31 diciembre 2020

¿ POR QUÉ SURGEN?LOS CONFLICTOS

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¿ POR QUÉ SURGEN?LOS CONFLICTOS 


Todos, en algún que otro momento de la vida hemos estado inmersos en un conflicto. A veces llegamos al mismo sin percatarnos de cuáles fueron los pasos que nos condujeron a esta situación. Por ello, analizar por qué surgen los conflictos no es una idea vana, sino que nos ayuda a resolverlos a partir de la comprensión de sus causas.

En primer lugar, debe conocerse que el conflicto es un producto social y es una consecuencia “natural” de la interacción humana. El conflicto es un sistema dinámico en el cual los eventos y las comprensiones de las personas se reestructuran constantemente y se reinterpreta tanto el pasado como el presente o el futuro.

El proceso del conflicto tiene tal nivel de fluidez y complejidad que la trayectoria de un conflicto nunca queda absolutamente fijada desde el inicio. Pequeños e inesperados gestos, las acciones… todo puede incidir en el resultado.

Las 9 condiciones para que surjan los conflictos

En 1989, Filley intentó responder por qué surgen los conflictos enumerando una serie de condiciones que se encuentran en la base de los desacuerdos:

1.      Jurisdicciones ambiguas. Cuando dos partes tienen responsabilidades relacionadas, sin que aparezcan claramente delimitados los límites entre ambas, hay grandes posibilidades de que aparezcan situaciones de conflicto.

2.      Conflicto de interés. Esta situación está asociada a formas de evaluación y de proyectarse en relación con asuntos comunes.

3.      Barreras de la comunicación. Las barreras en la comunicación, y en general las dificultades asociadas a ella, propician la creación de situaciones conflictivas entre las partes. El grado de conocimiento que una parte tenga de la otra tiene que ver con la aparición de conflictos.

4.      Dependencia. Cuando una parte depende de la otra es muy probable que aparezcan situaciones de conflicto.

5.      Diferenciación en la organización. Cuando el grado de diferenciación de una organización aumenta, se incrementarán las posibilidades de emergencia de conflictos, ya que la diversidad en los niveles de autoridad puede crear dificultades en la comunicación o disputas jurisdiccionales.

6.      Asociación de las partes. Cuando las partes deben tomar decisiones conjuntas, la posibilidad de que surjan conflictos es mayor.

7.      Necesidad de consenso. Si el consenso entre las partes es necesario, esto contribuirá a la creación de una posible situación de conflicto.

8.      Regulaciones comportamentales. Si los intereses de las partes chocan con el contenido de las regulaciones, es muy probable que la presencia de estos procedimientos conduzca a conflictos.

9.      Conflictos previos no resueltos. Todo conflicto previo no resuelto resulta ser un conflicto latente con el cual las partes enfrentan nuevas situaciones. Este hecho favorecerá la aparición de conflictos.

El hecho de comprender qué está en la base del conflicto nos permite asumir una postura privilegiada en el mismo ya que podremos guiar el proceso de resolución. Por ejemplo, ¿el conflicto aparece como resultado de una problemática previa no resuelta? Entonces es necesario trabajar en la misma y sacarla a la luz. Al contrario, ¿el conflicto surge porque la comunicación entre las personas es escasa? La solución se encuentra en mejorar los canales de comunicación, presentar nuestras ideas y escuchar pacientemente las de la otra persona. De hecho, en muchas ocasiones puede darse el caso que ambos estén diciendo lo mismo, pero están tan encerrados en sus puntos de vista que no se percatan de las convergencias.

Finalmente, vale aclarar que el conflicto siempre se ha revestido de un halo negativo pero el mismo también puede tener aspectos positivos. Todo dependerá de cómo se aborde y termine, con posibilidades de ser conducido, transformado y superado por las mismas partes, con o sin ayuda de terceros.

Fuente:

Fuentes Ávila, M. (2000) Mediación de conflictos. La Habana: Centro Félix Varela. CRECIMIENTO 

28 diciembre 2020

10 COSAS QUE DETESTAMOS DE NAVIDAD Y NO NOS ATREVEMOS A CONFESAR

 PSICOLOGÍA SOCIAL
10 COSAS QUE DETESTAMOS DE NAVIDAD Y NO NOS ATREVEMOS A CONFESAR
1 Los regalos. ...

  1. La obligación de ser feliz. ...
  2. Las canciones navideñas. ...
  3. Los rituales. ...
  4. Las decoraciones navideñas. ...
  5. Los conflictos religiosos. ...
  6. Fingir que todo está bien. ...
  7. La obligación de estar acompañados.

        9. Las felicitaciones predeterminadas.
       10. Los excesos.


estamos en Navidad , para alegría de muchos y descontento de otros tantos.


Aunque pocos lo saben, lo cierto es que los orígenes de esta celebración hacen referencia a la muerte y el renacimiento. Antes de convertirse en un símbolo de la cristiandad, las civilizaciones paganas ya celebraban este momento del año porque representaba la llegada de la luz después de una larga noche. De hecho, en este periodo las jornadas son más cortas y prevalece la oscuridad sobre la luz.

Por eso, la Navidad sería el momento perfecto para bucear dentro de nosotros e intentar comprender en qué personas nos hemos convertido a lo largo del año. Debería promover la búsqueda interior y convertirse en una oportunidad para el cambio y el renacimiento. Sin embargo, en algún momento de la historia todo se torció, la Navidad se llenó de contradicciones y se convirtió en un frenesí consumista.

Por eso, para muchas personas un periodo que debería ser de paz, reflexión y renacimiento, se convierte en un auténtico calvario que se repite año tras año. Aunque a muchos les apena reconocerlo. Y las razones son varias:

1. Los regalos. Un regalo se debe dar sin pretender nada a cambio, simplemente porque nos complace tener ese gesto y hacer feliz o sorprender a alguien. Sin embargo, en Navidad no es así, más bien se produce un intercambio de regalos (a menudo inútiles y bastante feos), que solo sirve para que muchas personas se sienten presionadas a corresponder con un regalo de valor similar, aunque su economía no se los permita.

2. La obligación de ser feliz. Las ventas de antidepresivos aumentan en un 40% durante la Navidad. Mientras algunos se fijan en los colores brillantes, disfrutan de las luces navideñas y escuchan los villancicos esbozando una sonrisa, a otros esa “imposición de felicidad” les resulta simplemente insoportable. La soledad, el recuerdo de los que ya no están o simplemente la expectativa de ser felices que se genera en esta época no solo da paso a la tristeza sino a una auténtica angustia.

3. Las canciones navideñas. No tengo una gran voz y ni siquiera canto bien, pero me gusta escuchar buena música, soy un melómano empedernido y no transijo en estas cuestiones. Por eso, las canciones navideñas y los villancicos me ponen los pelos de punta. Y lo peor de todo es que algunos estribillos (sobre todo los más empalagosos) pueden meterse en tu cabeza durante horas, son estribillos intrusos que suenan como si fueran un disco rayado.

4. Los rituales. Los rituales son bonitos, siempre y cuando comprendamos su origen y podamos obviarlos cuando nos plazca. Los rituales que se han transmitido culturalmente, a los que ya no les encontramos sentido, solo son una camisa de fuerza. Y la Navidad está repleta de rituales que se repiten año tras año, so pena de que la familia o los amigos te declaren persona non grata si tienes la osadía de proponer un cambio. Los rituales reconfortan, pero a veces simplemente apetece cambiar. Y debemos tener la libertad para hacerlo.

5. Las decoraciones navideñas. Me gustan las luces navideñas, le confieren un aire festivo al ambiente e incluso pueden contagiarte con chispas de alegría. Sin embargo, como la Navidad es una época propicia para los excesos, la mayoría de las personas aprovechan esta excusa para sacar a relucir su lado kitsch, ese que han mantenido más o menos escondido durante todo el año. Como resultado y en el mejor de los casos, las luces navideñas se convierten en un agravio al sentido estético, en el peor de los casos, terminan dañando la retina.

6. Los conflictos religiosos. La Navidad es una época de paz, pero se nos olvida cuando nos aferramos tercamente a los rituales. Entonces aparecen los padres que no desean que sus hijos entonen canciones multiculturales donde aparezcan versos árabes, luego surgen los ateos que no desean que sus hijos canten villancicos cristianos y los católicos que durante todo el año no recuerdan que existe la iglesia pero que cantan Adestes fideles como si en ello les fuera la vida se molestan porque en el colegio de sus hijos no se cantan canciones católicas. En fin, extendamos un velo piadoso sobre el asunto…

7. Fingir que todo está bien. En Navidad todos te desean felices fiestas, incluso los que no conoces y tampoco tienes la intención de conocer. Y nos sonríe el colega de trabajo que nos ha hecho la vida imposible durante todo el año. La excusa para tanta cercanía es que hay que ser mejor personas. Por eso, nos sentimos culpables si no logramos corresponder con el mismo entusiasmo y esbozamos una mueca que nadie podría confundir con una sonrisa de Duchenne auténtica. Por supuesto, no tengo nada en contra de apartar viejas las rencillas e intentar ser mejores personas, el problema es que esa actitud es tan efímera como la Navidad. Y eso no se llama cambio, sino hipocresía.

8. La obligación de estar acompañados. En Navidad todos te preguntan qué harás. Y si les dices que te quedarás en casa, solo (o más bien, disfrutando de tu propia compañía), no pueden evitar reprimir una micro expresión de lástima. Hasta que terminas teniendo lástima de ti mismo. Después de todo, tantas micro expresiones no pueden estar equivocadas, ¿o sí? Y en ese caso es probable que termines en una fiesta en la que no quieres estar, para evitar una soledad que antes no te molestaba pero que te ha hecho pensar que algo debe ir muy mal para que estés solo en ese momento. Sin embargo, creo que la Navidad no es una razón suficiente para dejar de aplicar el refrán: “mejor solo que mal acompañado”.

9. Las felicitaciones predeterminadas. Me refiero a esas postales predeterminadas que te asfixian el correo y que se eligen en un abrir y cerrar de ojos (o incluso con los ojos cerrados) para después enviarlas prácticamente a todos los contactos de la libreta de direcciones, solo para quedar bien. Y ya que estamos, también podemos incluir esas incómodas felicitaciones de los ex con remordimientos y de las personas que hace siglos no ves pero que irónicamente se acuerdan de ti con un mensaje edulcorado que posiblemente han enviado a otros 100 contactos más. Postales y felicitaciones que no vienen al caso pero que hacen que nos preguntemos: "¡¿de verdad tengo que responder?!"

10. Los excesos. Exceso de comida, exceso de alcohol, exceso de regalos, exceso de luces, exceso de consumo, exceso de villancicos… En Navidad todo se maximiza, aunque no sepamos muy bien por qué. De hecho, incluso es probable que hayas cantado “Happy Xmas” de John Lennon y Yoko sin saber siquiera cuándo o por qué fue escrita. De hecho, el tema es del 1971 y fue escrito como una canción de protesta contra la guerra de Vietnam. El texto nos debería hacer reflexionar sobre el hecho de que mientras gastamos e incurrimos en excesos completamente evitables, en otras partes del mundo hay quien está muriendo debido a las guerras o el hambre.

Aun así, ¡Feliz Navidad y año nuevo a todos! Aprovechad este momento para mirar dentro de vosotros, para compartir con las personas que realmente os importan y hacer esas cosas que realmente os apasionan. Solo así tendrá sentido.

27 diciembre 2020

DISTANCIA PSICOLÓGICA: LA CLAVE DE LA SABIDURÍA Y EL EQUILIBRIO ESTA EN DISTANCIA PSICOLÓGICA

  psicología /Desarrollo personal                                                               

DISTANCIA PSICOLÓGICA: LA CLAVE DE LA SABIDURÍA Y EL EQUILIBRIO

 


Ojos que no ven, corazón que no siente” dice un proverbio. Sin embargo, negar la evidencia y mirar hacia otro lado no suele ser la mejor estrategia, sino que puede conducirnos a tomar malas decisiones de las que después terminemos arrepintiéndonos. 

Al respecto, la filósofa Ayn Rand dijo: “podemos evadir la realidad, pero no podemos evadir las consecuencias de evadir la realidad”. Por eso, en vez de ignorar los hechos y simplemente sentarnos a esperar que la vida decida en nuestro lugar, lo más inteligente es aprender a establecer una distancia psicológica. 

¿Qué es la distancia psicológica? 

No percibimos de la misma manera un evento cuando se desarrolla cerca de nosotros que cuando ocurre en la distancia. Cuando los hechos ocurren muy cerca, respondemos con un mayor nivel de activación emocional puesto que percibimos que podemos vernos implicados directamente en la situación. Cuando ocurren más lejos, nos sentimos más tranquilos y el nivel de implicación emocional es mucho más bajo. 

Por tanto, la distancia psicológica es el espacio subjetivo que percibimos entre nosotros y las cosas, los sucesos o las personas. Es una experiencia de separación de carácter egocéntrico, en la cual nos convertimos en el punto de referencia, a partir del cual vemos las cosas en perspectiva, como si fuéramos una tercera persona no involucrada en la situación o, al contrario, nos implicamos a nivel intelectual y emocional. La habilidad para ajustar la distancia psicológica es importantísima para la vida, como comprobó un estudio desarrollado en la Universidad de Michigan.

Estos psicólogos hallaron que cuando asumimos una distancia psicológica no solo somos más propensos a reconocer los límites de nuestro conocimiento, sino que también aceptamos la probabilidad de que el futuro cambie. En práctica, la distancia psicológica nos permite ser más humildes y autoconscientes, siendo a la vez más flexibles y abiertos a la incertidumbre, características clave para convertirnos en personas sabias y equilibradas. 

Los dos niveles de análisis de la distancia psicológica 

Todos los eventos se pueden ubicar en una línea imaginaria respecto a nosotros, en un extremo colocamos lo “absolutamente distante” y en el otro lo “absolutamente cercano”. En base a ello, activamos un nivel de procesamiento, que puede seguir dos vías: la baja o la alta. Ambos se activan inconscientemente, pero los aplicamos día tras día.

La vía alta 

Cuando un evento es distante en el tiempo, en el espacio, difiere de nuestro ámbito social o es muy improbable que ocurra, lo procesamos de manera “alta”. Es decir, trabajamos con una representación abstracta, simple, estructurada y descontextualizada porque estar “lejos” simplemente nos impide acceder a una imagen más precisa o no nos motiva a profundizar en lo que está sucediendo. 

Lo interesante es que cuando se activa la “ruta alta”, solemos aplicar ese nivel de procesamiento a toda la información entrante relacionada con el suceso. Es decir, aplicamos un esquema más impreciso y general a todo lo que, de una forma u otra, esté relacionado con la situación que percibimos como lejana.
Las investigaciones sobre las decisiones de ahorro para la jubilación sugieren que, aunque las personas saben que deberían ahorrar más para el futuro, gastan mucho y ahorran muy poco. Esto se debe a que la jubilación se procesa por la vía alta ya que se percibe como algo muy distante. Y todo lo que esté relacionado con ese tema también se procesa de la misma forma, de manera que no creemos necesario tomar acciones concretas aquí y ahora, simplemente lo postergamos. Ese es uno de los efectos de la distancia psicológica. 

La vía baja 

Si los eventos están más cerca en el espacio y el tiempo, nos sentimos identificados con ellos o es bastante probable que ocurran, activaremos la “vía baja”. Eso significa que construiremos representaciones lo más concretas posible, complejas, deconstruidas y descontextualizadas. Eso es precisamente lo que hacemos con toda la información importante en nuestra vida. 

Cuando algo es relevante, generalmente es un hecho muy concreto, pero aun así se extiende a muchas áreas de nuestra vida y generalmente terminamos con una idea bastante compleja pero desordenada de lo que está ocurriendo porque estamos explorando diferentes opciones para intentar encontrar una explicación satisfactoria.

Si una relación de pareja va mal, estaremos tan implicados emocionalmente con lo que sucede que lo procesaremos por la vía baja. Nos resulta difícil asumir una distancia psicológica y reflexionar objetivamente sobre la situación que estamos viviendo. Todos los sucesos vinculados con esa relación se agolparán en nuestra mente generando caos y confusión, pero no seremos capaces de valorarlos adecuadamente porque las emociones nos lo impiden.

¿Cómo ajustar los diferentes niveles de distancia psicológica? 

La distancia psicológica se manifiesta en diferentes niveles, cada uno tiene un efecto concreto en nuestro comportamiento y emociones, un fenómeno que estudia la Teoría del Nivel Construal. Esos niveles se pueden ajustar para poder asumir una actitud más objetiva, analizar nuestros sesgos cognitivos y el nivel de implicación emocional en la situación. En la mayoría de los casos es necesario aumentar la distancia psicológica, pero en otras ocasiones debemos disminuirla para realizar un análisis más concreto y sensible del problema.

 

- Distancia Social. La distancia social es aquella que existe entre nosotros y los demás, la cual se acorta cuando somos capaces de ponernos en el lugar del otro y ser empáticos. Al contrario, se alarga cuando usamos un lenguaje más abstracto y despersonalizado, o cuando no nos mostramos receptivos a su discurso y no validamos sus emociones. 

 

- Distancia Temporal. La distancia temporal se mide en términos de pasado, presente y futuro. Se ha demostrado que cuando establecemos plazos más cortos somos más productivos, nos agobiamos menos y terminamos obteniendo mejores resultados. La estrategia psicológica para gestionar adecuadamente la distancia temporal es visualizar el futuro. Por ejemplo, si te sientes ansioso por un proyecto que debes entregar, imagina que ya lo has entregado. Centrarte en los resultados inmediatos te ayudará a relajarte y obtener mejores resultados. 

- Distancia Espacial. La distancia espacial es una de las más sencillas de manipular. Por ejemplo, se ha demostrado que cuando alejas de ti un objeto disminuye tu interés hacia este pero si lo acercas aumenta tu interés. Es un truco especialmente interesante para las dietas, pero poner una distancia entre la persona con la cual estabas discutiendo también te permitirá alejarte un poco del problema y serenarte. 

- Distancia Experiencial. La distancia experiencial se mide por la brecha entre lo que imaginamos y esperamos y lo que finalmente vivimos. Cuanto más grande sea esa brecha, mayor puede ser la frustración y el enfado. Al contrario, cuando más pequeña sea, mayor será nuestra satisfacción. La manera de manipular esta distancia consiste en mantener a raya nuestras expectativas. Disponernos a vivir las experiencias sin expectativas es la mejor manera de sacar el máximo provecho de la distancia experiencial.

Lo interesante es que, cada vez que ajustas un nivel, acortas o alargas la distancia psicológica, de manera que puedes implicarte más en la situación o, al contrario, asumir una perspectiva más objetiva. Según la situación y tus estrategias de afrontamiento, puedes jugar con las diferentes distancias para tomar en cada momento las mejores decisiones.

Fuentes: 

Kross, E., & Grossmann, I. (2012) Boosting Wisdom: Distance From the Self Enhances Wise Reasoning, Attitudes, and Behavior. Journal of Experimental Psychology: General; 141(1): 43-48.

21 diciembre 2020

LA PARADOJA DE LA FAROLA “CÓMO AFRONTAR LOS COMPLICACIONES DE LA VIDA"

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    LA PARADOJA DE LA FAROLA CÓMO AFRONTAR LOS COMPLICACIONES DE LA VIDA"


La felicidad no proviene de la ausencia de problemas sino de la capacidad para afrontarlos”, decía Steve Maraboli, un escritor de autoayuda estadounidense. Y es que no podemos evitar que surjan complicaciones, conflictos y problemas, pero podemos elegir qué impacto tendrán en nuestra vida. La forma de afrontar una dificultad nos puede hacer más fuertes o, al contrario, nos puede desestabilizar por completo.

Desgraciadamente, cuando debemos afrontar un problema, a menudo recurrimos a viejas estrategias, que no siempre son las más eficaces. De esta manera, sin darnos cuenta, respondemos siempre de la misma forma. Preferimos repetir soluciones erróneas que intentar algo nuevo, simplemente porque nos sentimos cómodos con lo familiar y nos asusta la incertidumbre. Si recurrimos a soluciones manidas, no es extraño que cometamos viejos errores o que incluso nos sintamos atrapados en un círculo vicioso sin saber siquiera cómo hemos acabado así. En ese punto nos hemos convertido en víctimas de lo que podríamos denominar “La paradoja de la farola”.

La paradoja de la farola

“Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: – Mi llave. 

 

Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente allí. Este responde: – No, aquí no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro.”

Se trata de una historia que se encuentra en el libro “El arte de amargarse la vida”, de Paul Watzlawick, y de ella deriva la paradoja de la farola. 

Es probable que quizás hasta te parezca una historia absurda pero lo cierto es que cada uno de nosotros somos prisioneros del “farol” que tenemos en nuestra mente. Ese farol no es más que las soluciones que hemos puesto en práctica en el pasado y que han sido útiles. Sin embargo, eso no significa que podamos aplicarlas en el presente con la misma eficacia. De hecho, a menudo solo sirven para limitarnos.

En realidad, ese «farol» es la forma natural en la que funciona nuestro cerebro. Cuando nos enfrentamos a un problema, buscamos en nuestro archivo mental soluciones pasadas que hayan sido medianamente eficaces e intentamos aplicarlas. Esto se debe a que nuestro cerebro siempre apuesta por la economía de recursos y normalmente prefiere echar mano a soluciones antiguas que buscar nuevos caminos, sobre todo porque los nuevos caminos suelen traer aparejada una cuota de incertidumbre y ansiedad.

Por tanto, normalmente preferimos no malgastar demasiado tiempo buscando alternativas y no nos preguntamos si las viejas soluciones pueden ser la respuesta, sino que simplemente las aplicamos. El problema radica en que no encontraremos la “llave” si buscamos en el lugar incorrecto, no hallaremos la mejor solución si siempre volvemos sobre nuestros pasos. ¿Cómo escapar de ese círculo vicioso?

Problem solving estratégico

El problem solving estratégico es un modelo de resolución de problemas que se puede aplicar a cualquier dificultad de la vida cotidiana, desde los problemas más pequeños hasta los conflictos más grandes. He aquí los 3 pasos fundamentales para afrontar una dificultad y no caer en la paradoja de la farola.

1. Define el problema

Albert Einstein afirmó: “si tuviese solo una hora para salvar el mundo, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema”.

Sin embargo, la mayoría de las personas piensan que definir el problema es algo banal, que es preferible buscar inmediatamente la solución. Por tanto, a menudo nos sumergimos en el problema sin saber realmente de qué se trata, sin comprender a ciencia cierta qué nos preocupa o bloquea. De esta forma, dejamos que las preocupaciones nos devoren.

¿Cómo se puede definir mejor un problema?

Puedes plantearte una serie de preguntas, propias del Problem solving estratégico, que te permitirán analizar con mayor racionalidad y desde diferentes puntos de vista el problema que tienes delante.

– ¿En QUÉ consiste el problema?

– ¿DÓNDE se presenta? ¿Se circunscribe solo a determinados contextos o abarca muchas áreas?

– ¿CUÁNDO se manifiesta? ¿Se presenta siempre, con regularidad o solo en situaciones puntuales?

– ¿Con QUIÉN se presenta? ¿Está relacionado con tu pareja, tus compañeros de trabajo, tus hijos o padres?

– ¿CÓMO se manifiesta el problema?

– ¿POR QUÉ tengo este problema?

Normalmente, cuando dedicamos tiempo a definir el problema, nos damos cuenta de que en realidad hay algo mucho más profundo en su base. A menudo descubrimos que lo que definíamos como “problema” solo es una expresión externa de algún conflicto que no hemos resuelto, un miedo o una inseguridad. Descubrir el origen del problema es el primer paso para solucionarlo.

2. Determina los objetivos

Rumi, un poeta persa, decía: “cuando aceptamos nuestros problemas, las puertas de las soluciones se abren”. 

A menudo, no solo no definimos el problema, sino que ni siquiera pensamos en cómo desearíamos que marchasen las cosas una vez que lo resolvamos. Lo que solemos hacer es quejarnos continuamente, y en esa queja va implícito el cambio que deseamos. El ejemplo típico es: “no me gusta mi trabajo, quisiera tener un puesto donde ganase más”.

Sin embargo, estos no son objetivos que puedan dinamizar nuestro comportamiento. Para resolver los problemas es necesario que “fotografiemos” el camino y vislumbremos la meta. Pregúntate qué puedes hacer para lograr ese objetivo, cuándo, cómo y con quién lo puedes hacer. 

Resolver problemas no es simplemente saltar un obstáculo, debes saber hacia dónde quieres dirigirte. Por tanto, ten siempre en mente los objetivos que deseas alcanzar porque de lo contrario, esas pequeñas decisiones, aparentemente intrascendentes, pueden llevarte por un rumbo que no es el que deseabas, es lo que se conoce como Efecto Mariposa.

Una vez que determinas tus objetivos, que deben ser medibles y realizables, la niebla mental se desvanece y estarás listo para solucionar el problema.

3. Afronta el problema de forma estratégica

En este punto ya eres consciente del verdadero problema y su magnitud, así como de los objetivos que pretendes alcanzar, por lo que no te queda sino afrontar la dificultad. He aquí tres técnicas particularmente interesantes para encontrar la mejor solución:

– Empeorar el problema. Puede parecer un contrasentido, pero en algunos casos, si quieres enderezar algo, primero tendrás que torcerlo. De hecho, esta técnica es particularmente útil en esos casos en los que tenemos ni la más mínima idea sobre cómo afrontar el problema o cuando estás tan bloqueado que no puedes pensar de forma positiva y constructiva. En ese caso, imagina cómo podrías empeorar el problema. ¿Qué podrías hacer para que la situación empeorase? Cuando encuentres la respuesta, solo tendrás que recorrer el camino opuesto. 

– Back Ward plan Ning. Se trata de recorrer el camino de la solución, pero en sentido contrario. Por tanto, imagina que has resuelto el problema, visualiza cómo te sientes y comienza a ir hacia atrás. ¿Cuál fue el paso antes de llegar a la meta? ¿Y el anterior? Es como rebobinar una cinta, hasta que llegues al punto actual. De esta forma tendrás claro el plan de acción. La eficacia de esta técnica se basa en que resta presión a todo el proceso de resolución ya que prácticamente se convierte en un juego, de esta forma la mente queda libre de sus ataduras y puedes descubrir soluciones nuevas que el miedo o la ansiedad no te dejaban ver.

– Ir más allá del problema. Imagina cómo sería tu vida si finalmente lograses solucionar el problema. Visualiza un día ideal, hasta en sus más mínimos detalles y si lo deseas, escríbelo. Con esta técnica lo que se pretende es proyectar la mente más allá del problema, de manera que podamos salir del círculo vicioso que a veces construyen a nuestro alrededor los miedos y la incertidumbre. Cuando imaginas que has solucionado el problema, te desligas de su influjo emocional y te sientes mucho más libre para encontrar mejores soluciones.

18 diciembre 2020

psicología /desarrollo personal SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE

¿TE QUIERES A TI MISMO?  SEÑALES QUE INDICAN LO CONTRARIO ...

psicología /desarrollo personal  

SEÑALES QUE INDICAN QUE NO TE QUIERES LO SUFICIENTE


 



La vida es demasiado corta como para malgastarla preocupándose excesivamente por lo que piensan los demás. Cuando nos sentimos seguros de nosotros mismos y proyectamos una imagen de confianza y serenidad, son las otras personas quienes desean estar a nuestro lado. Al contrario, cuando buscamos desesperadamente su aprobación terminamos convirtiéndonos en una persona sin carácter, que no sabe lo que quiere y cuya felicidad depende de los otros.

Por eso, es importante mantenerse atentos a esas sutiles señales que indican que no nos amamos lo suficiente, indicadores de que no nos aceptamos tal como somos, quizá porque nos sentimos inadecuados o creemos que no somos lo suficientemente buenos. 

Sin embargo, recuerda que para que los demás te acepten, primero debes aceptarte tu; para que los demás te amen, primero debes amarte. El trabajo empieza por casa.

Una persona que no se acepta, no logra amarse

1. No te sientes libre para ser quién eres. Si no crees que eres lo suficientemente bueno, es probable que no te sientas libre para mostrarte tal cual eres porque te avergüenzas, como resultado, gastas una cantidad enorme de energía intentando ser una persona que no eres, solo para agradar a los demás y obtener su aprobación.

2. No pasas tiempo a solas. Si siempre necesitas estar rodeado de personas, porque no te sientes bien a solas, es probable que en el fondo te sientas incómodo contigo mismo y te moleste lo que encuentras cuando buceas en tu interior. En ese caso, tendrás que aprender a valorar y disfrutar de tu compañía.

3. No expresas tus ideas. Si te pliegas a menudo a las opiniones de los demás, aunque no estés de acuerdo con ellas, es probable que en el fondo se esconda una falta de autoestima. Quizá crees que tus ideas no son lo suficientemente interesantes como para ser tenidas en cuenta, o temes expresarlas.

 

4. No te mimas. Dentro de nosotros habita un pequeño niño que necesita ser consolado y mimado a cada rato. Cada vez que te mimas y te das un pequeño capricho, te estás diciendo que te consideras una persona valiosa, digna de esas pequeñas satisfacciones, si no lo haces, es probable que no te sientas bien contigo mismo.

5. No valoras tus logros. Muy pocos logran ser Premios Nobel, pero cada persona es valiosa y aporta algo en el entorno en el que se desenvuelve. Si no logras ver tus logros, es probable que se deba a que no te amas lo suficiente y tiendes a menospreciar cada cosa que consigues.

6. Te tratas con demasiada rudeza. Ser críticos con uno mismo es bueno, nos permite identificar nuestros errores y crecer. Sin embargo, ser excesivamente rudos en nuestros juicios, hasta el punto de denigrarnos, simplemente indica que no nos amamos y nos estamos castigando por ser quienes somos.

-No cuidas tu cuerpo. El cuerpo es nuestro templo, no debemos obsesionarnos con tener una figura perfecta pero tampoco debemos descuidar la práctica de actividad física y la dieta. La falta de cuidado personal a menudo indica una falta de amor más profunda, señala que no consideramos que somos lo suficientemente buenos como para dedicarnos tiempo y esfuerzo.

Ø  No te motivas. Todos podemos fallar, pero la diferencia entre quienes logran sus objetivos y quienes se quedan a mitad radica en su autoconfianza y en su capacidad para motivarse cuando las cosas van mal. Por supuesto, no se trata de convertirse en optimistas ingenuos, pero sí de encontrar esas teclas que nos motivan y aprender a pulsarlas cuando necesitamos una dosis extra de motivación.

Ø  No confías en ti. La autoconfianza es fundamental para desarrollar una autoestima sana. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tampoco son capaces de confiar en sus capacidades y se menosprecian con frecuencia. Por tanto, si a menudo te dices que no puedes lograrlo o que no eres capaz, esas son señales de alarma de que necesitas cambiar la relación que mantienes contigo mismo. 

Ø  No te abres a los demás. Las personas que no se aman lo suficiente normalmente tienen problemas para abrirse a los demás y entregarse completamente en las relaciones. Como piensan que no son merecedoras de amor, se encierran en un caparazón, para que nadie pueda descubrir esa falta de estima.

15 diciembre 2020

psicología /desarrollo personal A TU VIDA, DEJA ENTRAR A PERSONAS QUE TE SUMEN, NOQUE TE RESTEN

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A TU VIDA, DEJA ENTRAR  SOLOA PERSONAS QUE TE SUMEN, NQUE NO TE RESTEN


Es fácil decirlo. Aplicarlo es más complicado porque todos los días nos encontramos con personas que, lo queramos o no, comparten un pedacito de nuestras vidas, aunque sean tan solo algunas horas. Sin embargo, ese tiempo es más que suficiente para que nos contagien sus pensamientos pesimistas, catastrofistas o descorazonadores. Obviamente, no podemos evitar a esas personas, no podemos convertirnos en ermitaños, pero podemos limitar su acceso a nuestra vida. 

Cultiva tus amistades como cuidarías un jardín

Nadie quiere tener a su lado a personas que saboteen su Crecimiento Personal. Todos desearíamos rodearnos de gente que sume, con las cuales compartir buenas experiencias. Obviamente, debemos tener en cuenta que las relaciones interpersonales no son en blanco y negro. Habrá momentos en que una persona puede afectar nuestro bienestar y otros en los que nos compensará con creces.

Nadie es totalmente malo ni totalmente bueno, pero debemos mantenernos atentos para evitar los daños emocionales inútiles. Por eso, podríamos comenzar a pensar en nuestras relaciones interpersonales como si de un jardín se tratase. Hay malas hierbas que es necesario erradicar, y hay plantas que, aunque son hermosas, simplemente no se adaptan al estilo o el espacio de nuestro jardín.

Por supuesto, no se trata de colocar a las personas en una balanza ni de asumir una actitud prepotente y descalificadora sino tan solo de madurar y aprender a elegir nuestras amistades con mayor tino. Hay personas maravillosas que simplemente no encajan con nosotros porque no comparten nuestra filosofía de vida, o porque hacen que nos desvirtuemos demasiado de nuestra esencia.

Tampoco se trata de buscar una relación perfecta en la que todo sea armonía y paz porque de los conflictos también se aprende, las opiniones diferentes nos permiten crecer y enriquecernos. Cuando se hace referencia a personas que suman a nuestra vida hablamos de gente que:

– Nos quieren cuando menos lo merecemos, porque son conscientes de que es cuando más lo necesitamos.

– Nos apoyan cuando todos los demás afirman que nuestro plan es una locura.

– No dicen lo que queremos oír sino lo que necesitamos escuchar, para que podamos reconocer nuestros errores y crecer.

– No nos critican sino que nos ayudan a sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos.

– No nos llenan de estereotipos, sino que nos ayudan a abrir nuestra mente.

¿Quiénes son las personas que restan?

Las personas que restan son aquellas que laceran tu autoestima, las que siempre tienen un problema para cada solución, las que tienen la crítica pronta hagas lo que hagas, las que nos infunden miedo y las que aumentan el nivel de incertidumbre.

Las personas que restan son aquellas que sacan lo peor de nosotros mismos, porque a través de sus actitudes promueven la indecisión, el inmovilismo y el temor. 

Las personas que restan son rígidas en sus actitudes, no dan margen para el error y se erigen como jueces de tu vida, haciendo que, en vez de sentirte único y especial, te sientas pequeño e inadecuado.

Las personas que restan actúan como vampiros emocionales succionando tu energía, contagiándote su pesimismo e impidiendo que crezcas.

10 claves para convertirse en una persona que suma a la vida de los demás

Por supuesto, no solo es importante rodearse de personas que sumen, es fundamental asegurarnos de que también nosotros podemos sumar a la vida de los demás. Para lograrlo:

1. Haz que la persona que está a tu lado se sienta especial.

2. Ayúdale a encontrar soluciones, no sumes preocupaciones.

3. Desafía sus estereotipos, amplía su perspectiva.

4. Dale una sorpresa que le arranque una sonrisa de felicidad.

5. Apóyale cada vez que lo necesite, sobre todo si los demás le dan la espalda.

6. Transmítele seguridad y confianza cuando su mundo esté a punto de venirse abajo.

7. Alimenta sus sueños e ilusiones, no los mates.

8. Ínstale a ser auténtica, y déjale entrever que la aceptas tal como es.

9. Comparte lo que has aprendido, enriquece su mundo.

10. Conecta emocionalmente, desde tu esencia.

NO ES EL TIEMPO PASADO LO QUE NOS AFECTA, SINO LO QUE ESE TIEMPO PASADO DICE DE NOSOTROS

Psicología / Desarrollo Personal   
NO ES EL TIEMPO PASADO LO QUE NOS AFECTA, SINO LO QUE ESE TIEMPO PASADO DICE DE NOSOTROS


Es imposible que el pasado nos angustie. El pasado se encuentra congelado. Todas nuestras ansiedades se encuentran en el presente”, escribió el filósofo Igor Sibaldi, cambiando así el foco de atención del pasado al presente, de lo inamovible a aquello que podemos cambiar.

No cabe duda de que el pasado puede convertirse en un fardo pesado que nos impide avanzar o nos mantiene paralizados en un punto de nuestro camino marcado por sentimientos como la culpa, la tristeza y/o el resentimiento. No podemos volver al pasado para cambiarlo. Lo hecho, hecho está. Sin embargo, lo que realmente nos molesta y ata – aunque a menudo nos cuesta reconocerlo – no es el pasado en sí, sino lo que ese pasado dice de nosotros, es lo que ese pasado trae al presente.

Nuestro cerebro se “ancla” al pasado

El único pasado que nos ata es aquel que no logramos aceptar. Un estudio realizado en la Universidad de Harvard comprobó que cuando vivimos una situación muy estresante, esas vivencias se quedan grabadas en el cerebro.

Estos neurocientíficos pidieron a personas que habían sufrido un trauma psicológico, que escucharan una descripción de lo que les había sucedido y, mientras tanto, escaneaban sus cerebros. Descubrieron que cuando las personas revivían el pasado, algunas partes de su cerebro se activaban, especialmente la amígdala, el núcleo del miedo, y el córtex visual. No obstante, también comprobaron que el área de Broca, la zona responsable del lenguaje se desactivaba.

Esto significa que cuando vivimos una situación muy intensa desde el punto de vista emocional y miramos al pasado, la revivimos como si fuera real, volvemos a experimentar las mismas emociones con idéntica intensidad, porque no hemos podido aceptarla y convertirla en una experiencia narrativa.

Convertir el pasado en una experiencia narrativa significa que le hemos conferido un sentido y lo hemos incorporado en nuestra historia de vida. Eso nos permite seguir adelante. No obstante, muchas veces nos quedamos atrapados en ese pasado porque no logramos integrar en nuestro “yo” lo que esa experiencia dice de nosotros.

Cuando no queremos aceptar partes de nosotros

La DISONANCIA COGNITIVA implica un conflicto en nuestro sistema de ideas y creencias, una incompatibilidad entre dos cogniciones simultáneas. Se trata de una incoherencia interna entre la imagen que tenemos de nosotros y la nueva imagen que una experiencia ha sacado a colación.

Cuando una situación del pasado implica un cambio en la manera en que nos vemos a nosotros mismos, es más difícil de aceptar. Si hemos infringido nuestras propias normas, valores y creencias, nos resulta muy difícil asumir la escisión que se ha generado en el “yo” ideal que habíamos construido.

Ya en 1980, Weinstein, un psicólogo de la Universidad de Nueva Jersey, había descubierto que solemos mirarnos bajo una luz muy positiva, tan positiva que rompe con las probabilidades hasta el punto de hacer que alberguemos expectativas poco realistas sobre nosotros mismos.

En sus estudios apreció, por ejemplo, que las personas creían que tenían menos probabilidades de desarrollar una adicción que los demás y, a la vez, que tenían más posibilidades de llegar a la vejez con buena salud en comparación con el restod e sus coetáneos.

Eso significa que podemos vernos bajo una luz excesivamente optimista, la cual nos impide aceptar nuestras sombras. Quizá ese pasado nos obliga a aceptar que no somos tan sinceros, empáticos, altruistas y/o fuertes como pensábamos.

Cuando una situación saca a relucir esas sombras, nos resulta difícil aceptarlas porque ello conlleva un cambio en la imagen del “yo”, lo cual significa replantearnos quiénes somos en realidad y comprender que no somos tan perfectos o buenos como creíamos.

Aceptar nuestras sombras no es sencillo, pero es la única manera de conocernos realmente. Es un viaje interior que todos debemos emprender y que nos permitirá liberarnos del peso de nuestro pasado, aceptando nuestros errores, debilidades e incongruencias.

Fuentes:Rauch, S. L. et. Al. (1996) A symptom provocation study of posttraumatic stress disorder using positron emission tomography and script-driven imagery. Arch Gen Psychiatry; 53(5): 380-387.

12 diciembre 2020

DESARROLLA TU FUERZA INTERIOR

psicología / Desarrollo Personal
DESARROLLA TU FUERZA INTERIOR:


A pesar de las dificultades, los obstáculos que en un primer momento parecían insuperables y los problemas aparentemente irresolubles, tenemos una increíble capacidad para superar la adversidad y seguir avanzando. Lo que nos guía a través de las situaciones más duras de la vida es nuestra fuerza interior.

La fuerza interior nos ayuda a recuperarnos de una enfermedad grave, a salir del agujero negro en el que nos sume la pérdida de una persona querida y a levantarnos tras un fracaso recomponiendo los pedazos rotos para seguir adelante. Gracias a la fuerza interior no solo resistimos la adversidad, sino que salimos fortalecidos de las circunstancias más complicadas.

¿Qué es la fuerza interior exactamente?

La fuerza interior es un recurso psicológico que promueve el bienestar y facilita la curación. Es la capacidad para protegernos ante la adversidad manteniendo una actitud positiva, esperanzadora y optimista que nos permita proyectarnos al futuro confiando en nuestros recursos para lidiar con el problema.

La fuerza interior descansa sobre tres pilares fundamentales:

1.      Resiliencia. Es la fuerza que nos empuja hacia la supervivencia incluso en las condiciones más difíciles, la cual se alimenta de la confianza en nuestras capacidades y recursos para salir adelante. Implica un equilibrio entre la perseverancia – mantener nuestro rumbo a pesar de todo y de todos – y la flexibilidad para adaptar nuestro pensamiento y comportamiento a las circunstancias, por duras que sean. La resiliencia nos permite doblarnos sin rompernos, convirtiéndonos en sobrevivientes.

2.      Sentido de la vida. Es la capacidad para encontrar un significado a la vida, para explicarnos lo que nos ocurre y comprender las circunstancias más difíciles, de manera que podamos elegir las estrategias de afrontamiento más adecuadas para lidiar con las situaciones estresantes. Implica además la plena conciencia de que somos libres para elegir nuestra actitud ante lo que sucede, lo cual nos permite empoderarnos y mantener cierto grado de control sobre la situación.

3.      Autotrascendencia. Es la capacidad para moverse intra, inter y transpersonalmente más allá del yo. Implica trascender los intereses personales, de manera que podamos asumir una distancia psicológica que nos ayuda a poner todo lo que nos ocurre en perspectiva para ir un paso más allá de la preocupación. Gracias a la autotrascendencia podemos expandir los límites personales e incluso tomarnos con sentido del humor las experiencias aparentemente más negativas. De esta manera logramos atravesar los periodos difíciles sin venirnos abajo, asumiendo las dificultades con mayor entereza.

¿Por qué necesitamos desarrollar la fuerza interior?

La fuerza interior es una de las herramientas más valiosas para la vida. Es lo que nos mantiene con esperanza y nos anima a seguir adelante, lo que subsiste cuando todo lo demás se ha desmoronado. No solo nos permite superar la adversidad, sino que nos ayuda a capear mejor la tormenta, manteniendo una actitud más positiva que nos permite seguir confiando en nuestras capacidades.

Un estudio desarrollado en la Universidad de Åland, por ejemplo, comprobó que a medida que las mujeres envejecen, el riesgo de sufrir depresión aumenta en un 20%. Sin embargo, la fuerza interior es un factor protector que no solo las mantiene a salvo de la depresión, sino que también las conduce a involucrarse en actividades positivas y significativas que mejoran su salud.

Otra investigación realizada en la Universidad de Utah reveló que la fuerza interior es uno de los factores más importantes para determinar la calidad de vida de las personas que sobreviven al cáncer ya que les permite enfrentar con mayor entereza y positividad la enfermedad.

Debemos pensar en la fuerza interior como en una inversión para la vida. Cuantos más problemas afrontemos, más confiaremos en nuestras potencialidades para salir adelante – pase lo que pase – y más preparados estaremos para lidiar con los problemas futuros sin venirnos abajo. Aunque no tengamos un plan de acción, aunque jamás nos hayamos enfrentado a ese obstáculo, la fuerza interior nos brinda el empuje necesario para no desfallecer.

7 características de las personas con fuerza interior

1.      Tienen un locus de control interno. Reza como si Dios cuidase de todos, pero actúa como si todo dependiese de ti”, dice un refrán popular. Y las personas que tienen una gran fuerza interior lo ponen en práctica al pie de la letra. Desarrollan un locus de control interno, lo cual significa que toman las riendas de su vida y asumen sus responsabilidades. No culpan a los demás o al mundo por sus problemas, sino que intentan resolverlos.

2.      Obvian las cosas sobre las que no pueden influir. Solemos pensar que la fuerza de voluntad es una fuente inagotable, pero no es así. Si hemos pasado todo el día ejerciendo un férreo autocontrol, durante la noche seremos más propensos a caer en la autoindulgencia. Eso significa que la fuerza de voluntad es una cualidad que debemos aprender a dosificar. Por eso, las personas con fuerza interior suelen concentrarse en lo que verdaderamente cuenta y pasan de las causas perdidas o aquellas que se escapan de su control. Esta actitud les permite focalizar su energía y lograr sus objetivos. Son personas pragmáticas que contribuyen hasta donde pueden y no se martirizan cuando no pueden hacer más.

3.      No se quejan continuamente. De vez en cuando las quejas pueden tener un poder catártico pero los lamentos continuos – una característica endémica de nuestra sociedad – solo sirven para centrarnos en los aspectos negativos de las situaciones y, de paso, perder una energía y un tiempo extremadamente valiosos. Las personas con fuerza interior asumen una actitud diferente: no se sientan a llorar sobre la leche derramada, emplean esa energía para reorganizar su estrategia y volver a la carga. Son capaces de centrar sus recursos en lo que realmente vale la pena.

4.      Son capaces de adaptarse a las circunstancias, por duras que sean. Las personas con fuerza interior son muy flexibles. Incluso manteniéndose fiel a su sistema de valores, logran reorganizar su comportamiento según vayan cambiando las circunstancias. En vez de luchar contra viento y marea malgastando una energía preciosa, siguen la corriente y el fluir natural de las cosas para lograr sus objetivos. Y cuando no es posible, son capaces de cambiar su meta planteándose un objetivo más asequible y racional. No se trata de resignación sino de madurez y sabiduría, de saber distribuir los recursos en aquellas cosas que realmente darán frutos.

5.      No intentan impresionar a nadie, su objetivo es superarse a sí mismas. En una cultura tan competitiva como la nuestra, muchas personas actúan movidas por una motivación extrínseca. Es decir, buscan logros como si fueran medallas para colgarse en el pecho, medallas que le granjeen la aprobación o admiración de los demás. Las personas con fuerza interior no pretenden impresionar a nadie, tienen la suficiente confianza en sí mismas como para perseguir sus propios sueños. Su objetivo no es ser mejor que los demás, sino superar sus propias limitaciones.

6.      Ven el pasado como una fuente de información – nada más. La mayoría de las personas viven atadas, de alguna u otra forma, a su pasado. Sin embargo, a menudo el pasado se convierte en un fardo demasiado pesado que les impide avanzar. Las personas con fuerza interior, al contrario, no se quedan atadas al pasado, aprenden de sus errores y siguen adelante. El pasado no las define. Comprenden que un fracaso es tan solo una oportunidad para aprender y fortalecer su resiliencia. De esta manera el pasado se convierte en una fuente de empoderamiento, más que en un fardo de culpas.

7.      Aplican la gratitud. Las personas con fuerza interior son conscientes del enorme poder de la gratitud, por eso la practican a diario. Eso les permite poner el foco en las cosas positivas, en vez de centrarse únicamente en los problemas y obstáculos de la vida. También les permite comprender mejor sus potencialidades y aprovechar sus fortalezas para enfrentar la adversidad. Al aprovechar los efectos de la gratitud, estas personas encuentran la tranquilidad y el coraje necesarios para enfrentar cualquier problema desde una perspectiva más equilibrada.

¿Cómo desarrollar la fuerza interior?

– Elige un problema. La clave consiste en elegir un problema específico. Puedes pensar que la vida no es justa – y tienes razón, a veces no lo es – pero ello no te ayudará a enfocarte en tus recursos psicológicos y desarrollar la fuerza interior. Céntrate en una situación específica y analiza cómo te está afectando psicológicamente. Comprueba su impacto en tu cuerpo. ¿Cómo reaccionas físicamente cuando piensas en esa situación?

– Asume una distancia psicológica. Todos los problemas no se solucionan siguiendo el mismo camino. Asumir una distancia psicológica de lo que está ocurriendo te permitirá evaluar las cosas en perspectiva. Puedes preguntarte: ¿Qué harías si hubieses tenido ese problema cuando eras un niño? ¿Y si se presentara siendo ya anciano? También te ayudará ponerte en el lugar de otra persona e imaginar qué haría.

– Decide, sin dilación. Muchas veces nos quedamos atrapados en los problemas porque no tomamos decisiones. De esta manera corremos el riesgo de que el problema siga creciendo, y lo que es aún peor, se mantendrá activo como un foco de atención en nuestra mente, provocando un gran desgaste emocional. Por tanto, debes asegurarte de no postergar demasiado la decisión. No esperes al momento «correcto», porque es probable que nunca llegue. Y hazle más caso a tu Inteligencia Intuitiva.

– Empodérate con el pasado. Puedes usar el pasado a tu favor para activar la fuerza interior. Solo tienes que recordar otra situación difícil en la que también te sentías igual de mal y recordar cómo saliste de ella. Este ejercicio de memoria te ayudará a restarle impacto a lo que te está ocurriendo, te permitirá comprender que al final, todo llega y todo pasa, y te servirá para activar la confianza en ti, en tu capacidad para salir adelante.