10 julio 2018

PSICOLOGÍA, DESARROLLO PERSONAL
¿CÓMO SER FELIZ? LOS 10 CONSEJOS DE ARISTÓTELES
Cuando se trata de alcanzar la felicidad, la mayoría de las personas se preguntan: “¿Qué debo hacer?”. No es extraño, imbuidos como estamos en la cultura del hacer y la ocupación plena del tiempo hasta que no quede ni un minuto libre. Los grandes filósofos, sin embargo, se preguntaban: “¿Qué clase de persona debería ser?”.
El secreto está en el equilibrio
Muchos grandes pensadores solían recurrir a la ética de la virtud en busca de respuestas. Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos, desarrolló un sistema integral sobre la virtud que podemos poner en práctica perfectamente en los tiempos modernos para alcanzar un estado de equilibrio emocional y paz interior en el que florezca de manera natural la felicidad.
De hecho, su sistema de ética de la virtud está especialmente pensado para ayudarnos a alcanzar la “eudaimonia”, una palabra muy interesante que normalmente se traduce como “felicidad” o “bienestar” pero que en realidad significa “florecimiento humano”.
Eso significa que Artistóteles pensaba que la felicidad es un resultado de una manera de vivir y de una ,forma de ser, que llega cuando somos capaces de desarrollar nuestras potencialidades como persona y construir un “yo” sólido. ¿Cuál es esa manera de vivir?
Aristóteles pensaba que el secreto se hallaba en el equilibrio, una idea que se relaciona con otros sistemas filosóficos como el budismo. Este filósofo pensaba que una vida de abstinencias, carencias y represión no conduce a la felicidad ni a un “yo” pleno. Pero una vida hedonista tampoco es el camino ya que los excesos suelen generar una forma de esclavitud hacia el placer, generando al final un vacío existencial.
“La virtud es una posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto”, escribió. Y para desarrollar la virtud, simplemente debemos aprovechar todas las oportunidades que se presentan ya que no se trata de conceptos teóricos sino de actitudes, decisiones y comportamientos que deben guiar nuestra vida.
Las 10 virtudes aristotélicas para alcanzar la eudaimonia
En la Ética a Nicómaco, el libro más conocido de Aristóteles escrito en el siglo IV a. C., elenca las virtudes que deberíamos desarrollar para alcanzar la eudaimonia:
1. Apacibilidad. Es la capacidad para controlar nuestro temperamento y las primeras reacciones. La persona paciente no se enoja demasiado pero tampoco dejar de enojarse cuando tiene motivos para ello.
2. Fortaleza. Es el punto medio entre la cobardía y la imprudencia. La persona fuerte es aquella que afronta el peligro siendo consciente de los riesgos y tomando las precauciones necesarias. Se trata de no correr riesgos innecesarios, pero tampoco evitar los riesgos necesarios para crecer.
3. Tolerancia. Es el equilibrio entre el exceso de indulgencia y la intransigencia. Aristóteles pensaba que es importante perdonar, pero sin caer en el extremo de pasar de todo dejando que los demás pisoteen nuestro derecho o nos hagan daño deliberadamente sin responder. Tan negativo es ser extremadamente tolerantes como extremadamente intolerantes.
3. Generosidad. Es el punto medio entre la mezquindad y la prodigalidad, se trata de ayudar a los demás pero sin entregarnos tanto que nuestro “yo” se diluya.
4. Modestia. Es la virtud que se encuentra en el punto medio entre no darse el crédito suficiente por los logros alcanzados debido a una baja autoestima y tener un ego desmesurado que nos haga pensar que somos el centro del universo. Se trata de reconocer nuestros errores y virtudes, asumiendo las responsabilidades que nos corresponden, ni más ni menos.
6. Veracidad. Es la virtud de la honestidad, que Aristóteles sitúa en un justo punto medio entre la mentira habitual y la falta de tacto para decir la verdad, de manera que la persona se convierte en un kamikaze de la verdad. Se trata de evaluar el alcance de nuestras palabras y decir lo necesario, ni más ni menos.
7. Gracia. Es el punto medio entre ser un bufón y ser tan antipático que resultamos rudos. Es un saber estar, de manera que los demás disfruten de nuestra compañía.
8. Sociabilidad. Mucho antes de que los neurocientíficos descubrieran que tenemos que escoger a nuestros amigos con cuidado porque nuestro cerebro terminará pareciéndose al suyo, Aristóteles ya nos advertía del peligro de ser demasiado sociables con demasiadas personas, así como de la incapacidad para hacer amigos. El filósofo creía que debemos elegir a nuestros amigos con cuidado pero que también debemos cultivar esas relaciones.
9. Decoro. Es el punto medio entre ser demasiado tímido y ser desvergonzado. Una persona decorosa se respeta a sí misma y no teme cometer errores, pero no cae en la insolencia ni la impertinencia intentando pasar por encima de los demás. Es consciente de que todos merecen ser tratados con respeto, y exige ese mismo respeto para sí.
10. Justedad. Es la virtud de tratar justamente con los demás, a medio camino entre el egoísmo y el desinterés total. Consiste en tener en cuenta tanto las necesidades ajenas como las propias, para encontrar el punto medio que nos permita tomar decisiones más justas para todos.
Lo más interesante de la propuesta de Aristóteles es que hay espacio para el error, para equivocarnos, aprender y mejorar sin sentir por ello que somos malas personas o que no lo lograremos. ¿Qué piensas
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LA INPORTANCIA DE DESCUBRIR QUIÉN ERES: ¿POR QUÉ HOY, MÁS QUE NUNCA, ¿DEBEMOS EMPRENDER EL VIAJE PERSONAL QUE SIGUIÓ LA PSICOANALISTA MARION MILNER EN 1920?
Uno debe saber lo que quiere ser ya que la irresolución produce pasos en falso y genera ideas confusas en la mente”, escribió la matemática francesa Émilie du Châtelet. Sin embargo, ese conocimiento interno, personal y profundo, puede llegar a convertirse en el trabajo de toda una vida, sobre todo si tenemos en cuenta que el mundo intenta decirnos constantemente quiénes somos y en quiénes deberíamos convertirnos, un mundo que, según E. E. Cummings “se esfuerza, día y noche, para que seas igual a los demás”. 
Somos seres sociales y, por ende, nuestro “yo” es poroso a los valores de las personas que nos rodean, personas que pueden llegar a ser muy miopes cuando se trata de detectar qué nos proporciona seguridad y nos hace felices, personas que a menudo aspiran a alcanzar cosas equivocadas por las razones equivocadas. Adaptarnos a sus expectativas puede ser un error colosal, el mayor error de nuestra vida.
Un viaje apremiante que pocos se atreven a emprender
En 1926, Marion Milner, una psicoanalista y escritora británica, precursora de los diarios introspectivos, llevó a cabo un experimento sobre sí misma que se extendió durante siete años, con el objetivo de descubrir cuál era el núcleo pulsante de la felicidad genuina y desvelar todas las malas decisiones que tomamos impulsados por nuestra adicción crónica a la satisfacción, entendida como la búsqueda de la aceptación social, el prestigio y la popularidad. 
A lo largo de su viaje sembrado de “dudas, retrasos y expediciones por falsos senderos”, como lo calificó la propia Milner, llevó un diario con el rigor de la observación científica. Llegó a la conclusión de que somos personas profundamente diferentes de lo que creemos ser y que las cosas que perseguimos con mayor frenesí son las que menos alegría y satisfacción duraderas nos reportan. 
En el prefacio de la edición original, Milner nos advierte:
Que nadie piense que es un camino fácil porque se trata de encontrar la felicidad en vez de practicar un deber severo o un gran esfuerzo moral. Lo que resulta mucho más fácil, como descubrí, es cerrar los ojos a lo que a uno realmente le gusta, dejarse llevar por la aceptación de los deseos de los demás y evadir la verificación diaria de los valores. Y, por último, que nadie emprenda tal experimento si no está preparado para descubrir que es más tonto de lo que pensaba”. 
Esta advertencia es muy esclarecedora pues nos revela que la búsqueda de la felicidad y del propio “yo” puede ser un camino tortuoso porque implica deshacernos de todas las ideas preconcebidas que nos brindaban seguridad, o al menos una ilusión de seguridad a la cual aferrarnos. Solo podemos reconstruirnos cuando somos capaces de destruir todo lo que no nos sirve. Y ese proceso puede ser muy duro para muchas personas. De hecho, más adelante la psicoanalista reflexiona sobre la sensación de extrema alienación y el temor a perderse que sintió cuando comenzó el experimento: 
Puedo recordar la sensación de estar separada de otras personas, separada, apartada de todo lo que había sido real en mi vida. Dependía tanto de la opinión que los demás tenían sobre mí, que vivía en un constante temor a ofender, y si creía que había hecho algo que no era aprobado, me embargaba una profunda inquietud hasta que lo corregía. Siempre parecía estar buscando algo, siempre un poco distraída, porque siempre tenía algo más importante que hacer”. 
Su aguda mirada le permitió notar la profunda dependencia que podemos llegar a desarrollar de las opiniones de los demás, resaltando además el distanciamiento que se produce cuando comienzas a apartarte de las expectativas que las personas más cercanas han puesto sobre ti. 
Milner también explica cuál fue una de sus principales motivaciones para emprender este peculiar viaje, una travesía de deconstrucción personal que todos deberíamos emprender en algún momento: 
Sentía que mi vida era una aburrida mediocridad, tenía la sensación de que las cosas reales y vitales sucedían a la vuelta de la esquina, en las calles, en las vidas de otras personas. Ello se debe a que solo captaba las ondas superficiales de todo lo que me sucedía, cuando en realidad estaban ocurriendo acontecimientos de vital importancia para mí, no en un sitio lejos de mí, sino justo debajo de la superficie tranquila de mi mente. Aunque algunos de estos descubrimientos no fueron del todo agradables, trayendo consigo ecos de terror y desesperación, al menos me dieron la sensación de estar viva”. 
¿Qué herramientas psicológicas necesitamos para emprender ese viaje? 
La práctica de la introspección requiere volver a calibrar nuestra percepción condicionada. Milner puso en marcha su pensamiento crítico y comenzó a dudar de sus creencias más arraigadas sobre lo que la hacía feliz. Sin embargo, para descifrarlo no solo puso en marcha la razón sino también sus sentidos. Escribió: 
“Tan pronto como comencé a estudiar mi percepción, a mirar mi propia experiencia, descubrí que había diferentes formas de percibir y que esas diferentes formas me proporcionaban datos distintos. Hay un enfoque estrecho que significa ver la vida como si fueran luces intermitentes con la conciencia en mi cabeza como el centro de atención, pero también hay un enfoque amplio que significa conocer con todo mi cuerpo, una forma de mirar que altera bastante mi percepción de lo que veo. Descubrí que el enfoque estrecho era el camino de la razón. Si uno tenía el hábito de discutir sobre la vida, era muy difícil no acercarse a las sensaciones con la misma atención concentrada y, por lo tanto, excluir su ancho, profundidad y altura. Pero fue el enfoque amplio que me hizo feliz. 
“El pensamiento ciego podría hacerme fingir que estaba siendo sincera conmigo misma cuando en realidad solo estaba siendo fiel a un miedo infantil que generaba confusión, y cuanto más confundido estuviera, más llamaría a su ayuda al sentido de convicción”. 
Esta nueva perspectiva nos remite inevitablemente a la filosofía taoísta, que nos anima a utilizar la razón para descubrir las creencias limitantes inoculadas socialmente pero luego nos insta a confiar más en los sentidos como una vía para el descubrimiento de uno mismo y del mundo. Es un cambio de perspectiva muy difícil de lograr ya que no estamos acostumbrados y llevamos toda una vida acallando los sentidos y ensalzando la razón. 
Milner descubrió que era una cuestión de recalibrar sus hábitos de percepción, no se trataba de mirar directamente a un objeto con la atención sino de desarrollar una imagen más completa con una conciencia difusa, una experiencia sensorial, no lógica. Por eso, se preguntó: 
“Si tan solo mirar puede ser tan satisfactorio, ¿por qué siempre me esforzaba por tener más cosas o hacer más cosas? Ciertamente, nunca había sospechado que la clave de mi felicidad podría residir en una habilidad tan aparentemente simple como la capacidad de dejar que los sentidos fluyan libres de objetivos. 
“Me habían exhortado continuamente a definir mi propósito en la vida, pero ahora comenzaba a pensar que la vida era algo demasiado complejo como para mantenerse dentro de los límites de un solo propósito formulado. Así que empecé a formarme otra idea de mi vida, no como una lento subseguirse de logros para adaptarse a mis propósitos preconcebidos sino como el descubrimiento gradual y el crecimiento de nuevos propósitos que no conocía”. 
Milner se refiere a la necesidad de emprender ese camino abandonando todas las metas iniciales, con la apertura mental necesaria como para ir descubriendo otras metas en el camino, metas que probablemente estarán más en sintonía con tu “yo” y que responderán menos a las expectativas sociales. 
La clave de este viaje radica en aprender a fluir, como descubrió la propia Milner: 
“No sabía que solo podía sacar el máximo provecho de la vida, entregándome a ella. Entonces llegué a un punto muerto. Quería sacar el máximo provecho de la vida, pero cuanto más trataba de apresarla, más sentía que estaba afuera, perdiéndome cosas. En ese momento no podía entender en absoluto que mi verdadero propósito podría ser aprender a no tener ningún propósito”. 
Siempre he creído que el viaje que emprendió Milner es un viaje que debemos emprender todos, mejor antes que después, para evitar que la vida pase ante nuestros ojos sin vivirla. Una vez que nos hemos sumergido hasta el tuétano en la sociedad, debemos emprender el camino inverso hacia la individualización, aquella auténtica. Es un trayecto difícil, hace uno tiempo  leí un libro que puede servirte como una brújula en el camino: “La muerte del caballo alado: Un viaje al encuentro de tus barreras internas”. ¡Bon voyage!

08 abril 2014

APRENDÍ


En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida: Sigue adelante, aprenderé mientras dure mi ignorancia; y si creo  al dicho, mientras dure mi vida.
Personalmente estoy siempre dispuesto a aprender, . (Dts.)

http://www.dtorrente.es/Donde%20habitan%20mis%20recuerdos/Aprendi.HTML




El camino

Andando caminos: rumbo a lo desconocido
en busca de un rincón sembrado de alegrías.

“Poema “el camino”   






Cuando el camino es correcto se tiene la certeza de no estar perdido, se siente la satisfacción de saber que uno ha encontrado el rumbo.( Jorge Bucay )
lucero
Yo no sé bien por qué este día, sin motivo alguno ni razón,
de campanillas de alegrías se llenó  mi corazón…
es como el sol del mediodía, que no necesita explicación,
un concierto de algarabía llenó de luz cada rincón.
lucero
llega un aire de armonía, viene del mundo su pasión
Cómo resuena mi alma, con esta maravillosa agitación,
Esta caricia de vida que me ha ofrecido la Creación,
ha transformado mi apatía en una dulce ensoñación.
lucero
Y ha producido, en su osadía, la tan buscada mutación
convertir hierro en oro quién diría, con sólo una  ilusión,
 deliré en la utopía, que al mundo entero en su extensión,
esta campanilla lo cubría de luz de paz…de compasión.
lucero
Sé bien que suena a fantasía, pero quisiera que esta la ilusión,
que no volara todavía, como una extraña  sensación.
Ojalá, amigos, que algún día, sin causa alguna, ni razón,
un gran día  de alegría llene  también vuestro corazón.

lucero
Autor: Diego Torrente
~*Dts.*~ ©

lucero



04 marzo 2014

Los Secretos del Lenguaje No Verbal. Completo.

Los escritos de mis momentos, en su mayorA­a, tienen un tono sentimental son una forma de hablar conmigo mismo cuando no hay nadie escuchA?ndome, o tambiA©n de hablar con alguien real que estA? en el recuerdo y que ha contribuido de algAsn modo a mis vivencias personales.

25 febrero 2014

1 hora de música con Marcela Gandara - [Audio Oficial]

Los escritos de mis momentos, en su mayorA­a, tienen un tono sentimental son una forma de hablar conmigo mismo cuando no hay nadie escuchA?ndome, o tambiA©n de hablar con alguien real que estA? en el recuerdo y que ha contribuido de algAsn modo a mis vivencias personales.