22 septiembre 2019

CUANDO CREEMOS QUE UNA PERSONA NOS HA AGRAVIADO A PROPÓSITO, EL DOLOR DUELE MÁS


psicología desarrollo personal                                                
CUANDO CREEMOS QUE UNA PERSONA NOS HA AGRAVIADO A PROPÓSITO, EL DOLOR DUELE MÁS El dolor no es una experiencia objetiva – o al menos no tan objetiva como pensamos. Existen muchísimos factores psicológicos que pueden amplificar o reducir el dolor. El simple hecho de que una persona amada nos tome la mano, por ejemplo, puede aminorar nuestra percepción del dolor.
No es un secreto que nuestros estados mentales pueden alterar la experiencia del dolor. Si logramos relajarnos, el dolor se aliviará, pero si nos enfadamos las punzadas serán más intensas. Sin embargo, ahora psicólogos de la Universidad de Harvard han descubierto que nuestra percepción de las intenciones de los demás también puede influir en la intensidad del dolor. O sea, si creemos que una persona nos hizo daño a propósito, sentiremos más dolor.
Si creemos que alguien nos lastimó a propósito, el dolor será mayor
Los investigadores reclutaron a 48 personas, a cada una de las cuales se les asignó un compañero que podía administrarles un tono audible o una descarga eléctrica. A algunos se les dijo que esa persona podía elegir si administrar la descarga eléctrica o el sonido, a otros se les dijo que no tenía elección.
A pesar de que el voltaje de la descarga eléctrica era idéntico en los dos grupos, aquellos que pensaban que su compañero les estaba administrando las descargas intencionalmente, calificaron la experiencia como significativamente más dolorosa. Curiosamente, quienes creían que las descargas no dependían de la voluntad del compañero, se fueron acostumbrando a las mismas, calificándolas paulatinamente como menos dolorosas.
Estos resultados indican que nuestra experiencia del dolor, y probablemente también el sufrimiento que experimentamos como resultado, también dependen de si creemos que alguien nos causó ese dolor con toda intención. El dolor intencional no solo se experimenta con mayor intensidad sino que se mantiene estable, mientras que podemos llegar a acostumbrarnos al dolor involuntario, disminuyendo la molestia que este genera.
El daño involuntario no se repite, el daño intencional sí
Los psicólogos creen que esa diferencia podría deberse a un mecanismo evolutivo destinado a garantizar nuestra supervivencia. Cuanto más nos duele algo, más probabilidades existen de que nos demos cuenta y hagamos todo lo posible por buscar su causa y erradicarla.
Si se trata de un daño accidental, lo más probable es que ocurra sola una vez, y no tendremos necesidad de hacer nada más al respecto. Si una persona nos ha pinchado por error, es probable que no vuelva a pasar.
Sin embargo, si se trata de un daño intencional, es probable que vuelva a ocurrir, de manera que nuestro cerebro debe tomar nota para hacer algo al respecto lo antes posible. Para asegurarse de que vamos a reaccionar, no solo aumenta nuestro umbral de percepción del dolor, sino que lo mantiene porque esta es una señal de amenaza para nuestra supervivencia.
¿Los daños emocionales siguen ese mismo patrón?
La manera en que experimentamos el dolor y los eventos negativos de la vida está condicionada por múltiples factores. Si creemos que una persona nos ha lastimado intencionalmente, nuestro sufrimiento emocional será mayor porque a la herida se le sumará la sensación de haber sido engañados o traicionados.
Fuente:
Gray, K. & Wegner, D. M. (2008) The Sting of Intentional Pain. Psychological Science; 19 (12): 1260-1262.

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