorno desarrollan un estado de ánimo irritable, incluso pueden llegar a tener comportamientos violentos.
  • Son muy reservados y guardan un cierto secretismo a la hora de hablar sobre su delirio.
  • Son personas, en muchas ocasiones con ideas incoherentes y desorganizas, pero con pleno sentido para ellos.
Diferentes tipos de ideas delirantes
En función del contenido del delirio, se clasifican en diferentes tipos: de persecución, de grandioso, somático, etc.
  • Tipo persecutorio. Es el más frecuente. Quien lo sufre está plenamente convencido de que es objeto de un complot, que está siendo espiado y perseguido.
  • Tipo grandioso. Se considera así mismo una persona importante porque cree que ha realizado algún gran descubrimiento, que tiene un talento extraordinario o que ha sido el protagonista de algún acontecimiento importante. Creen que son grandes científicos, banqueros, escritores, etc.
  • Tipo somático. Este tipo afecta a los sentidos. La idea más frecuente es el pensamiento de que una parte de su cuerpo desprende mal olor o que tiene algún parásito interno o caminando por su piel.
  • Tipo celoso. El objeto fundamental de este delirio es el convencimiento de que su pareja le es infiel. Este convencimiento está basado en suposiciones incorrectas y en pruebas inciertas. El gran problema de este tipo de idea delirante es que puede llegar a agredir físicamente a su pareja.
  • Tipo erotomaníaco. Quien lo sufre cree que otra persona está enamorada de él o de ella. Por lo general, tienden a ponerse en contacto con esa persona a través de llamadas de teléfono, mensajes de móvil, cartas, regalos, etc. Normalmente, la persona objeto de dicha idea ocupa un estatus superior, aunque también puede ser un desconocido.
Tratamiento
Existen tratamientos que pueden ayudar a aliviar los síntomas, reduciéndolos y ayudando a la persona a pensar con más claridad.
Es muy importante que los medicamentos no se dejen de tomar aunque la persona afectada se sienta mejor, ya que, si los suspende, lo más seguro es que los síntomas vuelvan.
Es aconsejable visitar periódicamente a un psicólogo o psiquiatra como parte del tratamiento, con el fin de que le ayuden y orienten a entender esos pensamientos y así poder controlarlos mejor y aprender, también, a prevenir problemas futuros.

06 febrero 2020

ANSIEDAD CRISIS DE ANSIEDAD: EL MIEDO AL MIEDO


ANSIEDAD CRISIS DE ANSIEDAD: EL MIEDO AL MIEDO
La crisis de ansiedad, más conocida en el ámbito de la Psicología como crisis de angustia o ataque de pánico, afecta aproximadamente al 3% de la población, si bien se estima que su incidencia es aún mayor ya que muchas personas no solicitan ayuda médica y no llegan a ser diagnosticadas.
La primera crisis de ansiedad puede sobrevenir en cualquier momento y a cualquier edad, si bien normalmente los síntomas suelen aparecer en la adolescencia o la juventud para luego mermar en la tercera edad. Este trastorno es mucho más común en las mujeres que en los hombres y en los países desarrollados.
¿Cómo se instaura la crisis de ansiedad?
Una vez que ocurre la primera crisis de pánico, es probable que esa experiencia se repita. Cuando la persona se vuelve a exponer a una situación similar a la que desencadenó la crisis de angustia original, experimentará lo que se conoce como ansiedad anticipatoria puesto que revivirá en su mente los síntomas del ataque de pánico pasado.
En esos casos lo que ocurre es que se activa un mecanismo de autoobservación que incrementa el nivel de tensión. De esta forma se genera un círculo vicioso de miedo y tensión que alimenta la ansiedad y desencadena otras crisis de pánico, cada vez más intensas y difíciles de controlar.
La buena noticia es que el tratamiento para las crisis de ansiedad suele ser muy eficaz: entre un 70 y 90% de las personas que se someten a terapia logra controlar los síntomas. Sin embargo, es importante tener presente que mientras antes nos sometamos al tratamiento, más corto será y mejores resultados alcanzaremos. Por eso es tan fundamental aprender a detectar los síntomas de las crisis de pánico.
Los síntomas de la crisis de ansiedad
Para diagnosticar un ataque de pánico es necesario que el miedo aparezca de manera intensa y alcance su máxima expresión en cuestión de minutos. Durante ese episodio la persona experimenta varios de los siguientes síntomas físicos:
  • Sudoración profusa
  • Temblores o sacudidas
  • Sensación de ahogo o dificultades para respirar
  • Opresión torácica
  • Palpitaciones y aumento de la frecuencia cardíaca
  • Sensación de atragantarse
  • Náuseas
  • Mareos, pérdida del equilibrio y/o desmayo
  • Sensación de hormigueo o entumecimiento
  • Escalofríos o sofocos
  • Sensación de entumecimiento u hormigueo en las extremidades
No obstante, la crisis de ansiedad también se acompaña de síntomas psicológicos, los más comunes son:
  • Miedo a perder el control o a “volverse loco”
  • Preocupaciones recurrentes sobre la posibilidad de padecer otro ataque de pánico o sobre sus consecuencias.
  • Miedo a morir, sobre todo porque confunde los síntomas con los de un infarto
  • Sensación de irrealidad o de despersonalización; es decir, de estar separado del cuerpo
Lo usual es que las crisis de ansiedad solo duren unos minutos, pero en algunos casos pueden persistir más tiempo. De hecho, en muchos casos los síntomas vegetativos que experimenta la persona, así como el miedo, van in crescendo a lo largo de los meses y años.
¿Cómo distinguir un ataque de ansiedad de un infarto al corazón?
La mayoría de los síntomas de la crisis de ansiedad son similares a los que se experimentan durante un infarto, ya que se trata de respuestas neurovegetativas, por eso muchas personas se asustan aún más al pensar que están al borde de la muerte. Esto se debe a que durante estos episodios nuestro cuerpo reacciona produciendo las “hormonas del estrés”, que son las que generan todos esos síntomas.
Sin embargo, la crisis de ansiedad casi siempre está antecedida por situaciones de gran estrés, como la pérdida de una persona querida, un proyecto laboral demasiado estresante o un conflicto familiar. En muchos casos la persona también refiere haber experimentado con anterioridad al ataque de pánico pequeños episodios con signos más leves de náuseas, mareos, dificultades para respirar y palpitaciones.
Otro factor clave para realizar la diferenciación es el tiempo. En la crisis de ansiedad los síntomas suelen iniciar bruscamente y alcanzan su máxima expresión durante los primeros 10 minutos para luego ir remitiendo. En los infartos el dolor suele durar pocos minutos, puede irse y luego regresar. No obstante, si se trata del primer episodio, lo mejor es acudir inmediatamente al médico. Este determinará si ha sido un infarto o una crisis de ansiedad.
De hecho, no debemos olvidar un estudio realizado en el Hospital General de Massachusetts según el cual, las mujeres menopáusicas que habían tenido un ataque de pánico en los últimos seis meses tenían cuatro veces más riesgo de infarto cardíaco y tres veces más posibilidades de tener un accidente cerebrovascular en un período de cinco años.
Las causas de los ataques de pánico
Al igual que muchos otros trastornos psicológicos, las causas de los ataques de pánico son multifactoriales, lo cual significa que se mezclan factores de índole biológica, psicológica y social.
– Genéticos. Los estudios realizados con gemelos han demostrado que es posible que este trastorno tenga una base genética, con la probabilidad de que se transmita de un 30-40%. Un estudio realizado en la Universitat Pompeu Fabra encontró que las personas con este trastorno tienen una desregulación en el gen NTRK3, responsable de codificar una proteína esencial para la formación del cerebro, la supervivencia de las neuronas y las conexiones entre ellas. Ese gen podría afectar la manera en que las memorias de miedo se codifican en el cerebro, haciendo que este reaccione de manera excesiva. Sin embargo, las crisis de ansiedad no se deben a la alteración de un único gen sino que se han encontrado otros genes vinculados.
– Anomalías cerebrales. Se ha apreciado que las personas que sufren crisis de ansiedad experimentan una estimulación excesiva en una región del cerebro llamada amígdala, que está involucrada en la respuesta de lucha o huida. También hay un desequilibrio en algunos neurotransmisores, que son los encargados de transmitir la información en el cerebro. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Iowa ha descubierto que las personas con crisis de angustia pueden tener un problema de pH a nivel cerebral, el cual desempeña un papel esencial en las respuestas relacionadas con el miedo y la ansiedad.
– Ambientales. Los eventos estresantes parecen ser un detonador de los ataques de pánico, como puede ser un divorcio, accidente o la muerte de alguien cercano. También se ha apreciado que estas personas suelen haber tenido más experiencias traumáticas en la vida, como haber sido victimas de violencia, lo cual puede haber dejado una huella en sus cerebros que los predisponen a sufrir los ataques de pánico.
– Psicológicas. No poseer buenas herramientas de afrontamiento ante la adversidad aumenta el riesgo de responder con crisis de angustia. La tendencia a tener pensamientos negativos recurrentes también hace a la persona más vulnerable. Se ha apreciado que las personas con tendencia a la ansiedad y el neuroticismo son más propensas a padecer un trastorno de pánico, así como aquellas que tienen una historia marcada por episodios de miedo.
Las consecuencias de las crisis de ansiedad
En un primer momento, la reacción de una persona que está sufriendo una crisis de pánico es huir del lugar donde se encuentra, sobre todo si se halla en medio de una multitud. El problema es que lo imprevisible de los ataques de pánico hacen que esa persona tenga cada vez más miedo. Se instaura el miedo al miedo, de manera que comienza a evitar los sitios públicos o todas aquellas situaciones en las que no se siente cómoda o segura.
Como resultado, esa persona vive en un estado de angustia permanente, a la espera de la próxima crisis de ansiedad. Para evitarla, se recluye en una zona de confort que es cada vez más pequeña, por lo que sus relaciones interpersonales y su calidad de vida se afectan notablemente. A esto se le suma el hecho de que quienes sufren crisis de ansiedad a menudo pasan años yendo de un médico a otro, en la búsqueda de un diagnóstico, lo cual suele ser muy desgastante.
Un estudio realizado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Keio reveló que las personas que sufren ataques de pánico también son más propensas a desarrollar una adicción a las benzodiazepinas. El problema es que se vuelven dependientes debido al temor de que los síntomas reaparezcan si interrumpen los medicamentos para la ansiedad. De hecho, cuanto mayor es la gravedad del trastorno, más común y mayor era la dependencia psicológica a las benzodiazepinas.
¿Cuál es el tratamiento de la crisis de ansiedad?
Un estudio realizado en la Universidad Técnica de Dresde analizó la eficacia de la terapia de aceptación y compromiso (ACT) en 43 personas que sufrían crisis de ansiedad y que no habían respondido a tratamientos previos, como la medicación, el enfoque cognitivo y la terapia de exposición. Estas personas mejoraron significativamente después de tan solo cuatro semanas y esa mejoría se mantuvo a los seis meses.
También se ha apreciado que las herramientas y técnicas que se centran en el cuerpo son especialmente útiles en el tratamiento de la crisis de ansiedad. Un estudio realizado en la Charité – University Medicine Berlin descubrió que la práctica regular de ejercicio aeróbico disminuye el nivel de ansiedad, por lo que es un complemento ideal para la terapia cognitivo-conductual, lo cual probablemente se debe a que influye en la respuesta del organismo a nivel neuroendocrino.
Aplicar ejercicios de respiración también ayuda a aliviar los síntomas de la crisis de angustia ya que la persona siente que vuelve a tener el control, por lo que se recomienda aplicarlos justo cuando experimenten los primeros signos, antes de llegar al punto de no retorno. Otros métodos, como el mindfulness y la terapia racional-emotiva, también son útiles en el tratamiento de las crisis de ansiedad.
Fuentes:
Fujii, K. et. Al. (2015) Dependence on benzodiazepines in patients with panic disorder: A cross-sectional study. Psychiatry Clin Neurosci; 69(2): 93-99.